lunes, 22 de junio de 2009

El Señor de los Maratones Alpinos. El Retorno a Cabezas.

foto equipo meta

Foto de Ana, esposa de Mayayo, justo después de entrar en meta. Ni ducharme me dejaron…

"...El ocio y la paz no habían alterado el raro vigor de esta gente, (en referencia a los hobbits). Llegado el momento, era difícil intimidarlos o matarlos; y esa afición incansable que mostraban por las cosas buenas tenía quizás una razón: podían renunciar del todo a ellas cuando era necesario y lograban sobrevivir así a los rigores de la adversidad, de los enemigos o del clima, asombrando a aquellos que no los conocían y que no veían más allá de aquellas barrigas y aquellas caras regordetas. J.R.R, Tolkien. El Señor de los Anillos.

"Al año que viene me lo plantearé de otra forma: acabar justo en las nueve horas y disfrutar del paisaje". Zerolo Bolsón después de acabar el MAM en unas increíbles siete horas y media.

"¡Y una leche, al año que viene rebajas esa marca, que lo veo en tus ojos" Barrigón Vel-Ayos, para sí mismo, ante la afirmación de su amigo y compañero...

Tercer y último capítulo de las correrías y desventuras de tres paquetillos en el MAM.

Al fin llegó el día de la verdad, en el que los paquetillos tendrían que enfrentarse a todo el poder y artimañas del Señor Oscuro y su infernal engendro: el Maratón Alpino Madrileño. Atrás quedaban ensayos y dudas, el miedo a lo desconocido y la incertidumbre del por venir. Y con mayor o menos fortuna, los tres salieron airosos de la empresa, domeñando al monstruo, aunque quizá lo que ocurrió fue simplemente que el Señor Oscuro, por esta vez, tuvo a bien permitirles el paso. Termina la historia con esta crónica, porque no nos es dado conocer el futuro de lo que ocurrirá después y no se sabe aún si los paquetillos volverán a desafiar a los Reyes del reino de la roca y las alturas, aunque una vez abierto el camino generalmente son muchos los que suelen seguir el paso de los primeros. Así ocurrió en otras ocasiones, y a buen seguro el MAM 2010 tendrá nutrida representación de ellos.

Capítulo Tres. El Retorno a Cabezas.

Tengo forzosamente que empezar esta crónica por el final: por los agradecimientos. El sábado, en una de esas conversaciones cuya finalidad es sobre todo liberar las tensiones previas ante cualquier nuevo reto, hablaba con Zerolito acerca de lo divino y lo humano y tuvimos unos minutos para reconocer la inmensa ayuda de la que habíamos dispuesto en este debut serio en carreras de montaña, (digo “serio” porque cualquier otra carrera "de montaña" que hubiéramos corrido antes es una minucia al lado de esta). Es difícil empezar por alguien, pero tengo que hacerlo por el propio Zerolito, por embarcarme en una aventura que siempre pensé que estaba fuera de mi alcance y cuya superación me ha hecho conocerme mejor y superar de nuevo mis límites, y por creer en mí y tener siempre una palabra de apoyo y aliento. A los Ultraoxígeno: Mayayo, Andreas y Wild, aunque a este último su tobillo no le permitió "sufrirnos" en los entrenamientos que hemos compartido con ellos y que han sido vitales para poder enfrentarnos ayer a la carrera, permitiéndonos conocer y anticipar cada paso que debíamos dar. A Ana, la esposa de Mayayo por las fotos y su simpatía, y a todos los amiguetes del foro o del bloguerío por los mensajes de apoyo, los SMS y los comentarios recibidos. Habéis sido una ayuda mucho mayor de lo que suponéis. Y por supuesto, a la organización. Pocos voluntarios tan animosos y cariñosos con el corredor he visto nunca. Lista en mano, llamándote por tu nombre y empujándote literalmente hacia arriba. De chapeau.

Y relato, porque uno se pone tontorrón y con tanto, (y merecido), agradecimiento, y parece que lo que ha hecho es una gesta épica, y tampoco es cuestión de ir de héroe por muy mal que lo haya pasado, porque como siempre digo, si yo lo he conseguido, la mayoría de los que esto lean también pueden...

Me gusta llegar pronto a las carreras. Me da tiempo a pulsar el entorno, entrar en ambiente, cambiarme sin prisas... A las siete tenía el coche aparcado justo al lado del polideportivo de Cercedilla. Doy una vuelta por los alrededores y entro en la feria del corredor. Por todas partes gente curtida de piel tostada y piernas de acero entre los que no puedo evitar sentirme algo fuera de lugar. Aspen aparece, recién llegado de Finisterre. El tiene esas cosas: lo mismo coge el coche y se va a ver amanecer a la Costa Brava que se levanta un domingo por la mañana y como no tiene otro plan se presenta a un ultra... Tiene que comprar una gorra y comida para la carrera, pues trae lo puesto: zapatillas y malla. Un crack. Saludo también a Josero, que me da recuerdos de Sylvie, un gran tipo al que ya no volví a ver, y a Guille, al que la suerte no sonrió ayer y tuvo que abandonar. Tiene la cabeza en cosas más importantes y ni siquiera los dibujos de sus hijos, colgados de su mochila, consiguieron darle los suficientes ánimos para que terminara lo que por otra parte seguro que tenía en sus piernas. Mucha suerte amigo. Zerolito ha dormido en casa de su hermana y se hace de rogar. Cuando aparece nos confesamos miedos y dudas mal contenidos a la espera de la liberación que supondrá el pistoletazo de salida, (Aspen como buen elfo es inmune a tales sentimientos y no para de bromear), y por último llegan los Ultraoxígeno. Estos sonríen confiados pues son expertos en estas lides. La mente humana es así, y al igual que el cuerpo desarrolla una tolerancia a medicamentos y drogas, la psique lo hace ante estos estímulos. Quizá por eso nos empeñamos tercamente en embarcarnos en cosas cada vez más burras... Unas fotos, una última visita al servicio y al control de dorsales. "Tiembla Peñalara, los trescientos van a por tí..."

