viernes, 30 de mayo de 2008

Rodaje bajo la lluvia


Son las tres y media de la tarde. Atrás ha quedado una mañana de trabajo con montones de gente con la que hablar. Demasiadas palabras. Hablar me agota tanto o más que correr. También ha quedado atrás un simulacro de comida, que deberá ser completada con una merienda, generalmente demasiado abundante o de no ser posible esta, cosa harto frecuente, con una pantagruélica cena, principal origen de mis contínuas discusiones con la báscula.

Además no llueve. Durante toda la mañana se ha mantenido la promesa de un rodaje vespertino bajo la lluvia e incluso ha caído alguna gota, pero el cerrado cielo no parece querer soltar de sus oscuras barrigas ni una sola más... Lástima. Siempre he dicho que lo mejor de correr un maratón son los rodajes de las semanas posteriores: deliberada e inusualmente lentos, que permiten disfrutar de cada paso dado, de cada recodo que se dobla, de cada brizna de hierba rozando nuestras piernas, de cada suspiro de aire, fresco, dulce, límpido... Y si además ese rodaje puede hacerse bajo la lluvia la sensación es magnífica.

Nunca corro con música, y jamás lo haría en un día como hoy. La música me distrae. Me cuesta mantener un ritmo con ella. Me impide hablar con mi cuerpo, sentirlo, escucharlo. Y me impide ser consciente de lo que me rodea, de la catarata de estímulos que produce una carrera y que de ningún modo quiero perder. Para mí correr es un cúmulo de sensaciones, físicas y psicológicas. Y la música interfiere en ellas.

El trote comienza por la ribera del Río Chico y dobla por la Plaza de Toros. Cruza la carretera de Burgohondo y sin solución de continuidad se adentra en El Soto. Los senderos están húmedos y en muchas zonas encharcados. Por momentos debes abandonarlos y pisar hierba virgen. Con cuidado. Los topos y conejos abren sus madrigueras, y a veces el verdor las oculta. Muchas veces los senderos se abren y bifurcan, se entrecruzan y se unen de nuevo para separse otra vez unos metros después. Son muchos años trotando esas estrechas veredas, y en cada paso se cual encarar para sortear sus trampas. Se dónde se oculta ese charco profundo en el que te puedes sumergir hasta el tobillo y que lame el tronco de un viejo fresno. Para evitarlo tengo de desviarme unos metros atrás y coger, la segunda..., no, la tercera bifurcación, si no tendré que dar la vuelta. El siguiente es inevitable y lo sorteo abriendo mucho las piernas, saltando de una orilla a otra, de derecha a izquierda. Antes había un par de piedras enmedio, resbaladizas y traicioneras que permitían cruzarlo recyo, pero desaparecieron.

Los minutos van pasando, las zapatillas se manchan de barro fino y resbaladizo. Las imagino golpeando la cristalina superficie de los charcos poco profundos, hendiendo el agua y salpicando todo alrededor de mi huella en una explosión de pequeñas gotas repartidas regularmente con la forma de mi pie. Cuando éste se levanta, durante un brevísimo instante, el suelo empapado recibe la caricia del aire, justo antes de que de nuevo, ansiosa por recuperar su lugar, el agua cubra de nuevo mi huella. La imagen me sugiere una bonita metáfora de nuestro propio paso por el mundo: irrumpimos en él de forma brusca, violenta, a veces soberbia en nuestra ilusión de casi eterna permanencia, pero en realidad somos seres efímeros e intrascendentes en el transcurrir del Tiempo. El violento proceso de ruptura de la lisa superficie deja a su paso un cúmulo de ondas que la perturban, que avanzan y chocan, rebotan y se entrecruzan con sus hermanas, originadas en el mismo paso, con sus primas del paso anterior...

Llevo unos veinte minutos de un rodaje suave en ritmo, pero intenso en sensaciones cuando, por fin, comienza a llover. Unas pequeñas y tímidas gotas al principio que apenas salpican mi rostro pero que poco a poco arrecian convirtiéndose en una persistente y fina llovizna que hace más intensos si cabe todos los estímulos que avariciosamente mis sentidos intentan atesorar. Los verdes frescos de la hierba tierna se hacen más profundos y brillantes. Al sonido de mis pasos se suma el rumor de las gotas golpeando en mi frente y en las hojas de los árboles. El del cercano y crecido río que amenaza con desbordarse en la curva de La Pesquera. El canto de los innumerables pájaros que en esta fecunda estación pueblan el bosque. Al olor a humedad se añade el aroma a vegetación, a tierra mojada... Siento las gotas de agua corriendo por mi cara desde mi empapada cabeza, arrastrando, diluyendo y mezclándose con mi sudor. La temperatura es agradable y lejos de sentir frío agradezco su frescor.

