Temporada finalizada. Ayer puse el broche de oro a un 2007 propicio que me ha deparado un sinfín de alegrías. Sólo me quedan un par de "bolos" en los que simplemente voy a disfrutar: la II Edición de los "Matracos" a muerte del día 9 de diciembre, (ya os explicaré en qué consiste tal prueba para los que no frecuentais el hilo de La Paquetería en el foro de ElAtleta.com, aunque avanzo que fundamentalmente se trata de comer una buena barbacoa), y la
XXIV Carrera Popular de Aranjuez, en la que a falta de barbacoa nos iremos seguramente a
El Rana Verde, como el año pasado. En fin, dos divertimentos que servirán como mera excusa para pasar el día en buena compañía.
Al tema, que divago. No voy a hacer análisis del
Maratón de San Sebastián puesto que es una prueba lo suficientemente conocida como para ocupar demasiado sitio en esta entrada que ya aviso, va a ser larga, pero no puedo dejar de incidir en algo que ya he comentado en alguna otra ocasión: es una lástima que una ciudad como San Sebastián, hermosa donde las haya, con un circuito rapidísimo apto para que TODOS busquen su marca, desprecie de esa manera al corredor popular manteniendo un ridículo límite de entrada de cuatro horas y media que no favorece nada la participación de esa mayoría de corredores modestos que al fin y a la postre son los que dan color y vida a la carrera, y que no se cierre completamente el recorrido al tráfico, cosa que se hace en ciudades mucho más complicadas en ese aspecto como Madrid. No es de recibo que gente que se mueve en torno a las cuatro horas tenga que correr a veces esquivando coches por falta de vigilancia en los cruces o garajes y por la enorme cantidad de bicis no autorizadas, alguna con verdaderos irresponsables que iban y venían a toda velocidad entre los corredores sin que la organización les dijera absolutamente nada. Da la sensación de que esta organización sólo se preocupa de tener "el maratón más rápido de Europa" en lugar de tener el mejor o a menos uno de los mejores maratones de Europa a poco que se lo propusieran. ¿Dejadez?, ¿falta de colaboración institucional?, ¿incapacidad organizativa?, ¿falta de interés en tener una prueba más popular?. Lo ignoro.
Y ahora sí, vamos a lo que importa: la
crónica de mi décimo maratón.
Salimos de Avila sobre las cuatro menos cuarto de la tarde del viernes. Por delante seis horas de viaje, ganas de pasarlo bien y algún que otro nervio entre los que se jugaban buena parte de la temporada en Donosti, iban con alguna molestia o debutaban en la distancia. Ya durante el viaje comenzó una serie de despropósitos de lo que NO SE DEBE HACER BAJO NINGUN CONCEPTO antes de correr un maratón, y es que apenas pasado Valladolid empezaron a pasear arriba y abajo del autocar cajas de pastas, perronillas, nevaditos, frutos secos, botellas de agua y chupitos de, juro,
Chivas Regal, delicatessen todas a las que nadie hizo ascos.
Oiartzun nos recibió con lluvia, aunque no mala temperatura, a eso de las diez. Reparto de habitaciones, cena y a dormir, que por la mañana había que recoger dorsales. En la feria del corredor tuve la oportunidad de saludar a dos blogueros:
Sergio Mayayo, muy bien acompañado por Dallas, y
Nacho Silvestre, con su familia, nervioso ante su debut en maratón. Visita por los distintos stands en uno de los cuales nos encontramos con el mismísimo
Serge Girard, el navegante de los continentes, un tipo simpatiquísimo que firmó autógrafos y se hizo fotos a todo el que se lo pidió. Un impresionante vídeo relataba en imágenes alguna de las gestas de este ¿corredor? que debe haber encontrado una especie de nirvana del runner haciéndose durante meses etapas diarias de más de ochenta kilómetros atravesando el mundo de punta a punta en circunstancias tan cambiantes como correr con escarcha en sus cejas o desfallecer a 48º en medio del desierto. En la feria además una divertida anécdota: a nadie se le ocurrió que al inscribirnos todos juntos nuestros dorsales sería consecutivos, así que allí estábamos los corredores del
Ecosport Avila, disciplinaditos en nuestra fila mientras el resto estaban casi vacías mientras el amable voluntario, objeto de las risas de sus compañeros, maldecía su mala suerte. Y por seguir con los despropósitos de lo que no se debe hacer antes de un maratón, ni que decir tiene que a la que vimos que se ofrecía vino y queso gratis, cayeron unos cuantas "pruebas" de ambos.
La tarde la teníamos libre, y como remate de despropósitos pre-carreriles, servidor se pateó la playa de la Concha arriba y abajo, hasta más allá del monte Urgull, se volvió por el barrio antiguo, se tomó un par de cervecitas con sus buenos pintxos, volvió a los alrededores de la playa de la Concha, y se cenó, ya casi sin hambre, una ensalada ¡con salsa tártara! y un buen plato de spaguetti picante, más que nada para acallar su maltratada conciencia y porque su más que previsible fracaso del día siguiente no se debiera a la falta de hidratos... Cuando me fuí a acostar me sentía como una boa de los documentales del
National Geographic después de zamparme un inocente cervatillo.
El domingo mañana despertador a las siete. Todo preparado desde la noche anterior, así que no queda más que bajar al comedor del hotel, desayunar y derechitos al autocar. El clima nos daba un respiro en cuanto a la lluvia pero no en cuanto a la temperatura: hizo frío, para mí demasiado, y me arrepentí de no correr al menos con camiseta de manga corta. Salir con la de hombreras, sumado al viento que soplaba en alguna zonas y al desgaste de los kilómetros hizo que en todo momento tuviera la sensación de no acabar de encontrar el ritmo. Estoy seguro de que el clima se quedó ayer con tres o cuatro minutos de mi marca.
