lunes, 26 de abril de 2010

Mapoma 2010. Crónica de una retirada anunciada.

Quedada en la puerta de la Biblioteca Nacional. Foto gentileza de Pedro.

Existe una ley inexorable en atletismo que dice que dos y dos puede que alguna vez sumen cuatro, muchas veces tres, (o menos), pero nunca, jamás de los jamases, cinco, y para que un atleta tenga éxito en un maratón se tienen que conjugar varios factores. A grandes rasgos:

Primero: estado físico y mental. El atleta debe haber entrenado lo suficiente, descansado y alimentado convenientemente y no estar lesionado. Asimismo debe saber desarrollar una buena estrategia de carrera, conocerse perfectamente a sí mismo, y mantener la cabeza fría para anticipar y solventar sobre la marcha posibles problemas.

Segundo: las condiciones climatológicas, (viento, lluvia, temperatura), deben ser propicias para que el atleta pueda rendir en todo su potencial. Hasta cierto punto la sensatez y una buena estrategia pueden dulcificar condiciones poco propicias, pero estas siempre acabarán pasando factura.

Tercero: tener "el día". Esto escapa a todo control lógico. El atleta puede haber entrenado, descansado, planteado una perfecta estrategia, amanecer un día fresco en un recorrido perfectamente conocido, incluirse en un grupo que le ahorre fuerzas..., pero si no es "el día", y las piernas simplemente no van, no hay nada que hacer. Esta incertidumbre se da tanto más cuanto más popular es el atleta, y por tanto menos controlado y estructurado su entrenamiento.

Cuando uno de esos factores falla aún podemos hacer una carrera digna. Si lo hacen dos petaremos miserablemente, pero si son los tres, lo mejor es no salir o limitar la carrera hasta donde nuestro esfuerzo comience a convertirse en sufrimiento.

En definitiva, que llevo unos cuantos párrafos para intentar justificar porqué ayer en la Casa de Campo, con sólo veintiséis kilómetros recorridos, me bajé de la carrera y me subí al metro. Y es que a pesar de que modestamente creo conocerme bastante bien a mí mismo y al Mapoma, y saberme dosificar y plantear mis carreras adecuadamente, es cierto que:

1.- No he entrenado más que apenas mes y medio después de estar siete parado.

2.- La lesión no es aún historia.

3.- Ayer hizo un día realmente infernal para correr, y…

4.- No era "el día".

Y mira que todo empezó bien. A las siete de la mañana tenía el coche aparcado a menos de doscientos metros de meta y del lugar donde habíamos quedado a comer. Había dormido lo suficiente y había comido e hidratado más que bien. Cafelito con los amigos de quedada y marcheta tranquila hasta la zona de salida. Muy buen ambiente, muchos rostros conocidos y distintas ambiciones que se entrecruzaban entre confesiones y planteamientos de carrera. Miradas afiladas en algunos corredores, aquellos que en su calendario tenían marcado en rojo este día; más relajadas en los que simplemente salíamos a disfrutar. El día ya se presuponía caluroso, no en vano a las ocho de la mañana, una hora antes del pistoletazo de inicio, los termómetros ya marcaban catorce grados, que llegarían a veintiocho en meta, por lo que previsoramente desde las cinco de la mañana, hora de mi despertar, había bebido un par de vasos de agua y medio litro de isotónico.

Salida algo más lenta y caótica que otros años al hacerla coincidir con la del diez mil. El plan es ir con Jose, (sin tilde, con acento en la o), un amigo suyo que se apuntó a última hora para acompañarle, y que se encontró con un dorsal by the face, gentileza de Nacho que no pudo correr ayer, y Carlos, a un ritmo cómodo de cuatro horas treinta, a fin de merendarnos el maratón en plan "trámite". Con esas cruzamos el arco de salida.

