Póngase un recorrido duro pero no especialmente técnico en un paraje de fábula, una carrera bien organizada teniendo en cuenta que es gratuita, (lo que evita el derecho a exigir nada que no sea lo estrictamente necesario: un circuito bien marcado, agua y una mínima atención al corredor). Vaya uno con la mejor compañía posible para estos menesteres y aderécese todo con un toque de niebla para darle ambiente y una pizca de frío, viento y algo de agua. Déjese todo madurar durante dos horas y media y tendrá un perfecto debut en carreras de montaña.
Y es que sí, por fin, después de un par de fallidos amagos, de una puñetera vez, (y aunque no haya sido en el Cross de La Pedriza, como tan repetidamente me recordaron mis amigos Carlos y Jesús que sí lo hicieron allí), un servidor ha corrido una carrera de montaña... Y no ha sido para tanto...
Después del premeditado punto y aparte con la evidente intención de crear una cierta expectación y dejar a la imaginación del lector determinar si soy un prepotente engreído, un superhombre que no se arredra ante las cuestas, el frío, el viento y la niebla, o un paquete que lleva a la montaña su filosofía slow en esto del correr, me explico: el objetivo de hoy no era sino disfrutar de ese debut, de ir cogiendo experiencia y curtirme en los pisos irregulares y faltos de nivel, y de hacerlo en compañía, que además de buena ha sido abundante. No entraba en mis planes sufrir más de lo estrictamente necesario para acceder a ese punto masoca que todo corredor tiene dentro y poder llamar a la salida de ayer "carrera" con propiedad.
La Media Maratón Solidaria de Montaña de Madrid, organizada por el SEMED, es una carrera familiar, organizada con pocos medios, y como suele ser habitual en estos casos, con mucha ilusión. Tiene tintes benéficos ya que aunque es gratuita, para obtener la camiseta conmemorativa se pide un donativo que creo que pocos han negado. El recorrido, cambiado a última hora respecto del que publiqué en mi anterior entrada, discurre casi en su totalidad por caminos en buen estado, aunque también hay una preciosa subida por un sendero apenas insinuado entre los pinos y algún trozo con algo de piedra suelta. Técnicamente es fácil.
A las nueve en punto estamos mi amigo Juanjo y yo en el Puerto de Somosierra, y pronto nos encontramos con Darth Vader, Zerolito, Pardillete, Srv... Al recoger el dorsal encontramos a Yoku y poco después aparece Angel. Estamos al completo.
La salida ya es cuesta arriba y te lleva directamente por una de las rampas más empinadas del recorrido hacia un precioso y frondoso pinar tapizado de helechos y salpicado en algunos tramos por laderas pobladas de vegetación puramente alpina, jarales y piornales. Si mis conocimientos botánicos no me fallan, vi también algún roble y alerces. Escondidas entre las hojas y ramas del suelo pude divisar varias setas, que para eso estamos en la época. Reconocí alguna Amanita Muscaria, con su atrayente y brillante color rojo salpicado de perlas blancas.
El día estuvo muy nublado. Lástima, porque las vistas según ascendíamos deben ser espectaculares. Por contra esa niebla entre los pinos dejó en mi retina imágenes dignas de un cuento de hadas. Una de las más hermosas, según subíamos, la de un par de caballos en lo más espeso del pinar, parcialmente ocultos por los helechos y jirones de niebla que se desplazaban empujados por el viento, que relinchaban al paso de los corredores.
Después de un par de unos primeros kilómetros bastante duros viene un tramo de falso, (falsísimo), llano, en el que trotamos cómodamente, ¡qué duro se haría a la vuelta!. Las cuestas han puesto a cada uno en su sitio y hace tiempo que no vemos a Pardillete, Juanjo ni Angel. El resto vamos juntos, reagrupándonos de cuando en cuando, incluso parando y charlando como marujas. Reconozco a Cocoloco, que me da que se pierde pocas, y que hace unos metros con nosotros. Un placer saludarte.
En el primer avituallamiento hay varias personas aguantando estoicamente las inclemencias del tiempo. Nunca se les reconoce a los voluntarios suficientemente su labor. Nosotros corremos porque nos gusta, y allá nosotros y lo que estemos dispuestos a sufrir, pero esta gente está "perdiendo" una mañana de domingo, soportando la lluvia que cae intermitentemente, y pasando frío por darnos un poco de agua, un trozo de chocolate, y sobre todo, una palabra de ánimo. Y cuando acabe la carrera, y nosotros estemos comentándola y atiborrándonos de tapitas, ellos estarán limpiando la porquería que hayamos dejado tirada en el camino, recogiendo la impedimenta, y seguramente, preparando con ilusión la siguiente edición. Mi agradecimiento.
