lunes, 28 de abril de 2008

Ese Mapoma, oé...

2445561799_413eb89150_o

Doceno, na.
(De doce)
1. adj. Duodécimo (ordinal)
2. adj. Dicho de un paño o de otro tejido de lana cuya urdimbre consta de doce centenares de hilos. u.t.c.s.m. para designar este género de paño.
3. f. Conjunto de doce cosas.
4.f. Peso de doce libras que se usó en Navarra.

Curiosas las definiciones 1, 2 y 4, y que la más usada no aparezca hasta la tercera.

En mi particular diccionario atlético-paquetil, paquetil-atlético, incluiría una más, espero que de vida efímera, que rezaría más o menos asi:

5. Número de maratones corridos por este paquetillo hasta la fecha.

Y es que así fue, sin sorpresas de última hora, percances inesperados o añagazas del destino, un servidor completó antes de ayer el que hasta ahora es su doudécimo maratón. Una muesca más que modifica ese particular ratio que por primera vez leí en el blog de Spanjaard en la que se hace constar por un lado las veces que uno ha igualado o superado la filipídica distancia y por otro su edad. El mío está ahora mismo en 44/13, pudiendo cerrar el año en el mejor de los casos en 45/16, si sumamos la aún no dilucidada, (aunque de inminente resolución), cuestión de mi participación en las Challenge Nacional Ñ Ultrafondo, mi prevista, esta sí, presencia en los 100k/24 de Aire Libre/Corricolari y un maratón de otoño, el Tui Maratón de Palma de Mallorca o el de San Sebastián, (o los dos, porque ya puestos he comprobado que esa es la mejor manera de tomarse las cosas con calma y no acabar roto en ninguno de ellos, 45/17 en tal caso).

Pero no avancemos aún sin disfrutar de lo que acabamos de hacer. Como decía, antes de ayer di cuenta de mi séptimo Mapoma, de largo el más cómodo y sabrosón. La marca retrocedió a las de hace un par de años: 4 horas 38 minutos 33 segundos, en mi compromiso con Lander para acompañarle en su debut en la distancia. A tal fin me presenté el sábado tarde en San Agustín del Guadalix, donde pasaría la noche, con ganas de ver a esa pareja a la que cada vez quiero más y que de nuevo me ofrecieron su casa para lo que hubiera menester. Mi labor, según yo lo veía, tenía dos facetas: por un lado quitarle a Lander la lógica tensión de la primera vez, y por otro, la más fácil, poner un ritmo cómodo y constante que le permitiera llegar a meta. La consecución del primer objetivo tendrá que ser él el que la valore, del segundo salí contento pues Lander llegó a meta exahusto, (o al menos eso me pareció), pero mantuvo el tipo durante todo el recorrido, cediendo unos segundos por kilómetro sólo al final, cuando el frescor de la casa de campo dió paso a esas descarnadas avenidas cuesta arriba en las que un sol de justicia golpeó inmisericorde a los corredores.

El sábado, decía, llegué a San Agustín a la hora del café, calentito y recién hecho, (gracias Lola), y casi sin acabar de degustarlo nos bajamos a la Feria del Corredor, donde teníamos esperanzas de ver a varios de los amigos blogueros de cuya comida nos habíamos caído. Ignoro la sensación de Lander al recoger los dorsales el viernes, pero sí recuerdo las mías propias las primeras veces que lo hice: las descargas de adrenalina al empezar a "respirar maratón", al tener en mis manos esas primeras combinaciones de números cuasi mágicos que se empaparían al día siguiente con mi sudor, que me identificarían unívocamente en un río de corredores. Recuerdo cuando veía a esa tropa de afilados de apariencia experta, moviéndose con la soltura que da la costumbre, recogiendo sus propios dorsales, hablando de tácticas, saludando con familiaridad a los cracks... Era excitante, y me gustaba. El sábado, después de encontrarnos con Elmorea y Encarni, (futura maratoniana), pudimos ver a Fabián Roncero, a mi paisano José María González, a la guapísima y amabilísima Mayte Martínez que tuvo a bien hacerse unas fotos y charlar un momento con nosotros...

En la feria conocimos también a Slowpepe, grande él, que nos hizo disfrutar a todos con su forma de entender y ver el atletismo, y..., lo siento, pero mi pésima memoria no recuerda el nombre de los otros amigos con los que compartimos esa cerveza.

La cena con Lander y Lola fue deliciosa, como siempre que comparto un rato con ellos. Lander está nervioso. Mucho. Es lógico, y parte de mi "trabajo" es intentar combatir ese exceso de tensión que le adivino. El sabrá si lo conseguí, o por contra, sólo le preocupé más.

Por mi parte estoy tranquilo, quizá demasiado. Tanto que a veces pienso si no estaré cayendo en el error de dejar de respetar lo que un maratón significa, pero lo cierto es que los preparativos de la carrera se han ido convirtiendo con el paso del tiempo en una rutina casi mecánica en la que todo ha sido testado, probado y repetido muchas veces. Con el tiempo le he ido dando a cada cosa la importancia que yo creo que merece, y les doy la justa, nada más. La lista de gadgets es siempre la misma: los protectores para las uñas, los imperdibles por si la organización no los facilita, la vaselina, el esparadrapo, el bote de Aquarius para antes de la salida, la barrita de Isostar que me dará el segundo aire a partir del 30... En otra categoría incluyo los imponderables. Aquellos contra los que no puedo luchar ni puedo modificar: recorrido, perfil, clima... Pero realmente no me preocupa en exceso el hecho de correr 42 kilómetros y pico. Se que sólo una lesión lo puede impedir. Además hoy los vamos a hacer lentos, sin prisas. No tendré la tensión de un ritmo prefijado, un tiempo de paso. Después de once maratones se lo que va a ocurrir, conozco muchas de las trampas y celadas con las que nos vamos a encontrar, he superado ya muchas veces los dolores, las dudas y los miedos. No veáis soberbia en lo que digo. Es simple costumbre.