Suelo darme un plazo de cinco kilómetros para comprobar si el día es "el día", y ya en Plaza Castilla me doy cuenta de que no ha habido suerte. Más allá de la falta de entrenamiento las pulsaciones, aún yendo contenidas, son algo altas respecto al reciente Medio Maratón de Madrid. El calor y la elevada humedad me producen una cierta sensación de falta de aire y las piernas pesan. Toca plan B: dosificar y resistir, ahorrar fuerzas en las subidas, controlando al máximo el pulso, y poner en marcha los mecanismos de distracción: charlas con los amiguetes, escuchar a Jose cantar el himno no oficial de los paquetes, (ver abajo), o a Carlos sus disertaciones histórico-filosóficas, y fundamentalmente fijarnos en las guapísimas chicas que siempre nos rodean en cola del pelotón...

Los kilómetros fueron cayendo puntualmente al ritmo previsto, pero en la subida de la Calle Ferraz me descuelgo del grupo: para ellos me convertiría en una rémora y para mí sería suicida intentar seguirlos cuando quedan más la mitad de los kilómetros por recorrer, es decir casi todo el maratón. Me doy de plazo hasta la Casa de Campo para decidir qué hacer. El plan B en el que hasta ahora me muevo acaba con el maratón completo sin importar el ritmo y sin descartar andar algún tramo para recuperar resuello a fin de hacer una tirada larga de cara al GTP, pero por si las cosas se complican empiezo a esbozar un plan C que incluye una poco digna pero inteligente retirada y repatriación en metro.

Los kilómetros previos a la Casa de Campo son muy descubiertos y pican hacia abajo. Las fuerzas todavía acompañan y es fácil dejar ahí buena parte de nuestras opciones. Intento administrarlos bien, pero se me hacen duros. Quizá no tanto como para no pensar en terminar el maratón, pero sí lo suficiente como para saber, porque otras veces ya he pasado por ello, que llegar al Parque del Retiro sería un acto de fe que requeriría de mí, hoy literalmente, hasta la última gota de sudor. Con estos pensamientos llego a la Casa de Campo y su acogedor frescor. Hay a quien no le gusta esta parte del maratón, con poco público en contraste con el bullicio y los pasillos de gente de la Calle Fuencarral, la Puerta del Sol, la Calle Mayor..., que levantan el ánimo y empujan a seguir, pero a mí me parece un privilegio poder trotar esos kilómetros entre la arboleda. Tengo unos pocos kilómetros para tomar una decisión entre dos opciones meridianamente claras: salir de la Casa de Campo supone un compromiso con llegar a meta, ¿porqué?, no lo sé, pero para mí es así. De abandonar, tiene que ser aquí, subir al metro en la estación de Lago y volver en él a Retiro. La otra opción es tirar de épica, asumir el sufrimiento extremo de una segura deshidratación más o menos grave, (para mí, y para la mayoría de corredores con este calor es físicamente imposible reponer líquidos al mismo ritmo que los pierdes), asumir los intensos dolores musculares que aparecerán pronto y lo más difícil: encontrar una razón para soportar todo ello.

Kilómetro veinticinco y pico. Una familia: madre, padre y dos peques, anima a rabiar. Los niños extienden sus manitas para chocarlas con los corredores, gesto que siempre correspondo, mientras sus padres gritan y aplauden. Escucho al padre: "sois unos héroes por estar ahí con el día que hace". Y tomo mi decisión: yo no soy un héroe. Ya he pasado antes por situaciones parecidas y su coste ha sido muy alto. Esta carrera no es objetivo. Intentar acabarla a toda costa, tan corto de entrenamiento, supondría no poder salir a trotar en varios días y comprometer otras carreras, y ya voy bastante corto de kilómetros como para permitirme ese lujo. El pubis, aunque no duele, ya molesta, al igual que la sobrecarga del gemelo. En otras ocasiones he asumido el riesgo, pero hoy no tiene sentido. Al llegar al kilómetro veintiséis paro mi crono y echo a andar. Tranquilo, sin prisas. Simplemente paseo bajo la sombra de los árboles. Animo a los corredores que me adelantan, (y a alguno al que a pesar de mi tranquilo ritmo soy yo el que les adelanta).

