sábado, 25 de junio de 2011

Y sin tiempo para pensar…

…Se me llega el momento de empezar a preparar el nuevo objetivo importante del año, los 100 Kilómetros Madrid-Segovia por el Camino de Santiago, que si bien no es una carrera de montaña, ya que se disputa casi íntegramente por pista, evidentemente no logra eludir el cruce de la Sierra de Guadarrama, lo que implica tener que subir cuestas y más cuestas...

La recuperación del MAM ha sido fácil. El no ser capaz de exprimirme y sacar de dentro ese punto extra que tanto eché en falta ese día, hizo que muscular y cardiovascularmente no sufriera en exceso, cosa que ahora ha jugado a mi favor, por lo que el descanso relativo de estas semanas ha dejado mis piernas (y mi mente) limpias y despejadas. Solo un problema, un grave problema, se atisba en el horizonte: el calor. Preparar un ultra en verano, y más para los rudos esteparios, acostumbrados a los rigores del frío invierno castellano, se hace muy cuesta arriba. Habrá que madrugar… o trasnochar.

En otro orden de cosas, el vídeo que pego a continuación es una escena de la película El Concursante, de Rodrigo Cortés, y el enlace me lo envía Miguel Emele, un gran fotógrafo al que visito con frecuencia.  Lo subo por dos motivos: el primero y fundamental, porque me sedujo su cuidadísima, por momentos espectacular, fotografía. Segundo porque no deja de ser una explicación (simplista, incluso para algunos algo demagógica quizá) de parte de los orígenes de nuestros males económicos. No es su intención sentar cátedra, recuerdo que no es más que la escena de una película y creo que como tal se debería valorar, pero sí hace pensar… Merece la pena ser visto (y oído) hasta el final.

 

 

Doce, semanas, doce… ayyysss…

lunes, 20 de junio de 2011

Pares, impares…

Foto tomada de la web Avila Digital 

¡Ay, como estaban por la tarde los ojillos de alguno de los que en ella sale, jejeje!

Pares-impares. También podría haberse llamado blancos-azules, solteros contra casados (bueno, esto mejor no: los solteros tienen ventaja) caracoles-tortugas o Montoyas-Tarantos. El caso es que desde hace varios años el Club Ecosport al que pertenezco organiza, a modo de cierre de temporada, una carrera en la que de forma aleatoria los participantes se dividen en dos grupos sumándose el puesto en meta de cada uno de ellos. Al final, el equipo que menos puntos tiene, gana. ¿El qué? pues básicamente el derecho a la burla sin compasión sobre el otro equipo.

Este año, a pesar de la enorme suerte de tenerme entre sus filas, perdió el equipo de los pares al que el dorsal 042 me hizo pertenecer... El bochorno de la derrota pronto quedó olvidado, gracias fundamentalmente al grifo de cerveza y al cuchillo jamonero que había en meta y que ayer se ganaron más que bien el jornal (dos jamones, dos, que cayeron). Después de tan sabroso avituallamiento final y de convenientemente duchados, degustamos en el mismo parque una paella y parrillada, alargadas en agradable sobremesa en la que no faltaron cafés, chupitos (cuando no güiscazos), muses y fútbol para los más atrevidos, además de las mil y una anécdotas, chascarrillos y cotilleos varios que siempre surgen al calor de la buena compañía. Una jornada de confraternización de lo más agradable.

La carrera en sí tiene doce kilómetros, fundamentalmente de camino, aunque hay unos tres kilómetros de asfalto y un par de ellos de sendero, terminando en el Parque de El Soto. Después de haber corrido el MAM el domingo anterior, tenía ganas de ver cómo estaba de recuperado y sobre todo, comprobar si la sospecha de que mis pésimas sensaciones ese día se debían a haber suspendido la medicación contra la alergia antes de tiempo (empecé a tomarla de nuevo el lunes pasado a ver si así…) Y a pesar de que lógicamente no estoy al cien por cien, y de que ayer hizo un fortísimo calor que afectó a los tiempos realizados, lo cierto es que sí pude exprimirme a tope, y si no hice mejor tiempo fue porque no había más. A mayores, esta mañana he estado en el médico. Después de comentarle mis molestias, y proceder a auscultarme, tomarme la tensión y practicar  un electro, la doctora coincide conmigo en que con toda probabilidad los problemas se deben a la alergia. Cada vez que lo pienso se me queda cara de gilipollas, pues es algo en lo que debería haber reparado antes, pero ya no hay más remedio que aprender la lección y tenerlo en cuenta en un futuro. Como descargo, que nunca había sentido que mi alergia me provocara más molestias que el picor de ojos, la rinitis y los estornudos, nunca problemas bronquiales.