El domingo amanece. He dormido relativamente bien, incluída una visita nocturna al cuarto de baño debida al mimo que puse la tarde del sábado en la hidratación, (este sí es un detalle que cuido al máximo, aunque sea, como el sábado pasado, con un par de cervecitas bien frías, quizá no lo más aconsejable, aunque siempre mejor que ese brebaje azul denominado Powerade con el que nos obsequió la organización durante la carrera).

Lander me confiesa que apenas ha dormido, pero tantas veces le he repetido que no tiene que tener pensamientos negativos que automáticamente contesta: "pero he descansado". Eso es Lander. Ese es el espíritu... Camino a la salida aún nos da tiempo a dejar el coche en Ventas y tomar un café. A las ocho estamos como clavos a la puerta de Correos, (que digo yo que habrá que irle cambiando ya el nombre...), para encontrarnos con Slowpepe y Germán. Sylvie, con la que estábamos citados no aparece..., y no se porqué, pero no me extraña... Saludo también a mis compis de Club, venidos de Avila en cuadrilla. A las ocho y cuarto, con puntualidad británica, acudimos a la masiva quedada de paquetes a la puerta de la Biblioteca Nacional, ¡qué tropa!. Risas, tensiones, apuestas, fotos... Gente muy especial. Y cuando nadie la esperaba, en una foto de familia en la que no debía haber estado, se cuela en primera fila una chikilicuatre morenaza y pizpireta con la que ya no contábamos, y así es como entra en esta historia Sylvie, la valenciana más popular después de la Dama de Elche y Rita Barberá, la chica de la eterna sonrisa. ¡Qué alegría más grande nos diste niña!

Y sin darnos apenas cuenta empieza lo serio. Bajo la atenta mirada de Gallardón y varios prebostes engalanados para la ocasión, cruzamos el arco de salida. Pienso. Lander, ahora juegas en primera, aquí se acabaron las tonterías. Aquí empieza lo serio, aquí comienzan los escarceos con el maratón, la maratón, los 42195 metros de los que serás dolorosamente consciente. De todos y cada uno de ellos. Una prueba voluble y caprichosa, taimada y cruel, por momentos fría, tremendamente pasional a veces. Infinitas sensaciones y momentos arremolinados en cuatro horas y pico y entre los que los dolores y las dudas se irán abriendo paso poco a poco con el transcurrir de los kilómetros, medidos en sufrimiento y sudor. Pero ahora libérate de esas dudas. Disfruta de tu maratón y del valor que has tenido para afrontarlo, escaso de kilómetros y experiencia. Ahora puedo decírtelo amigo mío, pero tenía mis reservas sobre tu éxito el domingo. En nuestro rodaje por Avila ví como los últimos kilómetros se te hicieron muy largos..., y ya en carrera, con esa distancia, aún no habríamos empezado a sufrir. Mis disculpas, pues aún contando con el "efecto dorsal" no hice lo propio con tu capacidad de sacrificio y tu pundonor.

De todas formas los primeros kilómetros cayeron muy rápido, (en sentido figurado y en el real, pues creo que nos fuimos unos pocos segundos por encima de lo debido y eso lo pagaste al final). En gran medida por la contínua "bronca" que Sylvie y Krisma llevaron durante toda la mañana. Lo más parecido que se me ocurre son los sketch de Escenas de Matrimonio... De todo salía por esas boquitas, y así, entre risas y Powerades llegamos sin pena, pero trabajando la gloria, a la media maratón. Lander va bien, le veo entero y concentrado, seguro de lo que está haciendo y confiado en conseguirlo. Pasamos por muchos de esos momentos que no se asimilan instantáneamente pero que salen a relucir a medida que vamos rumiándolos, como los Carros de Fuego de Vangelis, la entrevista televisiva y sobre la marcha a Sylvie, el primer avituallamiento de Lola, grande ella... Entramos en la Casa de Campo, recorrido precioso, amable y bucólico pero traicionero. Desprovisto de animación y propenso a pensar, y con los suficientes kilómetros en las piernas para que esos pensamientos puedan ser negativos. Yo voy muy bien, las pulsaciones son muy bajas y después de las alegrías del principio aquí vamos "clavando" el ritmo. Estoy disfrutando de cada paso y cada comentario. Sólo tengo que parar un par de minutos a aflojar el cordón de mi zapatilla izquierda. Al ser nuevas y ceder algo preferí apretarlos un poco más de la cuenta y molesta. No me dieron ningún otro problema, confirmando lo que ya sabía: que mis pies y la serie GT 2xxx de Asics están hechos los unos para la otra.

Ya al final de la Casa de Campo creo atisbar en Lander los primeros síntomas de fatiga. El cuestón, (sí Lander, era un cuestón, hay que reconocerlo), que hay a la salida es duro, pero insistes en hacerlo corriendo y sólo me queda animarte. Tengo ganas de volver a la ciudad, de volver a los aplausos y los ánimos de la gente que tanto se que se agradecen. Muchas veces son ellos los que nos impiden rendirnos y echar a andar en "esta mierda de carrera en la que no pinto nada".

Hemos superado el kilómetro treinta. Entramos en los procelosos dominios de ese "muro" del que yo te he dicho que es puramente psicológico por más que haya quien se empeñe en explicarlo empíricamente. Ya se oyen menos voces, menos risas. A partir de estos momentos ya nadie se recupera. Puedes conservar las pocas fuerzas que te quedan y medirlas con cuentagotas, apurando tus recursos en un rácano y egoista intento de no desperdiciar un paso de más, no gastar una brizna de aliento en ese chiste fácil que antes salía de tus labios. Ya no se corresponde con la misma alegría al griterio del público.