En el amplio bucle del recorrido en el que se cruzan los corredores que apenas hemos acabado de entrar en la Casa de Campo y los que ya la abandonan, justo enfrente de la estación de metro de Lago, salgo del recorrido en dirección a ésta. Tengo un pequeño problema: no llevo dinero encima, por lo que me apresto a lucir la mejor de mis sonrisas a la taquillera para que me deje entrar sin pagar, o llegado el caso, extender lastimeramente mi mano en busca del euro que cuesta el billete. No hizo falta recurrir a ninguna de las estratagemas: justo detrás de mí veo entrar cual ángel salvador a Coral, la esposa de Zerolito, que amablemente me deja un billete. En uno de los más malolientes vagones de metro que nunca haya existido, (gracias a que no era el único corredor que allí se retiraba), y después de un trasbordo a otro no menos maloliente vagón, ya que casi todos los corredores íbamos al mismo sitio, llego a la estación de Retiro. La salida está dentro del propio parque, pero decido salir de él y entrar de nuevo en la carrera por si en la zona de meta, (cerrada al público), me encuentro con algún amiguete y para coger algo de avituallamiento líquido a fin de empezar a reponer fluídos. Toca echar de nuevo a trotar con los que están terminando su maratón a un ritmo de entre tres horas cuarenta y cinco minutos y tres horas cincuenta. Si ya en la Casa de Campo e incluso antes, a falta de casi veinte kilómetros para meta, había visto mucha gente muy tocada, aquí el panorama es desolador: rostros demacrados, resecos y cubiertos de sal, signo inequívoco de deshidratación preocupante, músculos acalambrados por la descompensación de electrolitos, gente sentada en los bordillos con la cabeza agachada, alguno vomitando, el SAMUR atendiendo un desmayo... El maratón hoy ha sido cruel, y de haberme empeñado, en el mejor de los casos yo sería uno de esos rostros de ojos vidriosos que avanza casi mecánicamente a meta. Aunque no deja de ser una retirada, y eso nunca es plato de gusto, soy consciente de que he tomado la decisión correcta.

El resto del día es lo mismo de siempre cuando me junto con esta gente: comer, beber y reír. Si llegando desfallecido me hubieran hecho recuperar de mitad del cansancio, ayer su presencia me compensó más que sobra de esos veintiséis kilómetros que hoy no han dejado ninguna molestia que no tuviera antes de hacerlos, y es que la tortillita de patata en su punto, los bizcochos esponjosos, los chocolates, unas cuantas cervezas, y sobre todo, su extraordinaria compañía, son el mejor bálsamo para cuerpo y mente.

Aunque ya lo publiqué anteriormente, vaya de nuevo su Himno no oficial, (aún):

 

Queda todavía alguna reflexión de esas de las que se hacen con la cabeza fría, pero que desembocará sí o sí en la eliminación de algún(os) de los objetivos de la izquierda de este blog. Ya contaré.

viernes, 23 de abril de 2010

Y se me llega el Mapoma…

Así, sin sentir, y sin entrenar…

El martes echaba cuentas de los kilómetros que había recorrido en lo que llevamos de año: doscientos veintinueve…, se dice pronto. Y teniendo en cuenta además que vengo de estar totalmente parado los anteriores seis meses.

En mi nivel de exigencia habitual, que como sabéis tampoco es que sea muy alto la verdad, esa kilometraje debería haber caído al menos de media mensual para afrontar el maratón con ciertas garantías, pero como he dejado ya escrito en este blog varias veces: es lo que hay…

Y por si creéis que ese es todo mi problema, estáis equivocados: después del Medio Maratón de Madrid sólo he corrido un día: el martes de la semana pasada, y al llegar a casa el gemelo derecho dolía. Es una lesión recurrente que me ha costado ya dos maratones: el Mapoma de dos mil seis si mal no recuerdo, y el de San Sebastián de dos mil ocho. Parece que es esa parte de mí la única que se acojona ante un maratón...

Según mi fisio es una inflamación de la fascia que une las dos partes del gemelo: interno y externo, y siempre me ocurre en la pierna derecha. Ved la imagen de debajo que se explica mucho mejor que yo. Lesión leve, de fácil tratamiento y rápida evolución siempre que repose unos días y le deje a él que me martirice un par de veces metiendo los dedos entre ambos músculos y recorriendo la fascia de abajo a arriba con toda la saña que le permiten sus fuertes manos...

