domingo, 29 de marzo de 2009

¿Corrible?, y su puñetera madre…

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Foto extraída, como la de la penúltima entrada, de este hilo del foro de carreras de montaña de ElAtleta.com, posteada por el usuario Cañorroto no se rinde.

Defino la traslocación como la capacidad de determinados seres humanos de disociar completamente cuerpo y mente y hacerles vagar separados por  mundos absolutamente distintos. No tiene nada que ver con viajes astrales, bilocaciones ni supercherías por el estilo. La traslocación existe, es real, y permite a aquellos sujetos susceptibles de experimentarla de estar realmente en dos sitios a la vez. Es hereditaria por parte de padre, y para que os hagáis una idea de lo que hablo, es lo que le permite a mi hijo asentir pacientemente con su cabecita en medio de la regañina diaria de media tarde por no haber hecho los deberes, mientras su mente analiza y repasa las distintas teorías sobre la extinción de los dinosaurios. La traslocación permite que el cuerpo siga sin problemas con sus quehaceres diarios: trabajo, compras, tareas domésticas, charlas intranscendentes…, mientras la mente deambula por delicados vericuetos sin las ataduras del mundo físico. Pensamientos profundos, sólidas argumentaciones, decisiones importantes…, suelen tomar forma en plena traslocación, sin las ataduras ni interferencias de carne y sangre. Claro, que el ser humano es imperfecto, y la traslocación, también. En plena traslocación la mente es privada del goce de los sentidos, y por muy buena que sea su emulación de estos, nunca puede “sentir” plenamente el frío del viento en el rostro o la caricia de una mujer. Por otra parte, aunque el cuerpo pueda seguir con sus tareas cotidianas, adolece de una cierta falta de atención, lo que se puede traducir por ejemplo, en una pérdida del camino correcto en una carrera de montaña, en plena vaguada sin sendero marcado, dentro de un denso bosque cuajado de pinos y monte bajo donde apenas ves dos metros por delante, y lo peor, sin saber cuando demonios viste la última señal… Pero no adelantemos acontecimientos y vamos con la Crónica del VII Cross Alpino Cebrereño.

Hay carreras a las que les exiges mucho porque es mucho lo que ofrecen, (y generalmente cobran): como una inscripción fácil por internet, una confirmación casi inmediata de la misma con asignación de número de dorsal…, y hay otras, y lo voy aprendiendo poco a poco, que apenas te dan nada de eso. Y me doy cuenta de que a veces no hace falta. En estas carreras siempre hay alguien, al que generalmente se le llama por su hipocorístico: Pepe, Rafa, Paco…, al que recurrir si hay algún problema. El lo arreglará sobre la marcha, te dará una palmadita en la espalda, te soltará algún gracejo a modo de disculpa y te pagará un café. El Cross Alpino Cebrereño es de este último tipo, una de esas carreras familiares, en la que nunca vas a tener un problema con la inscripción, o porque tu pago no haya llegado a tiempo. Por eso no hacen falta confirmación de inscripción, ni web propia, ni formularios ni pasarelas de pago. De lo que se trata es de que el corredor que se acerque ese día a Cebreros corra y lo pase bien y punto. Y lo consiguen, vaya que sí.

Poco me entretengo por tanto en la organización: crean un excelente ambiente para el corredor, te atienden instantáneamente, te marcan perfectamente, (traslocaciones aparte), un recorrido PRECIOSO por los montes que rodean el pueblo, te ofrecen varios avituallamientos más que suficientes, te pone personal de asistencia cada pocos kilómetros, te ofrece un piscolabis al acabar del que incluso los últimos hemos podido disfrutar en suficiente cantidad y te regalan una de las camisetas más bonitas que he visto en mi vida. Y todo por diez euros, ocho si eres socio de Corricolari. Si además en el sorteo te toca un estuche con varias botellas de vino del terreno, como ha sido el caso, pues miel sobre hojuelas.

A las diez en punto, previa voz megáfono en mano: “corredores, al álamo enfrente la Iglesia…”, se da la salida desde la plaza del pueblo, como debe ser. Unos cientos de metros neutralizados y en cuanto se abandona el asfalto, a correr… Los primeros kilómetros pican hacia arriba, aunque, estos sí, son corribles. Pasamos por las afueras del pueblo, atravesamos un viñedo, y poco a poco el recorrido se va adentrando en el monte. La vegetación va cambiando y se hace más silvestre. Aparecen los primeros pinos, salpicando laderas en las que aún hace frío, acrecentado por el viento. Algún pequeño trozo del recorrido se endurece por su inclinación o por su piso, y se anda algún metro suelto. Aún así los primeros kilómetros son muy agradables, no estoy forzando nada y tengo buenas sensaciones, pero a partir del kilómetro nueve o diez la cosa se complica. Entramos de lleno en pleno bosque: un pinar espeso y tupido, aún con senderos y caminos bien marcados que no cuesta seguir, pero que se empinan cada vez más. Aquí hasta los más valientes ya andan largos tramos, y las manos se apoyan frecuentemente en las rodillas para ayudar a los sufridos cuádriceps. Del final de esa zona es la foto que encabeza la entrada, tomada en la edición del año pasado, y tal cual veis al desconocido corredor, y aunque quizá con menos gracia, pero así saltó un servidor el mismo tronco… El recorrido en esta zona es precioso, un remedo de los primigenios bosques que una vez llegaron desde aquí a Guadarrama y más allá, hogar del lobo y el oso, ahora extinguidos en la zona. Una vez terminada la más larga subida de todo el recorrido, muy dura en lo físico pero fácil en lo técnico, hay unos kilómetros de relativo descanso que transitan por el inmenso pinar, entre enhiestos pinos piñoneros que le dan al ambiente un toque bucólico, casi mágico, acrecentado porque casi toda la carrera la hago solo.