La vuelta a la ciudad nos da la sensación de que alguien hubiera abierto un horno, y pienso en que el que no haya medido sus fuerzas lo va a pagar muy caro... Así es. El camino es un rosario de corredores tocadísimos, deshidratados, renqueantes, rotos... Nos adelantan varias ambulancias en las que suponemos corredores a los que el maratón ha mostrado su cara más cruel. Yo miro la de Lander, le sigo viendo concentrado en lo que hace, sufriendo, ahora mucho, pero sin perder ese brillo en los ojos que da la determinación. Aunque yo sigo con buenas sensaciones las pulsaciones, como no podía ser menos, han subido y me duelen las plantas de los pies por el contínuo golpeteo con el asfalto. Es el precio. Incluso yendo a un ritmo muy inferior al posible, el maratón duele, y a veces mucho. Krisma hace de vez en cuando unos cientos de metros de más, adelantándose un tanto y volviéndose a por nosotros, a fin de dar un poco de descanso a unas rodillas acostumbradas a ritmos más altos. Muchísimas gracias Krisma. Fuiste un apoyo importantísimo. Sylvie no pierde el humor, aunque ya rie menos. Todos tenemos ganas de llegar a meta. Todos sufrimos el paso de los kilómetros, del calor y de ese recorrido demencial de la última parte del Mapoma. Pero el giro llega. Ese bendito giro a izquierdas, hacia el asfalto del Paseo de Coches del Retiro, ese oasis de frescura y verdor en medio del tórrido asfalto madrileño. El último esfuerzo, la última duda, ¿es el arco negro?, no, creo que es el del fondo..., sí, ese es, veo el reloj... Un intento fallido de sprint que no cuaja, los últimos gritos de ánimo, el último empujón, la cámara lenta en que se convierten esos últimos metros, la alfombrilla cada vez más cerca, una mano tendida, una fila de corredores, cuatro, que han hecho los 42 y pico juntos, han reído y han sufrido juntos. Han vivido un intenso trocito de vida juntos.

PD1. Foto gentileza de Locomotoro1964.

PD2. No me olvido de tantos otros que se cruzaron en nuestro camino del domingo, como Teto, Jesús, otro corredor del 4Pipas del que no recuerdo el nombre, la familia de Guille que nos animó en el 13K... TODOS formáis parte de ese maratón y tenéis un huequito en mi corazón.

jueves, 24 de abril de 2008

Problemas de avituallamiento en el Mapoma

Según comentaban algunos amigos del foro de ElAtleta.com esta mañana, en los avituallamientos del próximo Mapoma van a repartir ese inmundo líquido azul denominado Powerade. Como por mi garganta es imposible que pase un líquido azul llevo todo el día intentando buscar una solución para abastecerme de sales en carrera, ya que el día parece que será caluroso y el agua no será suficiente.

Descarto tener amigos y familiares por el recorrido debido, fundamentalmente a que de pedirles tal favor posiblemente dejarían de serlo. Como segunda opción barajé guardar Isostar, (mi isotónico preferido), en polvo en las capsulitas amarillas que vienen dentro de los huevos Kinder. Son estancas y en una de ellas cabe aproximadamente la cantidad necesaria para preparar medio litro de bebida isotónica "de verdad". El problema es llevar un par de estas cápsulas en carrera.

Por último se me ocurrió hablar con un amigo recordando que él siempre usa un cinturón ergonómico comodísimo que le da muy buen resultado, y dicho y hecho. Esta misma tarde me lo ha acercado a casa y lo he podido probar "in situ".

Este es el testimonio gráfico donde podréis ver el cinturón prestado a la vez que admirais mi estilosa y gracil forma de correr:


Dufflayos

Quizá en esta ocasión os podríais ahorrar los comentarios... O no, vosotros mism@s...

Por cierto, Dufflayos le llaman...

El escenario

niebla (24-04-08) 006Esta mañana, según subía a trabajar por la cuesta del Rastro, he visto de refilón el escenario de la foto y no he podido por menos que parar a fotografiarlo. Es el de La Niebla, aquel relato que publiqué hace ya unos meses. Desgraciadamente hoy el día ya estaba muy avanzado y la niebla es más alta y menos compacta que la que describo en él, pero desde donde está tomada la foto a veces se puede ver el espectáculo de las copas de los árboles "flotando" a modo de islas verdes en un mar blanco denso y lechoso.

miércoles, 23 de abril de 2008

Renovarse o renovarse

 OLYMPUS DIGITAL CAMERAEstas son mis viejas Asics GT 2120. Soy fiel a a la línea GT desde los tiempos de las GT 2030, es decir, va para diez años. Como uno no es de series, pistas, ni velocidades excesivas, nunca he visto la necesidad de tener varios modelos de zapatillas con la excepción de unas Asics Gel Trabuco que uso en días contados para chapotear más que para correr cuando alguna sucursal del diluvio universal se deja caer por aquí o cuando le da por nevar.

Antes de llegar a esta exitosa línea de Asics usé Adidas, Reebok, Karhu, Mizuno..., excelentes quizás, pero cuando me probé por primera vez aquellas Asics GT 2030 supe que nuestro idilio duraría años. Son las únicas con las que nunca he sentido la necesidad de que se "hicieran al pie", más bien al contrario, parecen diseñadas a la medida para ese par de pinreles conque la naturaleza tuvo a bien obsequiarme.

Como tampoco he sido nunca un "fashion victim" de los de ir a la última, siempre que he podido las he comprado fuera de temporada, aprovechando rebajas u ofertas, de tal forma que a veces me he juntado con hasta ¡tres pares de zapatillas idénticas!, esperando que sus hermanas pasaran a mejor vida. Nunca me han defraudado. Nunca han rozado donde no debieran, han sufrido estoicamente el frío invierno abulense, los barros otoñales y las puntas de los cardos a finales de verano. Siempre han tenido un comportamiento ejemplar y sólo el peso de un servidor y un buen número de kilómetros han conseguido que perdieran su amortiguación, que no su comodidad.

