Mi esposa es de Los Molinos, anejo de la La Aldehuela, un pequeño pueblo de Avila a medio camino entre Piedrahíta y Barco de Avila, en las estribaciones de Gredos, donde el paisaje ya es más que ondulado.
Ayer fuimos a visitar a mis suegros, y por la mañana decidimos dar un paseo por los alrededores.
En la zona existen multitud de pueblos, muchos de ellos pequeñas aldeas en realidad y algunos ya deshabitados. Los que quedan sufren la emigración de su población joven a las ciudades y pueblos más grandes, por lo que los parajes que los rodean poco a poco van siendo arrancados por la naturaleza a la mano del hombre, cuya presencia va siendo cada vez más escasa, reclamando lo que nunca ha dejado de ser suyo.
Subimos por un camino practicamente en desuso por la pérdida de población y el cese de las explotaciones ganaderas que antaño lo usaban para sus menesteres, que une Los Molinos con Las Solanillas, (otro pequeño pueblo deshabitado).
Nunca había transitado por ese camino, y las fotos que os pego no son sino un pálido reflejo de la belleza que me transmitió. El día estaba encapotado y con amenaza intermitene de lluvia, a ratos cumplida, y los fotógrafos saben que en esas circunstancias los colores se saturan y la falta de contrastes bruscos te hace apreciarlos en toda su viveza.
Paseamos entre venerables encinas centenarias, coronadas por un musgo espeso y mullido. Sus ramas aparecían cubiertas de líquenes brillantes.
Vimos antiguos robles, con alguna hoja de color oro viejo, no caída aún debido a la benevolencia del microclima del paraje, entre dos laderas orientadas al sur que forman una pequeño valle que a su vez desemboca en otro mayor que discurre de este a oeste y por donde corre la carretera Avila-Plasencia.
Nunca me he llevado las zapatillas al pueblo, pero me hice la promesa de que la próxima vez mis Asics Trabuco tendrían que hollar con respeto, casi devoción, los senderos escondidos de ese pequeño bosque, casi olvidado para su uso económico y por tanto disponible para su disfrute personal.
Correr por esta zona debe ser como volver a hacerlo por impulso natural, sin las cortapisas de tiempo y distancia que nos solemos poner los atletas. Disfrutando de la mera posibilidad de poder hacerlo, de tener la salud y voluntad para ello, sólo por placer, por sentirnos vivos mientras respiramos y nos unimos con nuestro entorno.
Ayer fuimos a visitar a mis suegros, y por la mañana decidimos dar un paseo por los alrededores.
En la zona existen multitud de pueblos, muchos de ellos pequeñas aldeas en realidad y algunos ya deshabitados. Los que quedan sufren la emigración de su población joven a las ciudades y pueblos más grandes, por lo que los parajes que los rodean poco a poco van siendo arrancados por la naturaleza a la mano del hombre, cuya presencia va siendo cada vez más escasa, reclamando lo que nunca ha dejado de ser suyo.
Subimos por un camino practicamente en desuso por la pérdida de población y el cese de las explotaciones ganaderas que antaño lo usaban para sus menesteres, que une Los Molinos con Las Solanillas, (otro pequeño pueblo deshabitado).
Nunca había transitado por ese camino, y las fotos que os pego no son sino un pálido reflejo de la belleza que me transmitió. El día estaba encapotado y con amenaza intermitene de lluvia, a ratos cumplida, y los fotógrafos saben que en esas circunstancias los colores se saturan y la falta de contrastes bruscos te hace apreciarlos en toda su viveza.
Paseamos entre venerables encinas centenarias, coronadas por un musgo espeso y mullido. Sus ramas aparecían cubiertas de líquenes brillantes.
Vimos antiguos robles, con alguna hoja de color oro viejo, no caída aún debido a la benevolencia del microclima del paraje, entre dos laderas orientadas al sur que forman una pequeño valle que a su vez desemboca en otro mayor que discurre de este a oeste y por donde corre la carretera Avila-Plasencia.
Nunca me he llevado las zapatillas al pueblo, pero me hice la promesa de que la próxima vez mis Asics Trabuco tendrían que hollar con respeto, casi devoción, los senderos escondidos de ese pequeño bosque, casi olvidado para su uso económico y por tanto disponible para su disfrute personal.
Correr por esta zona debe ser como volver a hacerlo por impulso natural, sin las cortapisas de tiempo y distancia que nos solemos poner los atletas. Disfrutando de la mera posibilidad de poder hacerlo, de tener la salud y voluntad para ello, sólo por placer, por sentirnos vivos mientras respiramos y nos unimos con nuestro entorno.
Os pego unas fotos en las que a pesar de mi torpeza con la cámara y las propias limitaciones de la tecnología para trasmitir la belleza, creo que se aprecia un pálido reflejo de lo que quiero decir.
10 comentarios:
pasada de fotos, amigo carlos! y envidia que me das...
abrazos
muy buenas fotos, y que bien contado!!! yo juraría que hace algunos años comí en ese pueblo, en un sitio que se llamaba "el rincón de la aldehuela" creo.
por cierto, que tal el examen de inglés?
Gracias Miguel.
Tengo que ir con más calma a explorar esa zona, ya que después de tantos años aún no la conocía, ¡qué vergüenza!
Micra, antaño sí hacían una carrera en el pueblo, pero hace mucho de eso. Al final daban patatas revolconas a los corredores...
En cuanto al examen de inglés, esta tarde nos lo dicen. Realmente no necesito el inglés más que para no sentirme analfabeto cuando al buscar algo en internet al final te aparece aquello de: más información en este enlace, (en inglés). Y ahí te quedas...
Un saludo.
Muy chulas las fotos. La verdad es que en esta época esa zona está preciosa.
Muy bonitas las fotos , Carlos.
Por circunstancias, yo tambien he podido recorrer esa zona y tengo la misma impresión que tu :-))
Un reto, si te llevas las zapas o le das a la bici por allí....conoces el puerto de Peña Negra?
Si logras subirlo corriendo te invito yo a la inscripción de la próxima media maratón que elijas :-))
Jajaja...
Hecho Mayayo, pero con una condición, yo te pago la tuya y corremos juntos.
Claro que conozco el puerto de la Peña Negra. Para los que no, cruza Gredos desde Piedrahita y es uno de los pasos desde su vertiente norte a la sur. Al estar tan cerca del macizo central os podéis imaginar su orografía: dura, dura. Eso sí el recorrido por esa zona de Gredos es precioso.
Un saludo.
Yo miraba tus fotos y me imaginaba correteando por ahi! que sacrilegio que no hayas llevado tus zapas hombre!!
Las zapatillas siempre cerca por si acaso, en este paseo: imperdonable ;-)
Seguro que la familia agradeció poder pasear juntos por ese entorno natural tan bonito.
jajajaja, he dicho comí, no corrí.
Me apunto a ese trote por la Peñanegra. Luego podemos tirarnos en parapente. jeeje.
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