Por supuesto que se hicieron cientos de fotos. En cuanto tenga alguna (habrá que expurgar las más vergonzosas, esas en las que la peña aparece con vampirescos ojos inyectados en sangre y con un más que dudoso estado de equilibrio) actualizaré la entrada.

Reseña de la carrera publicada por Avila Digital y de la que he tomado la foto que encabeza la entrada.

viernes, 17 de junio de 2011

Retazos del Maratón Alpino Madrileño.

 

Fotos (magníficas) del Maratón Alpino Madrileño 2011.

Tomadas de este álbum de la web A to Trapo.

Ha pasado sobradamente el mediodía. El sofocante calor en lo más profundo del pinar, a pocos kilómetros ya de Cercedilla, me hace sentir la boca seca y pastosa. Mis ojos están irritados, enrojecidos por la mezcla de sudor, sal reseca, polvo y el inmisericorde sol que los ha castigado durante horas. Me encuentro sucio y maloliente. Intento correr pero solo lo consigo a tramos a pesar del terreno favorable. Las fuerzas no llegan a donde el corazón quisiera. Avanzar es un ejercicio de fe en el que a mi mente no le doy más opción que seguir so pena de correr el riesgo de elegir cualquier otra que le planteara, por peregrina que esta fuese.

Dudo. Siento. Me hago preguntas: ¿de verdad me merece la pena? Cada carrera en la que realmente he competido, cada maratón en el que he dado todo lo que tenía dentro me ha hecho crecer, me ha hecho empujar mis límites un poco más allá. No soy un corredor de relumbrón. Mis marcas son y serán siempre muy modestas, pero sufro tanto como el que más. De hecho creo que más que la mayoría. Y con cada reto aprendo a soportar más y más dolor, más y más agonía. ¿De verdad me merece la pena? Las últimas semanas han sido tensas a la espera de que llegara este día. Una carrera se sufre desde el momento en que decides correrla. Y antes del pistoletazo de salida acumulas tensión por los entrenos de noche, o bajo el agua, o con molestias. O por el robo de tiempo a tu familia y amigos. A veces ese pistoletazo se convierte en una liberación y lo que menos importa es la carrera que empieza, sino que por fin todo va a terminar.

El dolor. El dolor que lo inunda todo. Que apaga cualquier otro sentimiento, que compromete mi capacidad de raciocinio. Son ya casi ocho horas ininterrumpidas de carrera, de brega contra desniveles pavorosos, contra la roca cortante y la arena suelta. Duelen mis cuádriceps, castigados por los vertiginosos descensos. Duelen mis gemelos de querer acercar mi cuerpo al cielo. Duelen mis hombros, duele mi cuello por la tensión nerviosa en una carrera que no te perdona un fallo. Duele mi cabeza, quizá por la deshidratación. Duele mi corazón, pero ese dolor no tiene remedio. ¿De verdad me merece la pena?

Echo de menos mis rodajes suaves, a ritmos tranquilos. Esos rodajes que te llenan de energía en vez de robarte un pedazo de vida. ¿Qué hago aquí entonces? Me prometí sufrir como nunca. Y lo he conseguido. Pero no, no me merece la pena.

Es lunes. Todo ha terminado. Mi decisión de no participar más en el MAM es firme. La he madurado en esos últimos kilómetros, en la reparadora (y gélida) ducha el el polideportivo de Cercedilla. En las cervezas con los amigos. El parte de daños al menos ha sido generoso: salvo el lógico agotamiento y un par de jirones de piel, tributo cobrado por la subida a Cabezas, no hay de qué preocuparse.

