Bueno, pues estoy casi recién llegado de Coslada, (rectifico, tanto Anónimo como Yoku con sus comentarios me han sacado de mi error, la carrera no discurre por Coslada), de correr por tercera vez esta carrera a la que había prometido no volver. Para ahorrar tiempo al impaciente anticipo un resumen rápido: objetivo de MMP cumplido con cuarenta y ocho minutos trece segundos netos, (cuarenta y nueve minutos cincuenta y nueve segundos oficiales). Aquí los resultados, (el último de la página).
O sea, que vuelvo para Avila muy satisfecho, pero con matices.
En cuanto a mis resquemores con la organización, tengo que reconocer que esta ha mejorado algunos aspectos, pero sigue teniendo un "tufillo" a negocio que no me gusta.
Con más detalle, ahí va la crónica.
Con tiempo de sobra teníamos el coche aparcado en las inmediaciones del Estadio de la Peineta, al lado de meta pero algo alejados de la salida, por lo que aprovechamos para calentar hasta ella. "Mal asunto", le comento a mi primo Jesús: las pulsaciones son algo altas aunque no preocupantes. Es posible que esté incubando algo, ya que mi hijo ha estado enfermo la semana pasada y estos sean los primeros síntomas. Por contra el día es estupendo para correr: hemos salido de Avila con dos grados bajo cero, pero la mañana madrileña es luminosa y despejada, y promete buena temperatura, como así fue.
Para compensar las malas sensaciones, por una vez hago un calentamiento en condiciones, dedicándole el tiempo necesario y con todos sus ingredientes: un rodaje suave, unos progresivos, unos pocos estiramientos... Quizá demasiado largo, porque cuando entramos en la zona vallada no hay manera de colocarnos ya en nuestro sitio. Tocará adelantar mucha gente...
Por suerte uno de los principales problemas de esta carrera, tal como yo la recordaba: la estrechez que había en la salida y los empujones por colocarse en un buen sitio, han sido en parte mitigados con una salida mucho más ancha, la eliminación de algunas curvas cerradas y estrechas en el primer kilómetro y una alfombrilla en la salida para que cada cual pueda tomar sus tiempos netos. Aún así el primer kilómetro es complicado.
Al ser una carrera homologada hoy había decidido no llevar el GPS y correr por sensaciones, marcando los laps manualmente. Dato negativo para la organización: muchos pasan desapercibidos, con lo fácil que sería ponerlos un metro por encima del asfalto. Entre el slalom de la salida, los cruces para esquivar gente aún peor colocada que yo mismo y subir y bajar aceras, pronto en mi Polar aparecen las ciento ochenta pulsaciones que he decidido mantener como mínimas durante toda la carrera. En un principio el objetivo es estar entre ciento ochenta y ciento ochenta y cinco. Al final la media sería de ciento ochenta y dos con picos de ciento noventa y dos y salvo un pequeño respiro que me tuve que tomar en el kilómetro siete, durante toda la carrera fueron muy estables. Esto significa que hice la carrera a tope, y sólo la motivación extra de haberla sentido como objetivo importante podría haber conseguido que arañara algún segundo. Es por esto por lo que tengo un regusto amargo: aunque el objetivo era bajar mi MMP, no pensé que me iba a costar tanto, por lo que me traigo puesta una pequeña cura de humildad.
Después de la rápida bajada del principio, ahora subimos por el kilómetro tres. Aquí se puede correr con soltura, aunque durante toda la carrera habrá imbéciles que se crucen sin mirar con el riesgo de caída que ello supone. Ocurre como en ciclismo: hay gente que no sabe, (o se la suda), correr en grupo y constituyen un peligro. Después de sufrir a un par de ellos decido que no puedo correr el riesgo de un tropezón y saco la mano a pasear, impidiendo literalmente a alguno de ellos el que se me acerque.
Hemos acabado la subida, ahora bajamos de nuevo, nos cruzamos con las gacelas que encabezan la carrera, ¡que manera de correr chico!, giramos y volvemos a subir, bajamos hasta el kilómetro cinco, giramos y subimos de nuevo, para volver a bajar, y a subir hasta el siete, y bajar de nuevo, esta vez hasta meta... Porque esta el LA GRAN MENTIRA DE ESTA CARRERA, que te promete rebajar tu marca en un minuto, vendiéndote que la meta está cuarenta y ocho metros más baja que la salida, pero te ofrece en sus primeros siete kilómetros un recorrido rompepiernas, sin un solo metro llano, que te impide coger un ritmo constante. Cierto que los últimos tres kilómetros son cuesta abajo, pero ¿y todos esos segundos que te has dejado antes?.
