lunes, 28 de septiembre de 2009

Subida a la Laguna Grande de Gredos.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA Entre la lesión, y el cambio de chip que me está haciendo mirar cada vez más hacia la montaña en lugar de al asfalto, en estos últimos meses este rincón parece cada vez menos el blog de un corredor, (si es que alguna vez lo fue, jejeje...). El primero de los motivos me tiene a mal traer: hubo mejoría de la pubalgia en las primeras semanas de reposo, pero no acabo de recuperarme totalmente. No consigo enlazar varios días seguidos de gimnasio, con lo que el trabajo de fortalecimiento, fundamental para volver al tajo y que debiera ser constante, se resiente y no es eficaz, y cualquier esfuerzo se paga al día siguiente en forma de dolor. Sin embargo el segundo motivo de que aquí se hable cada vez menos de carreras me está dando muchas satisfacciones. El sábado volví a hacer una ruta montañera con mis hijos: la subida desde La Plataforma, (Hoyos del Espino), a la Laguna Grande de Gredos, y volví a pasar una mañana inolvidable.

Esta subida seguramente sea el recorrido más transitado de la Sierra de Gredos debido a su belleza, a que al pie de la laguna hay un refugio en que pasar la noche, pudiendo servir de "base" para encarar al día siguiente otras travesías, a que está en casi su totalidad pavimentado y perfectamente marcado, (es casi imposible perderse salvo nevada o niebla intensísima), pero sobre todo a que el excursionista puede dejar aparcado el coche en La Plataforma, en pleno corazón de la sierra y no necesita hacer una aproximación para empezar a transitar un terreno puramente alpino. Parece ser que la construcción de este acceso, clavado como un puñal hasta el mismo centro del Parque Regional de Gredos, se lo debemos al Generalísimo Franco, amante de la caza, pero a lo que se ve, poco dado a andar detrás de ella.

Corre una leyenda urbana que dice que se han visto abuelitas en chanclas de piscina, o señoras con zapato de tacón en la Laguna Grande. Ya os digo yo que eso no es cierto, porque el recorrido, sin ser excesivamente duro, físicamente es lo suficientemente exigente como para necesitar un mínimo de forma física, y la cantidad de pedrolos a sortear es tan grande que se subiría mejor descalzo que con tacones, pero sí es verdad que hay una multitud de caminantes que encaran la subida con el equipamiento muy justito tanto material como de "motor", lo que hace que, en el mejor de los casos, muchos se conformen con llegar a Prao Pozas, a la fuente de Los Cavadores o al alto de Los Barrerones.

Aquí os dejo el mapa de la zona en .pdf, gentileza del Instituto Geográfico Nacional. (He creado una Carpeta de Mapas "ad hoc" en mi Sky Drive con el fin de ir subiéndolos).

Nosotros comenzamos a triscar sobre las nueve, con una mañana espectacular, luminosa y fresca. Ideal para nuestro propósito. Sandra ya conocía la subida, pero para Carlos era la primera vez, y la ruta más dura que hasta ahora había hecho. Y superó la prueba con nota pues en ningún momento mostró signos de cansancio. Todo lo contrario, mantuvo un muy buen ritmo incluso con las innumerables paradas para "investigar" en fuentes, arroyos o simples grietas donde su inquisitiva mente pudiera sospechar que hubiera algún animal. No conseguimos ver ninguna Salamandra Almanzoris, endémica de estos parajes, y sub-especie de la Salamandra Común, y que mi hijo buscó intensamente una vez que nos hubiéramos documentado previamente de las especies pobladoras de la zona, pero sí encontramos una curiosa forma de escarabajo, lagartijas, algún buitre..., y cabras. La primera vez que yo subí a la laguna, hace más de treinta años, no era fácil verlas, al menos tan de cerca como ahora. La Capra Pyrenaica Victoriae siempre ha sido un animal esquivo y desconfiado, y sólo de lejos adivinabas su silueta, imponente en el caso de los machos adultos. Pero la intensa presión humana ha conseguido que se hayan habituado a nosotros hasta el punto de llegar a comer de tu propia mano. El sábado un par de ejemplares se acercaron a la orilla de la laguna donde habíamos parado a comer el bocata y pude fotografiarlos apenas a unos pasos de mis hijos, y vimos un buen número de ellos en un radio de unos cien metros, sin que les importara la riada de gente que en otra época las hubiera hecho huir. En total empleamos unas cuatro horas y media a paso tranquilo, con un par de pequeñas paradas a beber agua en las dos fuentes que hay en el camino, (aunque siempre es aconsejable llevar agua en este caso no es imprescindible pues están bien espaciadas a lo largo de la ruta), y una media hora en la laguna, aunque vuelvo a matizar que el día fue climatológicamente ideal.

