Me gustan los finales felices. No me gustan los dramas románticos en los que dos maduros encuentran el amor de sus vidas después del fracaso de sus anteriores matrimonios, para descubrir a continuación que a uno de ellos sólo le quedan unos meses de vida. No me gustan las películas "basadas en hechos reales" de los sábados en Antena 3. No me gusta sufrir en la ficción ni hacerlo por afición. La vida ya es demasiado dura como para permitírnoslo, aunque allá cada cual con como quiera pasar su tiempo libre. A mí me gusta disfrutar de él, y prefiero una de humor absurdo al estilo Leslie Nielsen que un peliculón como Titanic; y a Jackie Chan dando mamporros que a Merryl Streep soltando lagrimones.
Por eso me atrevería a calificar el fin de semana laaargo, (pues tempranito en la mañana del viernes ya estábamos mi familia y yo en el hotel en San Sebastián), como "de cine". Del cine que a mí me gusta, del que acaba bien, del que te hace reir o sonreir, (que no es lo mismo, prefiero lo segundo), a cada instante en una contínua sucesión de momentos, felices a veces, hilarantes otros.
Como mi familia y yo fuimos la avanzadilla de ese nutrido grupete de paquetillos que nos presentábamos en Donosti, tuvimos tiempo de disfrutar de algo que valoramos muchísimo por lo escaso de las veces que nos lo podemos permitir debido al trabajo de mi esposa: tiempo juntos. Juntos paseamos por la orilla del Cantábrico, de la playa de Zurriola al Peine de los Vientos. Juntos disfrutamos del olor a sal y del rumor del mar, embravecido por el viento, y juntos volvimos a recorrer las acogedoras calles del centro de una ciudad maravillosa como San Sebastián.
El sábado tarde llegaron mis paquetillos. Una marabunta de gente y chiquillos que parecían comprados a granel de tantos que eran. Pude conocer a José Luis, un cartagenero recientemente venido a corredor que debutó a lo grande, como merecía la plaza en la que lidió, y a su mujer, Lolo. Un placer pareja. Mientras las santas, (nunca mejor dicho), se quedaban cuidando de la tropa, los chicos nos fuimos a recoger dorsales. La feria, psche..., flojita, aunque el ambiente ya lo poníamos nosotros. Lo mejor fue conocer a David, un bloguero de lo más simpático con el que me hubiera gustado charlar un rato más, y reencontrarme con Alberto, un zaragozano de tres quince en maratón que tuvo a bien compartir con un servidor buena parte de los 102 kilómetros de las 24 Horas de Torrejón, y con el que me fundí en un espontáneo y agradecido abrazo nada más verle. Cenita en un italiano, veinticuatro comensales entre corredores, sufridas esposas y chiquillería varia y a acostar, quizá algo tarde para ser la víspera de la carrera, aunque a servidor, como no la iba a hacer entera, eso no le importó y no se privó de regar convenientemente la pizza, ensaladas y postres varios que degustó.
La mañana amaneció húmeda aunque sin lluvia, y algo ventosa. Fresca, justo al límite de lo adecuado para correr. Yo había quedado con Lander, Angela, (debutante en la distancia), y Carlos Darth en que este les llevaría a seis minutos justos hasta el kilómetro veintiocho, justo al lado del hotel, donde él se retiraría y me los entregaría en perfecto estado de revista para que yo les hiciera los catorce últimos kilómetros. Y así fue: a la hora justa, con precisión relojera, y con la sensación de que ambos iban muy bien, tomé el relevo. De ahí a meta intenté marcar el mismo ritmo, atento a las fuerzas de Lander, porque Angela, como todos sabíamos, se nos marchó en el treinta y seis con Piedad, una amiga suya que se nos unió en el treinta y dos y nos la "robó". Estupendo debut de Angela, que acabó su primer maratón, (ella dice que el último, pero nadie la cree), feliz y con buenísimas sensaciones y un minuto antes que nosotros, y estupendo maratón de Lander, que no flaqueó, apretó los dientes cuando las cosas se pusieron feas, y como no podía ser menos me esprintó en meta para demostrarme quien manda en las distancias cortas. Al final rebajó su marca del pasado Mapoma en casi media hora.
El resto cumplió con sus objetivos: Micra se marcó unas muy meritorias dos horas cincuenta minutos, sólo tres minutos más de su ambicioso objetivo, pero que no deja de ser un marcón para una persona que lleva relativamente poco tiempo corriendo, con un pasado reciente de sobrepeso, que se pasa el día sentado al taxi, entrenando a deshoras y sacrificando el poco tiempo libre que le queda a su afición. Admirable. Angel, el marido de Angela bajó de las tres horas treinta que tenía como objetivo. José Luis sólo hizo unos minutillos más, otro espléndido debut para otro corredor reciente que nos tiene asombrados con su fuerza de voluntad y su progresión. Y mención aparte para Pedro Jordan. Hace unos días le pedía a Angel que a su vez este le suplicara para que le ayudara a hacer tres horas treinta porque no se veía corriendo a esos ritmos toda la carrera. Hasta tuvo que pedir prestada la vaselina. Subió y bajó por la carrera haciendo de aguador sin preocuparse en exceso por el crono. No se retiró en el veintinueve porque no vió a su esposa, así que decició seguir..., e hizo marca personal por varios minutos. Ya te lo dije amigo: la falta de presión.
En lo personal, aún a pesar de la inactividad total de las dos últimas semanas, los catorce kilómetros a seis minutos no me costaron ningún esfuerzo. Una lástima porque podría haber corrido otro maratón "sin despeinarme" y haberlo disfrutado a tope, además en los dos últimos el gemelo me avisó de que no quería bromas.
Y después, a comer, (más aún, porque la Virgen Santa lo que puede devorar un ser humano como yo...). A comentar la carrera, a picar a Micra por su "petada", (¡petar a dos cincuenta, madre mía, cuantos quisiéramos!), a alargar la sobremesa, a reir, a hacernos fotos, a tomarnos un wiki en el hotel mientras Pedro Jordan llenaba servilletas y servilletas con los datos de su fore mientras Lander intentaba recordar infructuosamente su contraseña para entrar en el foro y poder contar lo bien que había ido todo... Y los niños reían, y jugaban... Todos nos fuimos a dormir satisfechos.
Ayer el día amaneció lluvioso, por lo que decidimos adelantar la vuelta. Como uno es paquete para todo se perdió nada más salir del hotel, pero con un par de llamadas y el GPS de Angel conseguimos reencontrarnos. Nieve durante el viaje, nada más salir de San Sebastián. Comida ya cerca de Burgos. Más nieve, que no dejó de caer mientras nos demorábamos en la sobremesa más de lo que a algunos, no acostumbrados al blanco manto, les parecía aconsejable y entre bromas íbamos pensando a quien de nosotros comernos primero, caso de ser necesario. Pelea de bolas de los peques en la puerta, para que no faltara de nada, y despedida final, que allí se separaban nuestros caminos. Recién llegada la noche SMSs de todos comunicando las llegadas a puerto sin novedad, Halcón Milenario incluído.
Pasada de página de un fin de semana cuajado de bonitos recuerdos, de imágenes de las que quedan en la retina y hacen que la vida sea un poco más amable. Mientras se puedan vivir momentos así, que les den a las pelis de Antena 3...