sábado, 30 de octubre de 2010

Ulaca-Valle del Río Picuezo.

Mapa interactivo. Puedes descargar la ruta de este enlace.

IMPORTANTE. La ruta está trazada sobre el mapa pues ese día se me olvidó el GPS. No obstante es exacta ya que los caminos y senderos son fácilmente distinguibles en las ortofotos excepto, quizás, en la bajada desde el Cerro del Castillo (saliendo del castro de Ulaca) hacia el valle del Río Picuezo, entre los kilómetros 2,5 y 4. No obstante ese tramo está marcado con hitos fáciles de seguir y la direccionalidad está muy clara por lo que no deberíamos tener mayor problema.

Ruta cortita pero sabrosona la que hice con mi esposa el pasado martes 26 de octubre. Comienza en el pueblo de Villaviciosa, un anejo de Solosancho, a unos veinte kilómetros de Avila, para subir al castro Vetton de Ulaca, bajar de allí al valle del Río Picuezo y volver a cruzar la cuerda por el collado de La Hoya en dirección al camino que nos lleva de vuelta a Villaviciosa. En esta otra entrada ya detalle una visita anterior al castro Vetton de Ulaca que os recomiendo leáis si estáis interesados en la parte cultureta de la ruta ya que en ella detallo el castro con mucho más detalle de lo que lo haré hoy. El martes mi esposa y yo fuimos más con la intención de hacer algo de montaña sencilla y volver relativamente pronto a casa que de visitar el castro, aunque al final, como siempre, y debido a un “error de navegación” del que suscribe, la salida se alargó algo más de la cuenta, cosa que se está convirtiendo en peligrosamente habitual. Si la hacéis os recomendaría que “perdierais” media horita en visitar la totalidad del castro para volver después al track, del que de todas formas no os desviaríais más que un par de cientos de metros.

Lo dicho, tempranito dejábamos el coche estacionado a los pies del castillo de Villaviciosa reconvertido en el Hotel Sancho de Estrada (que lleva mucho tiempo en obras), con un día luminoso por delante en el que apetecía andar con calma y disfrutar del paisaje, que es lo que hicimos.

El sendero que sube al castro sale a unos quinientos metros del pueblo, y su entrada está perfectamente indicada con un cartel explicativo (de nuevo recomiendo visitar mi anterior entrada sobre el castro para tener más detalles) y encaramos la primera subida de las dos que vamos a hacer hoy, en la que salvaremos unos trescientos metros de desnivel en algo menos de tres kilómetros. Teniendo en cuenta las múltiples paradas para ver el castro, el esfuerzo no es excesivo.

Hotel Sancho de Estrada.

Vista de Villaviciosa desde el sendero de subida al castro.

Habitantes de la zona.

Vista de Solosancho desde las inmediaciones del castro de Ulaca.

Como dije antes, el objetivo del día no era principalmente la visita al castro, aunque no dejamos de acercarnos a sus puntos más importantes. Entre ellos, las imponentes murallas, el altar de los sacrificios, la sauna ritual y las reconstrucciones de viviendas.

Una de las entrada al castro por sus murallas.

¿Altar de los sacrificios o templo solar?

Sauna ritual.

Reconstrucciones de viviendas.

La mañana transcurre sin sobresaltos y al poco llegamos al collado existente al pie del Cerro del Castillo por el que debemos cruzar para bajar al valle del Río Picuezo. De esa zona es la siguiente foto. Fijaos en el pico de la izquierda, es El Gavilán (Montse, me acordé de tí, jejeje…). Mi idea era bordearlo por la izquierda según miramos la foto, y bajar por el pequeño collado que se aprecia a su derecha, lo que nos hubiera ahorrado varios kilómetros de ruta… Con esas intenciones bajamos por un estrecho sendero, a veces casi imperceptible a pesar de estar marcado con hitos, hacia el valle del Río Picuezo y giramos a la derecha por el camino, este sí perfectamente visible y transitable, que bordea El Gavilán y los resaltes rocosos que veis detrás de él. Una vez llegados a la altura del collado deberemos girar a la derecha para cruzarlo. Por referencias sé que no hay sendero marcado.

