viernes, 30 de mayo de 2008

Rodaje bajo la lluvia


Son las tres y media de la tarde. Atrás ha quedado una mañana de trabajo con montones de gente con la que hablar. Demasiadas palabras. Hablar me agota tanto o más que correr. También ha quedado atrás un simulacro de comida, que deberá ser completada con una merienda, generalmente demasiado abundante o de no ser posible esta, cosa harto frecuente, con una pantagruélica cena, principal origen de mis contínuas discusiones con la báscula.

Además no llueve. Durante toda la mañana se ha mantenido la promesa de un rodaje vespertino bajo la lluvia e incluso ha caído alguna gota, pero el cerrado cielo no parece querer soltar de sus oscuras barrigas ni una sola más... Lástima. Siempre he dicho que lo mejor de correr un maratón son los rodajes de las semanas posteriores: deliberada e inusualmente lentos, que permiten disfrutar de cada paso dado, de cada recodo que se dobla, de cada brizna de hierba rozando nuestras piernas, de cada suspiro de aire, fresco, dulce, límpido... Y si además ese rodaje puede hacerse bajo la lluvia la sensación es magnífica.

Nunca corro con música, y jamás lo haría en un día como hoy. La música me distrae. Me cuesta mantener un ritmo con ella. Me impide hablar con mi cuerpo, sentirlo, escucharlo. Y me impide ser consciente de lo que me rodea, de la catarata de estímulos que produce una carrera y que de ningún modo quiero perder. Para mí correr es un cúmulo de sensaciones, físicas y psicológicas. Y la música interfiere en ellas.

El trote comienza por la ribera del Río Chico y dobla por la Plaza de Toros. Cruza la carretera de Burgohondo y sin solución de continuidad se adentra en El Soto. Los senderos están húmedos y en muchas zonas encharcados. Por momentos debes abandonarlos y pisar hierba virgen. Con cuidado. Los topos y conejos abren sus madrigueras, y a veces el verdor las oculta. Muchas veces los senderos se abren y bifurcan, se entrecruzan y se unen de nuevo para separse otra vez unos metros después. Son muchos años trotando esas estrechas veredas, y en cada paso se cual encarar para sortear sus trampas. Se dónde se oculta ese charco profundo en el que te puedes sumergir hasta el tobillo y que lame el tronco de un viejo fresno. Para evitarlo tengo de desviarme unos metros atrás y coger, la segunda..., no, la tercera bifurcación, si no tendré que dar la vuelta. El siguiente es inevitable y lo sorteo abriendo mucho las piernas, saltando de una orilla a otra, de derecha a izquierda. Antes había un par de piedras enmedio, resbaladizas y traicioneras que permitían cruzarlo recyo, pero desaparecieron.

Los minutos van pasando, las zapatillas se manchan de barro fino y resbaladizo. Las imagino golpeando la cristalina superficie de los charcos poco profundos, hendiendo el agua y salpicando todo alrededor de mi huella en una explosión de pequeñas gotas repartidas regularmente con la forma de mi pie. Cuando éste se levanta, durante un brevísimo instante, el suelo empapado recibe la caricia del aire, justo antes de que de nuevo, ansiosa por recuperar su lugar, el agua cubra de nuevo mi huella. La imagen me sugiere una bonita metáfora de nuestro propio paso por el mundo: irrumpimos en él de forma brusca, violenta, a veces soberbia en nuestra ilusión de casi eterna permanencia, pero en realidad somos seres efímeros e intrascendentes en el transcurrir del Tiempo. El violento proceso de ruptura de la lisa superficie deja a su paso un cúmulo de ondas que la perturban, que avanzan y chocan, rebotan y se entrecruzan con sus hermanas, originadas en el mismo paso, con sus primas del paso anterior...

Llevo unos veinte minutos de un rodaje suave en ritmo, pero intenso en sensaciones cuando, por fin, comienza a llover. Unas pequeñas y tímidas gotas al principio que apenas salpican mi rostro pero que poco a poco arrecian convirtiéndose en una persistente y fina llovizna que hace más intensos si cabe todos los estímulos que avariciosamente mis sentidos intentan atesorar. Los verdes frescos de la hierba tierna se hacen más profundos y brillantes. Al sonido de mis pasos se suma el rumor de las gotas golpeando en mi frente y en las hojas de los árboles. El del cercano y crecido río que amenaza con desbordarse en la curva de La Pesquera. El canto de los innumerables pájaros que en esta fecunda estación pueblan el bosque. Al olor a humedad se añade el aroma a vegetación, a tierra mojada... Siento las gotas de agua corriendo por mi cara desde mi empapada cabeza, arrastrando, diluyendo y mezclándose con mi sudor. La temperatura es agradable y lejos de sentir frío agradezco su frescor.

Llega un momento en que no puedo seguir. No al menos con mis Asics GT2110 de oferta que salieron de su caja para correr un maratón. Quizá tendría que haberme traído sus primas, las Trabuco, que tan poco he usado hasta ahora. La prudencia, (no es la primera vez que he acabado con mis huesos en el suelo, empapado, lleno de barro y muerto de risa por la imagen de mi patético resbalón), hace que no quiera arriesgar una lesión por una tontería y doy la vuelta. Durante casi media hora más subiré y bajaré por la misma zona, algo más transitable y en la que seguiré disfrutando de cada momento.

Al final casi una hora de un muy, muy suave rodaje, de esos que me hacen estar cada vez más seguro de que no merece la pena empeñar demasiado sacrificio en este deporte buscando una una marca que de todas formas seguirá estando lejos de llevarme cerca de primeros, y perder a cambio tantos momentos hermosos por salir a "entrenar". Un rodaje que ignoro, (y tampoco me importa), si añadirá algo a mi entrenamiento, pero que ha colmado de satisfacción mi alma.

Esta entrada se refiere al rodaje que hice antesdeayer miércoles, que no pude publicar a tiempo y que tuvo que quedar en borrador hasta hoy.

sábado, 24 de mayo de 2008

Poco que contar...

Pues eso, como ando en plena pretemporada, con los exámenes de inglés a la vuelta de la esquina, y no me ha tocado la lotería para que mi esposa pueda dejar de trabjar, pues tengo poco que contar y menos tiempo para hacerlo, pero un amiguete me ha pasado estos desternillantes vídeos y me he dicho: "Carlos, compártelos y te apañas una entradita...". Subid los altavoces y agarraos la barriga:

martes, 20 de mayo de 2008

En barbecho

espantapájarosAsí, como este espantapájaros casero de dudosa utilidad con el que mi hermana adorna su "huerto", (realmente una pequeña esquina de su jardín donde tiene plantados unos tomates, judías verdes y poco más), es como me encuentro en este momento: parado, inmóvil. Podríamos decir que en stand-by a la espera de que se pulse el botón que me ponga de nuevo en funcionamiento. Aunque también como él, es cierto que luzco una sonrisa satisfecha.