Suelo cambiar de zapatillas más o menos cada ochocientos kilómetros. Creo que es un número razonable de ellos para conseguir un equilibrio entre duración y prestaciones teniendo en cuenta el uso que les doy, mi peso y pisada ligeramente pronadora, quizá el único y pequeñísimo defecto de mi estilosa forma de correr. Siempre he procurado hacer coincidir ese particular final de vida útil con alguna carrera importante, (sentimental que es uno), a ser posible con un maratón y a fin de poder jubilar ese par "con honores", (juro que después del Maratón de San Sebastián de 2006, con todas las vicisitudes que pasé en aquel "Annus Horribilis", a punto estuve de llorar cuando las eché al contenedor para ropa y calzado). Caso de no conseguirlo, (como la única vez que le fuí infiel al modelo con su propia hermana, las Asics Gel Kayano de infausto recuerdo para mí), las zapatillas han sufrido la humillación de servirme simplemente para ir a pasear por el campo con mi hijo o lo que es peor, usarlas en mis sesiones de gimnasio, que digo yo que cosa peor no se le puede hacer a estas ruteras de pura sangre.

He gastado docenas de pares, pero, ¿qué tiene este de especial?, pues veréis. El de la foto lo estrené el ocho de octubre de 2007. Tanta era mi confianza que lo hice con un rodaje de veinte kilómetros, (lo que no recuerdo es porqué leches me hice un rodaje así un lunes...), y por supuesto, no tuve ningún problema con ellas. Pero de ese día a hoy este par de zapatillas ha pasado, aparte de algún sarao en plan festivo con los amiguetes, por los 50 Kilómetros Villa de Madrid del cuatro de noviembre, por el Maratón de San Sebastián del veinticinco del mismo mes, por los 10K de Aranjuez del dieciséis de diciembre, por los medios maratones de Torrevieja y Villalba, de nuevo por Vallecas a por otra edición de los 50K Villa de Madrid... Han cumplido y han dicho basta. Y no he tenido corazón para pedirles un postrer esfuerzo y que se hicieran el Mapoma del próximo domingo...

Esta misma mañana he ido en busca de sus sustitutas. He visto las nuevas GT 2130 por... ¡130€!, (he visto en alguna ocasión los precios de compra en fábrica o distribuidor de modelos punteros, dato que no revelaré para no herir sensibilidades), pero en los rincones de las tiendas, acumulando polvo, (y pérdidas para el tendero), siempre hay algún par olvidado al que no se espera sacar tajada. Se trata de manosear el modelo de temporada, mirarlo con ojo experto, decir que no te convencen los cambios y suspirar melancólicamente por aquel que compraste hace uno o dos años y que tan buen resultado te dió. Así he comprado hoy dos pares de las antiguas GT 2110, si, sí, GT 2110, las de hace dos años, ya dije que no soy un "fashion victim", a buen precio y con tres pares de calcetines de regalo. Un par de zapatillas se estrenará "a lo grande" en el Mapoma del próximo domingo, y si todo va bien, dentro de unos meses no tendré más remedio que rendirle un homenaje como a sus predecesoras, ya que si por salud es, en menos de un mes les espera el maratón y dos ultras...

Siempre, claro está, que haya aquí alguien que siga leyendo tanta sandez como de vez en cuando suelto...

 

¡ADVERTENCIA!

Hacer lo mismo que este mastuerzo, es decir, estrenar unas zapatillas el día de un maratón puede, y seguro que será, peligroso para tu salud. No lo hagas.

 

 

viernes, 18 de abril de 2008

Con las orejas tiesas...

Expresión hecha que denota un estado de alerta o inquietud, ante la cercanía de un hecho o situación que nos provoca tensión. Esta burda definición, a falta de corrección de persona más instruída, es mía, y refleja cómo me encuentro ante la cercanía del Mapoma del próximo domingo. No, no es la mieditis aguda del primerizo o del atleta de verdad que busca hacer marca. No me apunto a ninguno de esos carros puesto que no tengo sitio en ninguno de ellos. Es el puñetero gemelo derecho, que desde el pasado domingo, (rodaje de 25 kiómetros a ritmo de maratón en la mejor compañía), está dando guerra. No es nada grave, una simple contractura que en circunstancias normales a un paquete como yo le hubiera llevado a descansar una semana y que a los más fundamentalistas de esto del correr no les hubiera arredrado ni siquiera ante una dura sesión de series a ritmo infernal. Pero el domingo que viene viene Mapoma, (patético recurso estilístico, lo se, pero peor es el chiki-chiki). Y el domingo que viene tengo una cita a medias con él y con Lander, en el que será su primer asalto a la distancia. Y me dolería no estar ahí y ver la sonrisa en su cara al cruzar la meta.

Quizá le esté dando más importancia de la que realmente tiene, como harían los primerizos o los atletas de verdad que buscan marca, pero constantemente me viene a la mente una tarde de mediados de abril de 2006: un rodaje a ritmo lento, el penúltimo largo antes del Mapoma de ese año. Recuerdo un pequeño pinchazo, apenas perceptible en el gemelo, exactamente en la misma zona que ahora tengo dañada. Recuerdo que llevaba doce o trece kilómetros y tenía pensado hacer unos dieciséis, y que en el momento del pinchazo me encontraba a apenas uno de casa, y seguí... Bien, sin problemas. Pero al día siguiente el pinchazo era un dolor que me impidió acabar el entrenamiento: masajes, hielo, estiramientos, ¡prueba a correr Carlos, trata de correr por Dios...! Y vuelta andando..., más masajes, más estiramientos, más cabreos por mi mala cabeza... No corrí ese Mapoma. Recuerdo vívidamente cómo el viernes, en un postrer intento de autoconvencerme de que era posible hacerlo, salí a un camino completamente llano al pie de casa. No hice más de cien metros y poco me faltó para llorar de rabia. Según mis notas diez días después, (una semana desde Mapoma), corría normalmente.

No se me olvida la sensación de frustración por el error cometido, por intentar apurar unos míseros cuatro o cinco kilómetros en un rodaje totalmente intrascendente de cara al maratón y provocarme por ello una molestia que en cualquier otro momento hubiera sido una mera anécdota pero que en ese momento hechó al traste mis planes.

Ahora estoy igual. El domingo acabé con esa pequeña molestia y decidí tomarme dos días de descanso. El miércoles después del rodaje, (en el que no molestó, simplemente runruneó), dolió un poco al quedarme frío. Y aún sigue ahí...

