No, no me refiero a razónes filosófico-metafísicas, de salud o estéticas, sino a ese impulso concreto y último que me animó a ponerme las zapas y salir a gastarlas.
En mi caso la "culpa" la tiene mi profesor de Educación Física de 1º de B.U.P.
Por aquel entonces, (trece añitos), yo ya medía casi la estatura que tengo ahora, (1,70 m.), pero pesaba aún más. Nunca había hecho deporte, ni siquiera jugaba al fútbol en los recreos y era tan feliz así. Pero al llegar al instituto este individuo hizo que todo cambiara.
Era un defensor a ultranza del deporte-base, entendiendo como tal, nada de soltarnos un balón y echar un partido, que era lo que solían hacer los "profesores" de Educación Física de la época, sino que nos llevaba a una pista de atletismo de ceniza, a escasos trescientos metros del instituto, y a correr... Allí nos hacía entrenamientos salvajes. Recuerdo un día de ¡diecinueve series de 400 m.!, que casi ningún compañero terminó.
Otro de sus entrenamientos preferidos era hacernos subir al Santuario de Sonsoles, distante por camino unos cuatro Km. de la pista y con una subida durísima en el último Km. Lástima que en la foto del SigPac no se aprecie la pendiente de ese último Km que pocos hacían corriendo...
Por supuesto yo siempre era el último.
Los Kg. y la inactividad de toda mi vida hacían que a los pocos cientos de metros tuviera un flato y un dolor de piernas terrible.
Cualquier EDUCADOR hubiera intentado motivarme de alguna manera: haciéndome ver las bondades del ejercicio, la necesidad de una alimentación equilibrada que me llevara a una pérdida de peso como condicionante para una mejor salud de adulto... ¡Qué se yo!, cualquier cosa que me sirviera para cambiar ese estilo de vida comodón. Por el contrario, este hombre SE REIA y se burlaba de mí cuando llegaba solo y hecho polvo de vuelta a la pista, lo que lógicamente arrastraba detrás a mofarse a la mayor parte de la clase.
No voy a decir que eso me traumatizara ni me preocupara en exceso, (aunque evidentemente me molestaba), antes al contrario, me cabreaba sobremanera. El caso es que entre chanzas pasé ese curso.
Recuerdo el primer día de vacaciones. Me desperté pronto, acostumbrado como estaba al horario del instituto, y sin saber muy bien porqué, me dije que tenía tres meses para cambiar la situación del año anterior. Con una cierta chulería de carácter que siempre me ha acompañado, a veces calificada por mi madre como un deplorable exceso de orgullo, pero que ha hecho que pocas veces haya agachado la cabeza ante una adversidad, me levanté, me puse el chándal y salí a correr. Subí al famoso Santuario de Sonsoles, y para mi sorpresa, llegué sin parar ni una sola vez. Fué una excelente notica para mi autoestima, así que al día siguiente repetí. Al otro no podía moverme, pero ya no dejé de correr en todo el verano.
Recuerdo que perdí muchos Kg. en poco tiempo y mi madre tuvo que comprarme pantalones nuevos. Lástima que treinta años después eso no sea tan sencillo...
A medida que llegaba el principio del nuevo curso se acrecentaban las ganas de "enfrentarme" de nuevo a mi profe de Educación Física.
En la primera clase nos mandó subir, ¡cómo no!, al Santuario de Sonsoles, (¡qué obsesión tenía el tío con él!)
Pronto hice grupo con un amigo. Llegamos arriba y bajamos solos, con gran ventaja sobre los siguientes compañeros. Al llegar el profe me felicitó, me dijo que esperaba "grandes cosas" de mí ese año, bla, bla, bla... Fué uno de los días más felices de mi vida deportiva.
A partir de ahí, con mayor o menos intensidad, durante toda mi vida he practicado deporte, y nunca le dije a ese profesor que sus poco didácticos métodos educativos habían conseguido hacerme un favor que él jamás sospechó.
Esa es mi historia...
Era un defensor a ultranza del deporte-base, entendiendo como tal, nada de soltarnos un balón y echar un partido, que era lo que solían hacer los "profesores" de Educación Física de la época, sino que nos llevaba a una pista de atletismo de ceniza, a escasos trescientos metros del instituto, y a correr... Allí nos hacía entrenamientos salvajes. Recuerdo un día de ¡diecinueve series de 400 m.!, que casi ningún compañero terminó.
Otro de sus entrenamientos preferidos era hacernos subir al Santuario de Sonsoles, distante por camino unos cuatro Km. de la pista y con una subida durísima en el último Km. Lástima que en la foto del SigPac no se aprecie la pendiente de ese último Km que pocos hacían corriendo...
Por supuesto yo siempre era el último.