Ayer salí a trotar por vez primera desde los 100+2 de hace una semana larga. La idea era salir sin idea fija en cuanto a ritmo y duración del rodaje, sólo con la certeza de no dar un paso más de lo apetecible ni más rápido de todo lo lento que pudiera. Además tuve la suerte de que mi hija me acompañó montada en su bici, si bien es cierto que estuvo todo el camino protestando por los charcos, los baches, el casco que le molestaba, el flequillo que le entraba en los ojos..., ¡qué le vamos a hacer!, ella es así, adorable pero protestona.

El caso es que apenas salieron seis kilómetros en más de cuarenta minutos. Lo que en cualquier otro momento de la temporada hubiera sido un rodaje regenerativo, de esos de los que los atletas serios reniegan pero de los que yo disfruto enormemente pues tengo el suficiente tiempo y riego cerebral para disfrutar del paisaje, explotando en vida a estas alturas de año.

Aún así mis pulsaciones fueron demasiado altas, prueba de que he perdido la forma, (la atlética, la otra está anclada en voluptuosas curvas que adornan mi cintura y no hay manera de que se vayan), y hoy, a pesar de lo suave del rodaje, lo noto en las piernas, prueba de que no estoy totalmente recuperado de mi triple corona: 50/100 Kilómetros Villa de Madrid, (lo cuento como un maratón ya que me retiré en el kilómetro cuarenta y tres), el Mapoma y las 24 horas de Torrejón. Descarto totalmente intentar añadir la cuarta joya que serían los 100/24 horas de Corricolari ya que la Prudencia, (la mejor y una de las más olvidadas amigas del deportista), me dice que es el momento de dejarlo, de descansar, de recuperar el cuerpo, (la mente afortunadamente anda ya liada, y con ganas, en preparar el calendario otoñal), y de empezar a ir trabajando desde cero buscando sentar las bases del por venir, (sí, separado, aunque no estoy seguro de lo correcto de la expresión). A tal fin esta tarde volveré al gimnasio, renovaré mi tarjeta de quincebonosagastarentresmeses, limpiaré la bici para dar alguna vuelta, especialmente en tardes de calor y chicharra y salpicaré las semanas con algún rodajillo intrascendente.

Respecto a no conseguir la cuádruple corona prevista, no me pesa. He comprobado que era un objetivo demasiado ambicioso y sólo me queda asumirlo y plegar velas. Mi peor error en estos momentos sería oir los cantos de sirena que llegan en forma de "vamos a los cien y los hacemos andando", o "porqué no vamos sólo a los treinta y cinco". Cuando algo acaba, acaba, y mi temporada inverno primaveral ha sido exitosa y tremendamente satisfactoria. A mis crónicas de esas fechas me remito. Fin.

Como únicas citas reseñables a corto plazo tengo la Marcha por la Discapacidad, organizada por Pronisa, una marcha con fines benéficos a la que voy todos los años y que no tiene fecha confirmada aunque suele ser a primeros de junio. La Carrera del Vivero, el quince de junio, un rulito pseudocompetitivo entre los miembros de mi club y que sirve de excusa para pasar un día de campo. La II Edición de la Carrera de Amigos del Camino de Santiago de Avila el día veintidós de junio, carrera de la que informaré detalladamente en cuanto tenga más datos, pero de la que podéis leer mi crónica de la primera edición..., y ya está. Dado que estas salidas no puedo considerarlas carreras "al uso", técnicamente estoy, en expresión de mi amigo Malagueta, en barbecho.

En un horizonte aún lejano y un tanto nebuloso está el Maratón de San Sebastián, en el que si todo va bien me gustaría bajar de nuevo de las cuatro horas, y un test previo que bien pudiera ser la Media Maratón de Valladolid, excelente piedra de toque para el maratón aunque algo alejada del mismo, ya que es el veintiuno de septiembre, pero magnífica carrera por sí misma, y que bien vale una visita a Pucela.

Y entremedias, el verano. El proceloso y lleno de trampas, barbacoas, calores, aftersunes y sobrinos de vacaciones, verano. A ver qué tal se da.

martes, 13 de mayo de 2008

Un regalo para el alma

Llevo unas semanas entrando en un blog muy especial, Mosaico de Retazos, cuya autora, Montse, llegó a su vez al mío, en sus propias palabras, "no se muy bien cómo". En este tiempo me he hecho asiduo visitante de Montse, encontrando en su blog algo de lo que desgraciadamente la mayoría carecemos: la capacidad de expresar tus propios sentimientos, de emocionar con ellos al lector. Montse tiene una peculiar forma de escribir "a corazón abierto", como alguna vez le he descrito a ella en Mosaico de Retazos, consiguiendo llenar sus entradas de sensibilidad y ternura.

Llevo tiempo intentando encontrar un acomodo para ella entre mis enlaces, pero no acabo de ver algo tan delicado en un blog en el que principalmente se habla de atletismo, de sudor y endorfinas..., vale a veces no. Sí la tengo enlazada en mi otro blog: Mirando por el Objetivo, dedicado a la fotografía, a la que ella también es aficionada, pero en el que debido a las escasísimas visitas que recibo pasa desapercibida. Y no merece tan poco reconocimiento por mi parte.

Hoy ha publicado una entrada muy especial, Sahara 2, continuación de Sahara, en las que detalla la visita de Angie, una amiga suya al Sahara, donde está como cooperante.

Alguna vez yo también me he hecho eco aquí de injusticias sociales, de dramas vitales, de hechos que sacudieron nuestro corazón, de inmoralidades, he publicado entradas con enlaces a organizaciones humanitarias de alguna de las cuales soy socio, y traer aquí la entrada de Montse me ha parecido una buena manera de refrescar el tema de la eterna estulticia del ser ¿humano?, en perpetua lucha contra sí mismo y de paso tener la excusa perfecta para escribir de quien lleva tiempo mereciendo que le dedique unas líneas. Leed las vicisitudes de Angie en el Sahara. Comprobad cuan absurdamente indefensa se puede encontrar una persona que tiene en sus manos hacer el bien y sólo la burocracia se lo impide.

Pero Mosaico de Retazos es más. Es un lugar del que saldreis con el alma reconfortada al comprobar que sí, que en el mundo hay gente sensible y tierna a la que no le importa mostrarse al mundo como es. Hay que ser muy valiente para ello, así que haceos un favor y visitad a Montse, leedla y escuchad su cristalina voz en su karaoke.