Ayer empecé a tomar Diclofenaco Sódico, al que hacía siglos, (bueno, quizá no tanto), que no recurría. No me gusta nada hacerlo: enmascara los síntomas que son precisamente los que avisan de que algo anda mal, llevando, la mayoría de las veces, a cometer el error de infravalorarlos. Al menos aparte del antiinflamatorio me tomaré unos días más de descanso. En cualquier caso espero no estar equivocándome como en aquellos días de mediados de abril de 2006...

lunes, 14 de abril de 2008

La leyenda del Castillo de Manqueospese

castillo_manqueospese (20-03-08) 006

Le leyenda se mezcla con la realidad en una intrincada red que muchas veces es difícil desenmarañar. Hechos, opiniones, relatos parciales cuando no directamente sesgados por el escritor, adornos literarios en busca de la belleza o el enaltecimiento de un ideal..., dan muchas veces a las historias pasadas esa pátina de inconcrección, de irrealidad y falta de certeza que las hace tan maravillosamente deliciosas.

Es el caso de la que hoy os traigo aquí: La Leyenda, o mejor, Las Leyendas, del Castillo de Manqueospese, la imponente fortaleza de la foto, (desgraciada y vergonzosamente abandonada), en el término municipal de Mironcillo, a pocos kilómentros de Avila, allí donde las estribaciones de la Sierra del Zapatero se adueñan del Valle Amblés que se derrama a sus pies y del que tendremos unas maravillosas vistas desde el cerro al que el castillo se encarama cual nido de águila. Allí subí hace unos días con mi hijo a pasar la mañana.

No voy a sostener la verdad de las leyendas que rodean el castillo, ya que ni siquiera los orígenes del mismo parecen claros. Yo no soy historiador ni erudito para intentar dar fe de que siquiera una pequeña parte de las historias que aquí relato tengan un viso de realidad, pero los protagonistas están ahí: el castillo, el palacio con su ventanal enfrentado a él a través del valle, los apellidos que dan nombre a calles y plazas de Avila y que aún hoy viven en el nombre de los descendientes de los protagonistas de estas historias... Todo ello perdura aún en una ciudad antigua como Avila..., y en un alto roquedo, allá, en Mironcillo...

Hay quien piensa que la actual fortaleza se asienta sobre los restos de otra anterior de origen musulmán, y de ahí posiblemente surja la primera historia que os traigo, la de Zubeze, hija de Ben Hus Mar, el cual pudo ser el constructor del primitivo castillo. Zubeze cayó rendidamente enamorada de Aldefonso, un cautivo cristiano de su padre. Para evitar tal deshonra, Ben Hus Mar acordó el desposorio de su hija con un príncipe de Jaén, a lo que su hija contestó, según las fuentes: mal que os pese lo querré o aunque os pese, no iré. (Estas frases u otras similares son constantes que vertebran todas las historias relacionadas con el castillo y las que le prestan nombre).

El adorno final de tan hermosa leyenda habla de un túnel desde el castillo hasta Avila, distante en línea recta ¡17kilómetros!, y que los enamorados recorrían de noche para encontrarse furtivamente. Y de cómo Zubeze, viendo su amor imposible, murió despeñada desde la torre del castillo.

castillo_manqueospese (20-03-08) 014Cierta o no la leyenda, no deja de ser curioso como ésta tiene varias versiones "castellanizadas", datadas en época posterior, y que son las que generalmente se transmiten en la zona.

Una nos habla de nuestra particular versión de Romeo y Julieta, encarnados en las figuras de Don Gonzalo de Velada, enamorado de Doña Aldonza Aboín. Por aquellos años Velada y Aboín eran familias enemistadas que no aprobaban los amores de sus vástagos, siendo a la sazón Ximénez de Velada, padre de Aldonza, el corregidor de la ciudad. Este consiguó el destierro para Gonzalo, que fue a parar junto con varios caballeros al Castillo de Manqueospese después de pronunciar la imprescindible frase: mal que os pese, veré a vuestra hija. Hogueras nocturnas en lontananza, una rosa que no se marchita, y en la que Aldonza deposita sus besos de amor, vihuelas que tañen en la oscuridad, mensajes a escondidas..., van aderezando una historia de amor imposible, historia que muere inacabada en el momento en que Gonzalo vuelve a Avila con el ánimo de raptar a Aldonza, al conocer su próxima boda con un descendiente de los Dávila, otra de las familias nobles de la ciudad. Nada se escribió de lo sucedido después.

Con todo, la leyenda más extendida es la que cuenta como a la vuelta de la batalla de las Navas de Tolosa el apuesto Alvar Dávila, Señor de Sotalbo, entraba en Avila a la cabeza de sus hombres. Fue entonces, montado en su corcel, cuando sus ojos se cruzaron por vez primera con los de Doña Guiomar, hija del noble abulense Don Diego de Zúñiga, mientras esta jaleaba las victoriosas huestes. Cuentan que era hermosa Doña Guiomar, y que sus ojos oscuros y su sonrisa angelical consiguieron lo que no habían conseguido los enemigos y la penuria de la batalla: doblegar la voluntad y el corazón del bravo Don Alvar. Un amor súbito y puro surgió entre ambos y muchas veces se vieron a través de ese ventanal, hasta que un día el gallardo capitán solicitó a Don Diego licencia para desposarse con su hija. Don Diego era orgulloso, y no veía con buenos ojos la relación. Además tenía otro destino reservado para su hija, que no era sino entregarla a Dios.
varias (11-04-08) 002 Expulsado fue Alvar del palacio, no sin antes replicar al irascible Don Diego: "aún que os pese, la veré". Puesta le fue guardia a Guiomar, con orden de prender a Alvar tan pronto como por allí apareciera. Entre lágrimas y suspiros ahogaba la doncella su pena, sentada ante el ventanal por el que vió por vez primera a su amado. Este fue obligado a retirarse a su castillo, desde cuya torre adivinaba más que veía a la afligida Guiomar. Atormentados ambos por la separación consumían sus vidas, él a la espera de una nueva campaña militar, ella a la de su desposorio con el Altísimo.