En el trabajo ya poca gente me pregunta por mis carreras. Hubo algo de expectación con los primeros maratones, pero después de tantos ya he dejado de ser noticia. Solo los compañeros más allegados conocen la dureza del Maratón Alpino Madrileño y se interesan por cómo me ha ido. En casa… sí, he enseñado fotos y vídeos... Después de un café de máquina no puedo evitar conectarme a internet a revisar crónicas y aventuras. Alguna llena de lirismo. Otras desde la barrera. Todas emocionadas, llenas de épica, sufrimiento… De reto superado las más o de aplazada cuenta por saldar para aquellos a los que la suerte les fue esquiva.

¿Cómo lo cuento? ¿cómo les digo a mis amigos que este es mi último MAM? ¿cómo explicarles que elijo el placer del correr por correr, por las quedadas, por su sola compañía en vez del tortuoso camino de la superación?

Intento, quizá por mi pésima memoria, que mis crónicas estén trufadas de experiencias, y por experiencia sé que lo que se cuenta no es ni un pálido reflejo de lo que se siente. De lo que cada corredor sintió. De lo que perdurará en las memorias de los supervivientes. ¿Necesito más de esas experiencias? ¿de qué me servirá luchar una y otra vez contra mí mismo? ¿para qué quiero acumular más y más dolor? Es una guerra sin victoria posible y por fin lo he entendido: si yo mismo me convierto en mi propio enemigo jamás venceré. Y eso es precisamente lo que consigue la montaña. Eso es lo que consigue el Maratón Alpino.

Tomo otro café e innumerables vasos de agua. Mis cansadas piernas están hinchadas, llenas de desechos metabólicos que hay que limpiar. Intento fijar mis recuerdos. Repaso mentalmente cada paso, cada tropiezo. Se empiezan a subir fotos. Aparecen los primeros comentarios en los foros. Éxitos y falsos fracasos, falsos porque éxito es el solo hecho de haber estado allí. Hay veteranos expertos y debutantes a los que dominaba el miedo. Pero nada nuevo, nada que no se haya escrito, con distintos actores y escenario, una y mil veces tras cada carrera. 

Comienzan a aparecer crónicas y sentimientos. Comienza a dibujarse la realidad de lo por cada uno hecho. Leo desde la distancia de lo que ya considero pasado. Desde la comodidad de mi decidida y nueva condición de mero ludo-runner…

Una de esas crónicas, entusiasta, termina:

¡Ya falta menos para el MAM 2012!

Y mi cabeza baja. Suspiro y mis ojos se entrecierran. Mi mano sobre el ratón se crispa. Y mi corazón late mientras un nudo mi garganta aprieta…

Porque piensas: ¡ea, ya está otra vez liá!

 

MAM 2012: nos vemos.

 

PD. Toda esta entrada, salvo su último párrafo, es una gran mentira… Bueno, lo del dolor, el sufrimiento… eso tiene algo de verdad. Pero mientras se me siga poniendo el vello de punta viendo fotos como las de esta entrada ¡ay, amigo! habrá que pelear por un dorsal…

lunes, 13 de junio de 2011

Maratón Alpino Madrileño 2011. ¿Explicaciones o excusas?

Foto gracias a Mayayo, convertido en eficaz cronista oficial del MAM.

He dudado mucho sobre como iniciar esta entrada. Hay varias imágenes de esas que perduran en el recuerdo y que me venían en tropel pugnando por el dudoso honor de ser la primera aquí vertida. Entre ellas, el calor del asfalto en mis pies desnudos; la desesperada mirada del muchacho rendido en los Tubos de Cabezas, roto física y mentalmente en un sitio complicado y con difícil escapatoria a quien poco más que agua y alimento pude ofrecer; el ánimo de los voluntarios ¡dios, cómo se agradecen!; el monumental cabreo, sin destinatario claro, al terminar; David y Eduardo (Commedia) por acercarse a hacer fotos a un puñado de sudorosos corredores sin más recompensa que nuestro fugaz agradecimiento…

Al final, sumido en tan absurdas dudas, empezaré por donde toda la vida se ha empezado: por el principio, y las imágenes irán cayendo a medida que vaya aporreando el teclado…

