jueves, 29 de enero de 2009

Del sol invernal y pinchazos en el adductor.

vueltas_murallas (20-04-08) 179 Cruzo el Arco del Rastro y giro a la izquierda. Me gusta pasar unos minutos en el Paseo del Rastro, (su antiguo nombre era Paseo del Rastro de la Sangre, ya contaré algún día porqué), donde el lienzo sur de la Muralla hace reverberar el sol incidente, multiplicando su calor, y da cobijo frente los fríos vientos de componente norte, creando con ello una suerte de microclima más benigno que el de las calles adyacentes, que es aprovechado por multidud de paseantes, en su mayoría gente mayor que busca este abrigo para departir de sus cosas con esa calma que proporciona tener la mayor parte de los objetivos vitales ya cumplidos, o por madres recientes, (o algunas veces, muy a pesar de estas los abuelos), con sus cochecitos de los que por el miedo al frío apenas asoman ojillos curiosos y manitas enguantadas.

Después de semanas de nieve, lluvia, frío y viento, el día de hoy en Avila es suave. El sol se ha hecho un hueco entre nubes cuyo color torna entre el blanco resplandeciente y una increíble paleta de tonos grises. El suelo está saturado de tanta agua recientemente caída, rezuma humedad. En el gris del invierno se abren paso algunas notas de color: paredes de piedra y rincones umbríos aparecen tapizados del verde del musgo. Casi de frente, mirando hacia el Valle Amblés, los troncos de los fresnos en el Parque de El Soto lucen los ocres grisáceos de sus venerables y rugosos troncos a la espera de una primavera que de nuevo reverdezca sus copas. Manchas verde claro de tímida hierba en los campos de labor, en la orilla opuesta del río Adaja resisten las heladas casi diarias. Aquellas tierras cuyo cultivo se ha abandonado o no han sido hoyadas por el arado en años, cubiertas por vegetación casi alpina, piornales, jaras, retamas..., parecen tragarse la luz que les llega, ansiosas por recibir el escaso calor que esta les proporciona.

Ando. Ando despacio, recibiendo en el rostro el cálido roce de un sol que recuerda confiado su poder, advirtiendo que en el eterno ciclo de las estaciones volverá a reinar sobre el hielo. Ando despacio y lento, y sólo a unos metros casi tengo que parar con molestias en el adductor izquierdo. Esos extraños pinchazos que me acompañan desde hace casi año y medio y que no he conseguido eliminar. Aparecieron en el calentamiento de la Carrera de Aranjuez de 2007, en los 50K Villa de Madrid, en el calentamiento de la pasada Media Maratón de Getafe, y, salpicados en el tiempo, en los primeros o últimos minutos de algún que otro rodaje. A veces, como hoy, incluso andando, otras al subir al coche como conductor y girar mi pierna izquierda hacia dentro. No siempre son en la misma pierna. Pueden aparecer tanto en la derecha como en la izquierda, justo en la inserción del tendón, en lo más alto de la ingle. Van y vienen, pero siempre a ritmos lentos, muy lentos. Nunca en competición, nunca en un rodaje vivo o haciendo series... Aparecen en calentamientos, enfriamientos o el cansino ritmo del que va a hacer cincuenta kilómetros sólo un par de semanas antes de correr un maratón. Lo he consultado con mi fisio y opina que pueden ser debidos a falta de trabajo abdominal. Posiblemente sea cierto.

