jueves, 8 de marzo de 2007

El Arco Iris

Recuerdo haber leído en alguna ocasión que el clímax de nuestra vida puede que lo encontremos en la contemplación de la caída del pétalo de una flor, del roce de una brizna de hierba en nuestros pies desnudos o en la caricia de una racha de viento en el rostro. O quizá en los acordes de una pieza cientos de veces escuchada antes.

Será la conjunción de una serie de factores la que de a ese momento un toque especial y mágico en el que sintamos que nuestra existencia ha alcanzado su plenitud y nos haga sentir que ha merecido la pena vivir. Después de ese momento nada sería como antes, pues nuestra mente se habría abierto a una nueva percepción de la realidad: seremos iniciados en ese eterno y casi siempre inacabado viaje en busca del conocimiento definitivo que nos haga Sabios en toda su extensión.

Al margen de la reflexión pseudofilosófica que acabo de transcribir, y que en mi modesta opinión peca de exceso de transcendencia, sí es cierto que hay momentos "especiales", que invitan a la reflexión, al recogimiento, y que nos hacen crecer, no por el conocimiento empírico que obtengamos de ellos, sino por el conocimiento que nos aportan de nosotros mismos.

Son esas cosas que sin saber muy bien porqué "nos llegan" muy adentro y permanecen ahí para siempre: una sonrisa de nuestro hijo, la visión de un paisaje con una luz especial como nunca antes lo habíamos visto, un atardecer en un rodaje vespertino...

La noche del lunes al martes fue lluviosa en Avila. Intermitentemente oí como las gotas de agua azuzadas por el viento, golpeaban furiosas la persiana de mi dormitorio. No obstante al llegar a mi trabajo el cielo plomizo se abría a algunos claros por los que se colaba la luz del sol.


Atravesaba "La Cuesta del Rastro", (Km. 20 de la Media Maratón de Avila), a punto de cruzar el "Arco de la Santa", camino de mi trabajo cuando mi vista se giró hacia la izquierda, hacia el oeste.


Allí, esplendoroso en su sutil belleza uno de los Arco Iris más hermosos que he visto en mi vida desplegaba todos su increíbles matices de color, girando del violeta al rojo con una suavidad y luminosidad nunca igualadas por la paleta de ningún pintor.

Mi tiempo era justo, faltaba poco para que comenzara mi jornada de trabajo, pero me demoré en la contemplación de tanta magnificencia, para nada empequeñecida por más que la ciencia explique que es un mero fenómeno atmosférico debido a la refracción de la luz.

Ese arco iris, todos los arcos iris, era más que eso. Era una expresión máxima de la belleza que el hombre no podrá siquiera remedar en sus obras, empalidecidas en la comparación. Era el producto de una naturaleza generosa que no sólo nos ha regalado la existencia, sino que se ha preocupado de hacérnosla agradable, siempre que sepamos mirar, siempre que tengamos un minuto para su contemplación.

La foto que ilustra la cabecera de esta entrada está extraída de http://eucalyptusdeglupta.com/intropg.htm

La segunda es mía, de la Media Maratón de Avila del pasado año, sin permiso del desconocido corredor, al cual pido disculpas por usar su imagen si algún día se deja caer por este blog.


6 comentarios:

Merak dijo...

el climax suele estar en las cosas más sencillas, pero amigo, hay que saber verlas y apreciarlas, felicidades por ello
abrazos

Anónimo dijo...

lo malo de esto es que normalmente vivimos tan deprisa que no nos paramos a mirar a nuestro alrededor. es lo que siempre me asombra cuando veo algún documental de alguna tribu salvaje, la felicidad que transmiten sin tener "nada" de lo que nosotros consideramos imprescindible. un saludo.

Santi Palillo dijo...

Ahora tengo la suerte de poder pararme mucho a observar lo que me rodea, el problema es que corriendo también me paro pero cuando aprenda a diferenciar los momentos de parar...

Te ha quedado una entrada de lo más zen.

anita (la gurisa) dijo...

Coincido con Santi, tendrias qeu pasar por el blog de runner...

http://blogs.ya.com/corredordefondo2/

es muy zen, aparte que tiene unas fotos hermosas y cuando lees sus palabras salis flotando...

Amig@mi@ dijo...

No me digas como, pero llegúe atu blog buscando una margarita deshojada para el mio... Enhorabuena
los sentimientos que dejas traspasar no se encuentran a menudo.
Un saludo y si no te importa te visitare de vez en cuando ;)

Carlos dijo...

Amig@ Mi@, (Montse de ahora en adelante), no sólo no me importa que vengas todas las veces que quieras, sino todo lo contrario. Visitas como la tuya, ajenas a este mundillo del atletismo animan a darle un toque "especial" a un blog teóricamente especializado en un tema concreto y a plasmar de vez en cuando algo de ese mundillo interior que todos tenemos dentro.

Sólo espero que no te aburras cuando hable de esas "tontás del correr" que en definitiva son la base de este blog.

En tu blog no me he atrevido. Aquí sí: un beso. ;-)