Los primeros kilómetros son los más sencillos de todo el MAM, pero aún así discurren por el típico terreno de donde generalmente huyes cuando quieres hacer un rodaje y hay varios repechos de echar a andar. Alivia que atraviesan uno de los bosques más hermosos que conozco. La temperatura es fresca y agradable y salgo regulando al máximo. Mis oportunidades de terminar en tiempo pasan por ser rácano con el esfuerzo y enseguida me encuentro conque soy el penúltimo del pelotón, cosa que no me importa demasiado en estos momentos. Desde la primera cuesta en que hay que andar uso los bastones: bendito invento y bendita la insistencia de Mayayo en que los usáramos. De no haber sido por ellos habría entrado fuera de control seguro.

Llego al Puerto de Navacerrada como tenía pensado: entero. Esos ocho kilómetros no son más que el análogo a los dos o tres primeros de un maratón: un mero calentamiento. Lo duro empieza aquí y ya no habrá tregua. Cruzamos la carretera y enfilamos hacia Bola del Mundo. A cuchillo, ¿para qué vamos a ir por el camino fácil pudiendo seguir la línea recta del telesilla, por un terreno suelto y con pésimo agarre?, ¡ah, benditos bastones!. Ya los primeros cientos de metros me confirman que puede ser el día. Subo lento pero con buenas sensaciones, con las pulsaciones muy contenidas y con fuerza. Nada que ver con el entrenamiento que hicimos hace unas semanas por la zona. Aquí ya adelanto a algún corredor. Llego arriba y enlazo con Guille, que me está esperando. He compartido unos metros con él en el tramo entre Cercedilla y Navacerrada, pero su ritmo es superior al mío y lo había perdido. No se encuentra bien, y aunque hacemos unos cientos de metros del descenso juntos, al cruzarnos con unos montañeros conocidos suyos que suben me dice que me vaya solo. En esos momentos pienso que enlazará de nuevo conmigo a lo largo de la carrera, pero luego me enteraré de que abandonó. Mucha suerte amigo.

El descenso por la loma del Noruego no lo reconozco. El día que lo hicimos estaba tan nublado que apenas se veía unos metros alrededor, pero se me hace más pedregoso y lento de lo que recordaba. Era un punto clave para mí en el día de ayer, ya que estaba expectante por comprobar como respondía mi pubis en una bajada larga y técnica, en la que los apoyos cambian constantemente, y aunque molesta, parece que resiste. Llego a Cotos más o menos en el tiempo previsto, y lo mejor: a pesar de que ya van dieciséis kilómetros y hemos pasado la primera de las tres torres a salvar ese día, sigo con estupendas sensaciones. Allí está Carlos Darth Vader: toda la mañana esperando nuestros pasos, animándonos y haciendo fotos. Son cosas así las que ayudan a no desfallecer. Muchas gracias amigo.

En mi plan no hay tiempo para descansos, así que me avituallo convenientemente, y subo en busca de la segunda torre: Peñalara, techo de la carrera con sus dos mil cuatro cientos treinta metros. Las primeras pendientes son muy duras, aunque con buen piso. De nuevo agradezco infinito la ayuda de los bastones, a los que me he acostumbrado perfecta y rápidamente y casi constituyen una extensión de mis brazos, por lo que no tengo que "pensar" donde apoyarlos. En nuestro primer ensayo recuerdo haber tenido aquí pulsaciones próximas a las de competición en media maratón, y sin embargo hoy son mucho más bajas. En los breves descansos entre cuestas incluso troto ligeramente, y ya en ese momento tengo claro que salvo percance, o problemas en el pubis en la dura bajada a Cotos por la Loma dos Hermanas, intentaré acabar la carrera. Y adelanto corredores... Eso me hace subir con mucho optimismo pero sin euforias... Corono Peñalara justo en el tiempo previsto y me tiro cuesta abajo. El primer kilómetro es bastante técnico, muy pedregoso, y no arriesgo. Al subir me he cruzado con algún corredor que usaba sus bastones en él, pero aún dudo de mi habilidad y no quiero que en un rebote por un mal apoyo uno de ellos se me enrede en las piernas y me haga caer, así que en un movimiento casi automático los lanzo hacia arriba, hasta encontrar su centro de gravedad y con ellos en las manos bajo sin ninguna molestia.

Llega la vertiginosa bajada por la Loma dos Hermanas y el pubis aguanta, molesta más que bajando la Loma del Noruego, quejoso de tan mal trato como le estoy dando, pero no se rebela. Son mis pies los que ya empiezan a dar señales de hastío con tanto zapateo cuesta abajo soportando mi considerable peso, y un par de uñas comienzan a doler. En unas semanas tendré que despedirme de ellas. De nuevo en Cotos vuelvo a ver a Carlos. Me comenta que Zerolito ha pasado hace bastante tiempo con muy buenas sensaciones, pero que Aspen tiene problemas con su tobillo, (luego se lo tuvieron que vendar, lo que hizo que tuviera que aminorar el paso, especialmente en las bajadas).

Tampoco paro mucho. Me despido agradecido de él pues ya no le veré y encaro el único trozo de asfalto hacia el hermosísimo bosque que lleva a la tercera torre, al monstruo esgrimido por la organización como ejemplo de la extrema dureza de esta carrera: “Vuelve Cabezas, El Maratón Alpino más duro que nunca...”, reza la publicidad. Y a fe que esta no es engañosa.

El Tubo de Cabezas es, ¿cómo decirlo?, ¿la madre de todas las cuestas?. Quizá un poco exagerado, pero casi cierto. Al menos es mucho peor que cualquier cosa que yo haya conocido nunca. Una pavorosa subida en la que a menudo falla el agarre de la más radical de las zapatillas de trail, y que me obliga a parar cada pocos metros para coger algo de aire, (y de paso ver el magnífico espectáculo que me rodea, parte del cual lo compone una hilera de corredores, perdón, trepadores, que encaran la parte pedregosa de la subida, la única en la que los bastones estorban ya que tienes que avanzar a cuatro patas). Una anécdota. Durante unos minutos comparto desdichas con un corredor gallego. Desde el alto una chica de la organización nos anima: "Animo amigos, que ya casi estáis". El corredor espeta, con buen humor: "¿Amigos?, ¿y nos hacéis subir por aquí?, ¿qué le hacéis a los enemigos pues?", y la chica, con aún mejor humor contesta: "A los enemigos les hacemos bajar", y ante tamaña barbaridad poco hay que objetar, porque si penoso es subir, bajar por semejante pedrera sería casi suicida.