Pensándolo bien, no importa mucho de qué vaya este blog. Montse tiene que tener su sitio en él...

domingo, 11 de mayo de 2008

100+2

DSCN4331

Estoy en la Calle Zaragoza, en el humilde barrio de Avila donde crecí. Hablo distendidamente con unos amigos a la espera de que dos calles más abajo, en la Calle Logroño, se de la salida a la carrera del barrio. Una carrera de cien kilómetros. Animado por la charla no me doy cuenta de que esta se produce y veo a los primeros corredores cruzar la bocacalle, les grito y un miembro de la organización, conocido mío, se percata de mi despiste. No hay problema. Para la carrera y vuelve a los corredores atrás para darme tiempo a llegar. Bajo trotando los cuarenta o cincuenta metros que me separan de la salida, aunque la sensación es extraña, noto como si los pies se me hundieran un tanto. Miro y me doy cuenta de que corro ¡con zapatillas de estar en casa...! Sigue sin haber problema. Justo al salir la carrera gira a la izquierda y vuelve a girar para pasar por delante de la casa de mis padres. Le digo a mis acompañantes que esperen un momento en lo que subo a por unas zapatillas. Mi madre no tira nunca nada y seguro que tiene algunas de cuando vivía allí... Subo mientras el resto de corredores esperan y efectivamente, mi madre tiene varios pares de zapatillas viejas que aún conserva. Alguna me queda pequeña, parece mentira que desde los veintinueve años haya sido capaza de crecer, pero es así. Otras están demasiado gastadas: "mamá, estas tíralas", y al fin escojo unas Asics GT 2120, con la rejilla ya algo cuarteada, veteranas de mil batallas en las que bregó con honor. Me las calzo y me despido de mi madre: "sí mamá, luego vengo a comer...". Suena el timbre de casa. Mis compañeros se impacientan... Tranquilos, que no hay prisa, pero vuelve a sonar, bajo las escaleras deprisa, pero el timbre suena una y otra vez...

Son las siete de la mañana del sábado. No es la primera vez que el sonido del despertador se integra en alguno de mis sueños. Lo que nunca he sabido explicarme es como mi mente puede urdir una historia tan elaborada en la que se mezclan mi próximo debut en una carrera ultra "de verdad", el hecho de que mis padres lleven varios días fuera de casa y les eche de menos y la foto de mis desvencijadas Asics GT 2120 de hace unas entradas... Y todo ello en los escasos segundos en que tardo en despertar. La mente humana es tremendamente misteriosa...

He dormido bien. Apenas seis horas, pero es lo que hay. Pocos días puedo estar más tiempo en la cama. Al menos hoy lo he aprovechado, y es un alivio pensando que en las próximas 24 horas no podré hacerlo, y no sólo eso, sino que buena parte de ellas las pasaré corriendo o andando. Desayuno bien, con calma. Me despido de mi adormilada esposa que me hace prometer de nuevo que la llamaré en cuanto llegue, (tiene pánico a que viaje solo), y les doy un beso a mis hijos. Sandra abre un momento sus ojos pero no estoy seguro de que sea consciente de haberme visto. Quizá su misteriosa mente recuerde esa caricia como algo casi subliminal, como un borroso recuerdo a caballo entre el sueño y la realidad. Carlos está profundamente dormido, y como siempre, destapado. Le acomodo la ropa y le vuelvo a besar en su mejilla. Les echaré de menos y pensaré mucho en ellos durante todo el día.

En Avila la lluvia es suave en esos momentos, pero hace frío. Apenas siete grados a las ocho de la mañana, según compruebo ya en el coche. Confío que en Torrejón de Ardoz sea varios grados superior y que la lluvia, que doy por inevitable, no nos castigue en exceso. Estaba equivocado. Calculo que la temperatura no subió en todo el día de los catorce o quince grados, y la lluvia no dió respiro hasta el final de la tarde...

Llegué con suficiente tiempo a Torrejón. Casi de los primeros porque allí sólo vi a los Ñs colocando el vallado del circuito. Saludo a Luis Spanjaard, el cual me presenta a Alberto, un Zaragozano al que apenas conozco por el foro de ElAtleta.com al que entra con el nick de Loboaullador,  y que como yo, acaba de llegar. Un tipo simpático y encantador al que en ese momento no sabía cuan agradecido le iba a estar un día después. Un rato después llega Paco Efejota, mi pareja para el evento,  que tiene como objetivo hacer cien kilómetros. Me comprometo con él a intentarlo si bien es cierto que esa posibilidad yo ya la tenía en mente y nos dedicamos a reconocer el escenario del intensísimo día que íbamos a vivir.

La lluvia había anegado completamente el albero de la Plaza de Toros de Torrejón, por lo que la "vuelta al ruedo" prevista en el circuito tendríamos que hacerla por el duro e irregular cemento entre los burladeros y la barrera. Aún así, durante toda la mañana, y armados con rastrillos y cepillos, los Ñs se ven obligados a luchar contra el agua que caía, literalmente a chorros en la entrada de la plaza y contra la inundación del callejón. Trabajaron de lo lindo.  El juez, nos advierten, ha homologado el cambio. El resto del circuito transcurre por el Parque de Ocio, un bonito lugar, con un pequeño lago ajardinado y que ahora en primavera procura una zona bonita y realmente bucólica. Es llano, completamente encintado y bien iluminado por la noche. El único problema es que vamos a correr todo el día por cemento, para salir a un pequeño trozo de asfalto, continuar en baldosa y acabar en adoquinado... Una tortura para las articulaciones.

En la zona de descanso esparcimos las colchonetas donde podremos descansar y dejamos las bolsas, (alguno lleva hasta tres...), con toda la impedimenta. Debo de ser de los que menos equipaje acarrea, lo cual me preocupa porque es signo de que se me ha olvidado algo, y desgraciadamente así fue... En esta zona nos dan una charla técnica, con indicaciones sobre el circuito, normas de la carrera, y donde queda claro desde un principio que el Club Ñ Ultrafondo ha puesto muchísimo cariño en su organización. Tendremos muchas ocasiones de comprobarlo en las siguientes horas, pero desde ya quiero agradecerles el trato que nos dispensaron: un diez. En esa misma zona "desayunamos", en mi caso por segunda vez, y por gentileza de Spanjaard, atentos: una botellita de sidra "a morro", (que no tenemos vasos y no vamos a empezar con escrúpulos ni tonterías por compartir un gollete), una empanada cortada a mano y una longaniza "al mordisco", ¡qué poca seriedad señores.., que hemos venido a correr, no de fiesta!. El caso es que con el depósito lleno, y antes de darnos cuenta, pasamos el control de chips y nos colocamos en la línea de salida: cincuenta y seis hombres y nueve mujeres. Un circuito de un kilómetro, lluvia a jarros y veinticuatro horas por delante. Todo preparado para el mayor cúmulo de experiencias y sensaciones que este paquete recuerda en su vida deportiva.

La intención de Paco y mía es salir a un ritmo reservón con el que yo había hecho un pequeño test la semana pasada: novecientos metros de trote suave y cien de andar. Paco viene de hacer tres horas cuarenta y nueve en Mapoma y yo estoy recuperado de las cuatro horas treinta y ocho que allí hice. Alberto, que acredita tres horas trece en maratón, se nos une. Pues nada, "contri" más, mejor.