Después de unos pasos las molestias desaparecen. Hacia la mitad del paseo hay un olmo, por aquí llamados negrillos, hermano del ya talado que existía en la Plaza de San Vicente, declarado árbol singular por la Junta de Castilla y León y del que sólo queda el tronco muerto. Hermano también de mi viejo amigo, herido de muerte y que desgraciadamente con toda probabilidad no rebrote este año. Para él la aparente muerte de este invierno es real y definitiva, y en unos meses sólo otro tronco mutilado y muerto quedará como testigo mudo de mis juegos infantiles en lo que fue la fresca sombra de su follaje. Ya no hay niños en este barrio. Sólo turistas, funcionarios de paso en la hora del café y ciudadanos ocupados en sus trámites burocráticos. Pero su hermano, este negrillo del Paseo del Rastro, aún vive, latente a la espera de la primavera, y él sí, brotará con fuerza, superviviente de una raza diezmada y esquilmada por un insecto contra el que la naturaleza no les previno, pues vino de fuera. Bajo sus ramas hay un pequeño mirador donde me detengo. Miro al sur con los ojos entrecerrados por la luz reflejada en la panza de las nubes. Casi de frente, el ominoso tajo que el hombre ha dado con sus máquinas en las primeras estribaciones de la Sierra de la Paramera para evitar el amplio arco que llevaba la carretera de Toledo a pasar por el Santuario de Sonsoles, brilla como hilo de plata. Una cigüeña, no..., son dos, una detrás de otra, aparecen detrás de mí, por mi izquierda, con su majestuoso vuelo. El terreno aquí cae abruptamente hacia el valle por donde discurren los ríos Chico y Adaja, por lo que no necesitan batir sus alas. Con suavidad giran hacia mi derecha, a medida que sobrevuelan la Plaza de Santiago. Por algún motivo vuelven a girar, ahora en dirección contraria, casi como si estuvieran jugando una con otra. Bordean el torreón de la Iglesia de Santiago con una curva elegante y amplia, y vuelven hacia mí. Ahora necesitan ganar algo de altura, pero lo hacen con suaves aleteos, casi sin esfuerzo. Giro mi cabeza a la par de su vuelo, para verlas de nuevo desaparecer detrás de mí, en busca seguramente de sus nidos en la Catedral.

Es tarde, la pausa es corta y debo volver al trabajo.

13 comentarios:

Saturnino dijo...

Bonito relato.
¡¡Ay!! esos molestos pinchazos que cronicamente nos visitan y no sabemos como evitar, será que tiene que ser así.
En León también les conocemos como negrillos, y no en vano tenemos "el negrillón" en Boñar, aunque como la mayoría muerto.
Un saludo.

Amig@mi@ dijo...

Sigo pensando que escribes fenomenal,deberías decidirte a escribir algo en "serio".
En esta entrada de nuevo he recorrido los paisajes verdes, fríos y húmedos de mi niñez. Ha sido una suerte encontrarte, me haces revivir tantos paseos por esos parajes como tú describes, húmedos, salpicados de musgos sobre esas paredes de piedra en las que yo buscaba luciérnagas en las noches de verano...
Gracias de nuevo
( el vídeo no funciona, lo he descargado dos veces y sólo se oye la música. Déjalo, no pierdas más tiempo en ello, si quieres mandame alguna foto suelta y listo. Al fin y la cabo está en tu blog :).
Besossssssssssss a milesssssssss

Carlos dijo...

Saturnino, estos me preocuparon al principio, (ahora también, pero menos), pero al no aparecer nunca en grandes esfuerzos, me tienen perplejo...

Montse, escribo como corro: lo que me apetece y hasta donde me apetece. Si tuviera que escribir o correr "en serio", no me satisfaría igual.

Gracias a los dos. ;-)

mayayo dijo...

Ya veo ya, que la resaca del exitazo de Getafe es larga: Aparece tanto en los pinchazos reflejos de los musculos, como en la sopa de endorfinas que todavía inunda tu cerebro :-)
Hala, sigue disfrutandola. Y si es al sol, mejor. A este lado del Guadarrama tambien hemos agradecido que se asomara, tambien.

Jordan dijo...

Impresionante descripción Carlos,como puedes fijate en tantos detalles y retenerlos en la memoria.Te envidio mucho amigo mio.

Coincido con Amig@mi@,deberias intentar algun dia escribir algo mas largo.