Si os gustan los paisajes hay algunos puntos de la subida realmente espectaculares. Una lástima que servidor no sea mejor fotógrafo, (me gustaría ver el partido que sacaría Mari Luz de estos parajes). Destaco la vista del impresionante muro de piedras conocido por Paredes Negras, con el sol aún muy bajo confiriéndole esa dominante roja tan cálida y agradable de las primeras horas del día. O el primer atisbo de las cumbres que rodean el Circo de Gredos, de origen glaciar, con el Almanzor como máximo exponente, apareciendo amenazadoras detrás de una loma. O la impresionante vista casi vertical de la garganta por donde vierte la laguna, con su hilo de agua brillando en el fondo... Todo ello en un entorno en el que predomina, la pradera alpina y el piornal, pero sobre todo el granito, gris y agrietado, empujado y roto por las fuerzas tectónicas y el hielo, cubierto de liquen, resistente y austero, verde incluso en pleno verano, soportando entonces el crudo sol a dos mil metros de altura y la nieve que lo cubrirá durante meses llegado el invierno. Mi idea es volver más adelante a esta zona, en una época menos concurrida. La prudencia me impedirá hacerlo solo, pero me sobrecoge simplemente imaginar la sensación de recorrer este camino escuchando tan sólo el sonido de mis propios pasos rebotando en esas graníticas paredes.

No nos demoramos mucho en la laguna, y de hecho no llegamos al refugio Elola, justo en el otro extremo, ya que habíamos quedado con mi hermana en Talavera de la Reina y el tiempo apremiaba. ¿El objetivo?, aparte de pasar el fin de semana con ella, darle uso a la tarjeta y cargar el maletero del coche con el equipamiento que necesitaremos a partir de ahora: botas, chaquetas, pantalones, polares, impermeables... Servidor no se dejó llevar por el exceso consumista y apenas compró lo imprescindible sin darse ni un capricho: unas botas Forclaz 500, (49,90 €), una chaqueta Qechua Arpenaz 600, (49,90€), un pantalón Arpenaz 50, (13,95€), un sobrepantalón impermeable, calcetines térmicos y sombrero impermeable. Total, unos 150€. Junto con la ropa de atletismo de que dispongo, espero que sea suficiente.

¿La próxima salida?. Habrá que probar el material. Carlos está deseando estrenar sus botas y ayer el vecino de abajo sufrió lo suyo mientras él las "domaba" en casa. Quizá volvamos a El Tiemblo, y enlazaremos la Senda de San Gregorio con la de El Castañar, (unos trece kilómetros poco exigentes y muy divertidos), o si hace buen tiempo, volveremos a repetir la subida, esta vez con más calma, a fin de llegar al refugio de Elola.

Aquí os dejo una presentación con parte de las fotos que hice y que he subido a este álbum:

viernes, 25 de septiembre de 2009

Sabor amargo.

caza

Me iba a acostar. Eran casi las doce de la noche del 24 de septiembre. Conecto el ordenador para echar un último vistazo a las noticias del día y me encuentro con esta: El juez no cree que el “matagatos” cometiera un delito porque se trataba de una cacería. Y me sube la bilis. Porque ya me había aguantado las ganas de repetir el post que publiqué hace ahora un año respecto al Toro de la Vega, y mi reflexión de un par de días después. También me había aguantado escribir sobre el asco que me produce la falta de valor que demuestran nuestros gobernantes: El Senado rechaza que se penalicen las fiestas en que se maltratan animales. Cobardes.

Y en estas que me encuentro de nuevo con la cara de este tipejo: Jaime Ferrero, con su aspecto de niñato y su risa bobalicona, fruto seguramente de una noche de excesos, orgulloso de la hazaña que acababa de cometer, y que ahora se ha librado de lo que de todas formas no hubiera sido suficiente pena porque un juez estima que no hubo ensañamiento en la muerte de unos pobres gatos, sino tan sólo una cacería.

