Foto del diario digital 20 Minutos.
Son poco más de las tres de la tarde.
Estoy en casa de mis padres con mi sobrino Alberto, de siete años. Le he llevado para despedirse de sus abuelos. Lleva varias semanas de vacaciones con nosotros, pero en una hora tenemos que salir los dos para Barajas, ya que debe coger el avión de vuelta a casa, en Palma de Mallorca. Comienza el noticiario de Antena 3 y la primera noticia habla de un avión que se ha salido de la pista en la T4. No parece grave y no se habla en estos momentos de víctimas, pero puestos a pecar, suelo hacerlo de prudente...
- Me voy con tiempo. No vaya a ser que haya problemas a la entrada del aeropuerto...
Mi sobrino es muy dormilón. A los pocos minutos de entrar en el coche su cabecita se ladea y el sueño le vence. Apenas entrar en la AP-51 conecto la radio para saber cómo le va a la expedición española en Pekín, pero los altavoces comienzan a escupir su macabra cuenta: "se confirma que hay víctimas mortales", "hay dos víctimas confirmadas", "el número de muertos asciende al menos a siete", "hay más de cuarenta muertos..."
Un nudo crece en mi garganta. Estoy a medio camino del drama de cientos, de miles de personas. No puedo por menos que recordar algún spot de la DGT en la que se incide en el tristísimo y cierto hecho de que por cada persona que fallece en accidente hay docenas que pagan, y lo hacen en un insufrible dolor: madres, hermanos, amigos, hijos... No, no son sólo los muertos, para los que acaba su vida. La de muchas más personas se verá alterada. Vidas desgarradas y marcadas para siempre por la dramática y absurda pérdida de un ser querido.
Mi sobrino sigue dormido, cosa que agradezco. Escucho que el aeropuerto está cerrado al tráfico, hecho que me confirma la Guardia Civil. Llego a Villalba y doy media vuelta.
Pienso en la gente que ha perdido su vida. En tantas familias destrozadas. El nudo cada vez es mayor.
Ya casi a la entrada de Avila mi sobrino despierta:
- Tío, ¿todavía estamos en Avila?
-Sí cariño. ¿Sabes?, se ha estropeado un avión en el aeropuerto. Se ha quedado en medio de la pista, y los demás no pueden despegar. ¿Te quieres quedar un par de días más con los tíos?
- Vale.
Sonidos de sirena, gritos, llantos, el andén de la T4, humo, sangre, ambulancias... De nuevo, como entonces, el Ifema como escenario macabro. Y el dolor, el infinito e indescriptible dolor de rostros rotos por la angustia de no saber en qué lista está su hijo, siendo dolorosamente consciente de que aquella en que le gustaría encontrarlo es exigua, mientras la otra crece sin parar. La confusión, la rabia, las preguntas sin respuesta.
Imágenes que quedan en la mente, como flashes que tiempo después nos recordarán el horror de aquel día. La que encabeza esta entrada me llamó poderosamente la atención: la de un vuelo anunciado que ya no va a llegar.
Muchas vidas se han perdido, pero muchas más han cambiado para siempre. Para los dueños de esas vidas truncadas, mi más cariñoso abrazo. No estáis solos, todos compartimos vuestro dolor.
4 comentarios:
tTe faltó un detalle, que tenía 7 años. Ahora entiendo mejor...
Repito lo dicho, me alegro de que las cosas os fueran "casi" bien, y sólo se tratara de un "avión averiado" en la pista.
Besos y unida en el dolor!
Que barbaridad...
que tristeza de noticia.
un beso grande.
Lo cierto es que lo peor de una muerte así,es el dolor de las familias que aquí se quedan,marcadas para siempre,todo suceso así es una perdida para todos,un saludo.
Yo vivo cerca del aeropuerto y no me podía creer lo que estaba pasando. Esto nos recuerda que estas cosas pasan de vez en cuando.
En este caso el dolor es de todos. Abrazos.
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