El plan funciona. Las pulsaciones van bajas y los kilómetros caen sin aparente sufrimiento. Aparente. Porque la lluvia nos empapa toda la ropa. Taparnos con chubasqueros y gorras, (bendita la que nos dió la organización en la bolsa, ya que es una de las cosas que olvidé), es un mal menor. Evitas que el agua te golpee directamente y eso quita bastante frío, pero al final acabas igual de calado. En mi bolsa hay cinco o seis camisetas de manga corta, de hombreras, dos pantalones cortos y dos mallas cortas..., ropa más que de sobra para cambiarme durante el día. Además un par de camisetas de manga larga y una malla larga para la noche. Al final fue esto último lo que tuve que llevar TODO EL DIA. No, si ya decía yo que mi bolsa abultaba poco... Eso sí, para regodeo y algarabía general, después de varias horas de lluvia, y de desesperar de que en lo que quedaba de día saliera el sol, puse en conocimiento del respetable que si alguien lo precisaba tenía en mi bolsa un bote de crema solar... Factor treinta y cinco, faltaría más, que no queremos correr ningún riesgo de quemadura...

El frío y el agua comienzan a cobrar su tributo. En una parada en la zona de descanso coincidimos con José Luis Posado, recordman español de todo tipo de carreras de ultrafondo. Está tan aterido que Alberto y Paco le tienen que desatar los cordones de las zapatillas y abrirle la mochila para que pueda cambiarse. Vemos a un Ñ literalmente tirado en el suelo, y que sin embargo consiguó recuperarse "milagrosamente" y acabar la carrera entre los primeros, Yolanda, (Sraceas en el foro de ElAtleta.com), me cuenta que se le han hinchado las manos del frío... Y al resto nos merman las fuerzas. Esas que vamos a necesitar y que tanto vamos a echar de menos por la noche, cuando casi todos los recursos se han terminado, cuando no encuentras otra razón para correr más que porque es eso a lo que has venido. El frío es especialmente intenso en la zona de descanso, que es abierta. Las corrientes son demoledoras y entiendo que me será imposible descansar sin un buen saco de dormir..., que tampoco he traído. Suerte que mi hermana va a venir a verme por la tarde y puede apañarme uno. Te quiero tata.

Una carrera de este tipo, larguísima, con un circuito tan pequeño y tan pocos corredores hace que estos se acaben conociendo. El ambiente además es excelente. Aquí no hay juego para estrategias en contra del rival, no hay sprints en meta ni posibilidad de chupar rueda y que sea el otro el que cargue con la tensión de marcar un ritmo. Aquí cada uno mide su esfuerzo y sólo él es responsable de encontrar su ritmo. Algunos corredores nos doblan varias veces en poco tiempo y "desaparecen" durante unas vueltas. Otros tienen un ritmo machacón y constante con el que van sumando kilómetros. Otros optan por aguardar, reservar fuerzas las primeras horas y acabar corriendo a buen ritmo. Algunos, especialmente los primerizos como nosotros, se desfondan más o menos pronto y se ven obligados a andar durante horas...  Pero en casi cada cruce, (y son muchísimos), hay alguna palabra de ánimo, algún gesto con el que queda atrás. Sin dejar de ser competitiva, la mentalidad es otra. Aquí el rival es uno mismo y su lucha contra el dolor de rodilla, las ampollas y el sueño. Al otro se le ve como compañero de fatigas y se le respeta por cuanto se sabe lo que está sufriendo.

Mi retina se trae muchísimas imágenes: la de José Luis Posado, con un pinzamiento que le impide incluso andar con normalidad pero terminando la carrera en el mayor ejercicio de sufrimiento y determinación que he visto en mi vida. La de Paco, con una molestia en la cintilla iliotibial que le hizo dejar de trotar en el kilómetro treinta y tres pero que consiguó hacer sus ciento uno kilómetros ¡sin descansar ni un solo minuto!, la de Alberto, que aunque le moleste que se lo vuelva a repetir, renunció a muchas vueltas por acompañarnos a Paco y a mí en función de quien le necesitara más en ese momento. La simpatía de las chicas del avituallamiento, sufridas atletas algunas, esposas y madres de atletas otras, que nos trataron con un cariño increíble, pendientes de cualquier detalle que pudiéramos necesitar, incluídos el hacernos un pequeño bocadillo caliente "fuera de menú" por la noche o algún otro pequeño "suplemento" inconfesable aquí. El "Maneras de Vivir" de los Leño atronando en la Plaza de Toros y empujándonos hacia adelante con bríos renovados gracias a su su ritmo rockero. El anónimo miembro del Ñ Ultrafondo, (siento no recordar tu nombre amigo), que me iba contando las últimas vueltas y que juró no dejarme abandonar sin darme la bandera de los cien y luego juró que haría la vuelta ciento una conmigo. Los mensajes de móvil interesándose por cómo nos iba durante la carrera, leídos y no contestados por mi parte, pero que ayudaron a sentirme más acompañado. El ambiente de botellón cercano al circuito, la música de salsa o hip-hop saliendo de coches tuneados, las risas y comentarios de la gente que tomaba sus copas alrededor de ellos, el cambio de registro músical a otro mucho más íntimo. Las risas que eso nos produjo a nosotros especular a qué pudo ser debido el cambio de ritmo...

Durante el día, salvedad hecha de la lluvia, todo transcurrió con normalidad. Corrimos, anduvimos, comimos, bebimos, reímos... Volvimos a correr, a andar, a reir... Las horas pasan. Los kilómetros caen... Pasa la tarde e intuimos sin verlo, el ocaso.

Aparte de mi hermana y mi cuñado tuve un par de visitas que agradecí muchísimo y a las que quizá no atendí como se merecían, las de Pedro, Wild Runner, y la de Elmorea, con Encarni. Fue un placer veros allí y charlar aunque fuera un poco.

Después de cenar salí a dar unas cuantas vueltas. Las hice ya solo. Hace mucho que Paco sólo puede andar por sus problemas de cintilla iliotibial y Alberto está con él. Cuando salgo ellos deben de entrar en la zona de descanso. No les veo así que las hago solo.  A medianoche mis músculos estaban tan doloridos que apenas podía moverme. Sólo un par de vueltas más Carlos. Las corro, y decido que no, que otro par de ellas, aunque sea andando... Mediada la segunda noto mis piernas flojas y mi mente pierde lucidez, "como la mantequilla untada en una tostada caliente" metáfora con la que Bilbo detalla a Gandalf su estado, después de tantos años con El Anillo en su poder. A duras penas llego a la zona de descanso y me meto en el saco de dormir. Ha sido el primer aviso de que entro en reserva. Durante un par de horas me hundo en el acogedor interior del saco de dormir, pero incluso debajo de su cálido abrazo siento las corrientes de aire, más fuertes, o al menos eso me parece, a nivel del suelo y aunque no consigo dormir, al menos mi musculatura descansa. El sueño lo impide la mezcla del frío que no acaba de salir del cuerpo, los dolores de unas articulaciones que no encuentran una postura cómoda, el constante sonido de la cercana alfombrilla cada vez que un chip pasa por encima de ella, los ánimos de las chicas del avituallamiento cada vez que pasa un corredor por delante, el ruido de un vaso de Coca-cola tirado en el suelo, que gira cada vez que una corriente de aire llega a él, en un sentido, luego en otro, siempre moviéndose, siempre en el mismo lugar...