Llevo varias semanas con problemas. Como comentaba en mi entrada del pasado viernes he entrenado (en mi modesto nivel) creo que suficiente tanto en volumen e intensidad como en “calidad”, entendiendo esta como entrenamientos “in situ” que considero imprescindibles para acostumbrarse al terreno y hacer kilómetros en altura. A pesar de ello, llegado el caso, últimamente no soy capaz de “exprimirme” a tope. Las fuerzas están ahí y las siento, pero no puedo acceder a ellas. Mis músculos responden y se recuperan sin problemas de cualquier esfuerzo, pero no hay motor para aprovecharlos. Es una sensación frustrante que me hace sentir como el conejito de las pilas normales en el anuncio de Duracell y de la que no acabo de identificar el origen. Barajo el hecho de que en mi familia cercana ha habido últimamente enfermedades que han requerido antibióticos y algo me lleva rondando desde entonces, un posible sobre-entrenamiento o incluso, cosa que se me ha ocurrido hoy mismo, que justo por esas fechas dejé de tomar la medicación contra la alergia y aunque puedo llevar una vida normal, sin molestias, aún padezca alguna pequeña secuela…

Con estos antecedentes me presenté ayer en la salida del MAM en la esperanza de que mis males me dieran un respiro y al igual que en dos mil nueve la carrera me deparara unas sensaciones excelentes. No fue así. La salida del MAM comienza en una corta cuesta arriba de unos cien metros Y YA AHÍ noté que la cosa no iba a ir bien: pulsaciones altas, jadeos y unas piernacas como columnas dóricas esperando un combustible que no llega… Desesperantemente lento para lo que pensaba fui desgranando esos primeros kilómetros hasta el Puerto de Navacerrada, compartiendo alguno de ellos con Carlos y Paco, de los que pronto me descolgué. Ya en el puerto le confesé a Mayayo (gracias otra vez por las fotos y los ánimos) que no iba bien. Aún así hice lo posible por “posar”:

Última rampa hacia el Puerto de Navacerrada.

Avituallamiento en el Puerto de Navacerrada.

Primeras rampas de subida a Bola del Mundo.

La subida a Bola del Mundo sigue siendo igual de pestosa. Es de suponer que hace decenas de años estas laderas, ahora cubiertas de piedra rota y suelta, de restos de la construcción de las pistas de esquí y peladas de vegetación, fueran un vergel como el monte que le rodea. Una lástima el deterioro ambiental y paisajístico por culpa de un desarrollo mal entendido y sobre todo, mal ejecutado. Pero al tema, que desvarío…

Esta tarde he estado comparando los parciales de ayer con los de hace dos años y he comprobado que coroné Bola del Mundo aproximadamente en el mismo tiempo en que lo hice en dos mil nueve, cuando en circunstancias normales ya debería haber rebajado aquí un buen puñado de minutos. La bajada por la Loma del Noruego la hago sin problemas, de hecho la disfruto muchísimo: es lo suficientemente técnica como para ser divertida pero no tanto como para temerla. Bajando sí rebajo algo los tiempos de hace dos años.

En Cotos aparecen David, un forero amigo de ElAtleta.com y Eduardo (Commedia), al que no conocía. Un placer saludaros y hacerme unas fotillos con vosotros y muchas gracias por los ánimos.

 Última rampa antes de Cotos. Foto de David.

Encaro la subida a la segunda torre del día: Peñalara y sus dos mil cuatrocientos treinta metros que la convierten en techo de la Comunidad de Madrid. Esta subida, aunque más larga y con más desnivel acumulado es mucho más amable que la de Bola del Mundo, la pendiente es menos acusada y en sus primeros kilómetros hacia el Collado Peña Citores discurre por un hermoso pinar. Esto la hace mucho más “negociable” que las subidas a los otros dos colosos del día: Bola del Mundo y Cabezas de Hierro. Pero a pesar de ello sigo sin ir bien. De hecho el cansancio va haciendo mella y soy dolorosamente consciente de que todavía queda la mayor parte de la carrera, lo que supone mucho, muchísimo sufrimiento…