Hasta que un día, cansada de llorar, el alma de Guiomar abandonó con un suspiro su cuerpo y se convirtió en blanca paloma, que ahora libre, voló al encuentro de su amado. Reconociendo este en tan bella ave a su querida Guiomar, la acogió en sus manos con ternura, con la certeza de que ya jamás su amor se vería correspondido.

Esa noche Alvar partió de nuevo a la guerra llevando consigo el recuerdo de su querida Guiomar. En el campo de batalla murió con honor.

jueves, 10 de abril de 2008

Cada vez más convencido

Los que me visitais de vez en cuando posiblemente habréis entrado también en el blog de Spanjaard, al que tengo en mi blogroll. Su alter ego, CyT, suele marrullear en el foro de ElAtleta.com susurrando al oído de quien lo quiera oir las bondades de su forma de entender el atletismo: más lento, más lejos. Más antropoide según sus propias palabras y al hilo de mi penúltima entrada. Además es un tipo con labia, como dice mi padre. Es capaz de hacernos creer que el hecho de estar un día entero dando vueltas a un circuito de un kilómetro en lo que hemos dado en llamar Hamster's Race va a ser una bonita experiencia en lugar de una tortura por partida doble debida no sólo a la distancia que cada cual recorra en esas 24 horas, sino al hecho de hacerla pasando cada pocos minutos por el mismo sitio que la vuelta anterior, girando una y otra vez en las mismas curvas, viendo el sol tornar alrededor de aquella farola, marcándonos su hora, la única y verdadera hora, medida de nuestro éxito o fracaso al igual que lo suele ser el dolor de nuestros cuádriceps.

El caso es que Spanjaard lo hace bien. Con esa pluma que sabe aunar el humor con el mensaje jugoso, y que tan a menudo se carga de ácida ironía, nos tiene a un puñado de paquetes a punto de darle el sí, y de hecho ya estamos comprometidos, (preinscritos), a falta de superar el "trámite" del Mapoma, esta vez con más pena que gloria por mor de reservar siquiera una pizca de fuerza para el reto.

Esta mañana soltaba en el hilo ad hoc del foro de ElAtleta.com esta perla, (una más):

CUESTIONES PRÁCTICAS (LO QUE SIEMPRE QUISISTE SABER SOBRE EL ULTRA PERO NO TE ATREVISTE A COMENTARLO EN TU GRUPO DE ENTRENAMIENTO):

1. ¿Cómo hay que correr las 24h?
No hay que correr de ningún modo obligatorio. Meteos esto en la cabeza (habéis logrado lo mismo con cosas más difíciles como Windows Vista): el circuito está abierto 24 horas y en ellas tu conseguirás una distancia, no un tiempo. Por eso no hay tiempo de cierre de control salvo las 24h. No hay ritmos mínimos, ni tiempos de corte a las 3h, 6h ... TU PONES EL LIMITE.
Dicho esto, hay que saber varias cosillas más:

- Tienes un avituallamiento cada km. Esto hace que la flexibilidad a la hora de correr-trotar-caminar-reptar sea máxima. Los objetivos pueden ser vuelva si-vuelta no, sorbito. O cada 5 vueltas parada a picotear. O 3+2, o como os plazca.
- Habrá comida sólida a eso de las 16h y a la hora de cenar. Además, caldo, agua, isotónicos, etc. Avisad si a la siguiente vuelta queréis que se os tenga preparado algo en concreto. Fruta, membrillo, frutos secos... un chef como Jose Vilches (nasío pa corré) es el jefe de logística. Para quien no lo conozcáis por el nombre, es ese que se disfraza de Pocahontas para hacer de guía en Mapoma.
- Importante estar siempre en LA ZONA NEUTRALIZADA. Sobre todo por si alguien piensa que los eñe matamos de hambre al corredor y quiere ir a Alcalá a comerse una pierna de cordero. La ZONA NEUTRALIZADA INCLUYE (amén del circuito) TODA LA PLAZA DE TOROS. O sea, tranquilidad que no vais a estar recluidos en el circuito sin poder salir. Podéis subir a la grada a estar con vuestros familiares o amigos del club, echar unas cartas, conectarse al foro (tengo que informarme si la Plaza es WiFi), porque esa esencia familiar y popular es marca conocida de nuestro club. Pero si salís del recinto seréis descalificados por los jueces. Tened en cuenta que es un evento oficial, que habrá jueces y que queremos dotarlo de un marco mínimo dentro de las normas de la IAU.
La zona de descanso estará debajo de las gradas, en una zona donde colocaremos colchonetas/tatami para que os echéis la siesta, etc. Pero si deseáis tener en el ropero vuestra mochila con una esterilla extra o lleváis vuestro saco de dormir (hará fresco), organizaos convenientemente.

2. Entonces, ¿me animo o no?
Coño pues claro . ¿Estás esperando a ver cómo te sale Mapoma?, ¿dudas sobre si encararlo como los 100/24?, ¿hacer solo un rato?, ¿un test?... Para informaros, tendremos un stand en la Feria de Mapoma (allí me podéis tirar cacahuetes) y es previsible que muchos esperéis a esa semana postmaratón, pero a estas alturas tenemos el 50% de los dorsales dados.
De nuevo, importante tener en cuenta que:
- Es adictivo. Si sales con la idea de hacer solo 6h y te ves inmerso en el sarao, encendemos las luces de la plaza, arrancamos el karaoke, será difícil que no intentes al menos un rato más.
- Es comprensible que muchos tengáis de sobra con intentar hacer esos cien. Pero ... ¿por qué no descansar y quedarse a ver a los compañeros de toda la tarde/noche llegar a meta?. En la grada, durmiendo, paseando de cháchara con algún participante y acumulando km, ¿has quedado?, ¿un Domingo a las 9am?...
- Seremos flexibles si hacen falta 4 o 6 dorsales más. Lo interesante es que la prueba cale hondo y en 2009 nos veamos en dificultades y obligados a ampliar el circuito 200m más porque sois 200 corredores.