Vista de El Gavilán desde los pies del Cerro del Castillo.

Valle del Río Picuezo.

Pero nos encontramos con un problema que provocó mi “error de navegación”: la traicionera perspectiva que nos hace ver el mismo accidente geográfico de forma completamente distinta según el ángulo de visión, y si no, decidme si en la foto de abajo el pico que se ve no es “clavadito” a El Gavilán que habéis visto arriba…

El “falso Gavilán”

Y no, no lo es. El verdadero Gavilán es el de la foto de abajo, que visto desde el sur no parece más que un pequeño resalte rocoso, mucho menos imponente que su vista desde el norte, todo lo contrario que ocurre con el otro pico, del que desconozco el nombre, con una vista más humilde desde el norte que la que apreciáis en la foto de arriba. En mi contra además, que ya hace tiempo que colgué un mapa de la zona, por lo que no tengo excusa por haber incumplido uno de los principales consejos que se nos da a los que nos iniciamos en montaña, que es no salir nunca sin mapa por mucho que creamos conocer el camino.

El verdadero Gavilán. Desde aquí un gorrioncillo…

No obstante el error nos “salió” bien. Tanto la subida como la bajada en un principio previstas eran rocosas y escabrosas, mientras que la ruta que tomamos se reveló como deliciosa, entre suaves y mullidos prados en los que vimos pastar caballos que aún apartándose de nuestro camino no dejaban de sentir curiosidad por nosotros. El momento más hermoso de la mañana lo tuvimos cuando por algún movimiento nuestro algo más brusco de lo normal esos caballos que veis en la foto de abajo (aún había alguno más de los que aparecen) salieron al galope por la ladera. El sonido de sus cascos rompiendo el casi absoluto silencio, reverberando en las rocas, rebotando y volviendo a nuestros oídos, la plasticidad de la escena, con la belleza de los animales recortándose en el verde de los piornos y el gris granito... fue un momento mágico.

El collado de la Hoya no es duro, y al coronarlo decidimos comer el bocata. Durante unos minutos, y a la vista ya del camino que nos llevará de vuelta a Villaviciosa, nos demoramos en disfrutar del sol, la brisa, las vistas hacia la Sierra del Zapatero (foto de abajo), y en la visita a las ruinas de una majada cercana. Al poco, bajamos hacia el arroyo de los Portillos, paralelo al camino. Su cruce, con un pequeño salto, es la última dificultad del día. Ya en el camino sólo nos quedó volver a Villaviciosa, pasando por delante del Gavilán y alegrándonos de haber errado el camino.

Majada de pastores abandonada. Al fondo, el Pico Zapatero.

Presentación de fotos, de este álbum Picasa:

 

¡¡¡IMPORTANTE!!!

Las descripciones de rutas de montaña que hago en este blog son tan sólo expresión de mis impresiones y sensaciones de ese día concreto, y por tanto totalmente subjetivas. No tienen porqué coincidir con las de cualquier otra persona, incluso realizándolas en las mismas condiciones. Tampoco son guías exhaustivas. A pesar de que procuro que todos los datos que ofrezco sean correctos, sería recomendable que antes de hacer alguna de ellas te informaras sobre las mismas en publicaciones especializadas. No obstante, si crees que te puedo servir de ayuda, o necesitas alguna aclaración, ponte en contacto conmigo. Por último, tienes que tener en cuenta que la montaña es un entorno potencialmente peligroso. Usa el sentido común y no afrontes recorridos para los que no estés absolutamente seguro de estar suficientemente preparado y equipado. Y ten siempre en cuenta las posibles complicaciones meteorológicas, muchas veces imprevisibles.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Cuevas del Valle-Puerto de El Pico-Torozo.