En mi trabajo debo leer alguna que otra sentencia judicial, y se que a veces es fácil hacer demagogia con ellas si no profundizas en sus fundamentos y conoces las razones de una decisión que a simple vista puede parecer arbitraria o injusta, pero es que en pocos casos una imagen, (facilitada además por los propios “cazadores” en una evidente muestra de que no sólo son rastreros, sino encima estúpidos), es tan expresiva e ilustrativa de la naturaleza de un acto vil y cobarde que, una vez más, queda impune.

Y de nuevo a tragar bilis. ¡Qué asco por Dios!

lunes, 21 de septiembre de 2009

Una mañana aprovechada.

castañar_safari (13-08-07) 027 -¡Vamos chicos!, que se nos hace tarde...

Son poco más de las diez de la mañana. Acabo de dejar estacionado mi coche en el aparcamiento de la zona recreativa Los Regajos, al pie de El Castañar de El Tiemblo. Llevo unas semanas saliendo a la montaña con mis hijos, y hoy han decidido que querían ir allí. Tenemos ya las mochilas al hombro, y los bastones en la mano. La ruta que vamos a hacer no es dura ni difícil, pero esos complementos le dan a la salida un "toque" especial de aventura, especialmente para mi hijo, un tanto peliculero. Los dos han descabezado un pequeño sueño durante el camino, y andan perezosos.

A unos cien metros del aparcamiento, a mi izquierda, veo un cartel que siempre me había pasado desapercibido y me acerco a leerlo. Describe una senda, la Senda de San Gregorio, que no conocía, pero que, a lo que veo, enlaza por el interior del frondoso pinar previo a la mezcla de robledal y castañar que recorre la Senda de El Castañar que tenemos intención de transitar.

-¡Eh, chicos, mirad esto!.

El cartel describe las características de la senda: casi cuatro kilómetros y medio, (sólo ida), con poco más de doscientos metros de desnivel. Dificultad media-baja. Por lo que veo llega justo a las ruinas de lo que supongo son los edificios de la antigua resinera, y en el punto en que nos encontramos se puede enlazar con la salida de la Senda de El Castañar, que conocemos de otras veces. Mi hija propone que la recorramos en vez de esta última, y aunque no me gusta hacer primero el tramo de bajada y dejar la subida para el final, me fío de esa "dificultad media-baja" y la encaramos.

Llevo pocas semanas con estas excursiones con los niños. Surgieron con una "expedición arqueológica", (a Carlos le encanta plantearse así las cosas, ya he dicho que es un poco peliculero), al Castro de Ulaca, en la que para mi sorpresa disfrutó muchísimo no sólo del aspecto arqueológico, motivo principal por el que subimos al agreste cerro donde está enclavado el castro, sino de la marcha en sí, por lo que decidimos "institucionalizarlas" en las mañanas de los sábados. Mi hija también se ha apuntado con nosotros y para mí el mero hecho de que una adolescente como ella, en plena transformación física y psicológica aún quiera compartir algún momento con su padre es un motivo de enorme satisfacción.

Los castaños se mezclan con el pino resinero. La senda, perfectamente marcada pasa por un refugio, una fuente, una abandonada majada pastoril... Como prometía el cartel, no tiene apenas dificultad y es mucho más hermosa de lo que suponía. Nuestra charla es animada. Yendo con mi hijo, esta gira indefectiblemente sobre naturaleza: bichos y más bichos. Con sólo diez años Carlos es una enciclopedia andante, (y os aseguro que altamente fiable), acerca de insectos, anfibios, reptiles, rapaces... Bromeo con él acerca del día en que se vaya a la selva tropical a descubrir nuevas especies. Le pido que me deje acompañarle como "jefe porteador de mochilas". La ilusión brilla en sus divertidos ojos, la ilusión del niño al que la vida aún no ha puesto cortapisas a sus sueños.

El día es perfecto, algo fresco quizá, pero eso lo agradeceremos en la subida. Apenas hay viento, y el que corre es un mero susurro en las copas de los árboles, algunos de ellos inmensos. Hay robles centenarios,  con un porte majestuoso. Donde la humedad lo permite, el suelo está cubierto de helechos. El fresco olor a pino lo inunda todo y mis pulmones parecen estallar por el ansia con la que respiro. Por la noche ha llovido y aún a finales del verano, el verde es el color predominante. Vemos un tocón aserrado del que gotea resina y recogemos unos cuantos hilos.