La carrera sigue alternando alguna cuesta y falso llano hasta llegar bruscamente a un camino cortado. Un miembro de la Benemérita gira un brazo indicándonos hacia nuestra derecha, ¿por ahí?, (preguntamos incrédulos). Sí, por ahí... Y por ahí entramos, literalmente, en el monte, atravesando el húmedo pinar. Es allí donde nos cruzamos con los primeros, que bajan como si la vida les fuera en ello, y no es fácil, pues el suelo está cubierto de hojarasca y ramas, y está húmedo, propicio para un resbalón. El clima, según cogemos altura, va empeorando, y al salir del pinar el viento sopla con una cierta fuerza, la niebla se hace aún más espesa y la fina lluvia no cesa. El terreno cambia y ahora es pedregoso y poco marcado. Algunos de los corredores que bajan nos avisan de que estamos llegando al final, donde daremos media vuelta a desandar lo subido. Es gracioso ver las caras de los que bajan, con su expresión mezcla de tensión, concentración y disfrute por el descenso. Poco después del kilómetro diez, en medio de la nada, porque la vista allí se limita a unas pocas decenas de metros, hay un nuevo avituallamiento donde paramos unos minutos, nos hacemos una foto... y poco más, porque la cosa no está para entretenerse, de hecho hay quien cree ver algo de aguanieve... He hecho toda la subida en pantalón corto, (sin problema), camiseta de manga larga y un chubasquero atado a la cintura. El descenso amenaza con dejarnos helados, así que me pongo el chubasquero para evitar el viento. También he subido un portabidones con dos bolsillitos para llaves, barrita energética... Probando material.
Darth Vader y su rodilla, maltrecha desde el Cross de La Pedriza, van a bajar a su ritmo. Srv se queda con ambos, así que Zerolito, Yoku y yo nos lanzamos (ejem), a tumba abierta. Es una verdadera gozada. Como ya he dicho, el terreno no es excesivamente técnico, pero hay traicioneras piedras sueltas y las que no lo, están húmedas, así como la hojarasca... Esa parte del descenso por los senderos, pedregales y el bosque me resulta divertidísimo..., y duro. La gráfica de pulsaciones muestra que estas apenas son más bajas que subiendo, lo que se notará más tarde al no poder disfrutar de esa recuperación que sí tienes en las bajadas por asfalto.
Llegamos de nuevo al camino, que de donde venimos se nos antoja casi una autopista, habiendo soltado una buena cantidad de adrenalina en el descenso. Ahora toca simplemente llegar a meta, y no es fácil. Los kilómetros que antes nos parecían un falso llano se han convertido en unos tremendos cuestones, y se hace dolorosamente patente la falta de recuperación en las bajadas en la que erróneamente confiábamos. En algún pequeño tramo, que en circunstancias normales no sería más que un repecho sin importancia, ahora nos vemos forzados a andar unos metros. Las bajadas en esta última parte tienen buen agarre, incluso alguna es de cemento, pero son vertiginosas por la pendiente. Los cuádriceps, las rodillas, la espalda y las plantas de los pies sufren mucho y uno no sabe si es mejor retener e intentar ir más despacio o "dejarse caer" a lo que la Ley de la Gravedad pida, (que en mi caso, debido a mi peso, es mucho), peligrosa opción esta última en caso de resbalón cuando incluso un paquete como yo llega a ponerse ¡a 3'30''!. Pero hoy el día está de cara, y sin contratiempos todos llegamos a meta sin percances y totalmente satisfechos.
Allí la organización nos tiene preparadas unas mesas con toda clase de bebidas y comida a discrección donde el que quiso se puso hasta las trancas. Con gusto cumplimos el trámite de hacer un donativo de diez euros, no obligatorio, a cambio de una camiseta de algodón de la que perfectamente podríamos haber prescindido, pero la SEMED se lo merece a cambio de su trabajo e ilusión. Aprendan carreras como la José Cano, Mapoma y similares...
En resumen, muy buena experiencia, un día perfecto en buena compañía, un buen debut en montaña y una carrera que seguro repetiré.