Los Kg. y la inactividad de toda mi vida hacían que a los pocos cientos de metros tuviera un flato y un dolor de piernas terrible.
Cualquier EDUCADOR hubiera intentado motivarme de alguna manera: haciéndome ver las bondades del ejercicio, la necesidad de una alimentación equilibrada que me llevara a una pérdida de peso como condicionante para una mejor salud de adulto... ¡Qué se yo!, cualquier cosa que me sirviera para cambiar ese estilo de vida comodón. Por el contrario, este hombre SE REIA y se burlaba de mí cuando llegaba solo y hecho polvo de vuelta a la pista, lo que lógicamente arrastraba detrás a mofarse a la mayor parte de la clase.
No voy a decir que eso me traumatizara ni me preocupara en exceso, (aunque evidentemente me molestaba), antes al contrario, me cabreaba sobremanera. El caso es que entre chanzas pasé ese curso.
Recuerdo el primer día de vacaciones. Me desperté pronto, acostumbrado como estaba al horario del instituto, y sin saber muy bien porqué, me dije que tenía tres meses para cambiar la situación del año anterior. Con una cierta chulería de carácter que siempre me ha acompañado, a veces calificada por mi madre como un deplorable exceso de orgullo, pero que ha hecho que pocas veces haya agachado la cabeza ante una adversidad, me levanté, me puse el chándal y salí a correr. Subí al famoso Santuario de Sonsoles, y para mi sorpresa, llegué sin parar ni una sola vez. Fué una excelente notica para mi autoestima, así que al día siguiente repetí. Al otro no podía moverme, pero ya no dejé de correr en todo el verano.
Recuerdo que perdí muchos Kg. en poco tiempo y mi madre tuvo que comprarme pantalones nuevos. Lástima que treinta años después eso no sea tan sencillo...
A medida que llegaba el principio del nuevo curso se acrecentaban las ganas de "enfrentarme" de nuevo a mi profe de Educación Física.
En la primera clase nos mandó subir, ¡cómo no!, al Santuario de Sonsoles, (¡qué obsesión tenía el tío con él!)
Pronto hice grupo con un amigo. Llegamos arriba y bajamos solos, con gran ventaja sobre los siguientes compañeros. Al llegar el profe me felicitó, me dijo que esperaba "grandes cosas" de mí ese año, bla, bla, bla... Fué uno de los días más felices de mi vida deportiva.
A partir de ahí, con mayor o menos intensidad, durante toda mi vida he practicado deporte, y nunca le dije a ese profesor que sus poco didácticos métodos educativos habían conseguido hacerme un favor que él jamás sospechó.
Esa es mi historia...
7 comentarios:
que linda historia Carlos! a mi me pasa con mi hijo mayor que tengo que luvhar un montón con el sedentarismo que tiene y tiene solamente 11 años, claro, a esa edad no se dan cuenta de muchas cosas.... i gual te digo que el método de tu profesor deja mucho que desear, ¡que malvado! por lo menos le pusite sacar provecho...
Me gusta toda la muscia que pusiste, bueno, hay un grupo que no lo conozco, pero por lo demas, me encanta todo!!!
saludos!
jajaja! me parece una historia fantástica Carlos. :-))
Claro, que parece que las generaciones de españoles nacidos en los 60 eramos mas brutos o duros de cabeza porque estos métodos aplicados hoy en día creo que acabarían en catástrofe general ;-)
En mi caso no tengo queja algua pues tuve la enorme suerte de contar con Landa como profesor de educación física en BUP.
Y quien es Landa? Pues han pasado 30 años desde que me dió clase en el BUP, y aun hoy sigue el tío en la federación española con los "élite" total. Un verdadero mito, la verdad :-0
A mí me iba el balonmano, y esto no lo cambió Landa, pero sí me ayudó a entender la chispa del correr por correr :-))
Pues sí Ana. Conmigo funcionó debido a mi carácter, tranquilo, pero poco flexible. Sin embargo a algunos compañeros les hizo daño. En cuanto al grupo que no conoces posiblemente porque eres muy joven... ;-)
Mayayo, ¡Landa!, claro que sé quien es. Un verdadero lujo de entrenador. De hecho hace cosa de un mes compré un libro suyo, escrito al alimón con García Verdugo: "La preparación del corredor de resistencia". A ver si se ve bien el enlace:
http://www.libreriadeportiva.com/L16830-atletismo-preparacion-corredor-resistencia-medio-fondo-fondo.html
Un saludo.
Carlos! que se me pianta un lagrimón leyendo tus palabras...
(cita: En cuanto al grupo que no conoces posiblemente porque eres muy joven...)
Ya podría yo haber reaccionado a tu estilo con mi profesor de Matemáticas, todavía las odio.
hay que sacar experiencais positivas de todo.
abrazos
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