A las dos y media me levanto de nuevo. Mis sensaciones son mejores de lo que pensaba y vuelvo al circuito, a por los setenta kilómetros. Me dicen que durante mi descanso ha llovido un poco. Estoy casi seguro de que esa lluvia me hubiera retirado de la carrera. El plan ya no tiene mucho sentido y se tiene que adaptar a mi estado: ahora corro poco y cuando puedo, y ando mucho e incluso eso ya cuesta. Cuando coincido con Paco ando con él un trecho, Alberto suele aprovechar esos momentos para dar un par de vueltas, luego soy yo el que troto un poco, ahora con Alberto, luego solo, vuelvo a andar, esta vez solo, ahora con Paco...

A mitad de una de las vueltas en la que me encuentro solo, vuelve la misma sensación de inseguridad en mi paso, y de falta de lucidez. Mi cabeza parece tener ganas de vagar por un sitio distinto de mi cuerpo, y comienza a llover... Pero no hay nubes. La noche se ha abierto mucho y veo la luna y las estrellas, miro hacia arriba y el agua no salpica mi cara. Miro al lago, su imagen en la noche, fantasmagórica, resplandeciente, reflejando a la luz de las farolas la imagen de la vegetación circundante. Nada altera su superficie..., pero llueve. Abro las manos, y durante unos segundos ando con los brazos abiertos en la espera de que mis sentidos se pongan de acuerdo entre ellos y diluciden lo que para mí en ese momento, y por encima de dolores y molestias, es algo fundamental: ¿como es posible una lluvia seca?, ¿la luz de la luna produce arco iris?, ¿sus colores serán los mismos que los producidos por el sol?... Mi estado empeora, y al entrar en la Plaza de Toros me fallan las fuerzas hasta el punto de tener que apoyarme en un burladero. "Es un bajón de azúcar Carlos, nada más que eso". Sigo adelante por el estrecho pasillo hasta llegar al avituallamiento, donde tomo varios vasos de Coca-cola. En estos momentos, y hasta acabar la carrera la Coca-cola es casi lo único que puedo ingerir. En unos minutos el azúcar y la cafeína me recuperan un tanto, así que toca seguir una vuelta, otra vuelta más... Nunca sabré si esos escasos minutos de lluvia fueron una alucinación debida al bajón de azúcar o un sueño.

Cuando llevo ochenta y dos kilómetros me doy cuenta de que mi obejtivo intermedio, (ochenta kilómetros), está cumplido, y aún queda mucho tiempo por delante. El siguiente son los cien, que siempre son ciento uno, porque al superarlos te dan una banderita con la que das una vuelta al circuito. Es emocionante, por lo que no puedes dejar de hacerla. Pero no puedo correr. Analizo los dos momentos críticos que he pasado y ambos han ocurrido en una vuelta andando después de haber corrido un par de ellas. Intuyo que si vuelvo a correr el próximo bajón sería definitivo, así que no queda más remedio que andar..., y aún quedan veinte kilómetros. Fue una decisión acertada, puesto que incluso andando me resultó dificilísimo acabar. Los últimos kilómetros mi paso bajó tanto que pude cronometrar alguno de hasta trece y catorce minutos. Cada paso era una tortura. El tobillo izquierdo dolía increíblemente y apenas podía apoyarlo. Hoy está hinchado.

Pero poco a poco amanece y aunque el cielo vuelve a nublarse afortunadamente no volverá a llover. Cojeo, pero hay gente mucho peor. Una chica valenciana, muy joven, ha estado marchando a muy buen ritmo toda la mañana pero ha tenido que abandonar. Un chico alemán, con un estilazo increíble y económico por el que apostamos a ganador durante la mañana se ha hundido por la noche y ha perdido las opciones de victoria, aunque en un acto de pundonor vuelve al circuito. El que a la postre será el vencedor va incluso más rápido que por la mañana, o al menos eso me parece, hecho del que tomo nota para un futuro como posible estrategia a seguir, pero José Luis Posado no puede sino arrastrarse por el circuito en una pura mueca de dolor. Por todos lados gestos sombríos, brillo en los ojos, signo de fortaleza mental y determinación, pero cuerpos que no responden.  Rodillas que crujen, gemelos a punto de estallar, cuádriceps gimiendo por un descanso, hombros tensos que provocaron a buen seguro muchos dolores de cervicales, riñones con la sensación de puñales clavados... Todos tenemos alguno, (o muchos), de esos síntomas.

Los kilómetros caen lentos, perezosos. Aún quedan muchos y el esfuerzo parece no tener efecto en la cuenta atrás: casi media hora para pasar de quince a trece, lo que normalmente es un rodaje hoy me llevará horas... Pensamiento negativo, Carlos, recuerda: no pensar, no sentir, sólo andar...

La luz del sol devuelve algo de alegría al circuito. Vuelve la música y algunas personas se acercan a animar. Entre ellos Lander y su familia justo cuando estoy a falta de dos kilómetros para que me den mi banderita. Sólo en ese momento estoy seguro de acabar. Hasta entonces tenía miedo de un nuevo desfallecimiento, de un calambre o un tirón muscular que me impidiera continuar, pero a falta de dos kilómetros se que nada puede impedirme llegar a los cien. Lander me acompaña, me hace unas fotos, me anima... Cuando por fin entro en mi última vuelta intento trotar para que me haga una foto, pero no puedo. Llevo horas sin hacerlo y mi cuerpo me recuerda que sólo por cabezonería ha sido capaz de aguantar en pie. Tiene razón y no le puedo pedir ese postrer esfuerzo, aunque negocio con él descansar unos minutos y que me permita acompañar a Paco, todo un campeón del tesón y la fuerza de voluntad, que por escasos minutos consigue al fin enarbolar su propia bandera. Alberto nos acompaña, él dió su vuelta hace mucho, y yo acabo de terminar la mía, pero la de Paco es de todos. Es una vuelta de honor con un aspecto patético para el no iniciado, en casi quince minutos, pero es nuestra. Durante un día hemos compartido risas, compañía, experiencias. Nos hemos iniciado en el verdadero ultrafondo, que nos ha mostrado su peor cara y nos ha mostrado lo duro, a veces cruel, que puede llegar a ser, pero que ha sido benévolo con nosotros al ver que no le faltábamos al respeto y nos ha permitido adivinar qué hay "más allá" para seducirnos con esa irresistible sensación de vértigo que produce enfrentarse a un ¿imposible?.