Saludos.

Alfonso dijo...

Esperemos que no vayan a más esos pinchazos. Y muy hermosa esa descripción. Lo que más me llama la atención es ese reguero de olmos muertos o moribundos. Porque eso si que deben ser pinchazos. Pinchazos en el corazón.

Amig@mi@ dijo...

carlos,
Te entiendo porque a mí me pasa lo mismo, pero es que tienes un talento para la narración poco común, y ya te lo he dicho muchas veces, no te asusta lo largo del texto ( a mí me aterra).
Espero que no te haya molestado lo de "en serio" refiriendome a "libro editable".
:(
¿Besos?

Carlos dijo...

MAYAYO, vicioso de esas endorfinas que es uno, pero vamos, que sólo con ver el paisaje que describo ya me corren a raudales.

JORDAN, date cuenta de que es un paisaje que veo a diario: veo como cambia con el paso de las estaciones, como a través de los años la ciudad le va comiendo metro a metro, el parque es mi lugar favorito de entreno... Buena parte de mi vida la he pasado con esas imágenes en la retina. Y gracias por tu valoración amigo.

ALFONSO, sí, duele, porque son, (eran), árboles majestuosos, centenarios, muy hermosos, y el ver sus troncos muertos me rompe el alma.

MONTSE, creo que nada de lo que me pudieras decir me ofendería. No te imagino intentando hacer daño a nadie. De hecho te agradezco muchísimo el que me valores así, (todos tenemos nuestro ego y nos gusta que nos lo alimenten). El problema es mío: a veces soy un poco áspero al escribir.

Gracias a tod@s. ;-)

Rafa González dijo...

Literatura y deporte! Un gran post. Deberíamos aprender a darle un toque más literario a nuestras crónicas, como haces tu. Felicidades.

Syl dijo...

Jo...que bonito sientes y escribes, Carlitos...me deja boquiabierta leerte...parece que lo voy viendo y viviendo todo al ladito tuyo!!...
De ti deberían aprender muchos de los que escriben lo que corren y que lo hacen tan poco ameno (yo me incluyo también, no te creas, que no digo más que payasadas)...

Te quiero ver haciendo abdominales a tope...a ver si nos cuentas todo lo que sientes también mientras las haces y nos animas a no vaguear con ellas (a mi también me cuesta horrores ponerme).

Besitos y que mejoren de una puñetera vez esos pinchazos.

Anónimo dijo...

Yo creo que esta entrada es una apuesta que le ha hecho algún amigo a Carlos...

¿A que no eres capaz de meter la palabra adductor en un texto poético?

Y claro que es capaz.

Es increíble lo bien que cuentas esos momentos tan tuyos y que nos los prestas...

Sigo creyendo que este blog es el mejor, con diferencia, de todos los que visito (y algunos tienen nivelazo).

Anónimo dijo...

Carlos con tu descripción entran ganas de visitar Ávila sin pérdida de tiempo, antes de que el invierno termine.

Siento que el negrillo no tenga solución de continuidad, deberían plantar otro, traerlo de alguna parte o cuidarlos mejor.

Cuídate esos adductores que están en un sitio muy malo para correr.

Carlos dijo...

RAFAEL, ¿literatura?, mucho calificativo me parece para mis reflexiones, pero mi ego lo agradece infinito. Gracias.

SYL, para bonita tú, guapa. Ya me gustaría a mí expresar mis sentimientos con la espontaneidad y frescura con que tú lo haces.

YOKU, que no, que fue tan sencillo como transcribir, lo más fielmente posible, esos diez minutos de paseo, pero te digo como a Rafael, mi ego os agradece mucho vuestros comentarios.

SANTI, pues justo al lado está el restaurante donde trabaja mi mujer, ya sabes: paseíto in situ por la zona para hacer hambre y chuletón que te crió para combatirla...

Gracias a tod@s. ;-)