-Papá, voy a enterrar la resina para que se fosilice y se convierta en ámbar...

Las conversaciones con Sandra son distintas. Cuesta llegar a la mente de un adolescente. Son reservados, a veces muy pagados de sí mismos, y a la vez inseguros, lo que hace que confíen más en sus amigos que en sus propios padres. Es difícil conseguir que se abran a ti, pero el día es propicio. Separada de su ambiente de instituto y padilla, en el que busca su lugar, Sandra baja la guardia y vuelve a ser niña. Me cuenta cosas que en casa hubiera sido difícil oír, hay una comunicación más intensa entre los dos, y yo disfruto de los últimos retazos de esa niñez, ya casi olvidada, arrastrada por la promesa de mujer en que se ha convertido.

Bajamos el último tramo de la senda y cruzamos un par de puentes sobre un fresco y cantarín arroyo que tamiza de musgo las piedras que jalonan sus orillas. Paramos unos minutos y damos una vuelta por los edificios, antes imponentes, y ahora en ruinas. Emprendemos el regreso por el mismo lugar por el que vinimos. Al poco decidimos explorar un camino distinto y que nos encontramos sin marca, lo que nos hace pensar que es una variante de la misma senda. Así es, aunque recorremos unos cientos de metros de más por una pista forestal en lugar de por la senda. No obstante el desvío nos hace conocer una nueva zona de pinar espeso, por momentos casi impenetrable en el que Carlos recuerda las mil y una peripecias de El Ultimo Superviviente.

- Papá, este es mi ídolo...

Sandra bromea con él y le hace rabiar cuestionando su habilidad para sobrevivir en un ambiente hostil, pero Carlos es un optimista impenitente y desgrana los mil y un trucos que usaría para conseguirlo. Periódicamente solicita mi aprobación:

-Papá, ¿a que con un reloj de aguja y el sol no necesitamos brújula para orientarnos?

-Claro que no hijo...

La senda acaba, y de nuevo en el merendero del área recreativa, paramos a comer. A estas horas ya hay varios coches en en el aparcamiento, la mayoría llenos de bulliciosas familias y grupos de gente joven que encaminan la Senda de El Castañar. A pesar de su belleza me alegro de no haberla elegido hoy y haber podido disfrutar de esos momentos a solas con mis hijos. Han sido unas horas deliciosas.

A la vuelta, ya en casa, tengo que hacer dos llamadas telefónicas. La primera a mi esposa, para que esté tranquila sabiendo que hemos llegado. La segunda, más difícil pero igual de ineludible, me volverá a la cruda realidad, a la difícil rutina instaurada en mi vida en los últimos meses y me recordará que esta puede ser dura. Además Sandra ya está pensando en salir por la tarde con los amigos, Carlos quiere ver los Simpson y por supuesto, ninguno me quiere ayudar a poner la mesa: en casa todo vuelve a ser como antes, pero por unas horas, he olvidado problemas y tensiones, he fortalecido el vínculo con mis hijos, nunca demasiado sólido, y nada ni nadie me puede quitar el recuerdo de esos maravillosos momentos.

Este sábado, si el tiempo lo permite, subiremos a La Mira de Gredos.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El “efecto foro” y la inconsciencia del corredor.

cuesta_tiron 13-09-09 192 En la revista Corricolari del mes de septiembre uno de sus artículos habla del ”efecto foro” en los corredores. Todos en mayor o menor medida hemos sucumbido en alguna ocasión a él, bien siguiendo planes “milagrosos” para conseguir tal o cual marca, apuntándonos a más carreras de las aconsejables o simplemente planteándonos retos que de otra forma nos parecerían inasequibles por el mero hecho de que un compañero nos lo propone medio en serio medio en broma.

El “efecto foro” es un arma de dos filos: por un lado puede servir de estímulo para atacar empresas que nos hagan buscar nuestros límites un poco más allá de donde los creemos, pero por otro puede hacernos caer en un sobre-entrenamiento o un exceso de competiciones que nos conducirán al fracaso o a la lesión.