En el tramo entre Dos Hermanas y el alto de Peñalara en que coincidimos los que subimos con los que bajan me cruzo con Angel, Carlos, Paco, Iván y Ana. Ignoro cual era mi rostro y qué les decía mi expresión a mis amigos, pero constantemente voy repitiendo como un autómata quejica: voy mal, voy mal…Corono Peñalara y me aprieto fuertemente los cordones de mis Trabuco. La vertiginosa bajada hacia Cotos se hace por las zetas, una pista muy transitada, con mucha pendiente y moderadamente técnica, muy rápida si tienes el valor de aprovecharla, y el roce de una zapatilla floja puede destrozarte los pies. Aún así al llegar abajo mi talón derecho quema y temo que la piel se haya despegado y provocado una enorme ampolla, cosa que por fortuna no ocurre.

En el segundo paso por Cotos vuelvo a ver a David y Eduardo. Y por desgracia a Nacho, que se ha retirado debido a problemas físicos. Bastante has hecho con ponerte en línea de salida, amigo. Prefiero no pensar en la posibilidad de quedarme allí con él, tomarnos unas cervezas en Venta Marcelino y bajar juntos a Cercedilla. Por contra, sin apenas descanso, y con negros nubarrones nublando mi mente, tiro para Cabezas de Hierro

Con David, foto de Eduardo.

Con Eduardo, foto de David, cámara de Eduardo.

A pesar de las previsiones, tampoco esperaba el bajonazo tan pronto. Ni siquiera llegué al inicio de la subida. Ya en el tramo entre el Refugio del Pingarrón hasta el ataque a Cabezas de Hierro me hundo espectacularmente. Esa parte no es objetivamente dura. El terreno es rizado y tiende a subir, pero sin grades desniveles. Con buenas piernas se puede hacer casi íntegramente corriendo. Yo apenas puedo hacerlo en las cuestas abajo, cuando dejarse caer es más económico que andar. Me espera una tortura en los tubos…

“Paso de supervivencia” No tengo otro remedio que asumir ese paso corto, de bajo gasto, lento, terco, machacón… Y no pensar. Cada pocos metros paro y boqueo. Las pulsaciones ya no son tan altas a un ritmo tan ridículo. Tengo ganas de vomitar y en una de esas absurdas obsesiones que te bullen en la cabeza cuando no puedes pensar con claridad me preocupo de hasta qué punto hacerlo me agravaría la incipiente deshidratación que delata la costra de de sal reseca de mi rostro.

La subida se me convierte en un calvario. Por delante de mí tengo una fila de corredores/trepadores falsamente cercanos. Para entretenerme a veces fijo el momento en que uno de ellos pasa por determinado punto. Quizá a tan solo cincuenta metros de mí. Tardo una eternidad en llegar a ese punto. Un kilómetro, no más, que tienen los tubos, se transforma así en algo insoportablemente largo. Es allí donde veo a un corredor sentado un poco por encima de mí. De lejos tiene mal aspecto. Le veo levantarse, andar un par de pasos y volverse a sentar. Muy lentamente me acerco a él y realmente compruebo que tiene muy mala cara. Le pregunto si tiene algún problema (es evidente que sí) y me aseguro de que no está accidentado. Simplemente tiene un cuadro de agotamiento extremo, fruto, deduzco, de la deshidratación ya que no lleva nada de líquido encima. Le ofrezco  agua y comida y me ofrezco a acompañarle hasta el siguiente avituallamiento, a unos trescientos metros cuesta arriba. Solo  me acepta el agua y me comprometo con él a avisar al personal de la organización, como así hago. Luego supe que consiguió seguir adelante después de atendido del desfallecimiento.

La última parte de la cuesta torna en canchal de piedra, donde en alguna ocasión hay que recurrir a las manos para seguir adelante. Es mucho más estimulante que el desmenuzado y suelto tramo anterior, pero ni en eso encuentro consuelo. El único pensamiento que me resulta útil es saber que con independencia del ritmo que consiga llevar de ahí en adelante, en el alto de Cabezas de Hierro “termina” todo. Hasta Cercedilla simplemente puedes “dejarte ir” sabiendo que dentro o no de control, llegar, llegas a meta. Paro unos minutos en el alto de Cabezas de Hierro, fundamentalmente para recuperar la necesaria coordinación motora necesaria para hacer el inicio de la bajada, de largo la parte más técnica del MAM.