Y no creáis que es todo. Tengo un fuerte golpe en la parte externa del muslo derecho. Ignoro con qué me lo pude hacer, quizá una mesa en el trabajo, pero durante unos días he tenido la zona hinchada, un gran hematoma y dolor al intentar agacharme o simplemente al caminar. Y más: en la sesión del lunes mi fisio me notó un bulto, presumiblemente de grasa, en el cuádriceps de mi pierna derecha. No molesta, pero me ha recomendado que no deje de consultarlo con el médico.

Del peso que he cogido durante el parón forzoso ni hablamos…

Total, que además de haber hecho una birria de kilometraje en los últimos meses y sin dar un paso en las dos últimas semanas me presento en el Mapoma gordo y lleno de “mataduras”… Cojonudo.

A mi favor, que será la decimocuarta muesca en esta distancia, y eso curte, (o te idiotiza y te vuelve inmune a cualquier razonamiento lógico, que todo pudiera ser), y que las expectativas son simplemente pasarlo bien con los amiguetes y terminarlo sin pensar en el ritmo a fin de hacer al menos una “tirada larga” de cara a ese GTP que cada vez veo a más distancia. También habrá que rezar, si es que me acuerdo, por que el pubis aguante, (que esa es otra, que no me veo yo a corto-medio plazo descolgándome por un cortafuegos sin romperme por dentro).

Este va a ser, de largo, el maratón que he afrontado en peores condiciones físicas. A ver qué sale…

martes, 20 de abril de 2010

Incoherencia.

Leo incrédulo esta noticia en la web de 20minutos.es y no recuerdo tal estupefacción por el vaivén de la opinión de una persona desde la “evolución ideológica” de Jorge Verstrynge.

Resulta que ahora, uno de los adalides de la SGAE se desmarca de esta con argumentos tan pueriles como los que sustenta la entidad a la que hasta ahora rendía vasallaje y que me obliga a pagar un canon por un CD en el que voy a grabar las fotos de las vacaciones de verano, presuponiéndome de entrada infractor de las leyes de propiedad intelectual.

¿Será posible tanta caradura y tanta hipocresía?. Escuchad y alucinad… (Y si lo entendéis, me lo explicáis)


Vídeo del programa Salvados, de Jordi Évole.

lunes, 19 de abril de 2010

De nuevo: Dramateurs.

Mis amigos de Dramateurs están de nuevo de gira. Este año han añadido a su obra Cinematters nuevas parodias, (Matrix, Harry Potter, Forrest Gump…). Os dejo otro par de vídeos para que os riáis un rato y recuerdo que si os queréis poner en contacto con ellos lo podéis hacer a través de su web, (está alojada en un servidor local, por lo que a veces no funciona), dejándome aquí un comentario o enviándome un correo.

Aquí tenéis su particular versión de Titanic e Indiana Jones:

 

 

jueves, 15 de abril de 2010

El peligro.

 

La Muerte sobrevuela la Sierra de Guadarrama. Sus rápidos aleteos a caballo de espesos jirones de niebla se convierten en ventisca que hiela rostros y corazones. Su frío aliento en gélido granizo que azota el dolorido cuerpo de los insignificantes mortales que perturban su baile con las duras crestas cubiertas de hielo. Danza, baila entre las cumbres. Se ciñe a los rocosos perfiles de una de sus moradas preferidas: el Risco de los Claveles, donde tantas veces cobró tributo en vidas. Pero hoy gira y se vuelve, y acaricia la cresta de Dos hermanas. Uno de sus siervos, Azar, le señala unos pequeños puntos que fatigosamente intentan alcanzarles. Podría haber escogido otro, pero Azar no rinde tributo a la razón, y entre los llamativos rojo y naranja o el oscuro negro hoy elige el verde y le susurra a la Muerte al oído... Y ambos descienden y un pie pierde apoyo, y sujetan dos fuertes manos para que no consigan frenar un cuerpo que cae. Pero hoy el día es infernal y quizá les divierta más ver cómo esos seres luchan contra sus propios miedos. Azar y Muerte, Muerte y Azar siguen con su danza abandonando su presa herida. Por esta vez…