En mi caso el “efecto foro, (o club, igual da)”, consiguió que yo corriera mi primer maratón tres años antes de lo que tenía previsto, me ha ayudado a llevar ya un número muy superior de ellos al que pensaba podría acumular a estas alturas y a embarcarme en “aventuras” que de otra forma no se me hubieran pasado por la cabeza.

¿Recordáis esta entrada?, bueno, pues Zerolito lo ha vuelto a hacer… Esta mañana ha publicado en el foro una respuesta escrita de tal forma que casi se le oía gritar de la emoción. Y es que una nueva prueba, todavía por acabar de definir, se perfila como objetivo para 2010: el Gran Trail del Centenario de Peñalara, del que aún sabemos poco: cien kilómetros por la sierra de Guadarrama, nueve mil metros de desnivel acumulado, posiblemente a finales de junio-principios de julio... Poco más. Y claro, torito que es uno, ya tiene pensado, si todo va bien, estar en la salida de una burrada más del doble de larga que la última en la que me embarqué, y que a la sazón, casi acaba conmigo.

¿A dónde me llevará en esta ocasión el “efecto foro”?, ¿al fracaso?, ¿al abandono?, ¿o al éxtasis multiplicado por diez que sentí al acabar el MAM?. ¿O quizá en un arranque de sensatez decida que ya está bien, que ya he tentado la suerte demasiado y que esto sería un bocado que no podría tragar?. El tiempo lo dirá.

De momento lo que habría que ir haciendo sería irse desprendiendo del lastre acumulado en este verano totalmente perdido para la causa atlética y ponerse a entrenar off road en serio.

PD1. La foto es de Zerolito en la Carrera Cuesta del Tirón celebrada el pasado domingo en San Agustín del Guadalix. En esta sales más saleroso que en la de hace ahora justo un año, ¿no?. Al respecto de dicha carrera, os pego un álbum con las fotos que hice en ella. Si os véis o queréis alguna de algún amiguete, nada más que la pidáis:


PD2. Y por favor, si no lo habéis hecho aún, leed mi anterior entrada.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Dramateurs.

Dramateurs es un grupo de profesores y alumnos de inglés que ponen en escena divertidas obras que resultan ideales como complemento a las clases en institutos, escuelas de idiomas y en general cualquiera que quiera pasar un buen rato a la vez que perfecciona su inglés.

Su último montaje, Cinematters, se basa en desternillantes parodias de películas por todos conocidas: Lo que el Viento se Llevó, El Exorcista, Mamma Mía, Titanic, Full Monty..., mezclando a partes iguales humor, música, baile..., y la práctica del inglés.

Si conocéis a alguien que pudiera estar interesado en contratarlos, (resulta baratísimo pues es un grupo que actúa por mera vocación y su objetivo es puramente didáctico), podéis contactar con ellos a través de su web, o de mi dirección: corredorsolitario@gmail.com

Por favor, difundid esta entrada entre aquellos a quienes pudiera interesar para enviarles más información, incluso no me importaría enviar un DVD, (casero, grabado por un servidor, no pidáis lujos), con la última representación.

Os dejo una presentación de algunas de las fotos que les he hecho en los ensayos de este año:

martes, 15 de septiembre de 2009

Canciones de una vida. Y 10… Los mejores.

Llevo tiempo debiéndoles una entrada al grupo entre los grupos, los casi dioses del Olimpo del rock: Pink Floyd, y en esta época de parón físico y psicológico es un buen momento de reconocer a una banda que marcó mi adolescencia, y de la que aunque me distancié un tanto durante muchos años, siempre estuvo ahí, en lo más recóndito de mi ser, con ese sonido espectacularmente perfecto y esa música entre onírica y virtuosa catalogada a veces como rock sinfónico o psicodélico.

Había otro problema: ¿cómo representar en una sola canción todo lo que Pink Floyd ha representado en la “banda sonora” de mi vida?. Durante tiempo pensé en ilustrar esta entrada con el One of These Days, quizá no la mejor, pero sí una de mis preferidas. Me encanta su crescendo, su fuerza…, y ese genial punteo final, lleno de dramatismo. Pero al final, quizá influido por mi propio momento personal, me he decantado por una mucho más delicada y melancólica: On The Turning Away, más “pinkfloydiana” y con otro punteo final memorable, marca de la casa Gilmour, que arranca de mí lo más profundo de mi alma, al nivel, si no superior al más famoso de Comfortably Numb. Disfrutadla: