martes, 13 de febrero de 2007

Una gran alegría

Ayer fue una tarde muy especial para mí.

Como muchos sabéis tengo una hija de trece años. Los que seáis padres de hijos de esa edad vais, (vamos), intuyendo los problemas de la adolescencia. Esa rebeldía "porque sí" contra todo lo que les venga impuesto por parte de sus padres: unos carrozas anticuados que "no entienden" los problemas de la juventud, que no se dan cuenta de que el mundo ha cambiado y de que se han quedado obsoletos.

La verdad es que no puedo quejarme, porque Sandra siempre ha sido una niña muy especial: madura, inteligente y responsable. Va bien en los estudios y nunca nos ha dado ningún problema. Pero llega la edad crítica. Llega la edad del autoafianzamiento de la personalidad con los lógicos enfrentamientos con los padres. De los primeros escarceos amorosos, de la confianza ciega en esos amig@s en su misma situación, esos amig@s que son los únicos que los jóvenes creen que les comprenden. Es el momento de esa falsa apariencia de autosuficiencia y seguridad que en verdad esconde los miedos, dudas y complejos de su todavía corta edad, la edad de tener la mente disociada del cuerpo, alterados una y otra por toda una revuelta hormonal.

Son momentos complicados para los chicos, más de lo que ellos creen, ya que tienen muchas preguntas y pocas respuestas, (y pocas ganas de escuchar las que se les dan), como para los padres, divididos entre el miedo a que sus hijos caigan en los errores en los que ellos cayeron, (vano intento éste), y la tentación de imponer un autoritarismo para reconducir la situación que no haría sino empeorar las cosas.

Todo este introito sirve para documentar mi situación respecto a mi hija: un amor ciego de padre que tiene que sujetarse y dosificarse sutilmente, so pena de resultar invasivo y agobiante para ella, asociado al miedo de lo que le deparará el provenir, en el que uno no tiene más que una pequeña influencia, cada vez menor, y un intento constante de manejar las situaciones conflictivas con sutileza.

En estas estamos cuando ayer ella me dijo que quería salir a correr conmigo...

Sandra nunca había salido a correr anteriormente. Ella va al gimnasio, juega al voleibol..., pero eso de ponerse una malla y salir a trotar son cosas de papá.

Después de unos mal disimulados segundos de estupor en los que me planteé qué razones le impulsaban a hacerme esa sugerencia, nunca antes ofrecida, vi la ocasión de compartir unos momentos de intimidad con ella, y esos momentos valen su peso en oro.

Salimos a trotar, muy levemente durante unos veinte minutos. En ellos charlamos distendidamente de cosas sin importancia. Incluso se atrevió a reirse de mi estilo atlético. Fueron unos minutos deliciosos, de esos que sólo sabemos apreciar los padres que vemos como nuestros hijos van creciendo e inexorablemente cada vez se van alejando más de nosotros.

Disfruté intimamente de cada uno de sus pasos, de cada metro recorrido, de ver cómo su carita se iluminaba con una sonrisa cuando le decía algo gracioso. Disfruté al sentirla de nuevo cercana y dependiente de mí, como si de golpe tuviera diez años menos.

Ayer tenía poco tiempo para entrenar, y el trotecillo que hice con ella no fué más que un pequeño paseo casi andando, pero no lo hubiera cambiado por nada.

7 comentarios:

Merak dijo...

esa fotografía que acabas de describir, es de als qeu hay que enmarcar. ¡enhorabuena! y espero que sigas disfrutando de ello y ella descojonandose de tu estilo atlético.
siempre he pensado que la educación de los hijos es como construir una casa... si los cimeentos son firmes, tienes más papeletas para que no se caiga... aún así, un hurcán se la puede llevar.
abrazos

mayayo dijo...

Aupa Carlos :-)

No, no tengo hijos aun e imagino que es muuuy dificil que logre de veras entender lo que se siente con ellos...pero me ha emocionado de veras tu historia.

La felicidad deben ser pequeños momentos así, no?

Anónimo dijo...

que maravilla carlos, me imagino lo que habrás disfrutado. eso es el sueño de cualquier corredor aficionado, que alguno de sus hijos quieran ir con él, además no dudo que sabrás hacer que disfrute corriendo. enhorabuena.

Santi Palillo dijo...

Enhorabuena Carlos, esos momentos dulces hay que vivirlos y disfrutarlos, no hay tantos durante una adolescencia pero compensan todo lo demás; afortunadamente esa etapa solo dura unos cuantos años, mucha paciencia.

Carlos dijo...

Bueno, pues para mi sorpresa dice que hoy quiere repetir...

No me quiero hacer ilusiones sobre su afición al atletismo, pero al menos voy a disfrutar.

Un saludo y gracias por vuestros comentarios.

Anónimo dijo...

Aprovecha el momento y disfrutalo!

anita (la gurisa) dijo...

mi hijo mayor está justamente en plena crisis de la que hablás... asi que entiendo toda la introducción que hiciste, jaja!! si lo sabré...

A fin del año pasado varias veces me dijo cuando yo estaba por bajar las escaleras para ir a correr: Ma, puedo ir con vos a correr? y una alegria inmensa que me inundó... ¡que corrida alucinante que tuve con el! el paso? trotecito, pero lo pasamos taan bien... ahora quiere salir conmigo en bici mientras corro, como ahora salgo mas distancias y el no se las banca, le propuse esa solucion y le encantó.

El tema es que hace años que no usaba la bici, y el domingo pasado fuimos al parque para probarla a la bici y ... se habia olvidado como se anda... es increible... jaja!! asi que tengo que darle unas clases y por ahi alguna que otra salida mia, se me pega...

Hay que disfrutarlos ahora, no? que despue...