Poco después, y tras cruzar una agradecida pradera, está el segundo avituallamiento, en el que sólo tomo agua y un pedazo de plátano, pero podría haberme puesto hasta las trancas de choricito a la plancha, panceta recién hecha… Un lujo. Hasta aquí he disfrutado muchísimo de cada paso, del paisaje, de las buenas sensaciones que tengo. Sólo los lumbares, castigados por la postura forzosamente inclinada cuando el camino mira al cielo, y los cuádriceps, algo cargados por los tramos de bajada, me recuerdan que estoy a la mitad de la carrera, y ya he pasado la cota más alta e, ilusamente pensaba, por tanto lo peor…

Nada más salir del avituallamiento el recorrido cae hacia una vaguada y el recorrido  serpentea entre piornales de gran tamaño, salpicado todo por pinos, más bajos que en la anterior zona. De hecho en varios momentos hay que agacharse, casi en cuclillas, para pasar por debajo de alguna de sus ramas. El paso a veces es angosto, y el sendero casi inexistente. Trasloco. Estoy disfrutando mucho y mi mente se sumerge en su estado preferido: la desconexión del mundo físico, y se ensimisma en sus propios asuntos mientras mi cuerpo sigue trotando. Pero la falta de atención hace que pierda una señal. Ignoro cuanto tiempo estuve corriendo sin referencias, no creo que más de un par de minutos, pero al encontrarme con el vado de un pequeño arroyo y volver súbitamente al mundo físico, me doy cuenta de que estoy perdido. Miro a mi alrededor. No veo absolutamente nada más que verde. Ninguna señal roja y blanca que me indique por dónde debo seguir. Al estar en la ribera del arroyo, en la parte más baja de la vaguada, decido coger algo de altura para tener mejor perspectiva, así que vuelvo sobre mis pasos, pero sigo sin encontrar la cinta de plástico que debiera guiar mis pasos. Durante unos minutos deambulo en zig zag, a la espera de encontrarme con alguna de ellas, pero no lo consigo. Cuando tengo decidido volver hacia el avituallamiento y retomar allí el camino correcto veo a unos doscientos metros por debajo de donde estoy a otro corredor, al que supongo más espabilado que a mí, por lo que tomo la decisión de seguirlo. Al poco encuentro de nuevo las ansiadas referencias pero calculo que he perdido casi diez minutos.

Y entonces empieza lo bueno. A partir de ese momento el terreno se hace mucho más técnico y difícil. Da igual hacia arriba que hacia abajo: piedras sueltas mezcladas con arena, escorrentías, canchales, roquedos… El sendero, ahora más marcado, baja hacia los pedregales de la foto de la antepenúltima entrada, una de las zonas más bonitas, (y peligrosas por los posibles resbalones), de todo el recorrido. A veces una piedra, empujada por mi pie, cae y rueda ladera abajo, rebotando en primas suyas, mucho más grandes y casi verticales. Otras las puedo oir detrás de mí, en pequeña avalancha producida por mi paso. Ignoro a qué le llamarán “zona técnica” los corredores expertos, pero este es un terreno que yo no domino, (aún), y mis apoyos no son lo seguros que debieran, a veces tengo pequeños resbalones sin importancia, un par de torceduras de tobillo por pisar en piedras inestables… Esto me hace pensar en lo complicado del reto que nos hemos autoimpuesto Zerolito y yo en junio, el Maratón Alpino Madrileño, cuando nos enfrentemos a terrenos aún peores y con muchos más kilómetros en las piernas…

Un breve descanso por camino, una nueva subida, otro descanso…, y lo que a mí me pareció la madre de todas las cuestas… Mis manos se aferran a los troncos y piedras con los que me encuentro. Cuando no, están en mis rodillas, intentando empujar sinérgicamente con mis castigados cuádriceps. Subida en la que mi pulsómetro marca las mismas pulsaciones que compitiendo en media maratón. Kilómetros a diez y once minutos con el corazón saliéndose por la boca, ¿y esta es una carrera corrible como decían el el foro…?. Pasamos por una zona espectacular, de inmensos roquedales en los que hay que trepar y saltar. Veo dos enormes rapaces, a las que no identifico, aunque por la forma ahusada de sus alas incluyo casi con toda seguridad en la familia de las falconiformes. Su majestuoso vuelo me hace parar unos segundos…

Por fin llegamos al final de la subida. De la última subida. Ahora, a disfrutar de un merecido descanso hasta el pueblo, que se adivina a lo lejos…, ¡y una leche! Tus deseos se cumplen durante unos pocos cientos de metros, pero al cruzar la carretera se sigue un ¿camino? con una pendiente constante, muy tendida, pero sembrada de piedras sueltas, afloramientos de roca y arena suelta para hacerla más divertida. Aquí las molestias se convierten directamente en dolor. Los pies se retuercen y machacan al bailar dentro de las zapatillas. Noto una ampolla en uno de mis dedos. Siento las uñas de varios de ellos rozando contra la puntera de las zapatillas, (por fortuna ninguna se ha puesto negra). Las rodillas parecen girar sin control en todos los sentidos, los apoyos son inseguros, y tiendes a frenarte por precaución, pero si vas excesivamente despacio es peor: al retener el peso del cuerpo se sufre muscularmente más que si dejas que la gravedad haga su trabajo, así que esos últimos kilómetros se me hacen muy duros.