En el avituallamiento del kilómetro cinco tengo una pequeña anécdota: justo cuando voy a coger una botella de agua un corredor me adelanta y literalmente me la arrebata de las manos de la voluntaria, (no vi mala fe en ello, simplemente iba más rápido y saco la mano antes), pero al ser sólo un diez mil prefiero no parar y acabar sin beber. Unos metros más adelante un chica me toca en el brazo y me ofrece su botella: "te he visto que tenías intención de coger una botella y no has podido". Era una chica a la que recordaba haber adelantado algo antes, y que se descolgó nada más darme el agua, por lo que tuvo que sprintar para ofrecérmela. Muchísimas gracias amiga.
Encaro todavía con fuerzas la cuesta, (otra más), del kilómetro cinco. En todo momento voy pendiente de no pasarme de pulsaciones, para ello acorto algo el paso, procurando mantener una cadencia no muy baja. Creo que hago lo correcto, fuerzo, no a tope, cuesta abajo y regulo hacia arriba, manteniendo en todo momento la misma sensación de esfuerzo. En la rotonda del kilómetro seis después de otra cuesta abajo el gemelo derecho empieza a molestar. Ya lo hizo hace unos meses en forma de contractura que tuve que tratar con el fisio, y parece que se ha reproducido. El dolor aumenta rápidamente y me hace temer que me obligue a parar, aunque por suerte no fue así y se mantuvo el resto de la carrera en unos límites tolerables, sin que tuviera la sensación de estar arriesgando una lesión.
A pesar de las precauciones, la apuesta que he hecho es fuerte, y cuando llego a la cuesta del kilómetro siete el alma se me viene abajo: es mucho más larga de lo que la recordaba: de frente veo una hilera interminable de corredores marcando el camino a seguir. Recuerdo la afirmación de mi amigo Malagueta: "si sales vivo del kilómetro siete de esta carrera harás buena marca", pero hablar de llegar vivo arriba se me antoja exagerado. A lo más, llegaré aún con algún pequeño signo vital... Cuando corono y giro hacia la derecha veo que las pulsaciones están disparadas, tengo que recuperar algo de resuello y durante quinientos metros "me dejo caer". Como es de esperar las pulsaciones apenas se recuperan, pero la sensación de ahogo disminuye y mi respiración se hace más regular. Volvemos al tajo.
Kilómetro ocho, sigo con buena media. Hasta aquí, he ido sólo con unos pocos segundos de adelanto sobre mi mi anterior MMP, basta entonces con mantener el ritmo, y lo veo posible, pero si quiero darle un buen mordisco a esa marca es aquí donde hay que apretar. A partir de este momento intento aumentar paulatinamente el ritmo, buscando ese esquivo, y difícil de conseguir, equilibrio entre la distancia hasta meta y la utilización optimizada de las escasas fuerzas restantes. Modestamente creo que soy bueno en eso. Pocas veces mido mal y suelo tener la cabeza fría para analizar la situación, valorar mis fuerzas reales y saber qué decidir en cada momento con ellas. En el kilómetro nueve voy al límite, ya no hay cambios de ritmo posible salvo ese par de segundillos que siempre se pueden arañar a la vista del arco de meta y que se consiguen más por las ganas de acabar de una vez que por las fuerzas que a uno le quedan. Ahora es tiempo de mantener el paso y esperar no haberse equivocado. Veo un arco: "no es ese, Carlos", veo otro: "tampoco". "¡Aquel, el del fondo: ¿no ves el reloj?!". Con el escaso riego que aún me llega al cerebro atino a tocar un botón de mi pulsómetro: el del lap, en lugar de el stop, por lo que el crono sigue corriendo. Unos segundos después me doy cuenta del error y lo paro. A la espera de los resultados oficiales habrá que calcular la marca a ojo.
Tiempo de sobra nos da la organización para ello: más de veinte minutos parados, de pie derecho para recoger una bolsa espartana, con una camiseta de algodón, un trofeo de los que tenemos cientos y una coca-cola sin cafeína, de esas que no se venden y se regalan a las organizaciones de las carreras. Otro detalle indigno de la organización el hacernos sentir como borregos tanto tiempo. Suerte que ayer la temperatura fue agradable.