Viernes tarde. Voy de camino a Madrid, a conocer a mi nuevo sobrino, nacido el miércoles. En el coche mis padres y mi hijo. Hacemos una breve parada en el peaje de la AP-6 para cumplir con el trámite de enriquecer aún más a Iberpistas, y mientras arranco ojeo la cima de Cueva Valiente. Desde que estuve allí con mi cuñado, a la sazón el padre de la preciosa criaturita con la que me voy a encontrar por vez primera, siempre que he pasado por aquí la cima ha estado envuelta en niebla, y tengo ganas de disfrutar de las extraordinarias vistas de tan privilegiada atalaya. Hoy el sol luce radiante y le digo a mi hijo:
- ¿Carlos, quieres que subamos ahí mañana?.
- Vale. (El niño se apunta a un bombardeo, como su padre).
Así que ayer por la mañana temprano estábamos los dos en la entrada del Camping de Peguerinos con la mirada puesta en un plomizo cielo, radicalmente distinto al de ayer, y en esa verja siempre cerrada… ¿?.
Aunque mi cuñado y yo nos permitimos algunos devaneos algo más radicales, con mi hijo no voy a arriesgar, por lo que hemos subido por el sendero marcado como PRAV-48 que no tiene ninguna dificultad técnica, sin olvidar, claro está, que hablamos de acceder a más de mil novecientos metros, por lo que debemos ir debidamente equipados para posibles complicaciones climatológicas. Podéis descargar el track desde este enlace de wikiloc.
Una vez superada la verja que da acceso al camping no hay más que seguir el camino, debidamente marcado. Hay algún poste indicativo en el que faltan los paneles informativos, pero aún así el camino es tan claro que es dificilísimo perderse. Los pocos cruces que hay están bien señalados y hay varias fuentes por el camino.
Panel informativo al inicio de la ruta. Al fondo, la verja que hay que saltar.
A la derecha, el camping. El camino no tiene pérdida.
En pocos minutos llegaremos al embalse de Cañada Mojada, alimentado por el Arroyo Chuvieco, que ahora, con tanta lluvia caída y el terreno totalmente empapado, corre cantarín paralelo al camino. Después de una breve parada y una charla con unos montañeros de Avila que nos encontramos allí y que nos dieron referencia de unas ruinas de la Guerra Civil que yo desconocía, seguimos la marcha.
El camino discurre por frondosos bosques de pino silvestre.
Para hacer más ameno el recorrido decidimos visitar con calma todas las ruinas de fortificaciones de la Guerra Civil que encontramos, mudos testigos de un pasado que no deberíamos olvidar.
Parte de los innumerables restos de fortificaciones de la Guerra Civil en la zona.
Al igual que en mi anterior visita por estos lares, no puedo por menos que dedicar unos minutos a intentar comprender a ese soldado empapado y aterido de frío, agazapado en ese diminuto nido, seguramente arrancado a la fuerza de su familia y trabajo, preguntándose porqué está ahí, sin entender las pueriles diferencias ideológicas conque se disfrazan las distintas facciones políticas, y los oscuros intereses y ansias de poder personales que realmente enmascaran y que llevan a un país a la desesperación de ver cómo toda una generación se desangra en vano. Mi hijo muestra interés por la historia y me hace preguntas sobre la duración de la guerra, sobre si el abuelo había nacido entonces, (sí, y además su familia la sufrió con dureza), y la más difícil: sobre el por qué se inició. No sé muy bien qué contestarle, y dudo que nadie en su sano juicio tenga una respuesta válida, salvo que nunca hay una razón suficiente como para comenzar una guerra en la que morirán seres humanos.
Una vez pasado el Collado de la Gargantilla el camino se estrecha y empina. La vegetación comienza a clarear, pero el cielo por contra cada vez se oscurece más. A medida que ganamos cota puedo ver como mientras al este, hacia Madrid, el sol luce esplendoroso, de mi tierra, de Avila, avanzan inexorablemente espesas espesas nubes que ya están descargando agua en Las Navas del Marqués y en Peguerinos. La previsión prevé nieve a partir de mil setecientos metros, altura a la que ya ahora nos encontramos, a lo que habrá que unir el sumirnos en la niebla que avanza hacia nosotros. Pienso en Carlos y cómo reaccionará en esa situación. No existe mayor peligro que la incomodidad del previsible viento y el frío, y jamás se me ocurriría correr un riesgo innecesario con mi hijo, para eso quedo con los amigos, pero no todos los niños de diez años soportarían física o psicológicamente una marcha así. Él se comportó como un campeón, no sólo sin dar nunca un signo de flaqueza o hastío, sino imponiendo él mismo un ritmo más que aceptable, seguro que superior a la media de senderistas de nivel medio. De vez en cuando además paraba por sí mismo para admirar un bonito paisaje abierto en un claro del bosque, o un viejo pino derribado por la tormenta, a analizar una huella en el camino o un berrocal cerca de la cima… Me hace feliz que sepa apreciar la belleza que le rodea y sólo espero que siga disfrutándola cuando le llegue la hora de las tentaciones mundanas, momento que le llegará en pocos años.
Las vistas son impresionantes. Al fondo, la Sierra de Guadarrama. Roquedos y berrocales aparecen a medida que el bosque se abre.
El último tramo bajo la niebla y la nieve.
Los últimos kilómetros los hacemos bajo la niebla. Carlos muestra algo de preocupación sobre una posible pérdida, pero le tranquilizo enseñándole la pantalla del GPS, mostrándole cómo reconocer la ruta por donde hemos subido y como, incluso con la niebla cerrada, y no es el caso, podríamos volver exactamente por el mismo sitio. Estoy seguro de que de haber sido necesario él hubiera sido capaz de volver solo al inicio.
Al final llegamos al búnker reconvertido en refugio donde tenemos decidido hacer una parada para comer y descansar. Allí es donde sufrimos el único borrón de una estupenda mañana: al llegar hay seis u ocho personas cobijadas. Entramos y saludamos: nadie contesta. Ante mi estupor, no ya sólo por el compañerismo que creo que debería imperar en un lugar donde nunca sabes cuando vas a necesitar ayuda, sino por la demostración de pura falta de educación que se nos muestra, me sale la vena chulesca, y por segunda vez y en voz mucho más alta vuelvo a dar los buenos días. Sólo un par de personas contestaron, casi obligadas por la rudeza de mi tono, pero todos entendieron el tono de reproche ya que durante los veinte minutos que allí estuvimos nadie enfrentó mi mirada. Bordes hay en todas partes y de paso aproveché para darle a Carlos un par de clases de comportamiento.
Refugio de Cueva Valiente.
La bajada la iniciamos bajo una fuerte nevada que comenzaba a cuajar en el alto, pero que al perder altura se convirtió en una fina y persistente lluvia que nos acompañó ya hasta el final. Medio en broma medio en serio acuerdo con Carlos no decir a su madre que nos había envuelto la niebla y nos había nevado, a fin de no preocuparla, cosa que evidentemente no cumplimos pues le faltó tiempo para contarle todas nuestras aventuras del día tan pronto como la vio.
Nueva subida a Cueva Valiente, disfrutada a tope con mi hijo, pero otra vez que me quedo con ganas de disfrutar de sus vistas. Carlos y yo nos citamos para volver pronto pues esa cima, según sus propias palabras, “nos debe una”.
8 comentarios:
Dos valientes en Cueva Valiete... mira tú qué bien.
Me encanta leer estas pateadas que compartes con tu hijo.
Sobre los impresentables que os encontrasteis... bah, mejor olvidarlos. Hay que ser imbécil y maleducado. Por suerte son la excepción en la montaña.
Pues eso... ¡¡que siga la racha!!
¿Para que decirte que me gustan muchísimo estas "crónicas de familia", si ya lo sabes?
Las disfruto un montón Carlos, me empapo de tus palabras, tus pasos y los "pedruscos" que vas encontrando en el camino, y TE ENVIDIO, por que los tuyos aún vuelan contigo...
¿O, ya sólo te queda como a mí,uno ?
Aprovecha cada día que pases con él, que como tú bien dices, en un plis plas, se pierden...
Besos
¡¡Que bonitos recuerdos me trae esa ruta!! Durante años tuvimos la carabana en ese camping de Pequerinos y al menos una vez al año hacíamos esa ruta aunque la ultima vez tendría unos 14 años aún recuerdo algunos rincones que retratas en esas fotos.
¡¡Que bueno además que lo hagas con tu hijo!!
Un abrazo ;)
me ha gustado leer esa aventura padre-hijo. Seguro que él recordará siempre esos momentos, y todos los valores que nos enseña la montaña y la naturaleza los llevará siempre consigo.
Bonitas fotos, bonita crónica, bonita historia.
un saludo!
Que gran ruta Carlos, seguro que tu hijo fliparía con las ruinas de la guerra civil, como dices ver eso te transporta al momento en el que los soldados pasaban todo tipo de calamidades...
Como siempre bonita crónica y las fotos geniales...
Un saludo
Quique
Enhorabuena por el nuevo sobrino! y tambien por disfrutar de una gran excursion en compania de tu hijo.
Que bordes los del refugio, en fin tiene que haber de todo :-(
Deliciosa excursión, claro que sí.
Pronto, a corretear por todo el Guadarrama tambien :-)
Carlos me encanta tus correrias por los montes..
Carlos me encanta tus crónicas
Carlos me encantan tus fotos
Carlos me encanta como disfrutas con la compañía de tu hijo
Siento mucho las malas personas del refugio.
Sigue escribiendo que yo disfruto mucho con tus crónicas
Un saludo
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