Un día luminoso, feliz para muchos. También seguramente para Alberto hasta ese momento. Azar de nuevo elige un objetivo y esta vez le toca a Alberto y la Muerte aprieta su corazón. Durante unos eternos minutos lo estruja, manteniendo brevemente la esperanza de quienes intentan arrebatárselo, pero hoy, en un día en que nadie podría esperarlo, en que nadie contaba con ello, ha decidido llevarse a su presa, y Alberto muere.

Y te das cuenta de que vives en una irreal sensación de seguridad. Te gusta pensar que mantienes el control de tu vida, que gobiernas tu destino. Pero no es más que una ilusión. A veces los acontecimientos superan todo aquello que creías saber, cambiando de un plumazo tu percepción de la realidad. Y necesitas encontrar nuevas referencias, nuevas definiciones de ideas que creías perfectamente perfiladas. Y llevas mucho tiempo intentando averiguar hasta qué punto eres el dueño de tu propia existencia y hasta qué punto el mero azar puede decidir sobre ella, y sólo sabes, porque lo has aprendido con crudeza, que poco puedes hacer cuando todo se vuelve en contra salvo esperar e intentar sobrevivir. Y sumido en esa esquizoide dicotomía en la que te sumerges al querer escuchar tanto a tu mente como a tu corazón, (como casi siempre, enfrentados), piensas: ¿qué es realmente el peligro?, ¿dónde acaba el riesgo y empieza la imprudencia?. Y la inaprensible respuesta se desliza esquiva entre tus pensamientos, etérea, traslúcida. Y frustrado intentas encontrar ese indeterminado punto intermedio donde se encuentra la verdadera definición que buscas. Y no lo logras.

Y un buen día estás comiendo con tu hija. Relajados comentáis cómo os ha ido el día. Soléis sintonizar la radio: una emisora musical que sirva de marco a vuestra conversación. Y una armónica suena. Sus familiares acordes te pasan momentáneamente desapercibidos. Pero bruscamente su letra, mil veces antes oída, que no escuchada, se abre paso en tu mente cual irresistible cascada. Y por fin lo entiendes, y con una diamantina claridad encuentras la respuesta que llevas semanas buscando. Y mientras sigues hablando con tu hija acerca de cómo le ha ido el día, una sonrisa crece en tu interior. Ya sabes…

El peligro no es cuestión de un par de golpes,

el peligro es no saber a donde ir,

el peligro es no encontrar jamás tu sitio

y sentir que ya llegaste sin salir.

El peligro es el fantasma que planea

Sobre aquello que juraste un día alcanzar,

y te ata de las manos, mientras graba en tu pellejo

una cifra, una letra y a volar,

una cifra, una letra y a volar.

…….

El peligro es perder a quien se ama,

con la furia que desata el huracán,

comprobar que en casa ya no espera nadie

y que no hay nadie a quien puedas esperar,

y que no hay nadie a quien puedas esperar.

…….

 

Realmente esta entrada tendría que haber sido publicada hace un par de semanas, y acumulaba polvo entre los borradores de este blog. Las reflexiones que intento plasmar en ella me han ido viniendo a la cabeza desde aquella excursión a Peñalara que tanto nos enseñó de nosotros mismos. Sirva ahora también para enviar otro pequeño recuerdo a Alberto Ceballos, el corredor que falleció el pasado domingo tras acabar el Medio Maratón de Madrid. El azar lo eligió, la muerte lo llevó consigo, y a los demás sólo nos queda seguir viviendo.

domingo, 11 de abril de 2010

Triste Medio Maratón de Madrid.

Son aproximadamente las once y media de la mañana. Acabamos de terminar nuestra participación en el Medio Maratón de Madrid y Carlos y yo estamos en la zona de meta felicitando a nuestras acompañantes, debutantes en la distancia, por su muy buena carrera. He disfrutado mucho de ella: al salir muy retrasados no hemos tenido en ningún momento el agobio de puestos más adelantados. El ritmo lento y la locuacidad de Carlos han hecho que el tiempo haya pasado rápido, hace buena temperatura y el sol brilla: un día perfecto.