A pesar de los continuos parones en busca de aire me doy cuenta de que tengo fuerzas, y no sólo eso, sino que voy unos minutos por delante del horario previsto. Conocer además lo que queda me anima muchísimo, ya que aunque duro, no se puede comparar con lo dejado atrás, por lo que al coronar Cabezas, y salvo catástrofe, se que tengo este MAM en el bolsillo a pesar de que quedan aún catorce kilómetros que de por sí ya serían una más que digna carrera de montaña.

El tránsito por Cuerda Larga, superados los primeros metros de bajada de Cabeza Menor, muy técnicos, permiten trotar cuesta abajo y avanzar a buen paso hacia arriba, hacia el Cerro de Valdemartín primero y hasta Bola del Mundo después, por lo que gano algún minuto más. Una vez en Bola del Mundo la familiar silueta de la Posada dos Castillas me hace recordar de nuevo aquel entrenamiento en que me vi desfallecer por estos lares. Ahora quedan nueve kilómetros, sólo nueve, y llevo un buen adelanto sobre mi plan.

El piso de la bajada de Bola del Mundo es muy suelto, y aunque el mayor peligro es caer de culo y hacerse un raspón, pues como que tampoco me apetece a estas alturas. Intento bajar usando los bastones, y aunque tengo que depurar la técnica, sí noté que podía bajar con más confianza que de no haberlos tenido. Aún así la duración de este descenso la tenía mal calculada y pierdo buena parte del adelanto que llevaba. No obstante esos tres minutos que conservo al llegar abajo, más los cinco del plan previsto me dan ocho minutos de margen para entrar dentro de control, o lo que es lo mismo, uno por cada kilómetro que me queda sobre esa hora y cinco que tengo pensado empeñar en ellos.

Es en este tramo paradójicamente donde más sufro. Al entrar en el valle que lleva a Cercedilla cesa todo atisbo de viento que pudiera refrescarme. El calor ha aumentado mucho y sudo copiosamente. Mis pies están doloridos y con ampollas por lo que tengo que parar a ponerme algo de esparadrapo…, momento en que veo que llevo varias uñas de un hermoso color morado. En los tramos en que el terreno pica hacia abajo troto suave pues las piernas ya no dan para mucho más, y aún así tengo un par de amagos de desfallecimiento. Mi estómago se ha cerrado hace tiempo y no admite nada más, por lo que hago un esfuerzo por tragar el último sorbo de isotónico que llevo en el portabidones y me salto el último avituallamiento. Calculo mentalmente la distancia que me separa del pueblo y controlo mi reloj. Recorto no obstante de nuevo las previsiones, sumando unos minutos más de margen cuando súbitamente se acaba el camino, ya dentro del pueblo. Y allí, en una esquina, a la sombra y cerveza en mano, están mis amigos. Una reconfortante salva de aplausos me recibe y me emociona, como lo hizo el speaker de la carrera al hablar de “un nuevo superviviente, ¡Carlos…, Velayos…, MARTIIINNN!”. ¡Joder, he llegado!. ¡Soy superviviente de algo que hace poco ni soñaba poder haber conseguido!.

Mis piernas no responden, y me doy cuenta de que mi cabeza tampoco anda muy bien. Los abrazos y felicitaciones tienen un eco de algo lejano. Pido que me dejen duchar y cambiarme de ropa. Excepto Guille, todos han cumplido sus objetivos, especialmente Zerolito, con unas estratosféricas siete horas treinta y tres minutos que casi le daba vergüenza confesar... Increíble.

Tomamos una cerveza y cojo el coche para volver a casa. A medio camino paro a descansar en el área de servicio de Villacastín, pues aunque estoy a escasos veinte minutos de Avila, me encuentro terriblemente cansado. No tengo prisa y prefiero tomarme un respiro y descansar. Me siento, solo, en una mesa con una coca-cola que me despierte un tanto y veo el reflejo de mi rostro macilento y sin afeitar en el cristal. Sólo entonces empiezo a digerir lo hecho y una mueca parecida a una sonrisa asoma en el rictus de cansancio en que se ha convertido mi cara. Pero es hoy, ya digeridas todo el cúmulo de sensaciones agolpadas en mi cabeza, cuando verdaderamente lo estoy disfrutando, y al igual que en aquellas primeras 24 horas de Torrejón, siento que de alguna manera, al empujar un poco más allá mis límites, o mejor, el lugar donde yo creía que estos estaban, (pues cada vez estoy más seguro de que siempre existe la posibilidad de dar un paso más, siquiera uno más), he crecido y me he hecho más fuerte, y he tomado aún más conciencia de que la fe en las propias fuerzas hace que estas se multipliquen.

Esta prueba me resarce más que de sobra de lo que iba para una temporada desastrosa después de no poder participar en el Maratón de Sevilla y abandonar en 24 Horas de Torrejón. Ahora toca descansar, hacer un poquito de chunai-chunai, y pensar en otros asuntos. No tengo objetivos a la vista, pero sigo con ganas de correr, lo que significa que el esfuerzo ha merecido la pena.

Por si a alguien le interesa, aquí tenéis la tabla del tiempo de paso previsto en los distintos puntos de la carrera y el real, con la diferencia acumulada en cada momento.

Tramo Paso Previsto Paso Real Diferencia
Cercedilla-Navacerrada 1:20 1:18 -2
Navacerrada-Bola 1:55 1:58 +3
Bola-Cotos 2:30 2:37 +7
Cotos-Peñalara 3:45 3:47 +2
Peñalara-Cotos 4:25 4:30 +5
Cotos-Cabezas 6:25 6:22 -3
Cabezas-Bola 7:25 7:13 -12
Bola-Navacerrada 7:50 7:47 -3
Navacerrada-Cercedilla 8:55 8:46 -9

Enlaces:

Clasificaciones. Fotos José Povedano, (Ppong). Fotos Carlos Muñiz. Fotos Gustavo Palacios. Vídeo y reseña RTVE.

