Fotos (magníficas) del Maratón Alpino Madrileño 2011.
Tomadas de este álbum de la web A to Trapo.
Ha pasado sobradamente el mediodía. El sofocante calor en lo más profundo del pinar, a pocos kilómetros ya de Cercedilla, me hace sentir la boca seca y pastosa. Mis ojos están irritados, enrojecidos por la mezcla de sudor, sal reseca, polvo y el inmisericorde sol que los ha castigado durante horas. Me encuentro sucio y maloliente. Intento correr pero solo lo consigo a tramos a pesar del terreno favorable. Las fuerzas no llegan a donde el corazón quisiera. Avanzar es un ejercicio de fe en el que a mi mente no le doy más opción que seguir so pena de correr el riesgo de elegir cualquier otra que le planteara, por peregrina que esta fuese.
Dudo. Siento. Me hago preguntas: ¿de verdad me merece la pena? Cada carrera en la que realmente he competido, cada maratón en el que he dado todo lo que tenía dentro me ha hecho crecer, me ha hecho empujar mis límites un poco más allá. No soy un corredor de relumbrón. Mis marcas son y serán siempre muy modestas, pero sufro tanto como el que más. De hecho creo que más que la mayoría. Y con cada reto aprendo a soportar más y más dolor, más y más agonía. ¿De verdad me merece la pena? Las últimas semanas han sido tensas a la espera de que llegara este día. Una carrera se sufre desde el momento en que decides correrla. Y antes del pistoletazo de salida acumulas tensión por los entrenos de noche, o bajo el agua, o con molestias. O por el robo de tiempo a tu familia y amigos. A veces ese pistoletazo se convierte en una liberación y lo que menos importa es la carrera que empieza, sino que por fin todo va a terminar.
El dolor. El dolor que lo inunda todo. Que apaga cualquier otro sentimiento, que compromete mi capacidad de raciocinio. Son ya casi ocho horas ininterrumpidas de carrera, de brega contra desniveles pavorosos, contra la roca cortante y la arena suelta. Duelen mis cuádriceps, castigados por los vertiginosos descensos. Duelen mis gemelos de querer acercar mi cuerpo al cielo. Duelen mis hombros, duele mi cuello por la tensión nerviosa en una carrera que no te perdona un fallo. Duele mi cabeza, quizá por la deshidratación. Duele mi corazón, pero ese dolor no tiene remedio. ¿De verdad me merece la pena?
Echo de menos mis rodajes suaves, a ritmos tranquilos. Esos rodajes que te llenan de energía en vez de robarte un pedazo de vida. ¿Qué hago aquí entonces? Me prometí sufrir como nunca. Y lo he conseguido. Pero no, no me merece la pena.
Es lunes. Todo ha terminado. Mi decisión de no participar más en el MAM es firme. La he madurado en esos últimos kilómetros, en la reparadora (y gélida) ducha el el polideportivo de Cercedilla. En las cervezas con los amigos. El parte de daños al menos ha sido generoso: salvo el lógico agotamiento y un par de jirones de piel, tributo cobrado por la subida a Cabezas, no hay de qué preocuparse.
En el trabajo ya poca gente me pregunta por mis carreras. Hubo algo de expectación con los primeros maratones, pero después de tantos ya he dejado de ser noticia. Solo los compañeros más allegados conocen la dureza del Maratón Alpino Madrileño y se interesan por cómo me ha ido. En casa… sí, he enseñado fotos y vídeos... Después de un café de máquina no puedo evitar conectarme a internet a revisar crónicas y aventuras. Alguna llena de lirismo. Otras desde la barrera. Todas emocionadas, llenas de épica, sufrimiento… De reto superado las más o de aplazada cuenta por saldar para aquellos a los que la suerte les fue esquiva.
¿Cómo lo cuento? ¿cómo les digo a mis amigos que este es mi último MAM? ¿cómo explicarles que elijo el placer del correr por correr, por las quedadas, por su sola compañía en vez del tortuoso camino de la superación?
Intento, quizá por mi pésima memoria, que mis crónicas estén trufadas de experiencias, y por experiencia sé que lo que se cuenta no es ni un pálido reflejo de lo que se siente. De lo que cada corredor sintió. De lo que perdurará en las memorias de los supervivientes. ¿Necesito más de esas experiencias? ¿de qué me servirá luchar una y otra vez contra mí mismo? ¿para qué quiero acumular más y más dolor? Es una guerra sin victoria posible y por fin lo he entendido: si yo mismo me convierto en mi propio enemigo jamás venceré. Y eso es precisamente lo que consigue la montaña. Eso es lo que consigue el Maratón Alpino.