 Mapa interactivo de la ruta. La podéis descargar de este enlace.

La idea de esta ruta la tomé del usuario de Wikiloc, Keducc, del que la descargué. Os recomiendo que leáis su  detallado análisis técnico y la crónica de su salida, perfectamente documentada con estupendas fotos.

Palizón en solitario que me di el pasado sábado… Mi hijo estaba de excursión con el grupo de montañeros de su colegio, así que decidí realizar la subida desde Cuevas del Valle al Torozo, siguiendo la Calzada Romana que sube desde Cuevas hasta el Puerto de El Pico, y de ahí el PR AV-37 que nos lleva al alto de el Torozo. En total casi veinte kilómetros y unos dos mil cuatrocientos metros de desnivel acumulado con la particularidad de que la ida es una subida constante e ininterrumpida, al igual de constante e ininterrumpida, lógicamente, que la bajada.

Cuevas del Valle es un pequeño pueblo a los pies del Puerto de El Pico, inicio de la denominada “Andalucía de Ávila” apelativo con el que se conoce a la comarca del Valle del Tiétar debido a su dulce microclima, a salvo del inclemente viento del norte gracias a la Sierra de Gredos y al particular acento de sus gentes, muy parecido al extremeño o andaluz.

Recién amanecido aparqué en el pueblo. Hacía frío y apenas había luz para hacer fotos, constante esta que me acompañó un buen trecho de la subida hasta el Puerto de El Pico al discurrir la Calzada Romana preferentemente por la ladera este del valle, es decir, a la sombra a esas horas. Así que la mayor parte de las fotos son de la vuelta.

Ermita de San Antonio.

Ermita de Nuestra Señora de las Angustias, muy cercana a la anterior.

Dos ejemplos de arquitectura popular de la zona.

La Calzada Romana entre Cuevas del Valle y el Puerto de El Pico es una de las mejor conservadas de Europa, y ha sido recientemente restaurada en algún punto. El tramo transitable entre el pueblo y el puerto es continuo, por lo que no hay pérdida posible, y se cruza en un par de ocasiones con la N-502. De salida nos acompañarán los pinos y castaños, estos últimos representantes genuinos de flora de esta zona, y veremos también plantaciones de vid y olivos salpicadas de higueras. Es frecuente ver puestos ambulantes en la misma carretera ofreciendo estos productos típicos.

  Primer cruce de la carretera. Tramo restaurado. Al fondo, nuestro destino.

Unas cuantas imágenes de la Calzada Romana.

En esta zona, cobardemente provocado y proveniente desde la cercana Arenas de San Pedro, hace un par de años se padeció un pavoroso incendio que a punto estuvo de llegar al mismísimo pueblo de Cuevas del Valle y a la vecina Mombeltrán. Este incendio, que por encima de todo costó dos vidas humanas, calcinó buena parte del monte cercano, y sus cicatrices aún serán visibles muchos años por más que se trabaja en repoblaciones y control de la erosión del suelo.

Ahí existía un vergel hasta que un salvaje le prendió fuego y se llevó por delante bosque y vidas.

Como decía, durante la subida paso bastante frío. La temperatura es baja y el viento fuerte. Y a pesar de ello sudo copiosamente. Mis sensaciones no son nada buenas, mis pulsaciones son muy altas y mis piernas parecen como de chicle, sin fuerza. Intuyo que se debe a las sesiones previas de atletismo, que me han dejado “vacío” y a no haber dormido bien los días anteriores. En cualquier caso el camino tampoco me da un respiro en la subida por el estrecho valle que lleva a ese paso natural (y único en muchos kilómetros) entre las llanuras del sur y la meseta norteña que es el Puerto de El Pico, utilizado desde tiempos inmemoriales para el tránsito de personas, ganado y mercancías.