Y como me encuentro bien, y aunque ya la publiqué anteriormente, aquí tenéis: Viva la Vida.

domingo, 21 de junio de 2009

¡¡¡Superviviente!!!

Explorar0002 Durísimo. Si un entrenamiento “in situ” fue en su momento la experiencia más difícil a nivel deportivo que había tenido nunca, imaginaos hoy. Pero las cosas han ido bien, casi perfectas, y he conseguido entrar incluso con diez minutos de adelanto sobre el horario previsto.

Ahora tengo mucho que valorar, pensamientos y sensaciones a ordenar, y sobre todo descansar. Mañana contaré. Preparaos porque será la madre de todas las crónicas, amenazo...

Ahora, me voy a la cama ¡YA!.

jueves, 18 de junio de 2009

Tengo un plan.

Pues sí, tengo plan.Llevo días dándole vueltas al perfil del MAM, a los tiempos de paso de nuestras escapaditas in situ, a mis sensaciones en ellas, a las previsiones meteorológicas... Y esto es lo que ha salido:

Explorar

Ya firmaba, ya... Superviviente por cinco minutos, ufff... Eso sólo será posible si el día es perfecto en todos sus aspectos.

Mi principal temor es el clima. Como buen estepario funciono mejor con frío, y a partir de dieciocho o veinte grados mi rendimiento baja muchísimo. Para el domingo, (a día de hoy), se prevén veintitrés grados de máxima en Navacerrada, pueblo que tomo como referencia. No obstante, según han comentado en el foro, el gradiente de temperatura en la Sierra de Guadarrama es de -0,65º por cada cien metros de altura extra. Navacerrada se encuentra a unos mil ochocientos metros, y la mayor parte de la carrera discurre por encima de los dos mil, por lo que como máximo llegaremos a unos veintiún grados, poco más, en la parte más dura de la carrera. Teniendo en cuenta que el ritmo será inferior a un maratón en línea, que hablamos de temperaturas máximas, y que la salida es a las ocho de la mañana y tendremos aún unas horitas de fresco, esa temperatura entra dentro de lo tolerable. No obstante, y a pesar de que la organización ofrece multitud de avituallamientos, llevaré un portabidones con dos bolsillos laterales en el que podré cargar con tres cuartos de litro de agua e isotónico en polvo para refrescarme y hacer mi propio mejunje de ser necesario. En el otro bolsillo llevaré apósitos Compeed, esparadrapo, vaselina... En una bolsita colgada del cinturón del portabidones irán unas cuantas barritas energéticas y el original de la tabla que he pegado arriba, plastificado. El sábado pasado los bastones me sirvieron de mucha ayuda, así que aunque molesten en algún tramo, también cargaré con ellos.

Otra de las condiciones que deberán cumplirse es simplemente "tener el día". Porque puedo cuidar, e intentaré hacerlo, la ingesta previa de hidratos, la hidratación, el descanso... Pero si "no es el día", no conseguiré entrar en esas nueve horas.

Por último, el plan es fruto de la única estrategia que puedo seguir: apurar mucho el tiempo de cierre de control, pero, ¿qué ocurre si veo que no podré entrar dentro de ese tiempo?. En el kilómetro veinticinco se pasa por segunda vez por el puerto de Cotos, justo antes de enfrentarse al monstruo de la carrera: los tubos de Cabezas, y si las sensaciones no son buenas la tentación de abandonar allí será fuerte. Además tendré compañía: Ana, la esposa de Mayayo se ofreció a esperarme por si la cosa iba mal "repatriarme" a la civilización, y Carlos Darth Vader también se acercará a vernos, y no se si mi fuerza de voluntad será suficiente para soportar su visión enganchado a una cerveza fresquita y pasar de largo.

Salvo catástrofe, no tendré problemas para llegar a ese punto en el tiempo previsto: casi cuatro horas y media, y a la vista de las sensaciones decidiré si seguir o no. De abandonar, pues nada, para otro año. Ahogaría mis penas entre mordisco y mordisco a un buen bocata de tortilla que ayudaría a pasar con una buena cerveza y haría tiempo para ver entrar en Cercedilla a mis amigos. Si decido seguir tendría que analizar si puedo seguir con el plan o me tomo el resto de la carrera como una excursión en cuyo caso me iría muy por encima de las nueve horas. En definitiva, que hasta el domingo a eso de las doce y media no tendré una idea clara de lo que voy a hacer.

De aquí a entonces poco puedo hacer salvo descansar. Esta semana sólo voy a hacer un par de rodajes suaves y mucho estiramiento. Estoy procurando acostarme lo antes posible y a partir de hoy mucha pasta, arroz, pan, patatas y agua.

Y nada más. Mi próxima entrada será escueta pues no tendré muchas ganas de escribir, bien por no haber podido completar la carrera, bien por estar agotado por haberlo conseguido.

lunes, 15 de junio de 2009

Un duro fin de semana.

IMG_5009

Foto gentileza de Yoku.

Mucho que contar de este fin de semana. Dos días, sábado y domingo, intensos en lo atlético y en lo personal. Difícil ser breve, y más con mi tendencia a aburrir al personal, pero vamos allá...

Durante la semana, en un cruce de correos entre los componentes de la Comunidad del Maratón Alpino, surgió la idea de hacer un rodaje por el único tramo del MAM que nos quedaba por conocer a Zerolito y a mí. Domingo no puedo, que si es sábado prontito, que si subimos a Bola y bajamos, que si luego hay prisa... Al final nos citamos a la puerta del Polideportivo de Cercedilla a las ocho y media, presentándonos al evento, aparte de mí mismo, Mayayo, (muchas, muchas gracias por todo lo que estás haciendo por nosotros), Yoku y Zerolito, que a su vez se trajo a Paloma, la menos correpoco de los susodichos, y a Marina, hermana de esta. Por mi parte yo aporté al grupete a mi amigo Juanjo, que me llamó el viernes para ver si nos subíamos al Almanzor pero al que no me costó convencer del cambio de planes.

