Pues no, no podía ser tan fácil. Después de acariciarlas en
Donosti, los hados no iban a permitirme bajar de las cuatro horas sin sufrir, cosa que hasta cierto punto es lógica y entiendo como justo pago, pero hoy parece que se han conjurado para poner las cosas especialmente difíciles, y bajar de las cuatro horas, (3:58:15 según la clasificación provisional, 3:58:16 según mi crono), ha sido todo un suplicio que apenas he podido superar.
El día ya comenzó mal. Salíamos de Avila a las siete menos cuarto, con el tiempo muy justo debido a haber olvidado antes de quedar con el autocar que el maratón ya no comienza a las nueve y media, sino a las nueve. Para colmo un compañero se nos duerme, con lo que salimos casi a las siete. Ha sido un verdadero espectáculo vernos cambiar de ropa en el camino, para salir "pitando" en cuanto aparcáramos para dejar las bolsas...
Ya estábamos casi en destino cuando hemos tenido un percance con el autocar, y nos hemos llevado por delante un turismo. Afortunadamente no ha habido ningún herido, pero hemos tenido que hacer unos cientos de metros corriendo hasta la zona de entrega de bolsas. Más y más tiempo perdido. Entretanto mi organismo hoy se encuentra raro. Sin entrar en detalles soy una persona de lo más regular en mis hábitos, y esta mañana he dejado en casa lo que tenía que dejar, pero hay más, así que cola en los WC...
Había quedado con varios amigos del foro de
ElAtleta.com, algunos de ellos debutantes en la distancia con los que me apetece hacer grupo y poder compartir esos momentos, pero no es posible. A las nueve menos cinco salgo de la caseta y a toda carrera llego a la línea de salida. No tengo más remedio que ponerme detrás del globo de 4:30, lejos del de 4 horas donde supongo que estarán mis amigos. Afortunadamente si veo a parte de los componentes de mi club, aunque todos andamos en tiempos dispares, por lo que sé que voy a correr sólo salvo que encuentre a los paquetillos de
ElAtleta.com.
Pistoletazo de salida y un par de minutos para poner el crono en marcha. Sólo tardo un par de kms. en darme cuenta de que hoy no es mi día: me encuentro raro muscularmente, pesado y sin chispa. Pienso que es posible que sea por la ingestión excesiva de líquido o la cantidad de hidratos de los últimos días. A eso se une que ya a las nueve ya hay un mínimo de diez grados más de los que he tenido entrenando en las últimas semanas.
No le doy mayor importancia, ya que este maratón tiene un objetivo: bajar de las cuatro horas, sí o sí. El resto de maratones los he corrido sin un objetivo claro de tiempo, pero ya es hora de cambiar el primer guarismo de mi registro, así que enfilo La Castellana a ritmo.
Aquí voy a hacer una pequeña confesión que sólo he contado a Lander ayer cuando hablamos por teléfono: este ha sido mi noveno maratón, pero ha sido, con mucho, el que más tensión me ha provocado. La mezcla de entrenamientos más duros, muchos de ellos a deshoras, y el hecho de tener un objetivo fijo me ha provocado una ansiedad que nunca había tenido y que no quiero volver a pasar.
En estas reflexiones estaba mientras caían los kms. Como sospechaba, un par de compañeros de club se quedan por detrás, y otro, con una marca de 1:35 en media, pero debutante en maratón, decide prudentemente hacer unos kms. conmigo. Menos mal.
Las sensaciones siguen igual. Tengo molestias en ambas piernas. Molestias que no había tenido en la
Media Maratón de Madrid, celebrada un mes antes y en la que me
encontré extraordinariamente, pero las pulsaciones son contenidas, por lo que no aflojo. De charleta con el compañero van pasando los kms., por un recorrido que encuentro bastante más feo que el antiguo, cosa que cambia al llegar al centro de Madrid. El paso por la Puerta del Sol me ha parecido especialmente emocionante. Justo al salir de ella le insisto a mi compañero que siga a su ritmo. Aún debutante tiene mucho más nivel que yo y decide hacerme caso, por lo que me quedo solo.
Comienzo la segunda media con sensaciones encontradas: por un lado cardiovascularmente no me cuesta mantener el ritmo, pero muscularmente estoy hecho un giñapo. Empiezo a pensar que estas sensaciones, unidas al hecho de tener que visitar dos veces el WC casi seguidas puede ser síntoma de que mi hijo al final sí me ha contagiado su gastroenteritis, pero como es muy pronto para empezar con pensamientos negativos, decido abandonarlos, que hay mucha tela que cortar..., pero en el km. 22 me encuentro con un compañero de club que abandona, otro palo.