Solo me queda una estrategia: trotar suave, dejándome caer, cuesta abajo y andar lento cuesta arriba, pero incluso eso se me hace difícil, y en la subida hacia el Cerro de Valdemartín, corta y no excesivamente dura, tengo que parar un par de veces.

La bajada de Bola del Mundo la hago del tirón, maldiciendo el que las fuerzas no acompañen unas excelentes sensaciones a nivel muscular que me permiten olvidarme de molestias de cuádriceps, isquios y gemelos, por lo general muy castigados ya a estas alturas.

Y del Puerto de Navacerrada a Cercedilla prácticamente me rindo. El calor al entrar de nuevo en bosque cerrado y perder tanta altura en tan poco tiempo me golpea bruscamente y me hace sudar profusamente. Y de nuevo la misma puñetera sensación. Inmejorables sensaciones musculares, nada de fuerza para aprovecharlas. Las pulsaciones aquí ya han bajado hasta límites irrisorios, tan poca es mi capacidad de sacar nada más de mí mismo, pero todo pasa. El camino de El Calvario también, y al fin llego a meta. Prácticamente en el mismo tiempo que en dos mil  nueve pero  con mucho más sufrimiento que entonces.

Diez minutos después bajo andando a mi coche en busca de la bolsa para ducharme con un agua gélida que no obstante me revitaliza. Ando descalzo para liberar a mis pobres pies del agobio de las apretadas zapatillas, sintiendo en las plantas de mis pies el calor acumulado en el asfalto. No tengo apenas molestias. Nada que ver con las sensaciones de otras carreras en que he acabado roto muscularmente. Mi cabreo es importante: meses de entreno, un objetivo confesado de darlo todo, de jugármelo todo a esta carta y sufrir como un perro sin  conseguirlo…

A falta de otro consuelo, me quedaré con la estadística. Buena marca o no (más bien no), segunda participación en el MAM, segundo “título” de superviviente. Ahora, a pensar en el siguiente objetivo… ¡Uch… pero si ya estoy inscrito!

Y para los pocos que aún no conozcan qué es el MAM (imperdonable después de lo pesado que me he puesto con él toda esta temporada) el gran Mayayo se curró el vídeo oficial de la carrera en el que servidor tiene el honor de salir alguna que otra vez:

 

Edito para incluir otro vídeo del gran Mayayo, centrado en el grupete de paquetes del foro de ElAtleta.com en el que se puede comprobar mi poca soltura delante de las cámaras, en parte por la tensión previa a la salida que hasta yo mismo me noto:

Otros enlaces:

Fotos de Mayayo.

Fotos cortesía de Venta Marcelino.

Fotos de David (forero de ElAtleta.com).

Fotos de Eduardo (Commedia)

Clasificaciones.

domingo, 12 de junio de 2011

Superviviente… Por los pelos…

Quizá porque pequé de soberbia en mi anterior entrada. Quizá porque le perdí el respeto a la carrera. Quizá simplemente porque ha sido un mal día.

Y no importa tanto la marca que consiga como el modo de hacerlo. Mi compromiso no es con el cronómetro sino con el sufrimiento, con el agotamiento extremo.

Eso escribí, y los dioses, por mis pecados, exactamente eso me han dado: un sufrimiento extremo (ya desde el primer kilómetro las sensaciones eran pésimas y solo el plus de motivación que llevaba me ha impedido abandonar en el segundo paso por Cotos), y una marca mediocre, prácticamente idéntica a la de mi anterior participación y muy inferior a aquella para la que he entrenado.