El tramo a recorrer era Cercedilla-Navacerrada, (hasta aquí lo desconocido), más la subida a Bola del Mundo, que yo ya sufrí en mi anterior escapada por la sierra, y vuelta.

Presentaciones hechas, poco después de las ocho y media partimos. El tramo Cercedilla-Navacerrada es el más fácil del MAM, aunque la calificación de "terreno para correr y disfrutar" que aparece en su web es bastante optimista. Es un tramo duro en el que se salvan setecientos metros de altura en unos ocho kilómetros con el añadido de que hay varios tramos largos casi llanos, incluso alguno que pica hacia abajo, con lo que la cota se salva a base de duros repechos. Si le añadimos que el terreno es fundamentalmente de sendero por un frondoso bosque, nada de camino transitable salvo en alguna pequeño tramo, resulta que esa etapa es por sí sola un excelente y duro entrenamiento. De hecho, ya a doscientos metros de la salida echamos a andar un trecho, cosa que haríamos en innumerables veces a lo largo del recorrido. Y estoy seguro que sólo los más élites llegarán a Navacerrada sin andar.

El día no es el mejor para mí. Aunque casi todo el recorrido discurre a la sombra, hace calor. Y eso me mata. Un dato: a lo largo de la mañana calculo que debí de ingerir algo más de tres litros de líquido, de los que quizá perdiera medio en un par de "paradas técnicas". Aún así, al llegar a casa pesaba casi dos kilos menos que cuando me levanté. Ni siquiera incluyo el peso del desayuno, (abundante), las barritas y los pinchos de las cervezuquis del post. Además estos chicos, (y chicas), tienen más fuerzas que yo y salimos más rápido de lo que me hubiera gustado. Casi todo el recorrido Yoku, (que tiene finiquitada la temporada con nota), y yo, vamos algo por detrás de ellos. Me he llevado los bastones, pues Mayayo me insiste en que me serán muy útiles el domingo, así que los estreno en el primer repecho. Sin llegar a hacer milagros, es cierto que liberan los cuádriceps de una parte importante de esfuerzo, y la sensación que me traigo de su uso es muy positiva. El domingo los llevaré sin duda.

El recorrido es espectacular. En algunos momentos la plasticidad del bosque que nos rodea no tiene nada que envidiar a esos paisajes de documental que vemos en La 2: pinares con el suelo tapizado de helechos, robledales, arroyos que corren por el valle, golpeando las piedras con un sonido cantarín, antiguos y orgullosos troncos ahora derribados y que se cruzan en el camino... Realmente hermoso.

Aunque voy un punto por encima de lo que tenía previsto tampoco fuerzo en exceso. Al día siguiente tengo las III Leguas Castellanas de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Avila, una carrera, que aunque no tiene un recorrido tan duro como el de hoy, no es nada fácil. A medida que vamos cogiendo cota, Yoku y yo nos vamos separando unos metros del resto, hasta llegar a Navacerrada. Allí hacemos un cambio sobre el plan que teníamos pensado. Paloma va a correr con Marina el Cross del Telégrafo, así que en vez de seguir hacia Bola del Mundo encaramos la corta pero dura subida al Alto del Telégrafo. Allí descansamos unos minutos, admirando la grandiosidad de la sierra que nos rodea. Pero no es cuestión de perder mucho tiempo así que toca bajar hacia el Puerto de Navacerrada. Para entonces ya tenía pensado volverme hacia Cercedilla por mi cuenta y no subir a Bola del Mundo. Ya había recorrido el tramo del MAM que no conocía con la propina de la subida al Telégrafo, y no quiero quemar las naves de cara al día siguiente. Además, hace meses que arrastro unas pequeñas molestias en el pubis, posiblemente el origen de los pinchazos en los adductores de los que ya he hablado otras veces, y el lunes, acabada la temporada de fútbol benjamín, categoría en la que milita mi hijo de diez años, a alguien se le ocurrió organizar un partido padres contra hijos, y aunque malditas las ganas, a Carlos Jr. le hacía ilusión regatear a su padre. El martes las molestias en el pubis eran tan intensas que apenas podía andar, y aunque habían mejorado bastante, el terreno quebrado, y en especial las bajadas, sabía que me perjudicarían. Así fue: en la bajada desde el Telégrafo al Puerto de Navacerrada sentí pinchazos en la zona, por lo que la hice muy suave, y si alguna duda tenía sobre si acompañar a mis amigos, ahí se disipó. En el mismo puerto me despido de ellos y encaro el camino de vuelta, de nuevo al acogedor frescor del bosque, del agua que salpica mis pantorrillas al vadear los arroyos, al agradable roce de los helechos en mis piernas, al susurro del viento en la copa de los árboles, a la miríada de cantos de pájaro que escucho.

Tengo que reconocerlo: la elección del nombre de mi dirección de correo, corredorsolitario@gmail.com, no es casual, y aunque disfruto muchísimo de la compañía de tan buena gente como la que en esos momentos estará lidiando contra el inmisericorde sol y el pavoroso desnivel de la subida a Bola del Mundo, muchas veces me gusta sentirme solo, en medio de la naturaleza, que aquí además da apariencia de virginal. Solo con mis pensamientos, mis miedos y alegrías. Solo para disfrutar de un paisaje, para sentir mi respiración y olvidarme de problemas y tensiones.

Los últimos kilómetros pesan. El bosque se ha despejado algo y el sol ya es menos bucólico y más castigador. Tengo la mochila casi sin agua, pero queda poco. Sorprendentemente creo haber seguido paso por paso el recorrido de ida, sin el más mínimo titubeo ni desvío. Posiblemente quien me conozca no lo crea, y a la vista de mis innumerables antecedentes al respecto, no puedo echárselo en cara. También es cierto que sendero arriba, sendero abajo, el valle desemboca, sí o sí, en Cercedilla...