3. ¡Eh!, yo estaba preinscrito, ¿me habéis dado boleto?
Por motivos de espacio en el blog y por organización interna, mejor comprobar cuántos de aquellos 70 u 80 interesados inicialmente materializan el pago de la inscripción. Recordemos que la inscripción se hace efectiva con el pago de la misma.


Y claro, ¿cómo le decimos que no?

viernes, 4 de abril de 2008

Mi primera vez

Mi amigo Lander me pone en un aprieto. Hace unos días inició un hilo en el foro del ElAtleta.com con el título: ¿Cómo fue vuestro primer maratón?. Como muchos de vosotros ya sabéis me he comprometido con él a hacerle de liebre en el próximo Mapoma. Realmente no me necesita para nada, puesto que ahora mismo está un punto por encima de mí, pero qué le vamos a hacer, el chico cree que necesita ayuda, así que me tengo que poner serio y hablar como si supiera de esto.

El caso es que después de varias páginas supongo que esperaba que yo contestara en el post por la amistad que nos une y por mi compromiso con él para el próximo día 27. Hasta hoy no lo había hecho, y cuando he intervenido ha sido al hilo de la respuesta de otro usuario para aportar alguno de esos pequeños "trucos" para sortear al tío del mazo que tiene que tener un corredor como yo al que los primeros casi podrían doblar en un circuito a dos vueltas.

Error. La siguiente respuesta, casi como si estuviera esperando al acecho, ha sido la del propio Lander pidiéndome que me dejara de bobadas y expusiera de una puñetera vez cómo fue mi primer maratón. Y esto para mí no es cuestión baladí, ya que debido a mi proverbial pésima memoria con la que suelo atormentar a los que me rodean, los recuerdos de ese primer maratón están sumidos en una especie de nebulosa, mezclados con los del segundo, el tercero... De hecho, lo creáis o no, he tenido que buscar el recuerdo que nos dieron para comprobar cual fue: Mapoma del año 2000.

Por aquel entonces yo salía a correr tres o cuatro días por semana. Siete, diez kilómetros, dependiendo del tiempo libre, de las ganas de ese día... El correr te hace conocer gente y con algunos de ellos trabas una incipiente amistad. Un buen día, bajando por uno de mis circuitos preferidos, veo unos cien metros por delante a Pepe, uno de esos amigos sobrevenidos a través de este mundo del correr y que con el tiempo se ha convertido en una persona entrañable para mí. Aprieto a ver si lo cojo, pero él hace lo mismo, está terminando su entreno y lo quiere hacer fuerte. Al final logro alcanzarlo..., cuando él paró. Brevemente charlamos mientras nuestros corazones vuelven a la calma. Yo tengo en ese momento treinta y siete años y le digo medio en serio, tres cuartos en broma, que antes de los cuarenta quiero correr un maratón. "Nosotros vamos a hacerlo este año..."

Siempre he sido un facilón. ¿Valiente?, ¿inconsciente?. No he corrido más que un par de medias en mi vida, pero allí, en enero de 2000, en un día cálido para la fechas en las que estábamos, nada más de que Pepe acabara de trasladarme sus planes, supe que el próximo Mapoma me tendría entre sus inscritos.

Quizá hice una media de cuarenta kilómetros semanales, no más. Sin planes, sin método, sin conceptos claros, sin saber qué era realmente un maratón... Ninguno del grupo había corrido nunca ninguno. Todos éramos corredores muy modestos, y todos acabamos muy por encima de las cuatro horas. Recuerdo que ese día todo fue una aventura: aparcamos los coches en el parking de la Plaza de España. Ya vestidos cogimos el metro hacia la salida, y de repente, allí estábamos, respirando ambiente atlético del bueno. Viendo mezclados corredores de toda condición, observando con la ingenuidad y curiosidad de la primera vez cómo se comportaban "los que sabían". Nosotros deambulábamos de aquí para allá sin tener muy claro qué es lo que debíamos hacer. El tiempo transcurrió lento hasta la hora de la salida, pero cuando esta llegó, estalló la fiesta. No se cómo se vive ese momento en la cabeza de la carrera, pero al final es una descarga de adrenalina brutal: por fin llega el momento de empezar a hacer aquello a lo que has venido, de jugar tus cartas esperando que esta vez sí, esta vez consigas esquivar las trampas que el maratón, (o la maratón, que nunca lo he tenido claro), te va a tender.

La riada de gente Castellana arriba es impresionante. Los nervios, relajados por la salida se tornan en risas, chistes y bromas. Durante los primeros kilómetros corres casi codo con codo con otros corredores. Eso dura poco. Al cabo de un tiempo los chascarrillos van cesando, las miradas se vidrian y cada uno va buscando su sitio. Nosotros habíamos decidido correr juntos la mayor parte del recorrido. Una vez que el maratón llegara a su mitad, allá por el kilómetro treinta o treinta y cinco, cada uno buscaría su ritmo. Hasta ese momento el maratón fue una sucesión de sensaciones: recuerdo especialmente el sonido de las zapatillas contra el asfalto, el olor a geles, linimentos y sudor. El paso por la Calle Fuencarral, donde siempre sonaba la canción de Carros de Fuego que conseguía ponerte un nudo en la garganta, el paso por la Puerta del Sol, con un muro de gente aplaudiendo. Las primeras molestias en los cuádriceps al entrar en la Casa de Campo. La soledad, el miedo, las dudas, la falta de confianza en las propias fuerzas al enfrentarte a distancias que nunca habías superado. El dolor en que se convierte las primeras molestias con el paso de los kilómetros. El atisbo de pánico cuando compruebas que esos kilómetros no miden igual que al principio. Los abandonos, la gente andando. Los aplausos que te impiden aflojar el ritmo. El agua que no calma la sed, las glucosas que te producen aún más. El dolor que se convierte en un dolor aún mayor. Las ganas de abandonar. Las preguntas sobre porqué no lo haces. El kilómetro cuarenta en el que pensabas que ya no dudarías, pero en el que sabes que aún es posible el fracaso. La tortura del tiempo detenido, del correr hasta aquel árbol, hasta la siguiente esquina..., donde la calle gira y sube, arriba, cada vez más... y el kilómetro cuarenta y uno, y ya sí. Ya llegas, seguro, y la gente, los aplausos, los ánimos, ¡Dios cómo os quiero!, y el ánimo renacido porque es posible, porque sabes que lo vas a lograr, y porque ves que aunque el reloj sigue corriendo lento, y que la siguiente farola parece no acercarse, de tu interior más profundo empieza a surgir un resto de energía para cruzar la meta, y el kilómetro cuarenta y dos, y los adoquines del Paseo del Prado, una última prueba antes del arco que nunca llega, que parece retroceder. Y la emoción, las lágrimas a duras penas contenidas porque has visto cosas en tí que no sabías que existían. Porque te has enfrentado a tus miedos y los has vencido. Porque te conoces mucho mejor que hace unas horas. Porque has crecido como persona. Porque eres más fuerte y sabes que a partir de ahora los problemas los encararás de otra forma. Ahora sabes, ahora conoces. Has mirado al miedo a la cara y lo has vencido.

Cruzas la meta. Tu cuerpo desconecta. Tus piernas trastabillan. Te abrazas con tus compañeros. El dolor vuelve. Has vencido, sí, pero tienes que pagar, y el precio es ese dolor. Pero ya no importa. Como un zombi avanzas por la cola de las bolsas del corredor. La recoges, bebes, comes, estiras. Te vuelves a abrazar a tus compañeros. Ves a los que llegaron antes, preguntas por aquellos a los que no encuetras. Esperas al resto. Un momento de sensatez te hace prometer que no volverás a someter a tu cuerpo y tu mente a esa tortura. Nunca más..., hasta el año siguiente.

Lo siento Lander. No tengo muchos recuerdos "del primer" maratón. Pero tengo infinitas sensaciones de todos los que he corrido. Espero que te sirvan.

miércoles, 2 de abril de 2008

Bosquimanos

Los bosquimanos, (gentes del bosque), también conocidos como San, Khoisan o Basarawa es la forma en que nos referimos a un grupo de pueblos africanos, censado en unos 100000 individuos, repartidos por Botswana, Zambia, Namibia, Angola, República Sudafricana y Zimbabwe. Sus ocupaciones tradicionales eran la caza y la recolección y actualmente son el resto de una población mucho mayor, (supuestamente de varios millones de individuos), que fueron desplazados por la ocupación de sus tierras y diezmados, primero por los bantúes, (dedicados a la ganadería), hace unos 1500 años y posteriormente por las potencias coloniales europeas.

Aunque muy recientemente la situación parece cambiar poco a poco al empezar a organizarse en defensa de sus derechos, los bosquimanos siguen siendo sometidos a la presión que supone la expulsión de sus dominios ancestrales y la "integración" en una civilización que les convierte en el mejor de los caso en jornaleros u obreros sin cualificar cuando no les condena a la miseria de los suburbios urbanos.

Especialmente sangrante es el caso de los habitantes del Kalahari, que abarca casi toda la superficie de Botswana y parte de las de Namibia, Zimbabwe y la República Sudafricana, (aunque no hay acuerdo unánime en cuanto a su extensión). Los bosquimanos del Kalahari son presionados para abandonar sus territorios históricos de caza de subsistencia en beneficio de la mucho más rentable explotación turística, "medioambiental" o en algunos casos diamantífera.

Recientes investigaciones tomando como base el estudio del ADN mitocondrial, (heredado exclusivamente de la madre, y que por tanto permite "seguir hacia atrás" las distintas ramas familiares), parecen demostrar que los bosquimanos son los primeros Homo Sapiens y que partieron de Africa para colonizar el resto del planeta siendo origen por tanto de las distintas razas que surgieron por las sucesivas emigraciones. Esto significa que todos, sin excepción, tenemos un ancestro bosquimano.

¿A qué viene todo esto en un blog de atletismo?.

Ayer por la mañana en el foro de ElAtleta.com hubo un interesante debate entre Yoku y Guille acerca de la idoneidad del diseño del ser humano para la carrera lenta y de larga distancia. Sin nombrarlos expresamente, Yoku se refirió a los bosquimanos y a una de sus técnicas de caza como ejemplo de cómo un hombre puede mantener sin problemas una carrera suave durante horas. Se refirió a ella como "caza por persistencia", consistiendo esta en elegir una presa, (pongamos un eland pues fue este bóvido con el que Yoku ilustró el ejemplo), y seguirla al trote. El eland es evidentemente más fuerte y rápido que cualquier humano, y huye, pero la paciencia del cazador, el control de su ritmo, su persistencia, y su adaptación a los esfuerzos prolongados hacen que después de varias horas el animal caiga agotado sin que el cazador tenga que hacer más que rematarlo.

Buceando en internet encontré este vídeo, quizá algo artificial en su realización, pero que ilustra perfectamente esta "caza por persistencia":

Paciencia, ritmo controlado, ahorro de fuerzas, frialdad mental...

Ultrafondo, puro ultrafondo...

Si queréis más información acerca de los bosquimanos y su problemática, aquí tenéis unos enlaces:

Fundación Mundo Natura

Survival International

Analítica.com. El genocidio del pueblo bosquimano

VIII Carrera Popular de "El Resucitado"

Bueno, pues el pasado sábado se celebró la VIII Carrera Popular de "El Resucitado", primera carrera del VI Circuito de Carreras Populares "Ecosport", de la que os pego la breve reseña que ayer emitió Televisión Avila. Aunque esté mal que yo lo diga, la carrera fué todo un éxito. Ved:

El jueves emiten un reportaje más completo en el que podréis juzgar mejor el trabajo de mi club, (y que de paso me permitirá rellenar una nueva entrada en el blog, jejeje...)