A todo esto el calor empieza a apretar. Lo he dicho muchas veces, pero es así: no me gusta nada el calor. No soy capaz de adaptarme a él y mi rendimiento baja muchísimo en cuanto el termómetro supera los 18º. Soy persona de fría estepa y de correr con hielo en el ambiente.
Encaro Príncipe de Vergara, a la sazón la clave de mis posteriores problemas. La subida, larga y sostenida va minando mis escasas fuerzas, aunque los parciales no se resienten en exceso. Afortunadamente buena parte del recorrido está cubierto del sol y eso me alivia. Pero al girar hacia Arturo Soria la situación cambia radicalmente: el sol golpea inmisericorde en un recorrido de contínuos toboganes que hace que mis molestias se conviertan directamente en dolor. Siento la lesión de adductor de enero, la inflamación del tendón de aquiles que arrastro desde hace unas semanas, los cuádriceps, cargadísimos por el golpeteo en las cuestas abajo, al igual que mis pobre rodillas...
Las pocas fuerzas que me quedan las voy dejando en esos toboganes, siento molestias gástricas, estoy bañado en sudor y la ingesta de agua y de sales no me alivia la tremenda sed que siento. Me encuentro hinchado y pesado. Pero sobre todo el dolor. Nunca había sentido tanto dolor en una carrera. Mis músculos están literalmente machacados y dudo que me respondan lo necesario para cumplir mi objetivo.
En el km. 30 veo a Lander, sin duda el que ha conseguido que bajara de las cuatro horas, ya que solo no hubiera podido de ninguna manera. A quien le conozca no hace falta que le diga nada. Para quien no le conozca sólo decir que se ha molestado en llevar agua, sales, frutas variadas..., pero sobre todo su compañía y aliento. Y no sólo su ánimo personal. Constantemente aplaudía a la gente y les incitaba a animar. Ha tenido palabras de aliento para el resto de los corredores y no me ha dejado pensar, trampa en la que solemos caer cuando las cosas van mal. Te lo he dicho por teléfono pero te lo repito aquí: sin tí hubiera acabado por encima de las cuatro horas, así que en parte mi marca es tuya amigo.
No obstante parecerlo, Lander no es un angel, y no hace milagros. En dos ocasiones tengo que andar durante unos cien metros. La transición carrera-marcha es horrible, las piernas se me acalambran y trastabillo durante unos metros. La arrancada no es mucho mejor, pero se que los kms. pasan, que llevo 36, 37, 38..., y que con marca o sin ella, (a estas alturas ando algo justo), el maratón está hecho.
La bajada de la Calle Alcalá me hace coger resuello, y ya se huele la meta. Tengo algo de miedo a la cuesta de Manuel Becerra, la cual no conozco, y le comento a Lander que igual ando un poco en ella para asegurar llegar con algo de dignidad a meta. Pero la cercanía del final, unos pedazos de barrita energética que ingiero, o vaya Vd. a saber qué, hacen que me recupere algo. Me anima que la cuesta tampoco me parece para tanto, y al coronarla no quedan más que dos kms.: está hecho...
Aparece "El tío del Mazo", pero el verdadero: el bueno de
Malagueta que se ha hecho unos progresivos acompañando gente del foro de
ElAtleta.com. El padre de esa criatura llamada "La Liga de los Paquetes" que tantísimas satisfacciones me ha proporcionado este último año en forma de motivación para ir a carreras que no hubiera hecho de otra forma y que sobre todo ha sido una manera de conocer gente estupenda. Otro crack. Lo del Tío del Mazo es porque se acompaña de uno de plástico con el que amenaza zurrarme si me ve decaer.
Pero ya estoy en estado de euforia. Esos dos últimos kms. son de largo los más rápidos de todo el maratón. Sacando fuerzas de donde media hora antes parecía no haber entro en el Parque del Retiro. Veo el reloj al fondo y veo que por poco no voy a ser sub-4 horas oficiales, (4:01:17), pero mi objetivo está cumplido.
Al cruzar la meta me derrumbo. Me tiemblan las piernas y me tengo que apoyar en las vallas. En la primera sombra que encuentro me siento, boqueando, dolorido. Satisfecho pero completamente roto. Ha sido el maratón más duro que he corrido nunca y si siempre digo que cada uno de ellos ha conseguido que empujara mis límites un poco más allá, este ha puesto el listón muy alto.
Os pego unas imágenes con mis tiempos parciales y por intervalos:
Lander, en la
Media Maratón de Madrid me preguntabas qué podía ofrecerte un maratón que no hiciera una media. Fácil: dolor y una satisfacción directamente proporcional a ese dolor, pero hoy me planteo si merece la pena.
Tranquilos se me pasará mañana.