Ayer jueves fue fiesta en Avila, así que había quedado con mis hijos en transitar la senda que hay entre la Ermita de Nuestra Señora de las Fuentes y el cercano pueblo de San Juan del Olmo. Ocho kilómetros a priori fáciles y sin grandes desniveles siguiendo el curso del río Almar e incluyendo una visita a la Necrópolis de la Coba.
Aquí tenéis el mapa de la zona en .pdf y en este enlace os podéis descargar el artículo publicado en la edición impresa de la revista Avila Digital, que en su número 70/2009 describe la necrópolis, situación, historia y posibles usos.
El paraje, como ya comenté, está en la Sierra de Avila, una de las denominadas "Sierras Olvidadas de Avila", (que incluyen también las Parameras de Avila, la Sierra de Villafranca y la Sierra de la Serrota), así llamadas por encontrarse a caballo entre otras más conocidas como el Macizo Central de la Sierra de Gredos y la Sierra de Guadarrama, más atractivas quizá, pero que injustamente las roban el protagonismo que en cualquier caso merecerían.
Ayer la Ermita de Nuestra Señora de las Fuentes nos recibió sin el manto de niebla con que lo hizo en nuestra anterior visita.
La senda, que se inicia junto a ella, y de la que hay un pequeño cartel descriptivo, discurre encajonada entre la carretera y el cauce del río Almar, por lo que no hay pérdida posible: con no cruzar ninguno de los dos llegaremos a San Juan del Olmo. No obstante, no está bien marcada. Muchas veces es una simple trocha que finaliza bruscamente y te hace dar la vuelta unos metros, o te ves obligado a saltar alguna pequeña pared de piedra. Al principio vimos dos postes indicativos, pero pronto desaparecieron.
Por el camino encontraremos una mezcla de vegetación de ribera, con chopos, olmos y diversos arbustos; y de montaña, con piornales y escobas. Todo ello salpicado con algún que otro roble, remedo de lo que seguramente fueron extensos robledales en otra época.
En unos minutos llegaremos a la primera zona de la necrópolis. Esta no está demasiado bien indicada. Apenas hay cuatro o cinco carteles con poca información, alguno de ellos además prácticamente ilegible después de pasar tiempo a la intemperie, por lo que no queda más remedio que rebuscar los muchos enterramientos existentes entre los berrocales de granito. Por suerte, debió de haber escasez de espacio y casi en cualquier afloramiento rocoso encuentras las oquedades que indican que hace siglos hubo quien vió en este paraje un buen sitio para el eterno descanso.
Aparte del paisaje y de las connotaciones culturales, (que no es poco), la senda no tiene mucho más que ver. El río bajaba seco y un supuesto embalse que aparecía en el cartel descriptivo no resultó ser más que una pequeña charca para riego sin ningún interés. Al final, a apenas un kilómetro del pueblo, después de mucho ir y venir en busca de enterramientos y de la trocha correcta, en un hermoso e imponente berrocal decidimos dar la vuelta y comer el bocata, dejando para otro día intentar completar la senda, pero esta vez partiendo desde el pueblo y remontando hasta la ermita.
Al final, casi tres horas de paseo más que marcha, que no era cuestión de darse otra paliza después de la salida del lunes a la Laguna Grande de Gredos y el Charco de la Esmeralda, y eso sí, otra mañana perfecta en la que disfruté muchísimo con mis hijos.
Una pequeña presentación de las fotos que hice:
1 comentario:
Te hubieses sorprendido de mi actitud hacia esas grandes piedras que forman la necrópolis.
Me dan escalofríos y miro y remiro como ausente lo que no hay, imagino lo que fue y lo disfruto aún imaginándolo solamente.
Es todo un espectáculo que para mí haya tanto en lo que los demás ven simplemente como "piedras"
Y no me pidas que te lo explique.
Sigueeee que tengo un vicio con tu "nuevo estilo".
Besos
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