Un día raro con raras sensaciones: no he sido capaz de exprimirme pero he sufrido lo indecible. He llegado roto a meta y sin embargo ahora no tengo apenas molestias…

Lo que sí tengo es sueño, así que me voy a dormir y ya contaré. A ver cómo me explico…

viernes, 10 de junio de 2011

Maratón Alpino Madrileño. No va más…

Veintiocho, veintinueve, treinta... Pulso el botón del lap de mi pulsómetro. He terminado. Esos treinta segundos eran el último cambio de ritmo de la sesión de ayer. Salvo los minutos restantes de trote suave hasta casa, mi entrenamiento para el MAM ha finalizado. El domingo bregaré de nuevo con el autoproclamado "Posiblemente Maratón Más Duro del Mundo". Afirmación con la que no estoy de acuerdo sencillamente porque no es cierta: el MAM es más largo que un maratón...

Tengo muchas, muchísimas ganas de correr el MAM de este año. Estoy más motivado de lo que nunca he estado en ninguna otra carrera. He comprometido mi palabra con todo aquel que ha tenido la paciencia de escucharme estos días en dar hasta la última gota de mi sudor, hasta el último aliento que puedan exhalar mis pulmones, para llegar a esa meta de Cercedilla. Y no importa tanto la marca que consiga como el modo de hacerlo. Mi compromiso no es con el cronómetro sino con el sufrimiento, con el agotamiento extremo. Con los dolores de cuádriceps y las ampollas en los pies. Con el instinto de supervivencia que me exigirá parar innumerables veces... Tengo mis motivos para que así sea aunque solo a un puñado de amigos he confesado qué significa el MAM de este año para mí. Entre esas razones se encuentra el dar carpetazo, de un modo simbólico, a los dos peores años de mi vida. Fue el MAM de dos mil nueve la última carrera que corrí, y será el MAM de dos mil once el de mi regreso a la competición. Mi participación en esta edición tiene por tanto un fuerte significado simbólico que no puedo dejar pasar por alto y que quiero aprovechar en una suerte de catarsis personal que en vez de un final de etapa signifique un nuevo comienzo.

¿Estoy preparado?. Pregunta trampa... ¿preparado para qué? Mi andadura comenzó en septiembre, y por aquel entonces una sesión de entrenamiento típica podía consistir en alternar tramos de un minuto trotando y otro andando durante veinte o treinta minutos. Ni mi lamentable estado de forma después de año y medio parado y un considerable aumento de peso, ni mi estado anímico permitían más, hasta el punto de que, incluso con tanto tiempo por delante, terminar el MAM dentro de control se me antojaba difícil. Es posible que hubiera podido entrenar algo más (siempre se puede entrenar algo más, o algo mejor...) pero partiendo de donde lo hacía estoy razonablemente satisfecho de lo que he conseguido. El domingo no temo entrar fuera de tiempo, y eso es más de lo que sentía hace dos años en los días previos a la carrera: miedo a no superar el reto. En este camino he tenido una ayuda inestimable: la de Iván, guía entusiasta e impagable motivador en los momentos difíciles que han sobrevenido durante estos meses, y también la de un puñado de amiguetes que se fueron cobijando al calor de la misma lumbre que a mí se me ofreció y con los que he compartido dudas, pesares, entrenos y alegrías.

El domingo a las ocho varios de ellos tomaremos el Camino del Calvario (nunca la salida de una carrera tuvo tan apropiado nombre) en dirección al Puerto de Navacerrada. Esos primeros kilómetros estarán sembrados de risas y bromas. Luego estas se acabarán: Bola del Mundo, Peñalara y Cabezas de Hierro pondrán en tensión nuestros músculos, y las vertiginosas bajadas por la Loma del Noruego, Dos Hermanas y Bola, nuestros nervios; y durante unas (muchas) horas ese recorrido exigirá todo lo mejor que nuestro cuerpo y mente le puedan ofrecer, toda nuestra energía, motivación y concentración.

He entrenado "in situ" todo lo posible. En las últimas semanas he completado al menos un par de MAMes amén de otros recorridos por la zona. He dado prioridad a la montaña antes que a la carrera en el convencimiento de que para corredores de mi nivel una prueba así se prepara mejor pensando en horas de monte que en kilómetros recorridos. No tengo una idea clara de qué registro puedo hacer, no es mi objetivo marcar tal o cual tiempo en meta, y de hecho tengo pensado no llevar apuntados los pasos intermedios como sí hice en dos mil nueve. Creo conocer lo suficiente tanto el recorrido como a mí mismo como para poder correr por sensaciones, apretar el paso donde pueda exprimir un poco más mis fuerzas y caminar donde intuya que deba ahorrarlas a la espera de terreno más favorable. Porque al final lo que cuenta es cruzar la meta de Cercedilla con saldo cero. Haberlo dado TODO en esas horas y haber dejado por el camino, con cada gota de sudor y cada crujir de rodilla parte de los fantasmas que todos llevamos dentro.