Una vez en el pueblo la temperatura sube aún más. Estoy sudado y sucio. Juanjo me ha dejado las llaves de su coche y cojo la toalla que llevaba. Veo la puerta del Polideportivo abierta y me pregunto: "¿y si...?". Me voy para allá, con mi cara sin afeitar, intentando aparecer aún más cansado de lo que estoy. En la oficina hay una chica, y con mi mejor sonrisa le pregunto si puedo ducharme. Tras un momento de duda accede, (cosa que luego hizo con el resto de amiguetes, ignoro si por haber sentado yo precedente), y en esos momentos la posibilidad de darme una ducha me hace feliz. Muchas gracias desconocida y amable encargada del polideportivo de Cercedilla.

Los amiguetes van llegando poco a poco. El primero Mayayo, como no podía ser menos. Quizá se le pueda dejar atrás en alguna subida, pero cuesta abajo es un ciclón. Yoku llega bastante cascado. Sus pies son una sucesión de ampollas, y su bajo estado de forma actual le ha hecho sufrir más de la cuenta.

Unas cervecitas ponen la guinda a tan buena mañana disfrutando de un recorrido que a buen seguro haré más veces, (me pilla a una hora y poco desde Avila y es ideal para ir con la familia), pero sobre todo, de una compañía insuperable. Siempre digo que lo mejor de este deporte es haber conocido a tanta y tan buena gente, pero hoy quería mostrar mi agradecimiento, pase lo que pase el domingo en el MAM, a Zerolito por su apoyo, su confianza y sus constantes ánimos, y a Mayayo, por servirnos de guía, consejero y gurú en estos primeros y titubeantes pasos en el tema montañero. Contar con vuestra amistad y compañía es mucho mejor que cualquier diploma de Superviviente.

Pero en este fin de semana no ha habido solución de continuidad. El domingo, con pocas horas de sueño y los engranajes chirriando por la paliza del día anterior, me levanto a las siete para poder desayunar y estar a tiempo con Darth Vader, Pardillete y Cabesc, que además se ha traído a la familia. Se celebran la III Leguas Castellanas de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Avila.

El día nos da la primera alegría y amanece cubierto. Las dos primeras ediciones de esta carrera se celebraron con muchísimo calor, lo que provocó algún desvanecimiento y pájaras de las que hacen época. Como decía antes, el recorrido es duro, más de lo que aparenta, pues la primera parte es un sube y baja constante, con repechos cuyos desniveles son muy superiores a los que acostumbras a encontrarte en asfalto y que van minando tus fuerzas casi sin darte cuenta. Por contra, los últimos kilómetros son completamente descubiertos, ondulados aunque con tendencia a la baja, por una zona donde el sol, de mostrarse, lo hace inmisericorde con toda su dureza, y el viento reseco absorve cualquier traza de humedad de tu cuerpo.

Como siempre, salimos demasiado rápidos, aunque empiezo a pensar que lo que realmente ocurre es que a mí me gusta salir demasiado lento... El caso es que tardo unos kilómetros en coger el ritmo. Y eso que esta carrera me encanta: mezcla caminos, senderos, algún pequeño trozo de piedra, subidas y bajadas... Es variada y divertida. Además este año la organización se ha superado, brindando por sólo seis euros un circuito perfectamente marcado, cuatro avituallamientos líquidos para una distancia de poco más de diecisiete kilómetros, fruta y bebidas a discrección en meta, tiempos y puesto instantáneos, un pueblo volcado con el corredor, con música en la plaza que hizo a más de uno echarse un baile, una más que digna bolsa del corredor, un sorteo de regalos al terminar y un buen tentempié en el que no faltaron la barra libre de cerveza, embutidos, torreznitos... Una carrera de diez en la que todos los participantes disfrutaron de una magnífica mañana.

Para acabar, comida en Avila con Darth Vader, Cabesc y Ana, (más el pequeño Luis, que nos tuvo que aguantar a todos el pobre). Y durante ella Cabesc haciéndome de psicólogo, convenciéndome de que en el contínuo espacio-tiempo este último no importa y por lo tanto yo puedo con el MAM... Cosa que no discuto, ¿pero en nueve horas?.

A ver si en lo que queda de semana publico una entrada con mis conclusiones-declaración de intenciones de cara al MAM.

Vaya semanita me espera... Plañidera que me llaman en el foro jajaja...

domingo, 7 de junio de 2009

El Señor de los Maratones Alpinos. Las Tres Torres.

IMGP0438

La foto es de Andreas subiendo Los Tubos de Cabezas de Hierro, la parte más dura del MAM y lógicamente de nuestro recorrido de ayer. Pertenece a este álbum de Mayayo. A lo largo de la entrada iré pegando enlaces a alguna de sus fotos.

Breve historia de las andanzas y desventuras de un par paquetillos en su asalto al MAM.

“Un Maratón Alpino para gobernarlos a todos. Un Maratón Alpino para encontrarlos, Un Maratón Alpino para atraerlos a todos y atarlos en las Tinieblas” J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos.

“-Estoy deseando llegar a La Posada Dos Castillas para comerme un bocata de tortilla con una cerveza.

-Yo mejor pediré un Cola Cao bien caliente…” Conversación bajo una tormenta de agua y granizo entre Barrigón Vel-Ayos y Legolaspen, en el descenso de Bola del Mundo al Puerto de Navacerrada.

El Señor Oscuro siguió envenenando las mentes de los humildes paquetillos y decidió mostrarles toda su crueldad en el acercamiento que estos hicieron a sus dominios. Caradrhas obedeció la orden de su amo de dejarles pasar, no sin antes consumir todas las fuerzas de uno de ellos y llevarle hasta sus propios límites físicos y mentales, minando su confianza en poder hacer frente al reto que previamente les había propuesto: el MAM.

Las consecuencias de la travesía fueron ni más ni menos que la casi definitiva ruptura de La Comunidad del Maratón Alpino, toda vez que como era de esperar, su miembro más débil, Barrigón Vel-Ayos la terminó a duras penas y jurando no volver a transitar sus más oscuros y tenebrosos senderos. Esta es la historia de su derrota y de la renuncia a tan pesada carga, contada de nuevo por el mismo.