Sólo tengo una carrera en mi vida comparable al sufrimiento físico y psicológico de este fin de semana: el Mapoma del año pasado. Pero esto ha sido diferente. Si el año pasado tardé semanas, (muchas), en recuperar cuerpo y alma, hoy se que sólo tengo que preocuparme del primero, porque la segunda ha quedado prendada del desafío, del reto, no a la distancia, sino al tiempo... II Edición de la Challengue 24 Horas del Club Ñ Ultrafondo, resérveme un sitio entre sus inscritos, por favor.

Y no puedo acabar sin regalarme un momento de..., (iba a escribir orgullo, pero Montse, si piensas que es soberbia quizá tengas razón).

Según nos comentaron los Ñs, la carrera de ayer constituía el Campeonato de España OFICIOSO de carreras de 24 horas y sólo el costo económico de adquirir esa "oficialidad" les retrajo de hacerlo. Si véis los resultados comprobaréis que aparezco en el puesto treinta y cinco. Descontad a los corredores extranjeros y resultará que hoy por hoy estoy en el puesto treinta y uno a nivel nacional en un hipotético ranking de carreras de 24 horas...

Sí, sí, muy bien, ya se, vale, lo que quiera..., pero eso me lo diga Vd. en el asfalto caballero...

viernes, 9 de mayo de 2008

No va más... (hasta junio)

Y ya está. En pocas horas estoy de camino a Torrejón de Ardoz para debutar en un ultra "de verdad", en la Challengue Nacional 24 Horas de Torrejón de Ardoz.

En menos tiempo del que muchas veces he necesitado para lamer las heridas del Mapoma, este año me embarco en una aventura aún más arriesgada que este..., ¿o no?.

Sois varios los que os habéis puesto en contacto conmigo telefónicamente, a través de correo, del foro de ElAtleta.com o mediante comentarios en el blog. Con otros, principalmente amigos del club, he podido charlar cara a cara. Os agradezco muchísimo vuestros ánimos, y aún más vuestra preocupación. Alguno la habéis mostrado abiertamente, incluso habéis tenido el valor de desaprobar mis planes calificándolos con toda una panoplia de adjetivos que van desde el excesivo, (referido al kilometraje), arriesgado, (por la cercanía de la Challengue al maratón), o directamente de locura. Esas opiniones se agradecen el doble, pues demuestran un valor y/o una amistad especial. Algunos no habéis sido tan directos, y os he tenido que leer entre líneas: entre un "que tengas suerte" con un apretón de manos más fuerte de lo normal o en esa llamada a deshoras preguntando "como estás, que te he leído en el blog..."

También ha habido, y no quiero olvidarme hoy, (ni en todo el fin de semana), quien después de desearme suerte ha sido traicionado por un brillo en su mirada entre irónico y burlón, o quien sin hablar directamente conmigo ha sido también traicionado por aquel en quien confió y a quien expresó su convencimiento de mi fracaso. Quizá tengais razón en vuestros no expresados pensamientos, pero os emplazo a un ajuste de cuentas la semana que viene. Caso de ocurrir, sabed que yo tengo buen perder y agradecería, aún con la ventaja que os daría manifestaros "a toro pasado", sin arriesgar opinión alguna de entrada como habría hecho un amigo de verdad, a que hiciérais leña del árbol caído y entonéis el cántico del "yo ya lo sabía pero no quise desanimarte". Mi particular, fría y cruel venganza, caso de poder cumplirla, será relatar detalladamente la crónica de la carrera a sabiendas que públicamente, YO SI he fijado de antemano, (y repito), mis objetivos: sesenta y siete kilómetros mínimo, ochenta para estar contento y ciento uno máximo en lo que sería, intuyo, paso a un nirvana atlético del me costaría salir. Emplazado estoy con vosotros.

Volvamos a lo importante, al resto, a los que con aprobación o sin ella, con dudas o no sobre mi capacidad de sufrimiento, os alegraría leer la semana que viene esa crónica espero que exitosa. A los que de verdad os preocupa lo que este corredor paquete pueda hacer a partir de las doce de mañana y hasta la hora mágica del mediodía del domingo.

Ya lo he comentado en alguna otra ocasión: yo puedo estar arriesgando más de la cuenta y soy consciente de ello, pero no estoy loco. Si algo me ha enseñado correr doce maratones es que el autocontrol, el autoconocimiento, la prudencia y la paciencia, el saber ver las cosas en su verdadera perspectiva temporal, son claves en objetivos a largo plazo. Por ello, en la medida de mis posibilidades he intentado hacer las cosas con sentido común, teniendo claro que esta particular temporada que comenzaba el 30 de marzo con la disputa de los 100/50K de Vallecas y terminará, si todo va bien, con los 100K/24horas de Corricolari del 21-22 de junio, era una carrera de fondo en la que no podía dilapidar mis fuerzas, pasarme de forma o arriesgar una lesión por lo seguido de las pruebas o por exceso en los entrenamientos.

A tal fin he tenido la suerte de que mi habitual anarcoplan de entrenamiento se adaptaba como un guante a como yo creí desde el principio que debía de plantearme estos meses: hacer rodajes suaves sin excesivo kilometraje semanal a fin de asimilar lo entrenado y no tener "que pagar" después, y olvidarme de series y calidad. Durante este tiempo he practicado lo que he dado en llamar "atletismo de bajo impacto", es decir, hacer el número justo de kilómetros, (una media de cincuenta), fundamentalmente de rodajes, haciendo mayor hincapié en las tiradas largas. Llevo más de dos meses, desde la Media de Torrevieja, igualando, o superando los veinte kilómetros dominicales, siempre lentos, con la excepción hecha de las Medias de Torrevieja y de Villalba. El resto de los días rodajes cómodos y sólo un día por semana algo parecido a un ritmo alto en forma de arreones de entre dos y cuatro kilómetros. (Vale, fui un día a la pista, pero fue más un experimento, que además salió mal, que otra cosa).