Escuchamos unas ambulancias del Samur que se abren paso entre los corredores recién llegados. Durante el recorrido hemos visto algunos con los típicos problemas, generalmente leves: mala hidratación o alimentación previas que producen pequeños desfallecimientos, ritmo alto de salida que hace que tengas que echar a andar en los últimos kilómetros, zapatillas nuevas que producen dolorosas ampollas, alguna caída... Son contratiempos que a casi todos nos han ocurrido en alguna ocasión y que asumes como parte integrante e inevitable de este deporte. En caso más graves, (deshidratación severa, golpe de calor, esguinces fuertes…), puede llegar a ser necesaria atención médica hospitalaria. Aún no siendo frecuentes, alguno de esos percances más serios ocurren por pura estadística en casi todas las carreras largas y multitudinarias, y suponemos que este es uno de esos casos, por lo que no prestamos excesiva atención.

Unas horas más tarde, ya en Avila, mis padres me comentan la noticia: ha muerto un joven en la carrera. Al llegar a casa enciendo el ordenador en busca de información:

Alberto entró en meta en dos horas, diez minutos, treinta y ocho segundos. Apenas unos minutos antes que nosotros. Tan pocos que muy posiblemente nos cruzáramos en algún momento de la carrera. Poco después de terminada esta su corazón se paró. Aunque, según las noticias hasta ahora publicadas, los servicios de emergencias actuaron prontamente e intentaron reanimarlo en el hospital de campaña de la zona de meta durante treinta minutos,  Alberto murió en el Hospital Clínico poco después de llegar.

Y todo lo que has vivido durante la mañana deja de tener importancia: la carrera, las fotos, las risas, las cervezas con los amigos…

Me siento incapaz de redactar una crónica distinta de lo que pretende ser este pequeño y modesto homenaje por mi parte a la memoria de un joven corredor que murió compartiendo afición, y posiblemente espacio, conmigo esta mañana.

Alberto Ceballos Quesada, descansa en paz.

Nota oficial de la Organización.

Noticia en 20minutos.es.

Noticia en Marca.com.

miércoles, 7 de abril de 2010

Vendo zapas de montaña North Face Ultra 103 XCR.

 

Modelo y colores que veis en la foto: unas North Face Ultra 103 XCR casi a estrenar. Su único uso fue la ruta de mi anterior entrada: dieciocho kilómetros de camino en buen estado.

Talla: 10 US. 9 UK. 43 EU. 28 CM.

Me quedan pelín grandes, válidas para andar con ellas en salidas de algunas horas con calcetín de montaña, pero la holgura con calcetín de atletismo me provocaría ampollas en el GTP, en el que pensaba usarlas.

Son zapas de alta gama, pensadas para uso intensivo en montaña y terrenos agrestes.

Precio.- Si estás interesado busca referencias y haz una oferta. Tengo un precio mínimo por debajo del cual preferiría dejarlas para salidas no demasiado largas por montaña, pero las conseguí relativamente baratas y tampoco busco ganar dinero con la venta, así que no te cortes en hacerme llegar alguna propuesta a priori “baja” para el tipo de calzado del que hablamos.

Entrega.- Yo soy de Avila. Si tú también, perfecto… También puedo dejárselas a mi hermana este domingo en Madrid, (corro la Media Maratón de Madrid), o enviarlas por correo, en cuyo caso estírate algo en la oferta, anda…

Las compré en Decathlon, (ver enlace sobre ellas), por lo que no tengo su caja original. Las enviaría en una de la competencia, pero de lo que vas a presumir es de zapas, no del envoltorio…

Y si no te interesan, igual a algún amigo sí…

domingo, 4 de abril de 2010

De nuevo en Cueva Valiente.