Pero todo se acaba, y al final llego al pueblo, agradeciendo el suave y liso asfalto. Entro en meta y me dicen que he ganado un estuche de vino en el sorteo de regalos. Pues qué bien…

Mientras escribo siento mis piernas machacadas. Ningún dolor especialmente fuerte, sino una especia de “totalgia” que pilla desde mis pobres uñitas hasta la parte baja de la espalda. He estado en el cine con los peques y no he podido por menos que “traslocar” como hacéis el resto de los humanoides: roncando, y aunque esta mañana, mientras mis pobres pulmones apenas daban para abastecer de oxígeno mis ávidos músculos, me planteaba muchas dudas correr el Maratón Alpino Madrileño, ahora todo se ve de otra forma… ¡Dios que estúpidos llegamos a ser!

viernes, 27 de marzo de 2009

Wire to Wire.

A veces gracias a la música, y sin buscarlo, tu alma siente una caricia inesperada. Otras cae extasiada en la contemplación de una serena belleza, pero en ocasiones es sacudida bruscamente, y zarandeada por una mezcla de notas, acordes y letras que se clavan con la precisión de un dardo en lo más profundo de tu ser. Es lo que me ocurrió el pasado miércoles en mi clase de inglés cuando mi profesor, (fan confeso de Scorpions y Pink Floyd, pero amante también de la música clásica), nos repartió la letra de esta canción, (Wire to Wire), en busca de errores gramaticales introducidos por él, chequeándola después mientras la escuchábamos. Sencilla, quizá hasta simple, pero directa y contunente. Su toque desgarrador caló inmediatamente en mí y no he conseguido sacármela de la cabeza desde entonces.

Confieso que no conocía previamente a sus intérpretes, Razorlight, a los que seguiré a partir de ahora. Aunque sobre gustos no hay nada escrito, espero que disfrutéis de ella "wherever you are":


What is love but the strangest of feelings?
A sin you swallow for the rest of your life?
You've been looking for someone to believe in
To love you, until your eyes run dry

She lives on disillusion road
We go where the wild blood flows
On our bodies we share the same scar
Love me, wherever you are

How do you love with a fate full of rust?
How do you turn what the savage take?
You've been looking for someone you can trust
To love you, again and again

How do you love in a house without feelings?
How do you turn what that savage take?
I've been looking for someone to believe in
Love me, again and again

She lives by disillusions glow
We go where the wild blood flows
On our bodies, we share the same scar

How do you love on a night without feelings?
She says "love, I hear sound, I see fury"
She says "love's not a hostile condition"
Love me, wherever you are

Love me, wherever you are
Love me, wherever you are
Wherever you are

miércoles, 25 de marzo de 2009

Y este domingo…, a Cebreros.

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Imagen tomada de este hilo del foro de carreras de montaña de ElAtleta.com. Posteada por el usuario Cañorroto no se rinde.

Este domingo se celebra el VII Cross Alpino Cebrereño. Una carrera de montaña por los alrededores de Cebreros, de unos veintidós kilómetros, y que a la vista de las imágenes de su propia web y alguna otra que podéis ver en el enlace que he pegado arriba, promete deparar una excelente mañana de atletismo montañil. Cebreros es un pueblo a unos cincuenta kilómetros de Avila, zona de buenos y contundentes tintos con los que acompañar los no menos contundentes platos que por aquí nos gastamos y cuna del ex presidente del gobierno Adolfo Suárez.

El recorrido del cross es, en palabras de los que lo conocen, bastante “corrible”, con pocas zonas que obliguen a andar, sin desniveles exagerados y no demasiado técnico. Ideal para debutantes o gente inexperta en el terreno, (en ambas categorías tengo perfecta cabida), pero que me servirá para ir cogiendo experiencia después de un escaso bagaje de cara al MAM en junio, que aparte de unas cuantas salidas por los alrededores de Avila sólo incluye alguna correría por la sierra de Guadarrama, la Media Maratón de Montaña Solidaria y la Carrera de Navidad de Cercedilla.

Tengo muchas ganas de correrlo, aún con el regusto amargo que supondrá la ausencia de mi amigo Carlos, (Darth), debido a un problema que le surgió hace unos días. Supone además el punto de partida de la preparación para el MAM, (con paradas intermedias en el Mapoma y las 24 Horas de Torrejón, ambas tomadas como meros divertimentos). A tal fin, mis últimos entrenamientos están consistiendo básicamente en dos cosas: subir cuestas y bajar cuestas… Bueno, realmente tampoco es eso…, pero de momento prescindiré de series, controlados y demás. Los rodajes los haré por recorridos quebrados y ondulados, que por su propia naturaleza subirán y bajarán pulsaciones como un entrenamiento fraccionado y al menos un día a la semana, entonces sí, haré cuestas puras y duras, sobre todo duras, para fortalecer esos cuádriceps que tanto van a sufrir ese día por las cumbres madrileñas.

Además parece que las pesimistas previsiones meteorológicas de principios de semana, que incluían la posibilidad de nieve, se suavizan bastante… Así que: a disfrutar…

domingo, 22 de marzo de 2009

VII Vueltas Pedestres a las Murallas.

vueltas_murallas 22-03-09 011 Hoy he corrido la segunda carrera del VII Circuito de Carreras Populares Ecosport de Avila. Las VII vueltas Pedestres a las Murallas, de largo, aunque no sea más que mi opinión, la más bonita y dura de las cuatro que componen el circuito.