Capítulo 2. Las Tres Torres.

Una hora siete minutos según Google Maps y una hora y cinco reales tardé en aparcar mi coche en el Puerto de Navacerrada, donde ya me esperaba, bajo un cielo cuajado de negras nubes, Zerolo Bolsón. Mientras tomábamos un café en el Bar Dos Castillas aparecieron Legolaspen, y Ser Gioma-Ayo con Andreas y Ana. La Comunidad estaba al completo, (en la foto falta Ser Gioma-Ayo, que alguien tiene que disparar), y nos disponíamos a atacar juntos la parte más dura del MAM. Si veis esta imagen, es el bucle que sale y vuelve al Puerto de Navacerrada. La idea es hacerla como test acerca de nuestras posibilidades de salir airosos del reto de completar la totalidad del recorrido en nueve horas, tiempo máximo de la prueba.

A eso de las nueve comenzamos a trotar en dirección a Bola del Mundo, trote que apenas dura unos cientos de metros, ya que la inclinación pronto nos obliga a andar, y así es como haremos casi toda la subida. Esta es pestosa: recta como trazada por un tiralíneas, fea al estar llena de vestigios de “civilización” y muy dura. No obstante, al estar aún enteros, coronamos sin mayor problema que un buen dolor de riñones. Es la primera Torre del día. A continuación viene la parte, en mi opinión, más agradecida del recorrido en el aspecto atlético, la Loma del Noruego, una prolongada y rápida bajada, no excesivamente técnica, donde puedo decir que disfruté de lo lindo. Una lástima que durante toda la jornada, a partir de unos dos mil metros, (es decir, casi todo el recorrido), la niebla no nos dejó apreciar los maravillosos paisajes que nos rodeaban. Procuro bajar despacio, sin arriesgar, ello hace que vaya unos metros por detrás del grupo, aunque Andreas anda siempre pendiente de mí no siendo que me pierda, cosa harto probable de haber estado solo… Cruzamos praderas, piornales, vemos ganado que nos mira con extrañeza, búnkeres testigos de una guerra fratricida que nunca debió ocurrir, tupidos pinares… Sin novedad llegamos al primer paso por el Puerto de Cotos, donde comemos, bebemos y descansamos unos minutos. Hemos hecho esa parte en poco más de una hora, lo que no está mal para nuestros planes, y encaramos la subida a Peñalara, nuestra segunda Torre del día, montaña sagrada de los Arévacos, como nos recuerda Ser Gioma-Ayo, toda una enciclopedia andante en cuanto a temas montañeros se refiere. Lo hacemos a través del Collado Peña Citores, atravesando un denso pinar que da paso, a medida que ganamos rápidamente altura, a vegetación más alpina.

Este enclave es un paraíso para botánicos, geólogos y naturalistas. Recuerdo haber pensado lo mismo en aquella escapada en busca del Risco de Claveles que hicimos hace unos meses, pues es espectacular la diversidad de flora y paisajes que se agolpan en apenas cinco kilómetros gracias, eso sí, a que en ellos se salvan unos quinientos metros de altura.

No obstante, de nuevo la niebla nos impide ver muy allá. Una lástima.

Calculo que a unos dos mil doscientos metros tenemos que cruzar un nevero. Hay un momento de dudas sobre el camino a seguir y es que es realmente difícil elegir uno cuando sólo tienes unos pocos metros de visión, y lo poco que ves es igual en todas direcciones. Para entonces además la cosa ya se va complicando bastante y a la niebla se le suma una fuerte ventisca de granizo. Lo tomamos con humor, haciendo chistes acerca de la exfoliación a que estamos sometiendo nuestro cutis, pero lo cierto es que los diminutos granos de hielo golpean como agujas nuestro rostro. La temperatura ha bajado bastante, calculo que justo sobre los cero grados y bendecimos la hora en que previsoramente cargamos en las mochilas gorros y guantes… Excepto Legolaspen, que aún varias horas después tenía problemas para usar sus dedos. Seguimos hacia arriba, pues nos quedan por salvar unos doscientos metros de altura. Justo antes del alto hay un diminuto refugio donde paramos de nuevo a comer y beber con algo de calma. Me quito la mochila para acabar de ponerme toda la ropa que llevo, ya que en el descenso el frío podría ser insoportable. Mis manos no estuvieron expuestas a la ventisca más de dos minutos, pero fueron suficientes para que mis dedos perdieran la sensibilidad. De ahí al alto hay tan solo unos metros, y el tiempo es tan malo que sólo paramos para hacer esta foto y a continuación nos lanzamos hacia abajo. Aproximadamente hemos tardado en la subida desde el Puerto de Cotos una hora y cuarto, dentro de lo previsto. La bajada es muy peligrosa debido a su desnivel y su dificultad técnica intrínsecas, pero hoy sobre todo a los restos de nieve y granizo que pueden ocultar alguna escondida trampa para los tobillos y a la humedad que provoca algún resbalón. Y no es sitio ni momento para tener un percance…

En los primeros metros siento mi nariz taponada, como con un fuerte catarro, pero no estoy enfermo. Cierro mi boca y el aire entra en mis pulmones, pero no lo siento fluir a través de mi nariz: se está congelando, y sólo salió de ese estado bastante después, al bajar cota y recuperar algo de temperatura. Afortunadamente, después de un primer kilómetro difícil, el camino gira para volver al Puerto de Cotos por un lugar distinto del que lo encaramos por primera vez: La Loma Dos Hermanas, un rápido y divertido descenso que completamos en unos cincuenta minutos. Aquí no obstante Legolaspen tiene un percance que le hará desistir de la parte más dura del recorrido. Se tuerce el tobillo varias veces y decide no arriesgar aunque tampoco abandona y encara en sentido contrario al que nosotros vamos a llevar para encontrarnos de vuelta. La Compañía no pierde a Boromir, como jocosamente bromea Zerolo Bolsón, sino a todo un Señor Elfo, helado, quizá por pertenecer al hasta ahora desconocido pueblo de los Elfos Caribeños, los únicos que no toleran el frío, pero Elfo al fin y al cabo. Así se ahorra el riesgo de trepar por Los Tubos de Cabezas de Hierro, la tercera y última Torre del día. Torre traidora pues Cabezas de Hierro se compone de dos cimas: Cabeza Mayor y Cabeza Menor, a lo que hay que sumar una nueva subida a Bola del Mundo, si bien mucho más suave que la primera. En total un brutal rompepiernas casi al final de la prueba precedido de una inhumana subida a cuyos pies nos quedamos en el Puerto de Cotos.