Viernes tarde. Voy de camino a Madrid, a conocer a mi nuevo sobrino, nacido el miércoles. En el coche mis padres y mi hijo. Hacemos una breve parada en el peaje de la AP-6 para cumplir con el trámite de enriquecer aún más a Iberpistas, y mientras arranco ojeo la cima de Cueva Valiente. Desde que estuve allí con mi cuñado, a la sazón el padre de la preciosa criaturita con la que me voy a encontrar por vez primera, siempre que he pasado por aquí la cima ha estado envuelta en niebla, y tengo ganas de disfrutar de las extraordinarias vistas de tan privilegiada atalaya. Hoy el sol luce radiante y le digo a mi hijo:

- ¿Carlos, quieres que subamos ahí mañana?.

- Vale. (El niño se apunta a un bombardeo, como su padre).

Así que ayer por la mañana temprano estábamos los dos en la entrada del Camping de Peguerinos con la mirada puesta en un plomizo cielo, radicalmente distinto al de ayer, y en esa verja siempre cerrada… ¿?.

Aunque mi cuñado y yo nos permitimos algunos devaneos algo más radicales, con mi hijo no voy a arriesgar, por lo que hemos subido por el sendero marcado como PRAV-48 que no tiene ninguna dificultad técnica, sin olvidar, claro está, que hablamos de acceder a más de mil novecientos metros, por lo que debemos ir debidamente equipados para posibles complicaciones climatológicas. Podéis descargar el track desde este enlace de wikiloc.

Una vez superada la verja que da acceso al camping no hay más que seguir el camino, debidamente marcado. Hay algún poste indicativo en el que faltan los paneles informativos, pero aún así el camino es tan claro que es dificilísimo perderse. Los pocos cruces que hay están bien señalados y hay varias fuentes por el camino.

cueva_valiente 03-04-10 - 0001 Panel informativo al inicio de la ruta. Al fondo, la verja que hay que saltar.

cueva_valiente 03-04-10 - 0002 A la derecha, el camping. El camino no tiene pérdida.

En pocos minutos llegaremos al embalse de Cañada Mojada, alimentado por el Arroyo Chuvieco, que ahora, con tanta lluvia caída y el terreno totalmente empapado, corre cantarín paralelo al camino. Después de una breve parada y una charla con unos montañeros de Avila que nos encontramos allí y que nos dieron referencia de unas ruinas de la Guerra Civil que yo desconocía, seguimos la marcha.

cueva_valiente 03-04-10 - 0007 cueva_valiente 03-04-10 - 0008 Dos imágenes del embalse.

cueva_valiente 03-04-10 - 0009 cueva_valiente 03-04-10 - 0010 El camino discurre por frondosos bosques de pino silvestre.

Para hacer más ameno el recorrido decidimos visitar con calma todas las ruinas de fortificaciones de la Guerra Civil que encontramos, mudos testigos de un pasado que no deberíamos olvidar.

cueva_valiente 03-04-10 - 0016 cueva_valiente 03-04-10 - 0020 cueva_valiente 03-04-10 - 0024 cueva_valiente 03-04-10 - 0025cueva_valiente 03-04-10 - 0037  cueva_valiente 03-04-10 - 0038 cueva_valiente 03-04-10 - 0039 cueva_valiente 03-04-10 - 0040 cueva_valiente 03-04-10 - 0041 cueva_valiente 03-04-10 - 0042Parte de los innumerables restos de fortificaciones de la Guerra Civil en la zona. 

Al igual que en mi anterior visita por estos lares, no puedo por menos que dedicar unos minutos a intentar comprender a ese soldado empapado y aterido de frío, agazapado en ese diminuto nido, seguramente arrancado a la fuerza de su familia y trabajo, preguntándose porqué está ahí, sin entender las pueriles diferencias ideológicas conque se disfrazan las distintas facciones políticas, y los oscuros intereses y ansias de poder personales que realmente enmascaran y que llevan a un país a la desesperación de ver cómo toda una generación se desangra en vano. Mi hijo muestra interés por la historia y me hace preguntas sobre la duración de la guerra, sobre si el abuelo había nacido entonces, (sí, y además su familia la sufrió con dureza), y la más difícil: sobre el por qué se inició. No sé muy bien qué contestarle, y dudo que nadie en su sano juicio tenga una respuesta válida, salvo que nunca hay una razón suficiente como para comenzar una guerra en la que morirán seres humanos.