Vestigio de este trasiego, aparte de la propia existencia de la calzada romana, son las ruinas del Portazgo, donde se cobraba un tributo por las mercancías portadas. Difícil esquivarlo, ya que a un lado y a otro no hay más que escarpadas y graníticas laderas casi verticales.

Ruinas del Portazgo, al pie del puerto.

En el Puerto de El Pico, y después de recargar agua en su fuente, hago un breve descanso a los pies del monolito en memoria de los caídos de la región en la Guerra Civil. Aprovecho para comer algo de fruta y un generoso (y delicioso) trozo de pan de higo para intentar recuperar esas fuerzas que de todas formas no tengo ese día.

Mirador en el Puerto de El Pico. Lástima que el día fue muy brumoso en zonas bajas.

Monolito en memoria de los caídos en la Guerra Civil.

Mis compañeras de tentempié.

Como comentaba antes, uno de los usos de la Calzada Romana, aún habitual, es el tránsito de ganado en la denominada trashumancia, ese tipo de pastoreo que lleva las reses en busca de pasto allá donde el clima sea más propicio para ello según la estación del año. En estas fechas, lógicamente hacia el sur. Quiso la suerte que mientras daba cuenta de los últimos bocados de pan de higo apareciera un rebaño de vacas acompañadas de sus pastores y que diera por bueno desandar parte de la subida para hacerles un par de fotos.

Me planteo seriamente renunciar a la subida al Torozo, del que me separa tanta distancia y desnivel como lo que ya llevo encima, bajar detrás de las vacas hacia Cuevas del Valle intentando hacer un bonito reportaje y dejar la ruta entera para otro día en que me encuentre con más fuerzas. Además el día siguiente tengo una horita de trote, y no es cuestión de saltármelo y desairar al míster con el curro que se está pegando “by the face”. Pero como en tantas otras ocasiones el corazón puede a la cabeza y tiro p’arriba.

El inicio de la senda está indicado con un cartel que nos muestra toda la información necesaria, y comienza serpenteando ladera arriba por entre los piornos, bien marcado con hitos y postes. En unos veinte minutos llegamos al primer refugio del camino: La Majada del Tío Manteca donde echo un buen trago de agua en su fuente.

Cartel de inicio de la senda, justo en el Puerto de El Pico.

Vista atrás. Abajo el Puerto de El Pico. De frente el Risco del Duque.

Durante todo este tramo observamos piornales rodeados de pinares  demasiado perfectos para ser naturales (casi todo el pinar de la zona es de repoblación), pero bosques al fin y al cabo.

Refugio de la Majada del Tío Manteca.

Fuente anexa al refugio.

Sendero arriba…

Sin ser nada del otro mundo, esta es la parte más dura del día, mientras subo mi respiración es agitada y superficial, y los latidos de mi corazón palpitan en mis sienes. Tengo la familiar sensación de “falta de aire” que suele acompañar en los últimos kilómetros de los maratones, pero si a algo ha aprendido uno estos años es a saber mantener un ritmo constante, machacón, terco…, y los kilómetros caen por pura tozudez. Llego así a un desvío hacia la fuente de Cerro Pedrique. Lo tomo en busca de la fuente, y aunque algo escondida la encuentro… seca. De vuelta a la senda sigo subiendo metros, de una forma ahora más suave, lo cual agradezco. Al poco encuentro, esta vez en el mismo sendero, una nueva fuente, la de Las Belesas, y esta sí, con un buen chorro de agua del que bebo ávidamente y con el que lavo mi sudorosa cabeza.

Indicador hacia la Fuente Cerro Pedrique.

Sendero por la falda de la cara norte del Torozo.

Fuente de Las Belesas. Agua rica, rica…

El camino se hace menos pendiente en los siguientes metros, y con el ánimo renovado por el chapuzón, llego al siguiente punto de interés: el Refugio de los Cervunales, donde apenas paro para hacer unas fotos. Enseguida cojo la amplia curva, hacia el sur primero, luego, ya por la cuerda, hacia el oeste, que nos llevará hacia el alto del Torozo.