Esto me ha permitido alcanzar un nivel de digamos, un ochenta por ciento de forma. Exactamente el que me permitía cumplir las expectativas de acabar con cierta dignidad las carreras pero sin que los entrenamientos me llevaran a "entrar en deuda" con mi organismo, pues bien sabido es que este tiende a cobrarse esa deuda en forma de lesión o "pasada de entrenamiento" en el momento más inoportuno. Hasta ahora todo ha ido bien. Los 50K de Vallecas fueron un paseo del que aún tengo que dar los siete que me quedan. El Mapoma, (prueba a la que tenía más miedo), no ha dejado ninguna secuela aparente, (el pasado domingo hice mis dos horitas de ensayo general sin problemas), y me planto mañana en Torrejón con una ilusión renovada ante el reto de hacer algo diferente pero a lo que no temo en absoluto. Desde el Mapoma he descansado, (más incluso de los que los cánones estipulan, pues sólo he hecho dos rodajes desde entonces), y la pérdida de forma se ve, creo, compensada con una total recuperación, que en definitiva es lo que me permitirá aguantar mañana horas y horas corriendo. He superado sin problemas, (y con la ayuda del fisio y unos cuantos baños calientes), una pequeña molestia en el gemelo izquierdo que me hubiera dejado seguir corriendo, pero que POSIBLEMENTE me hubiera perjudicado mañana, (o pasado), y un pequeño amago de resfriado de ayer que afortunadamente no ha ido a mayores. No me duele nada. Muscularmente no tengo ningún problema y mis piernas piden kilómetros, y mañana creo que esa sensación es lo importante, por encima incluso de llegar con un mejor estado de forma cuya obtención habría conseguido forzando, quizá demasiado, estas dos últimas semanas. Y claro, queda el coco... Pero de eso siempre he andado bien...

Hasta el lunes amigos míos, (o hasta el martes si tengo suerte y necesito tiempo para ordenar mis pensamientos y plasmarlos como se merecen en ese pedazo de ladrillo, a la altura de la prueba, que me gustaría escribir).

martes, 6 de mayo de 2008

Carrera Infantil

carrera_infantil (02-05-08) 157 El pasado día 2 de mayo, como colofón al VI Circuito de Carreras Populares Ecosport organizado por mi club, Ecosport Avila, se celebró la III Carrera Infantil San Segundo, con un enorme éxito de participación de niños entre dos y catorce años.

Durante los más de quince años de vida de mi club, este se ha preocupado siempre por fomentar, por encima de la competitividad, ese "otro" atletismo, que entiende más de amistad, compañerismo y buen ambiente. Una parte de ese compromiso ha sido el fomento del atletismo como vehículo educativo. Prueba de ello han sido estas tres ediciones de la Carrera Infantil, cuyos vencedores vemos felices detrás de nuestro presidente, el no menos feliz Manolo Galán, al que posiblemente tenga que dedicar una merecidísima y meditada entrada en poco tiempo.

Los chiquillos pasaron una mañana extraordinaria, en la que disfrutaron de un buen tiempo, distancias acordes con sus posibilidades en un circuito por el Parque de San Antonio, regalos para todos y un atisbo de lo que en un futuro el deporte en general, y el atletismo en particular, puede depararles. Como siempre, fue una delicia ver sus caritas nerviosas antes de la salida, (los jueces la dan al grito de "ya" desde que en la primera carrera de la primera edición la mitad de los participantes se nos echara a llorar con el disparo al aire), sus risas a medida que cubrían la distancia y la ilusión con la que recogían su bolsa: galletas, mochilas, balones de baloncesto, camisetas, chocolate...

Si en un puñado de ellos hemos conseguido sembrar la semilla de un futuro alejado de las drogas y el alcohol, el objetivo habrá sido cumplido con creces.

lunes, 5 de mayo de 2008

Ensayo General

Dress_Rehearsal

Ayer tocó hacer un ensayo de estrategia y ritmos de cara a la Challenge Nacional 24 horas del Club Ñ Ultrafondo para la que ya tengo dorsal: el número 80, otorgado previa petición ante el amable ofrecimiento que me dió la organización de elegir a mi gusto, (ventajas de conocer al director técnico). Evidentemente cualquier probatura iba a ser poco real, porque a una semana del Mapoma, con la musculatura aún algo tocada, y con sólo otra por delante para la Challenge no era cuestión de programar un test serio y tirarse varias horas corriandando, (término leído por mí por vez primera en el blog de Alfonso), pero sí lo estuve haciendo un par de ellas, lo que me permitió intuir algunas conclusiones.

Aprovechando que la prueba se celebra en un circuito de un kilómetro, mi idea, como ya expuse, era correr unos novecientos metros y andar cien. Así desde el principio, de cara a no acumular fatiga, y eso es lo que puse ayer en práctica. En un circuito de unos mil quinientos metros para simular también el efecto psicológico del paso repetitivo por los mismos puntos, aunque de tierra y hierba en lugar del asfalto y cemento prometidos por la organización, (que tampoco era cuestión de machacar las articulaciones); llano, pero blando y pesadísimo por el aguacero que cayó ayer tarde en Avila, me puse a dar vueltas controlando los pasos con el G3, el sensor GPS de mi Polar. La falta de costumbre hizo que los primeros parones para andar me pillaran casi de sorpresa y con la sensación de no acabar de calentar, sensación que no desapareció hasta los cinco o seis kilómetros. La tarde era idal para correr, fresca después de la lluvia, con el cielo cubierto y una temperatura de unos doce o catorce grados. Por momentos sopló una ligerísma y agradable brisa y llegaron a atisbarse algunas gotas sueltas, restos de las nubes recientemente vaciadas. En ningún momento sentí correr el sudor por mi frente, prueba de lo suave del ritmo, que fue de poco más de siete minutos por kilómetro incluyendo el tramo andando, y que se hubieran quedado en siete minutos justos sobre asfalto. La gráfica de pulso es una sucesión casi perfecta de pequeñas mesetas entre 145ppm y 150ppm, (puede parecer alto, pero mi corazón es algo acelerado, con pulsaciones máximas en prueba de esfuerzo de casi 200ppm), entre las que se intercalan valles de aproximadamente un minuto, (tiempo que me llevaba andar tranquilamente los cien metros), en las que esos valores bajaban a unas 120ppm o 125ppm. Así coleccioné ayer hasta quince de esas mesetas-valles, ya que el último kilómetro lo dediqué a satisfacer los deseos de mis piernas, deseosas aunque fuera por un breve tiempo de "correr de verdad", por lo que les dediqué varios cambios de ritmo. Total 16,3 kilómetros en 116 minutos. Test cumplido.

Conclusiones. No excesivas debido a la desproporción del test respecto a la prueba real, pero sí algunas. La primera que el ritmo que preveo es adecuado. Podré hacer más o menos kilómetros, pero con la mezcla de 6'+1' por kilómetro, una buena hidratación y avituallamiento sólido e intercalando los convenientes descansos, dudo que me falten fuerzas. Los problemas vendrán por otro lado. La segunda es que los músculos, paradójicamente, se cargan mucho al ir tan despacio. Es un problema menor, (el principal es encontrar un ritmo y eso lo tengo), pero habrá que ver cómo responden los gemelos a tantas horas de machaque contínuo. Hoy están cargados, (incluso con la amenaza de una pequeña contractura en el izquierdo), en parte por las secuelas del Mapoma, en parte por el terreno excesivamente blando de ayer, pero también por ir reteniéndose durante dos horas. El miércoles tengo una nueva cita con el fisio y entre eso y un par de baños calientes estoy seguro de presentarme en salida en perfecto estado de revista. Tercera. Intuyo el principal problema del domingo: el aburrimiento. Aún siendo un circuito de sólo un kilómetro en el que no me voy a encontrar solo en ningún momento, y aún habiendo prometido los Ñs. una buena animación en la zona de salida-meta, karaoke incluído, la conjunción de ritmos bajos, casi cansinos, el paso repetitivo y machacón por los mismos puntos, y el paso de las horas, idénticas una a la otra, a la anterior y a la siguiente, pueden hacer que por encima de las molestias físicas o el síndrome del hámster que surgirá a partir de las quince o veinte vueltas, sea el aburrimiento el principal problema.