Tengo muchas, muchas ganas de correr este MAM, y sé que aunque mis fuerzas son limitadas no será mi mente la que se rinda ante el dolor y el cansancio. Sí, estoy preparado. De hecho estoy ansioso por empezar...

lunes, 6 de junio de 2011

I Media Maratón por la Naturaleza.

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Representación paquetil en Hoyos del Espino.

Los chicos de Forofos del Running organizaron ayer la primera (espero que de muchas) edición de la Media Maratón por la Naturaleza, y en mi opinión, fue todo un éxito.

De entrada Hoyos del Espino es un enclave paradisíaco enclavado en plena Sierra de Gredos, rodeado de bosques, principalmente pinares, de fábula, con multitud de ofertas de turismo rural, actividades al aire libre y acceso natural a buena parte del macizo central de Gredos. Naturaleza a raudales.

La organización ha diseñado un circuito ameno, con aproximadamente un veinte por ciento de asfalto, y el resto por pista perfectamente transitable salvo una bajada “disfrutona” y una pequeña subida muy corta pero muy empinada, ya en el pueblo, que obligó a la mayoría a andar unos metros.

Aquí podéis ver el recorrido y perfil (no he sido capaz de publicar el trazado que reproduce la web oficial, por lo que lo he descargado y subido a wikiloc citando fuentes):

 

elevProfile El circuito es exigente pero en ningún caso se puede considerar de montaña (ni por asomo, pese a las opiniones de algún “asfaltero” al que las cuestas le pillaron por sorpresa) y de hecho creo que la elección correcta de calzado es la de nuestras zapatillas normales de entrenamiento.

El precio de la inscripción me pareció razonable (diez euros), y la realicé sin problemas a través de la web de Chiptiempo. Algo más de trescientos inscritos y doscientos treinta llegados a meta. La entrega de dorsales es rápida y cómoda. Además hay un aparcamiento enorme justo al lado de la zona de salida-meta-entrega de dorsales. La organización en todo momento me pareció impecable, especialmente por el trato amable y familiar que tuvimos en todo momento. Es lo que tienen las carreras organizadas por y para corredores, que a falta de patrocinador de enjundia que en su búsqueda de negocio compre voluntades, derrochan pasión por su labor.

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Un par de momentos previos a la salida.

En lo personal se trataba de hacer el último rodaje previo al MAM y pasar sin mayores pretensiones una buena mañana con los amiguetes, varios de los cuales serán de nuevo compañeros de fatigas este domingo…

Al final, como siempre, acabas apretando algo más de lo previsto, y si en la salida (los últimos y los más ruidosos) hablábamos entre risas de intentar mantener la posición, luego fuimos remontando puestos a medida de que pasaron los kilómetros, seguramente atraídos de forma instintiva por el grifo de cerveza y los bocadillos de panceta y chorizo a la parrilla con que nos obsequió la organización en meta, amén de una bolsa del corredor cuyo valor superaba con creces el importe pagado. En resumen: una carrera de lo más recomendable, que para variar, me pilla a menos de una hora de casa y a la que volveré seguro.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA         Ahí esas cervecitas, empanadas, panceta, choricito…

Las sensaciones, sin ser malas del todo, no fueron tampoco nada buenas. Sigo con esa sensación que me acompaña ya desde hace un par de semanas de andar rondando algo sin que ese algo acabe de brotar, por lo que en carrera mis pulsaciones van altas y no soy capaz de “exprimirme” llegado el caso. Esa es mi única preocupación de aquí al domingo: cuidarme, descansar y esperar...

Enlaces (actualizaré a medida que los vaya recopilando):

Resultados provisionales.

Fotos de E2pradolonguero. Servidor aparece en la treinta y siete.