Refugio de los Cervunales.

Giramos hacia el norte. La ruta está bien indicada.

Torozo, allá vamos…

  A nuestra derecha, en lontananza, aparecen La Mira, Los Galayos, el Circo de Gredos… Terminamos de coronar el Collado del Risco y…

El mundo se abre ante nuestros pies… ¡Lástima de bruma!

Una mirada atrás, la Atalaya, el Alto de los Corralillos…

Hito en la antecima del Torozo, al fondo, La Serrota.

La cumbre del Torozo al fondo. Con las dos únicas personas con las que coincidí en todo el día.

Las vistas desde el alto del Torozo son espectaculares, divisando hacia el sur, en días claros, buena parte del norte de la provincia de Toledo.

Apenas cruzo un saludo con la pareja que estaba en la cumbre dejando un mensaje en el libro de cimas que en ella hay, pues se disponen a descender según llego, por lo que puedo disfrutar de unos minutos de absoluta, agradable y deliciosa soledad, con la satisfacción de no haber cedido al impulso de seguir a las vacas por Puerto de El Pico abajo. Como y bebo con calma, dejo que mi cuerpo se recupere, y dedico unos minutos a mis propios pensamientos, a expurgar de entre ellos aquellos que considero dañinos en un intento de abandonarlos en las alturas. Mi propio mensaje en el libro de cima está escrito en ese sentido, pero a pesar de la dulzura de la deliberadamente buscada soledad, durante todo el día he echado de menos a mi hijo, acompañante habitual, y especialmente me viene su recuerdo al aparecer un buitre leonado al que consigo hacer un par de fotos. No demasiado buenas, admito.

Buzón en la cumbre del Torozo.

Libro de cima, con mi mensaje ya escrito.

Vistas del Macizo Central de Gredos desde el Torozo. Cuevas del Valle más de mil metros abajo…

Punto geodésico en la cumbre.

Buitre leonado. Mi objetivo no daba para más…

Toca bajar. Y lo hago en dirección oeste, por una ladera mucho más empinada que la de la subida, pero ahorrando metros por un sendero marcado con hitos que al cabo de unos cientos de metros se une con la senda por la que subí. Tengo la suerte además de encontrarme con un rebaño de Capra Pyrenaica Victoriae, al que puedo sacar unas cuantas fotos.

Inicio de la bajada, ¡qué vértigo chacho!.

Un par de fotos de cabra montés.

El resto de la bajada discurrió sin novedad, aunque se me hizo largo. El tramo de Calzada Romana, al ser empedrado, castiga bastante las plantas de los pies, pero algo más de siete horas después de la salida llegué de nuevo al coche con una bolsa de castañas recogidas por el camino tan sólo en un par de minutos y que estamos degustando en casa desde entonces, asadas, como más nos gustan.

Aquí os dejo una presentación con alguna foto más (ese día tenía el dedo caliente), incluidas en este álbum Picasa. Espero que os gusten.

 

¡¡¡IMPORTANTE!!!

Las descripciones de rutas de montaña que hago en este blog son tan sólo expresión de mis impresiones y sensaciones de ese día concreto, y por tanto totalmente subjetivas. No tienen porqué coincidir con las de cualquier otra persona, incluso realizándolas en las mismas condiciones. Tampoco son guías exhaustivas. A pesar de que procuro que todos los datos que ofrezco sean correctos, sería recomendable que antes de hacer alguna de ellas te informaras sobre las mismas en publicaciones especializadas. No obstante, si crees que te puedo servir de ayuda, o necesitas alguna aclaración, ponte en contacto conmigo. Por último, tienes que tener en cuenta que la montaña es un entorno potencialmente peligroso. Usa el sentido común y no afrontes recorridos para los que no estés absolutamente seguro de estar suficientemente preparado y equipado. Y ten siempre en cuenta las posibles complicaciones meteorológicas, muchas veces imprevisibles.