Llega un momento en que no puedo seguir. No al menos con mis Asics GT2110 de oferta que salieron de su caja para correr un maratón. Quizá tendría que haberme traído sus primas, las Trabuco, que tan poco he usado hasta ahora. La prudencia, (no es la primera vez que he acabado con mis huesos en el suelo, empapado, lleno de barro y muerto de risa por la imagen de mi patético resbalón), hace que no quiera arriesgar una lesión por una tontería y doy la vuelta. Durante casi media hora más subiré y bajaré por la misma zona, algo más transitable y en la que seguiré disfrutando de cada momento.

Al final casi una hora de un muy, muy suave rodaje, de esos que me hacen estar cada vez más seguro de que no merece la pena empeñar demasiado sacrificio en este deporte buscando una una marca que de todas formas seguirá estando lejos de llevarme cerca de primeros, y perder a cambio tantos momentos hermosos por salir a "entrenar". Un rodaje que ignoro, (y tampoco me importa), si añadirá algo a mi entrenamiento, pero que ha colmado de satisfacción mi alma.

Esta entrada se refiere al rodaje que hice antesdeayer miércoles, que no pude publicar a tiempo y que tuvo que quedar en borrador hasta hoy.

11 comentarios:

ELMOREA dijo...

Acojonante, ha sido como salir contigo a correr.
Yo iba a veranear a Navaluenga durante muchos años, así que leer "camino de Burgohondo" me ha devuelto a la juventud.

Syl dijo...

Jo...como me gusta acompañarte en estos rodajes relajantes post-maratón!!!!!!!!!!!!!!...qué sensaciones y qué manera de disfrutarlo...me encanta leerte!

Bien por esa vuelta a tiempo, fijo que con la música, ni hubieses oído la llamada (a mi tampoco me gusta).

Besitos mil.

Nando dijo...

Genial, ha sido un gustazo correr contigo este rodaje.

¿Lo mejor del post? el final desde "no merece la pena empeñar demasiado sacrificio..." hasta "...pero que ha colmado de satisfacción mi alma."

Completamente de acuerdo.

Carlos dijo...

ELMOREA, ¿a la juventud?, pero si tu eres insultantemente joven... Gracias por tu comentario.

SYLVIE, aún me tienes perplejo desde esta mañana con tu nuevo desafío guapa. Mil y un besos para tí.

FERNANDO, bienvenido por aquí y gracias.

David Rodriguez Roures dijo...

Si mucha gente leyera esta entrada su doblarían la cantidad de corredores,estoy seguro,todo lo que explicas es todo lo que yo quisiera y que no puedo,algún día sera así para mi,yo de momento casi nunca hay rodajes suaves todo son fuertes,siempre hay alguno con ganas de tocas las pelo...,luego los días que entreno solo siempre con música,tengo demasiado escuchado a mi cuerpo y siempre con una marco o un objetivo en mente,algún día me tocara disfrutar de verdad esto del correr,me das hasta envidia,un saludo.

Lander dijo...

Ya te echabamos de menos maestro. Da gusto acompañarte a traves de tus textos por esos rodajes tan placenteros.

Me encanto la frase de que irrumpimos en el mundo de forma brusca, casi vielenta a veces soberbia en nuestra ilusión de casi eterna permanencia, pero en realidad somos seres efímeros e intrascendentes en el transcurrir del Tiempo... qeu gran verdad.

Un abrazo amigo

pd, tampoco me pusiste tan blandito como para perdonarte en el duelo a muete que tenemos pendiente forastero...jijijijiji

Anónimo dijo...

en la vida he hecho yo tanto deporte como ahora desde que te conozco, me imaginaba a mi misma con 18 años bajando corriendo desde La Parra hasta Arenas entre pinares y olor a resina y naturaleza y si caian algunas gotas o habían caido hacía poquito... como tu defines bien, ¡que placer!.Besos

Anónimo dijo...

mira por donde poco a poco vamos encontrando puntos en común, a mi tampoco me gusta correr con aparatejos en los oídos.
otra cosa, si te acercaría a los primeros, poco, pero te acercaría jajaja.

mayayo dijo...

Bonita foto, Carlos.

Pero no seas blandito hombre. Con las Trabuco corre cualquier por el barro...un abulenese de pro como tu ha de hacerlo con las 2130 o mejor aun con las chanclas filípides de aquel crack del Mapoma.

Alfonso dijo...

Pues eso que ya sabes. Correr para disfrutar como en este rodaje que narras. Es lo que aporta valor a las cosas que hacemos.
Saludos

Zerolito dijo...

Preciosa entrada, Carlos, as usual ;-) tu relato huele a tierra mojada y hojarasca. Oigo tu respiración y ... juer, ¡qué ganitas de ponerme a corretear por ahí!

Quizá pierda el toque romántico del post, pero como he compartido el rodaje contigo voy a poner el final, lo que sería un broche de oro para mi: un tinto con unas patatas revolconas y tu compañía al finalizar el trote... ;-)