Tomo otro café e innumerables vasos de agua. Mis cansadas piernas están hinchadas, llenas de desechos metabólicos que hay que limpiar. Intento fijar mis recuerdos. Repaso mentalmente cada paso, cada tropiezo. Se empiezan a subir fotos. Aparecen los primeros comentarios en los foros. Éxitos y falsos fracasos, falsos porque éxito es el solo hecho de haber estado allí. Hay veteranos expertos y debutantes a los que dominaba el miedo. Pero nada nuevo, nada que no se haya escrito, con distintos actores y escenario, una y mil veces tras cada carrera.
Comienzan a aparecer crónicas y sentimientos. Comienza a dibujarse la realidad de lo por cada uno hecho. Leo desde la distancia de lo que ya considero pasado. Desde la comodidad de mi decidida y nueva condición de mero ludo-runner…
Una de esas crónicas, entusiasta, termina:
¡Ya falta menos para el MAM 2012!
Y mi cabeza baja. Suspiro y mis ojos se entrecierran. Mi mano sobre el ratón se crispa. Y mi corazón late mientras un nudo mi garganta aprieta…
Porque piensas: ¡ea, ya está otra vez liá!
MAM 2012: nos vemos.
PD. Toda esta entrada, salvo su último párrafo, es una gran mentira… Bueno, lo del dolor, el sufrimiento… eso tiene algo de verdad. Pero mientras se me siga poniendo el vello de punta viendo fotos como las de esta entrada ¡ay, amigo! habrá que pelear por un dorsal…
12 comentarios:
O sea, que corres el 2012. Porque si me tiras el guante de correrlo el año que viene (con tiempo y entrenamiento), y voy y te lo recojo... Espero poder llevarte de compañero de ruinas. :)
Que digo yo, me alegro tanto de haber compartido esos ratos contigo niño...
Tengo que regresar a la montaña. Un abrazo Carlos, ánimo que estamos ahí detrás de tí empujándote al siguiente MAM.
Que susto me has pegado, MAMón
;)
darth
Queda mucho para la edición del año que viene y pueden pasar multitud de cosas, pero si soy capaz de avanzar en esto de la montaña, a lo mejor, solo a lo mejor, nos encontramos allí. ;-) Saludos
Dani, como verás, te he dejado tranquilo estas semanas, pero tienes sangre en el ojo, cuentas que saldar... Espero ser testigo de ello.
Darth, juas, juas, juas... Parece mentira que no me conozcas...
Arganzboy, un muy modesto consejo: empieza cuanto antes a recorrer esas cumbres. En mi opinión hay que hacer ese recorrido varias veces, conocerlo con distintas condiciones climatológicas... Si te hace llevarme de rémora, nada más que me lo digas.
Gracias a los tres. ;-)
¿Y yo qué digo aquí?
Mejor me callo, aunque te diré que me lo creí.
;)
...
Besos
Viendo las fotos me muero de envidia, el año que viene voy para allá.
Saludos
Ufff que susto, aunque me alegro que no hayas cambiado de opinión. Son estas cosas las que nos definen, que después de pasarlo mal 42K tengas ganas de más...
Un saludo y enhorabuena por terminar ese monstruo.
:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D:-D
allí estaremos para jalearte.
Por cierto he visto que la carrera más dura ha cambiado ... ... pero de año!!!! du-ra-de-co-jo-nes yo acabá mal mu mal.
Si no fuera tan duro y tan doloroso no nos dejaría tanta huella, y eso es lo que nos gusta de la montaña.
Me alegro de que te siga enganchando y no encuentres el momento de soltarte.
Felicidades por saber competir tan bien, contra todas las dificultades.
Un abrazo.
Me ha encantado tu relato. Me he sentido identificado y por momentos, incluso, me ha embargado la tristeza. Por suerte tiene un final feliz :)
Era nuestro primer MAM y también sufrimos lo nuestro pero al mismo tiempo disfrutamos de la carrera y saboreamos de ese triunfo que supone terminar uno de los grandes.
Suerte en el 2012.
Qué cabronazo... Esta vez se las has colado hasta al oráculo.
Felicidades por tu MAM 2012... ¡uy, se me ha escapado el oráculo otra vez!
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