Los objetivos siguen siendo los que ya comenté y que no he visto motivo para variar: sesenta y siete kilómetros serán suficientes. Ochenta, satisfactorios. Ciento uno, un éxito.

Sólo quedan cinco días.

sábado, 3 de mayo de 2008

Insurrección

delacroix libertad guiando al pueblo No me gusta, no. Abrir tu corazón es peligroso. Un corazón abierto, con sus sentimientos en manos de otra persona le da a ésta todo el poder sobre él, y el poder no siempre se ejerce con lealtad.

Donde estabas entonces, cuando tanto te necesité.

A tod@s nos han traicionado en alguna ocasión, nos han estrujado el alma por mostrarla a quien no debíamos.

Barras de bar, vertederos de amor...

os enseñé mi trocito peor.

Retales de mi vida

fotos a contraluz.

Antes esas situaciones sólo cabe llamar a la Insurrección. Rebelarnos. Armar a nuestras huestes internas con todo aquello que pueda ser usado para recuperar nuestra autoestima y luchar, luchar por nuestro orgullo, nuestros principios, por levantarnos otra vez, una vez más. Nunca rendirse...

Me quiero defender...

Ahogar el dolor que sentimos y los sollozos que pugnan por salir de nuestra garganta.

Me siento hoy como un halcón

herido por las flechas de la incertidumbre.

Y seguir adelante. Recuperar lo que es nuestro y vivir. Un poco más, un día más. Mirar adelante y seguir...

Dame mi alma y déjame en paz

quiero intentar no volver a caer.

Manolo García publica hoy nuevo disco, "Saldremos a la Lluvia". Si alguna vez he sentido algo parecido a ser fan de algo o alguien, ha sido con El Último de la Fila, grupo formado por el propio Manolo y por Quimi Portet. Y esta canción que os pego, Insurrección, de los primeros tiempos de El Ultimo de la Fila, es una de aquellas con las que siempre me he sentido más identificado por su inflamado mensaje vital de rebeldía y lucha sin cuartel contra la adversidad. Me trae muchos recuerdos, (Retales de mi vida, fotos a contraluz de esos que tod@s tenemos guardados en algún rincón de nuestra mente), retales y fotos, algunos descoloridos y añejos. Otros, más recientes no convertidos aún en recuerdos.. Escuchadla, (porque el vídeo, aviso, es infumable...)

Y digo yo... ¿Algún día Youtube solucionará el problema de la desincronización audio-imagen de los vídeos que aloja...?

viernes, 2 de mayo de 2008

Decidido

24cartel

Bueno, pues ya está. Sin probar aún mis piernas después del pasado Mapoma, acabo de formalizar mi inscripción en el Challenge Nacional 24 horas del Club Ñ Ultrafondo.

Como ya he comentado en anteriores ocasiones, es la prueba que más me atrae de esa particular cuádruple corona que quiero lucir de aquí al verano, compuesta, además de por esta aventura, por los 100/50K Villa de Madrid, (participación pelín deslucida al tenerme que retirar en el kilómetro 43 de los 50 que tenía previsto hacer), el Mapoma, y los 100k/24 de Corricolari.

Como decía, la Challenge es la prueba que más me atrae de todas ellas por el reto no sólo físico, sino psicológico de estar "encerrado" en un circuito de un solo kilómetro y dar vueltas y vueltas, y no he tramitado antes la inscripción debido a la lógica prudencia de esperar a terminar el Mapoma y comprobar que este no dejaba secuelas que me impidieran hacer lo que yo creo que debe ser un papel digno en la prueba.

Y ahí está el meollo de la cuestión: al ser una carrera sin distancia fija, ¿cual es el objetivo con el que salir en mente?. Me resulta muy difícil aventurarlo, ya que es un tipo de prueba al que nunca me he enfrentado. En una carrera al uso, es decir, "del tirón", y poniendo una marcheta lenta utilizando el Método Galloway que tan buen resultado le ha dado a José Ignacio Hita en su maratón, calculo que podría hacer sin excesivos problemas unos sesenta o setenta kilómetros. Eso me llevaría sin agobios, pongamos que unas siete u ocho horas, ¿pero y luego?, ¿podría dar un paso el resto del día?.

Llevo un tiempo dándole vueltas a la estrategia a seguir y creo que lo mejor es correr con lo que he dado en llamar "Galloway a distintos niveles", es decir, intercalar los tramos andando o parando, en distintos órdenes. Un ejemplo, aprovechando que el circuito es de un kilómetro, sería trotar novecientos metros y andar cien. Cada cinco de estos ciclos parar en el avituallamiento a comer, beber y estirar. Cada cuatro o cinco de estos otros ciclos "de nivel dos", hacer una parada más larga para descansar, ir al cuarto de baño, tumbarse un rato o charlar con cualquiera que se preste a ello, sacar la cámara de fotos e inmortalizar esa locura... Nos hemos hecho unos 25 kilómetros, volvemos al asfalto y comenzamos otro ciclo. Hacemos unos pocos más, dependiendo de a qué hora nos den de comer estos chicos del Club Ñ Ultrafondo. Llega el momento de hacer una parada larga de verdad, aprovechamos para hacer la digestión, darnos una ducha, dormitar si es posible. Luego vuelta a empezar. Si todo fuera bien podría tener hechos setenta u ochenta kilómetros al caer la noche... Aquí empiezan los problemas. Soy incapaz de planear nada para ese momento en el que supongo que ya no sentiré las plantas de los pies, en el que de nuevo los Ñs nos darán el rancho, en el que después de un rato en las colchonetas la tentación de quedarse allí sea más fuerte que seguir con la tontería...

Pero me voy a mojar. Me gustaría dormir unas horas y ver amanecer mientras doy las últimas vueltas al circuito. Y a mayores, doy cifras concretas: mínimo de sesenta y siete kilómetros, (sesenta con los que me sentiría contento más los siete que le hurté a la pasada edición de los 100/500K Villa de Madrid, a fin de que la primera joya de la corona recuperara completamente su brillo), ochenta para sentirme totalmente satisfecho, y ciento uno como máximo. En un principio serían cien, pero por lo visto cuando pasas esa distancia te dan un banderín para que te pasees por el recorrido con él a cuestas y la gente va y te aplaude. Y tan cerca de ese momento de gloria la vanidad cuenta...

¿Sugerencias?. Las agradecería sinceramente.