Los Tubos de Cabezas de Hierro tienen un acceso amable, a través de un hermoso bosque de pinos, alguno de ellos espectacular, pero al poco empieza a enseñarte su verdadera naturaleza: piedra y más piedra. El Dios que las hizo se entretuvo en ello, y en vez de dejarlas por ahí tiradas, le dio por amontonarlas, porque a algunos de esos diminutos seres que habitan en los alrededores de su obra les da de vez en cuando por subir por ellas. Quizá eso le divierta y quizá por eso las piedras estén ahí…

Aunque desde la bajada de la Loma dos Hermanas Ser Giomay-Ayo nos los había señalado en el horizonte, yo no me había podido hacer una idea de a lo que nos íbamos a enfrentar. Os aseguro, y lo comentábamos durante la tertulia posterior, que las fotos no dan la verdadera medida de la dureza de los recorridos de montaña. En el caso de ayer hay que estar ahí, con un muro de roca delante de tus narices, viendo como tus compañeros, a los que oyes pocos metros por delante o a tu lado desaparecen entre bloques de granito por donde no queda más remedio que trepar a cuatro patas cual Gollum en buena parte del recorrido. Avanzar se convierte en algo penoso, más cuando encaras ese muro después de más de cuatro horas de carrera, ascensiones y descensos, frío, ventisca… Siempre he presumido de tener buena presencia de ánimo y no dejarme caer en pensamientos negativos, pero ese muro se convirtió para mí en una tortura. Mis piernas dejaron de responder por completo, apenas podía sobrepasar un par de bloques y tenía que parar, boqueando aire, sin fuerzas, pero con la convicción de que el único camino era hacia arriba. De haber pensado que volver hubiera sido menos penoso hubiera dado la vuelta, pero no sólo no era así, sino que intentar bajar en mi estado hubiera sido peligroso, así que Carlos: da otro par de pasos, un par de ellos más… Tengo unas ganas tremendas de vomitar. Para colmo la niebla amenaza con subir de nuevo, sumiéndolo todo en una sensación de irrealidad que consigue casi arrancarme del mundo que conozco, como si en mi dedo se deslizara sibilinamente el Anillo Unico dándome acceso al mundo de los espíritus donde moran los Nazgul.

Un pensamiento viene a mi mente: el reciente descenso del Kanchenjunga por Edurne Pasabán en el que la brava Guipuzcoana pidió a sus compañeros que la dejaran morir, totalmente agotada. A su lado mis miserias son eso, juegos de niños: “Carlos, tú no has llegado a ese nivel de agotamiento físico o psicológico nunca. Ella se enfrentó a sus límites de verdad y comprendió que estaban más lejos, aún más lejos”. Ese pensamiento me ayuda a subir otro bloque, y otro…

Llegar arriba, a la cresta de Cuerda Larga supone para mí un alivio inmenso pues el tramo que queda es duro pero transitable, aunque el primer descenso, desde Cabeza Menor se me hace muy difícil pues es bastante técnico y mis piernas apenas pueden sostenerme. Hemos tardado cerca de hora y media en apenas dos kilómetros…

El recorrido ya no tiene pérdida, está perfectamente marcado y bastante concurrido, por lo que Andreas y Ser Gioma-Ayo se van por delante y Zerolo Bolsón les sigue, aunque más lento. Al acabar la parte más dura tengo la sorpresa de encontrarme de frente con Legolaspen y su maltrecho tobillo. Me dice que va a subir a Cabezas y se vuelve, le deseo suerte con el convencimiento de que me cogerá por el camino y sigo. Troto cuesta abajo, ando cuesta arriba, adelanto a varios montañeros…, y vuelve a granizar. Cruzo algún nevero, subo esa última cuesta donde Legolaspen, cumpliendo los pronósticos enlaza conmigo, y allí, al fondo, por fin aparece la familiar silueta de las antenas de la Bola del Mundo. El granizo se mezcla con agua, mucha agua, que acaba de empaparnos por completo. Recién iniciado el descenso al Puerto de Navacerrada incluso oímos algún trueno, pero queda poco. Vemos la Posada Dos Castillas donde los amiguetes ya estarán entrando en calor y reponiendo líquidos y sólidos. Bajamos despacio, pero aún así Legolaspen tiene otro pequeño susto con su tobillo: recupérate pronto amigo. Agradezco la vuelta al acogedor asfalto, al calor de la Posada, donde me cambio de ropa y donde me embaulo un enorme bocadillo de tortilla de patata, una bien sudada jarra de cerveza, pinchos diversos y claro que sí, ese Cola Cao caliente con un gran bollo para mojar.

Eso es todo. En la deliciosa tertulia que siguió declaré mis intenciones de no correr entero el MAM. No creo poder con él. Si al recorrido de ayer le sumo los dieciséis kilómetros que nos faltaron es imposible que consiguiera entrar en las nueve horas de plazo. Lo más seguro es que haga hasta la segunda pasada por el Puerto de Cotos, donde Ana, mujer de Mayayo y hermana de Andreas estará esperando el paso de los valientes que sigan adelante, pero mi nombre no figurará al lado del título de “Superviviente” con el que la organización denomina acertadamente a quien acabe esta prueba. Este año al menos no.

Quiero agradecer muchísimo la compañía de mis amigos. A Andreas por estar pendiente de mí en la loma del Noruego, a Mayayo por su buen humor y sus ánimos, a Aspen y a Zerolito por ser como son, futuros Supervivientes con todos los honores, y a Ana, un encanto de mujer que se ofreció a hacerme de taxista el día veintiuno. Muchas gracias de corazón por una jornada que, sufrimiento aparte, para mí es memorable.