El ambiente en el grupo es estupendo: risas, especulaciones sobre marcas, miradas de reojo al cielo, el acompañamiento analizando el recorrido para vernos pasar en distintos puntos, afinando gargantas para darnos un sinfín de gritos de ánimo que no tenéis ni idea de lo que se agradecen, "disfraces" para evitar el frío... Al respecto de esto, aunque yo no me llevé cámara a la carrera, hay por ahí fotos que de llegar a mis manos aviso a los protagonistas que publicaré sin compasión.
Mientras esperamos el momento de acercarnos a la salida oigo que alguien me llama. Es
Miguel Morea que me ha reconocido y al que saludo. Otro corredor de la escuela
Slowpepe, de los que como no tenían otro plan deciden sobre la marcha correr un maratón..., desmitificando de paso la distancia y demostrando a quien lo quiera entender que correr un maratón no es cuestión de "estar preparado", (aunque evidentente se necesita un mínimo de base), sino de encontrar un ritmo adecuado para hacerlo. Un placer conocerte y charlar aunque fuera unos minutos contigo.
Yo he quedado con mi primo Jesús en salir a ritmo de cuatro horas y en esas van cayendo los primeros kilómetros, a ese ritmillo de 5'40''-5'45'' que nos permitirían cumplir el objetivo. No obstante, como comenté antes, aunque mis pulsaciones eran buenas y me encontraba con fuerzas, no llegué a tener la sensación de encontrar esa sensación de ir "redondo" en toda la carrera.
Una de las cosas buenas que en mi opinión tiene el recorrido de San Sebastián es que te puedes cruzar con el resto de corredores. Personalmente el encontrarme con los conocidos y animarles me ayuda a que vayan cayendo los kilómetros. Así que veo varias veces a casi todos los compañeros de club, a
Nacho Silvestre, Pedro Pfp, Carlos Matraco, Miguel Angel Equis,
Miguel Morea,
Sergio Mayayo... Según me cruzo con ellos veo sus rostros, intento hacer cuentas sobre sus ritmos previstos y si van cumpliendo o no sus objetivos... A todos les intento apoyar con un grito de ánimo. Algunos no lo necesitan, como
Morea, al que veo "sobrado" durante toda la carrera, y algunos compruebo como en cada cruce van perdiendo la figura y el brillo inicial en sus ojos, como
Silvestre, que debutó con apenas un año de corredor con un excelente sub-4 a pesar de que valía unos cuantos minutos menos. Tienes que estar orgulloso amigo mío y valorar muchísimo esa marca.
Nada más acabar la primera vuelta grande al circuito, sobre el kilómetro 24 ó 25 me doy cuenta de que Jesús no va fino aunque no dice nada. Poco a poco se le va descomponiendo el gesto y aflojamos el ritmo esperando que sea un bache temporal, pero a partir del kilómetro 28 me insiste en que le deje. Me parece demasiado pronto y le sigo acompañando unos kilómetros más. En el 32 veo que ir conmigo le impide parar a andar, y en su situación quizá le convenga alternar correr-andar hasta el final, así que me descuelgo. Queda la parte más dura del maratón, y la más desangelada, pero ahora, solo, sin el apoyo de un grupo, y con la moneda en el aire es el momento de analizarse, valorar las fuerzas que uno tiene, lo que puede conseguir con ellas y esperar que la moneda caiga de cara. Me encuentro entero. Hemos ido casi toda la carrera a "mi ritmo" e incluso hemos perdido unos minutos en su última parte a la espera de la recuperación de Jesús, así que las fuerzas están todo lo intactas que pueden estar en ese kilómetro. Echo unas rápidas cuentas y si consigo hacer los diez que quedan a 5'30'' me planto en meta en cuatro horas justas. Así que decido apostar por ello..., pero la moneda esta vez cae de cruz. Durante cuatro o cinco kilómetros consigo con una cierta facilidad mantener ese ritmo, pero la pequeña cuesta a la salida de una rotonda en el kilómetro 36 ó 37 me pone las pulsaciones por las nubes. En ese momento veo que no voy a conseguir mi segundo sub-4 y la sensatez se impone. Decido aflojar el ritmo, (incluso ando un tramo para recuperar), y pongo una marcheta suave que me permitirá llegar sin ningún problema, sin sufrimiento agónico y con una cierta dignidad a meta. Allí están los compañeros de club que ya han terminado, los acompañantes, en su mayor parte esposas, parejas e hijos de los corredores, grandes, grandes y bulliciosos todos, cámaras en ristre, con las manos y gargantas rojas de aplaudir y animar durante todo el recorrido, esperando hasta el último. Muchas gracias por todo amigos.
La comida y el viaje de vuelta de lo más ameno. Libres ya de la tiranía del miedo/respeto al maratón, sólo queda recuperarse y pensar en el siguiente reto: por mi parte seguir disfrutando de estás tontás del correr, como dice
Iván Cabesc.
Hoy estoy sorprendentemente bien, con unas pequeñas agujetas, menores que en otras carreras. No obstante me voy a dar un, creo, que merecido descanso. Feliz de haber superado con creces mis espectativas en aquel doble reto que me propuse a instancias del liante
Spanjaard de acabar con éxito los
50K Villa de Madrid y el
Maratón de San Sebastián con tan sólo tres semanas de diferencia.
Esta semana no tengo pensado hacer absolutamente nada y en la siguiente simplemente trotaré suave para no olvidar que lo que me gusta es simplemente correr, no siendo que me de por entrenar y lo eche todo a perder...
Aquí tenéis las fotos que yo hice. A medida que me lleguen más las iré incorporando al
álbum.