Ya antes de la carrera había comentado a los amigos que estaba más nervioso que en cualquier otra que hubiera hecho antes. Tenía una cierta sensación de vértigo por saber que a mi edad, después de casi seis años de parón y aunque el de ayer no fuera el último tren (siempre pasará otro, aunque no sea tan rápido ni tan cómodo), cada vez resultará más difícil cogerlo. Eso le daba a los ocho kilómetros y medio que me esperaban el valor inmenso de la corroboración de mi recuperación. Y todo fue bien. Perfecto. Mucho mejor incluso de lo que esperaba.
Probablemente ni siquiera me hubiera apuntado de no ser por Luis, que me animó a ello. Y desde luego no lo hubiera hecho a ninguna otra carrera, pero me inscribí porque es el cross de mi club, porque lleva el nombre de un buen amigo, y porque el trato y cariño de Ecosport al corredor es insuperable. Así que allí estaba, a las ocho de la mañana, y con ocho grados bajo cero, cargando picas, cinta y maceta en un carro para comenzar a marcar el recorrido, porque ¡ay, amigos!, estas cosas no se hacen solas, y la directiva del club bien se merece que no sólo disfrutemos de su excelente trabajo sino que colaboremos con ellos para que no nos pierdan ilusión. Mañana jodidamente fría, decía, de esas en las que cuesta clavar esas picas en el suelo helado a tal punto que somos muchos los que a día de hoy tenemos los hombros doloridos. Pero a las once y media, reconfortado por un par de cafés y un trozo de roscón, gentileza de El Asturiano, era el momento del cambio de chip y ponerse en modo corredor, el del cambio de ropa, el de los ejercicios de calentamiento y los primeros trotes. Ocho kilómetros y medio, ¿un quinto de maratón y estás nervioso Carlos?. Sí, mucho...
Luis, su amigo Eduardo y yo salimos los últimos. A estas horas el sol es radiante, día típico del invierno abulense: frío y luminoso. Hermoso. Ninguno de los tres tenemos en mente exprimirnos y la idea es correr a ritmo muy tranquilo, en mi caso, de hecho, y al ser un recorrido a dos vueltas, incluso valoro la retirada en la primera si mi aquiles tiene alguna molestia. Arco de salida, cronómetros en marcha y aplausos del público, ¡Dios, cuanto tiempo hacía! Mi mente de maratoniano evita pensar en lo que pudiera o pudiese pasar hasta que llegue (o no) el momento de enfrentarse a ello. No te puedes permitir el lujo de perder energía en hipótesis y por tanto me dedico a disfrutar como un niño del momento. Mi nieta además está entre el público y no se merece un rostro crispado por la tensión, sino que me separe unos metros de la línea de atletas y le choque la mano como así hago. Termina la recta de salida. Estamos en marcha...
Fotografía de Luis Carlos Hernández Martín. Luis, servidor y Eduardo.
El cross Ecosport es llano como la palma de la mano... una mano arrugada, ciertamente. Chico, es un cross, no un paseo por el parque, y cuando el recorrido sale de camino o vereda el terreno está algo pesado. No importa: siempre se puede ir más despacio. Caen los primeros kilómetros. Sin prisa. Con frío cuando la ligera brisa viene de cara. No con calor, pero sí mucho más cómodos cuando empuja de cola. Sonrisas, charla, goce... El circuito es enrevesado y propicio para que los espectadores te puedan ver en múltiples ocasiones. Voy atento a ver por dónde se sitúa mi hija con mi nieta. Me gustaría que esa imagen de su abuelo "viejoven" quedara impresa en su dúctil y aún maleable mente. Afortunadamente no hay hielo, sólo algún tramo húmedo y sin problemas. Seguimos avanzando...
Foto de Avilared.com
Al finalizar la primera vuelta Eduardo se descuelga. Lleva mucho tiempo sin correr y prefiere no forzar. Luis y yo aprovechamos y subimos un punto el ritmo, lo justo para empezar a adelantar gente. Sigo sin noticias de mi aquiles. Aunque apenas troto, la piscina y la bici si me han dado un fondo más que suficiente para la velocidad que llevamos. Algún kilómetro cae sin apenas esfuerzo por debajo de mi antiguo ritmo de maratón (que tampoco ha sido nunca para tirar cohetes, ciertamente), y teniendo en cuenta el terreno que pisamos eso me alegra sobremanera. La preocupación ya no es si terminar o no el cross, sino si mañana tendré molestias. Atención, spoiler: no, no las tengo. Así que los dos últimos kilómetros subimos un punto extra ese ritmo y entramos en meta, en mi caso completamente feliz como sólo un puñado de allegados puede entender. Fin de dudas, fin de prueba: test superado. Toca disfrutar, y disfrutar en meta en una carrera de Ecosport supone irte, literalmente, comido a casa: isotónico, bollo preñado, caldo calentito, pastas, roscón... Un par de estiramientos rápidos y a echar un cable. Como este año no he ejercicio de fotógrafo no tenía excusa para ir a la entrega de premios, así que tocó arrimar el hombro (sí, ese que duele por la maceta) a retirar vallas, cartelería... porque ¡ay, amigos!, estas cosas no se recogen solas.
¿Se le podía poner una guinda a tan estupenda mañana? Claro. Después del cross los compis de Triávila tienen una muy buena costumbre: celebrar su participación en él con un buen cocido donde, ahí sí, estuve a la altura de los mejores.
Resumen: pocas veces alguien habrá habido alguien tan contento por terminar una carrera. Y aunque no tengo el alta definitiva está cerca el momento de decir eso de "he vuelto". Triávila organiza un duatlón para el 1 de abril. ¿Próximo objetivo? Seguiremos informando.
Reseña en Avilared.com.
Reseña en Tribunaavila.com.