Tenía mis dudas sobre cómo iba a responder en un recorrido tan exigente, no sólo por la orografía, sino por el piso, casi todo de adoquín, después de los cincuenta kilómetros del domingo pasado. Sólo había rodado un poco el jueves y el viernes, con no malas sensaciones, pero sin forzar en absoluto, por lo que mi verdadero estado era una incógnita. Y la cosa no ha ido mal. De hecho incluso he mejorado algún puesto respecto a la primera carrera: ciento cincuenta y ocho de ciento noventa y cinco participantes en aquella, ciento cincuenta y cuatro de ciento noventa y cinco hoy, ¡una progresión espectacular!, jajaja… El caso es que parezco recuperado de la sobredosis de aburrimiento de la semana pasada, que no parece haber mermado fuerzas ni ganas.

A las once y media, andaba revoloteando por los alrededores de la salida, en el Paseo del Rastro. Pronto me encuentro con Dani, que hoy sí, venía con el cuchillo afilado, después de que parece que sus entrenos por fin van saliendo, y con ellos toda la calidad que atesora. Habrá que contar con él de cara a la clasificación final. Calentamos junto con un amigo suyo del Club Paris, (correcto, sin tilde), del que no recuerdo el nombre, aunque realmente bastante tengo con aguantar su ritmo de calentamiento, seguramente muy próximo al mío de maratón…

El día es estupendo, radiante y luminoso, pero no excesivamente caluroso. Sólo algo de viento molesta un poco, aunque no será por él por el que nadie haya echado a perder su carrera. A las doce en punto se da la salida, y como en todas estas carreras cortas, la gente sale “escopetada”. Apenas cien metros llanos, recorrido que pica hacia arriba doscientos metros, hacia abajo otros doscientos, y vertiginosa bajada casi hasta la ribera del río. Un breve descanso, un pequeño falso llano…, y a trepar. Los aborígenes conocemos bien la “Cuesta del Hospital Viejo”, como aún se la denomina por aquí: una pared de unos ochocientos metros, con un par de contracurvas que rompen cualquier asomo de ritmo que puedas llevar y que es muy dura en la primera vuelta. En la segunda, si no has medido bien tus fuerzas, (y hacerlo resulta muy difícil en una carrera tan corta y con tanta trampa), se puede convertir en una tortura que te haga incluso andar. El truco está en acometerla despacio, y luego intentar aguantar ese ritmo… Una aparente perogrullada de la que sin embargo no todos los corredores son conscientes, perdiendo con ello lo ganado cuesta abajo más sus correspondientes y abusivos intereses. Por otro lado, y sabedores de que es ahí donde se puede ver “carnaza”, es la parte más animada del recorrido.

Al final, veintisiete minutos treinta y siete segundos, con unas pulsaciones medias de ciento ochenta y una por minuto, tres menos que en la anterior carrera del circuito, duros, pero de los que he disfrutado muchísimo a pesar del careto de la foto, tomada por mi hermana en la parte más dura de la cuesta…

Ahora, a pensar en el domingo que viene. En otra carrera que me hace muchísima ilusión: el Cross Alpino de Cebreros. Veintidós kilómetros de montaña en los que espero ir curtiéndome y cogiendo experiencia en todo aquello necesario y que tanta falta nos va a hacer a Zerolito y a mí de aquí a tres meses.

Las clasificaciones, aquí.

jueves, 19 de marzo de 2009

Recorrido en imágenes de las VII Vueltas Pedestres a las Murallas.

Este domingo se celebra la séptima edición de las Vueltas Pedestres a las Murallas, carrera integrada en el VII Circuito de Carreras Populares del Club Ecosport de Avila.

Es posiblemente una de las carreras más bonitas de España, ya que rodea la muralla de Avila, lo que significa pasar por delante de buena parte de los más hermosos monumentos de la ciudad: la Iglesia de San Pedro, la Basílica de San Vicente, (ambas verdaderas joyas del románico), el Cimorro de la Catedral, magnífica representación de la dualidad Templo- Fortaleza de la Catedral de Avila, la Ermita de San Segundo, patrón de la ciudad…, además de las maravillosas vistas desde el lienzo sur de las murallas, hacia el Valle Amblés o las del propio lienzo norte, tapizado de verde y donde nos encontraremos de frente el Mirador de los Cuatro Postes, desde el que se pueden ver espléndidos amaneceres o espectaculares fuegos artificiales.

Aquí os dejo una pequeña presentación fotográfica… Es una lástima que haya tenido esta idea hace tan sólo un par de horas y haya tenido que “tirar de archivo” en vez de hacer fotos “ad hoc”. Para el año que viene prometo hacer un reportaje completo del recorrido.

lunes, 16 de marzo de 2009

100/50 Kilómetros Villa de Madrid.

P2128126 Foto gracias a Paco Gilo. De izquierda a derecha, Guille, Lucas, (ambos del Grupo Garabitas), y yo.

En los ya muchos años que llevo en este mundo he aprendido algunas cosas, quizá no muchas, pero una de ellas es a no hacer juicios de valor precipitados. Es mejor dejar reposar las experiencias, ya que no hay perspectiva más clara para valorar los problemas que la que proporciona el tiempo. De no ser así, hoy estaría hablando de abandonar el atletismo, al menos tal y como ahora lo practico. De dejar aparcadas las zapatillas durante un tiempo y calzármelas sólo para esos pequeños y lentos rodajes de los que tanto disfruto. De borrar esos ambiciosos objetivos de la parte izquierda de mi blog y ser más fiel a mi autoproclamada y tantas veces traicionada filosofía de correr por disfrutar, sólo eso.

Pocas veces he acabado tan poco satisfecho una carrera como ayer, en los 100/50 Kilómetros Villa de Madrid, a la sazón Campeonato de España de Ultrafondo. Cierto que cumplí el objetivo previsto de hacerlos en seis horas justas, (me fuí a seis horas y un minuto). Cierto que físicamente no fue un esfuerzo excesivo, (con matices que luego haré), que me pudiera perjudicar en exceso de cara a las más importantes citas que se avecinan: las 24 Horas de Torrejón y el Maratón Alpino Madrileño. Cierto que conocía la carrera y que esta no me preparó ninguna sorpresa inesperada. Cierto que en ningún momento se me pasó por la cabeza abandonar aún siendo el recorrido propicio para ello al consistir en vueltas al mismo circuito con sucesivos pasos por meta en los que la tentación pudiera ser fuerte. Cierto que lo he pasado peor en algunas ocasiones y he solventado los malos momentos tirando de recursos psicológicos cuando los físicos se agotaban..., pero también es cierto que nunca había aborrecido correr tanto como ayer. Relato:

Como decía, la carrera no podía depararme ninguna sorpresa. Era la tercera vez que la corría, la segunda sobre el nuevo circuito, más amable que el anterior, aunque sigue siendo ondulado y no demasiado propicio para buscar "ese ritmillo" ideal que haga que los kilómetros pasen sin darse cuenta. Sabía lo que ofrecía y cómo encararla. El plan, como en las otras dos ediciones, era trotar muy suave entre avituallamiento y avituallamiento, parar a beber, comer un bocado y estirar un minuto si los músculos así lo requerían de tal forma que los apabullantes cincuenta kilómetros se convirtieran en unos más asequibles diez trotes de cinco.

A las cuatro de la madrugada una canción que no recuerdo, sintonizada en Kiss FM, me hace levantar con la sensación de irrealidad que proporciona tan desacostumbrado madrugón. Perezosamente desayuno un buen tazón de leche calentita con pan y miel, me ducho y me visto. La bolsa quedó preparada por la noche. Despedida de mi familia. Mis hijos duermen. Mi esposa se despierta: "Ten cuidado-me dice-", "no te preocupes, -le contesto-". "Llámame en cuanto llegues..."

Me gusta conducir de noche. No me asalta el sueño, sino todo lo contrario, mis sentidos se alertan y se hacen más agudos, como cuando de niño iba con mi padre a cangrejos, (furtivos que éramos por aquel entonces...), y era consciente de cualquier susurro entre los árboles, de los cambios de dirección del viento, de los roces de los pequeños animales entre la hojarasca... Estímulos que pasaban desapercibidos a la luz del sol que todo lo ahoga.

A las seis tengo el coche aparcado justo al lado de la salida y recojo el dorsal. Este año, al celebrarse el Campeonato de España de Ultrafondo, hay bastante más animación que en las otras dos ediciones que he corrido, (saludo a Guille, del Grupo Garabitas), y a las siete menos diez, cuando bajo de los vestuarios para entrar en el corralito en el que nos "encierran" después de pasar el control de dorsales, aún hay gente esperando. Allí dentro conozco a una chica con cara de "primera vez". Está sola y charlo unos minutos con ella. Acierto: es su primera vez..., pero sólo en sobrepasar la distancia de Filípides, pues lleva ya cuatro maratones, el último el de Barcelona según me cuenta, y se mueve sobre las cuatro horas. Es asiática, vietnamita me dice. Su intención es acabar hoy en buen estado sobre las cinco horas y media, sin arriesgar... ¡Suena el pistoletazo!. Trotamos cuesta arriba los primeros metros, pero en el kilómetro dos o tres se va algo por delante. No es mi ritmo para hoy y no volveré a habar con nadie casi hasta el final de la prueba.

La soledad. Supongo que nadie lleva un plan similar el mío. Aunque no cierro la carrera porque hay algún corredor que ya de salida anda y corre, los que sólo hacen esto último van más rápidos que yo, por lo que ni siquiera tengo el consuelo de llevar el coche escoba detrás... Los kilómetros van cayendo perezosos al ritmos previsto, más lentos los primeros de cada vuelta, ya que pican hacia arriba, algo más alegres de cara a meta. En cada avituallamiento paro, bebo, como un par de orejones o un pedazo de membrillo y ando hasta que trasiego todo con calma. Esos momentos hacen caer mis pulsaciones a ritmo "de paseo". Todo bien. Los trotes de cinco kilómetros van sumando y ya he dado un par de vueltas. La que inicio es la peor. En las tres ediciones que he corrido siempre ha ocurrido lo mismo: entre los kilómetros veinte y treinta comienzan los problemas, las molestias, los dolores, las dudas..., pues ya llevas una buena dosis de esfuerzo encima, pero sabes que te queda al menos otro tanto. Esa situación es caldo de cultivo para los pensamientos negativos y las tentaciones de abandono, pero sé lidiar con esas situaciones a fuerza de vivirlas una y otra vez, así que inicio la cuarta vuelta con la certeza de que a medida que la proporción kilómetros corridos-kilómetros restantes sea mayor, las cosas, al menos en el aspecto psicológico, mejorarán. Y en el aspecto físico sólo es cuestión de aguantar.

Pero hoy va a ser distinto. La mañana hasta ahora ha sido menos calurosa de lo previsto, de hecho las dos primeras vueltas han sido incluso frescas ya que sopla algo de aire, y el sol, bajo aún, no cae inmisericorde sobre el asfalto. Esto cambió bruscamente sobre las once de la mañana. Estoy seguro de que el diferencial de temperatura subió diez grados en menos de una hora, y para mí eso fue como un puñetazo en el mentón. Tan brusco fue el cambio que si en el treinta decidí no despojarme de la camiseta de manga corta que llevaba debajo de la de hombreras, en el treinta y cinco decidí por unos minutos exponer la poco sugerente imagen de mi torso, desnudo salvo por la cinta del pulsómetro y los esparadrapos de los pezones, a todo aquel con el que me cruzaba, pues estaba bañado en sudor.

Con el calor vino todo lo demás. Lo que estaba siendo una carrera perfecta según el guión previsto se convirtió en la recta final de un maratón, pero con quince kilómetros aún por delante… Comenzaron los dolores en las plantas de los pies que curiosamente sólo aparecen a ritmos lentos y en tiradas extra largas, las molestias de cuádriceps, torturados en las cuestas abajo, en los gemelos cuesta arriba… Intento no dejarme arrastrar por los pensamientos negativos. En su lugar intento analizar qué es lo que me ocurre, pues el calor no parece responsable de todo. Hace unas semanas estaba preparado para un maratón a un ritmo muy superior. Es evidente que he perdido algo de forma pues era absurdo y contraproducente intentar mantener el pico conseguido, por lo que descansé casi como si hubiese corrido, pero aún así estoy mejor que en las otras dos ediciones en las que simplemente me di un largo paseo por Vallecas. Noto también, y mucho, la falta de la compañía de los amigos de las anteriores ediciones. Quizá también influyó el que a partir de la segunda vuelta faltaban botellas de agua en los avituallamientos, con lo que tocó “hacer el camello” en cada avituallamiento en lugar de beber isotónicos y llevar una botella para los siguientes kilómetros como suelo hacer… O simplemente no era el día y no merece la pena darle más vueltas.

Al comenzar la última vuelta veo a Eva2r, corredora de casi todo lo que hay que correr en Madrid, forista de ElAtleta.com y compañera de la edición de dos mil siete. Ha hecho su rodaje dominical y se ha pasado a echar un vistazo. Me hace un par de fotos con el móvil y me dice que me acompaña “un rato”. Bendita compañía que al final se alargó la vuelta completa. Gracias a ella y a su charleta la tortura fue menor, y aunque tuve que echar a andar unos cientos de metros seguro que sin ella posiblemente hubieran sido muchos más. Muchas gracias Eva.

La llegada a meta no fue lo emotiva y alegre que otras veces. Más bien fue la culminación de un trámite que había que cumplir, el final de un trabajo que había que realizar. Ni siquiera el hecho de que el speaker cante tu dorsal, nombre y apellidos por la megafonía, ni los aplausos de la gente, (todos para mí pues entré solo), consiguieron arrancarme una sonrisa. En mi cabeza bullían preguntas cuya respuesta prefería demorar, y allí siguen de momento.

Me voy derecho a la ducha. Sólo pienso en quitarme tanto sudor de encima, cambiarme de ropa, beber agua… Salgo a la calle y me encuentro de nuevo con Guille, un gran tipo. Quedamos en esperar juntos la entrega de trofeos y nos cruzamos con el padre de un corredor que debe estar a punto de llegar a su kilómetro ¡setenta!. Comienzan a hablar, y aunque estamos a la sombra, un sudor frío me inunda todo el cuerpo. Poco a poco sus voces se hacen lejanas y resuenan como en una especie de eco. Tengo ganas de vomitar y las piernas empiezan a temblar… “Lo siento chicos, me voy a sentar”. Guille se percata de que tengo mala cara y me acompaña. Un vaso de Coca Cola, algo de descanso y parece que me recupero. Al poco, Guille me presenta a Paco Gilo, Garabitas en el foro, donde es toda una institución por su enorme ayuda en temas médico-deportivos y su talla humana. Todo un placer. Según él, posiblemente mi problema se haya debido a la ducha caliente, y me sugiere que en lo sucesivo espere a que el cuerpo se estabilice. Habrá que hacerle caso.

Al final poco disfrute y pocas enseñanzas, y sólo una muesca más esa relación copiada de Spanjaard y que ahora tengo en 15/45. Y yo estoy en este mundillo sólo para mejorar mi salud, divertirme y pasarlo bien, no para subir estadísticas que alimenten mi ego, (que un poco también, no vamos a negarlo), ni para sufrir gratuitamente. Suerte que después, en Fuenlabrada, me junté con unos cuantos amiguetes del foro, y ahí sí, ahí sí disfruté de lo lindo. Esas escasas horas compartiendo experiencias, dudas entre chascarrillos y chistes fueron de largo lo mejor del día, y me reconfortaron el alma. Por esos ratos sí merece la pena...

Resultados, aquí.

jueves, 12 de marzo de 2009

De rondón…

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Pues así, de rondón, es como se me han colado en el calendario los 100/50 Kilómetros Villa de Madrid, una prueba que en principio no tenía pensado correr, incrustada como estaba entre el Maratón de Sevilla, en el que iba a buscar marca y del que hubiera necesitado una larga y completa recuperación, y el Mapoma, pero mi ausencia del primero dejó un hueco a llenar en el que han cabido la Media Maratón de Collado Villalba y el desangelado circuito vallecano de diez kilómetros.

Será la tercera vez que la corra. Tengo extraordinarios recuerdos de su edición de dos mil siete, (a la que pertenece la foto, gentileza de Alicia), en la que mis miedos eran el desconocimiento de qué había más allá de los 42,195 metros y sobre todo la intuición de la soledad que produciría la presencia de unas pocas decenas de corredores repartidos en unos larguísimos diez kilómetros, pero que al final se convirtió en una fiesta, y no tanto de la de dos mil ocho, en que la prudencia me hizo abandonar después de correr "sólo" cuarenta y tres kilómetros. Este año las opciones eran acompañar a Cabesc dos o tres vueltas en su primer asalto a los cien kilómetros o repetir estrategia y trotar suavemente de avituallamiento en avituallamiento en busca de un puñado de orejones y un trago de agua para acompañarlos garganta abajo hasta completar cincuenta kilómetros. Al final una inoportuna, (siempre lo son), enfermedad de Cabesc, ha hecho que sea la segunda la que ejecute, así que el domingo, a las siete de la mañana, con el sol siendo apenas una insinuada promesa de luz y calor suspirando levemente detrás de los tejados, servidor se pondrá en marcha, y esta vez sí, completamente solo. Por delante un trote muy suave y mucho tiempo para ordenar mis pensamientos, un tanto anárquicos en los últimos meses en que asuntos más importantes que el atletismo han ocupado mi mente. Ritmo lento, mucho tiempo y un agitado torbellino de pensamientos. Un cóctel que a buen seguro dará lugar a sabrosas y dispares experiencias emocionales. Quizá profundas reflexiones iluminen mi camino en algunos momentos, acaso incluso encuentre alguna respuesta a mis modestas preguntas. En otros desconectaré del mundo y caerán una vuelta o dos sin darme cuenta, en esa suerte de cuasi trance que de vez en cuando nos sobreviene a los, (ejem), fondistas a ritmos suaves...

Y depués, para no variar, quedadita para comer con los amigos del foro, alguno de los cuales se batirá el cobre en la Media de Fuenlabrada, y donde a buen seguro echaré fuera todas las risas que me haya hurtado por la mañana esa "soledad del corredor de fondo" que en el fondo no es tanta soledad cuando uno se tolera bien a sí mismo.

domingo, 8 de marzo de 2009

Carrera Navas Center. (VII Circuito de Carreras Populares Ecosport)

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En la foto con unos compañeros de club, María Jesús, Miguel Angel y Rafa durante la carrera de hoy. Mi esposa estuvo atenta para pillarme con  los dos pies en el aire, cosa que siempre queda muy “pro”, aunque para ello tuviera que  sacrificar mis ojos abiertos…

Las seis primeras ediciones del Circuito de Carreras Populares Ecosport habían dejado muy buen sabor de boca en el atletismo abulense: carreras asequibles, de entre cinco y siete kilómetros, modestas pero bien organizadas y con buen trato al corredor. Respondiendo  a ese marcado carácter popular fueron muchos los que se decidieron a dar sus primeros pasos en esto del atletismo, lo que yo he considerado siempre el mayor éxito del circuito.

Esta edición  era la primera que organizaba la nueva Junta Directiva del Club, una vez que Manolo Galán, (ya lo he dicho más veces, pero justo es reconocerlo: la persona que más ha hecho por el atletismo popular abulense en los últimos años), dejó la presidencia del Club. Y al igual que con el pasado Cross Ciudad de Avila, “Memorial José Soriano”, han conseguido organizar una carrera perfecta, en la que lo único malo es precisamente la altura en la que han situado el listón con los magros medios de los que os podéis imaginar que  dispone un  club con cien socios en Avila. Como decía Miguel Angel Arroyo: “ya veremos cuando no podamos dar este nivel…” Pues eso Miguel Angel: ya se verá, pero de momento, gracias por el extraordinario trabajo que estáis haciendo.

Las inscripciones, limitadas a doscientas cincuenta, se habían completado esta misma semana. Con el precio de las mismas se entrega un dorsal único para todas las carreras y una bolsa del corredor cuyo valor supera con creces los quince euros pagados. Es necesario correr al menos tres de las cuatro carreras para aparecer en la clasificación general y optar a los premios, no sólo para los ganadores de las distintas categorías, sino también para determinados puestos concretos. La inscripción es fácil, a través de internet, y la entrega de dorsales instantánea gracias a los muchos voluntarios que se ha conseguido movilizar y sin cuya desinteresada colaboración nada de esto sería posible. Aquí podéis consultar el Reglamento del  Circuito.

Como decía, esta era la primera carrera del  circuito, la VII Carrera Navas Center, que discurre por  la misma puerta de mi casa, y consiste en dar tres vueltas por la Avenida de Juan Pablo II, que pica ligeramente hacia arriba en un sentido y lógicamente hacia abajo en el otro. En este enlace podéis ver el recorrido y su altimetría. Al ser domingo, con una temperatura de lo más agradable, y discurrir por una zona bastante populosa de la ciudad, ha habido bastante animación para lo que por aquí estamos acostumbrados, (en Avila se nos critica, con razón, que somos algo fríos a la hora de animar, será cosa del clima…).

Mi idea era incluir la carrera en un rodaje largo, aunque al final “la previa” apenas ha sido de unos cuarenta minutos salpicados por saludos a otros compañeros y amigos, entre ellos Dani, que se acercó desde Madrid para hacerla. No tenía idea de sufrir en exceso, pero uno  no está acostumbrado a moverse en esos procelosos reinos en los que el ácido láctico y el  sabor a sangre en la boca son los reyes. No le tengo cogida la medida a este tipo de carreras, (de hecho esta ha sido la más corta que he corrido nunca), no entreno para estas distancias y carezco de la velocidad y ritmo  necesarios para desenvolverme con comodidad en ellas.  Lo mío es el trotecillo alegre por el campo, está claro. Me equivoqué en el ritmo de salida, el más rápido de toda la carrera, ¡y cuesta arriba!, y estuve asfixiado y al borde del colapso hasta meta, por lo que hay poca historia que contar. Bastante tuve con intentar aguantar un ritmo medianamente digno hasta el final, al que llegué en veintisiete minutos y cincuenta y tres segundos, a un ritmo medio de cuatro minutos cuarenta y seis segundos y pulsaciones medias de ¡ciento ochenta y cuatro!.

No obstante he disfrutado a pesar de la sensación de agonía de esa casi media hora. No  había corrido ninguna de las anteriores ediciones del circuito y tenía muchas ganas de ver una carrera de este tipo desde dentro, y por otro lado, la agonía tiene un lado bueno: no puede durar mucho, por lo que tampoco tarda uno en exceso en recuperarse.

Ahora a esperar dos semanas a la segunda carrera del  Circuito, las VII Vueltas Pedestres a la Muralla, sin miedo a equivocarme, una de las carreras más bonitas de España.

Aquí, las clasificaciones. Ciento cincuenta y ocho de ciento noventa y cinco corredor@s, cuarenta de mi categoría.

domingo, 1 de marzo de 2009

III Media Maratón de Collado Villalba. La Tragamillas.

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El Club Castillo de Collado Villalba tuvo el acierto de no organizar una media maratón “al uso”, en un lugar donde por su orografía hubiera sido difícil dar con un recorrido óptimo para hacer marca. Por contra, centraron sus esfuerzos en cuidar al corredor y darle una media maratón divertida y sabrosona, que mezcla asfalto y camino de tierra por el precioso encinar de la Dehesa Boyal. Una excelente carrera. Desgloso:

La inscripción es fácil, en mi caso a través de Ticket Run, con confirmación casi instantánea, en su web y por correo electrónico. Otro correo “de recuerdo” con el número de dorsal e instrucciones de recogida. Precio de quince euros, barato para lo que ofrece a cambio. Recogida rápida aunque no entiendo el porqué de dos filas, una para el dorsal y otra para los chips.

El recorrido, como digo, mixto de asfalto y tierra. Quebrado y sinuoso pero muy bonito. Con mucha animación de gente, (y eso que hemos ido casi al final de la carrera), y varias comparsas que con su música lo hicieron más ameno. Medido seguramente con un GPS, ya que a los compañeros que llevaban Fore este les “clavaba” los kilómetros, bien señalizados con grandes carteles. Muy bien indicado en los cruces, (punto fundamental en la Dehesa, con la cantidad de senderos y caminos que allí existen), y con muchos voluntarios. Totalmente cerrado al tráfico. Acaba en las pistas de atletismo, cosa que siempre le da sabor…

Otras atenciones al corredor. En meta hay duchas, servicio de fisioterapia, avituallamiento líquido de sobra, cerveza incluída, varios stands publicitarios con regalos al corredor, un puesto de helados en el que podías repetir, (yo le pedí al voluntario uno para mi hijo y me dió para toda la familia….), juegos para los niños, y un detalle entre útil, simpático y curioso: la ría estaba llena de agua con hielo para recuperar las musculaturas de los valientes… La bolsa del corredor muy buena, no sólo por el valor de lo regalado, sino por su utilidad: un cortavientos y unos calcetines técnicos aparte de fruta, agua, barritas energéticas, un recuerdo de metacrilato…

En resumen, muy buena carrera, de la que he corrido sus tres ediciones y a la que seguiré yendo siempre que pueda.

En lo personal, había quedado con varios amiguetes del foro para trotarla en plan rodaje dominguero, en torno a las dos horas, y eso hicimos. Carlos, (Darth Vader), Lander, Zerolito y yo pusimos marcheta cómoda de salida y nos dedicamos a lo que mejor se nos da: disfrutar del trote en buena compañía. Pude saludar a Hita, que me despistó en un principio cuando le adelantamos, aunque al final su rodaje en progresión le llevó a meta unos minutos antes que a nosotros. Eso sí, aunque de boca habíamos quedado en no esprintar en meta, a falta de cien metros Carlos se nos va, Lander le sigue, y uno, que tiene su corazoncito, (y su miaja de orgullo), aprieta el acelerador a fondo, lo que tampoco es mucho, puesto que aunque conseguí dar caza y sobrepasarlos, no pude con Zerolito, en plena forma después de batir su MMP en la Media de La Latina. Estoy deseando verlo en CorriendoVoy

Y luego, a comer. En Casa Marcelino, en Moralzarzal, junto con Micra y Dani Blay, que también corrieron, y las respectivas familias, peques incluídos. Risas y chascarrillos a tutiplén. Y después de comer una partidita de mus Micra-Lander Vs. Dani-servidor, donde a pesar del engañoso empate final quedó claro quién sabe de esto y quién sólo tiene suerte… En definitiva, una estupenda sobremesa para culminar un estupendo día.

Aquí las clasificaciones.

EDITO. Ya están los vídeos de la carrera en CorriendoVoy. Aquí tenéis el del paso por el primer kilómetro, y aquí el espectacular esprint que nos marcamos, (ya nos vale, acabar a tres y poco una media en la que hemos empeñado más de dos horas, jajajaja...). Como se me oye al final del vídeo: vaya gilipollez... También los podéis ver, aunque con peor calidad, en mi Canal Youtube.