Una vez pasado el Collado de la Gargantilla el camino se estrecha y empina. La vegetación comienza a clarear, pero el cielo por contra cada vez se oscurece más. A medida que ganamos cota puedo ver como mientras al este, hacia Madrid, el sol luce esplendoroso, de mi tierra, de Avila, avanzan inexorablemente espesas espesas nubes que ya están descargando agua en Las Navas del Marqués y en Peguerinos. La previsión prevé nieve a partir de mil setecientos metros, altura a la que ya ahora nos encontramos, a lo que habrá que unir el sumirnos en la niebla que avanza hacia nosotros. Pienso en Carlos y cómo reaccionará en esa situación. No existe mayor peligro que la incomodidad del previsible viento y el frío, y jamás se me ocurriría correr un riesgo innecesario con mi hijo, para eso quedo con los amigos, pero no todos los niños de diez años soportarían física o psicológicamente una marcha así. Él se comportó como un campeón, no sólo sin dar nunca un signo de flaqueza o hastío, sino imponiendo él mismo un ritmo más que aceptable, seguro que superior a la media de senderistas de nivel medio. De vez en cuando además paraba por sí mismo para admirar un bonito paisaje abierto en un claro del bosque, o un viejo pino derribado por la tormenta, a analizar una huella en el camino o un berrocal cerca de la cima… Me hace feliz que sepa apreciar la belleza que le rodea y sólo espero que siga disfrutándola cuando le llegue la hora de las tentaciones mundanas, momento que le llegará en pocos años.

cueva_valiente 03-04-10 - 0026 Las vistas son impresionantes. Al fondo, la Sierra de Guadarrama.cueva_valiente 03-04-10 - 0028 Roquedos y berrocales aparecen a medida que el bosque se abre.

cueva_valiente 03-04-10 - 0029 El último tramo bajo la niebla y la nieve.

Los últimos kilómetros los hacemos bajo la niebla. Carlos muestra algo de preocupación sobre una posible pérdida, pero le tranquilizo enseñándole la pantalla del GPS, mostrándole cómo reconocer la ruta por donde hemos subido y como, incluso con la niebla cerrada, y no es el caso, podríamos volver exactamente por el mismo sitio. Estoy seguro de que de haber sido necesario él hubiera sido capaz de volver solo al inicio.

Al final llegamos al búnker reconvertido en refugio donde tenemos decidido hacer una parada para comer y descansar. Allí es donde sufrimos el único borrón de una estupenda mañana: al llegar hay seis u ocho personas cobijadas. Entramos y saludamos: nadie contesta. Ante mi estupor, no ya sólo por el compañerismo que creo que debería imperar en un lugar donde nunca sabes cuando vas a necesitar ayuda, sino por la demostración de pura falta de educación que se nos muestra, me sale la vena chulesca, y por segunda vez y en voz mucho más alta vuelvo a dar los buenos días. Sólo un par de personas contestaron, casi obligadas por la rudeza de mi tono, pero todos entendieron el tono de reproche ya que durante los veinte minutos que allí estuvimos nadie enfrentó mi mirada. Bordes hay en todas partes y de paso aproveché para darle a Carlos un par de clases de comportamiento.

cueva_valiente 03-04-10 - 0030 Refugio de Cueva Valiente.

La bajada la iniciamos bajo una fuerte nevada que comenzaba a cuajar en el alto, pero que al perder altura se convirtió en una fina y persistente lluvia que nos acompañó ya hasta el final. Medio en broma medio en serio acuerdo con Carlos no decir a su madre que nos había envuelto la niebla y nos había nevado, a fin de no preocuparla, cosa que evidentemente no cumplimos pues le faltó tiempo para contarle todas nuestras aventuras del día tan pronto como la vio.

Nueva subida a Cueva Valiente, disfrutada a tope con mi hijo, pero otra vez que me quedo con ganas de disfrutar de sus vistas. Carlos y yo nos citamos para volver pronto pues esa cima, según sus propias palabras, “nos debe una”.