lunes, 20 de mayo de 2013

Laguna Caña del Gallo.

 

 

Hacía mucho (demasiado) que no me regalaba una excursión en solitario a la montaña. Pedro, un compañero de trabajo, me habló de una espectacular floración que tenía lugar por estas fechas en la Laguna Caña del Gallo (también denominada en según qué sitios Cañada del Gallo o Cantalgallo), en las cercanías de Hoyos del Espino, y de la cual me enseñó un par de fotos del día trece de este mes en el que se podía ver la superficie de la laguna totalmente cuajada de flores blancas. Además el paraje tiene el aliciente de poder disfrutar de unas de las mejores vistas del macizo central de Gredos.

Como vale más una imagen que mil palabras subo aquí las fotos en cuestión, publicadas en la web Eltiempo.es por una usuaria identificada como Pilar a la que he informado previamente del uso aquí de sus fotos:

Edito: Pilar, la autora de las fotos, en su amable comentario en esta entrada me matiza que la laguna pertenece a Hoyos del Collado, un pequeño y tranquilo pueblo cercano a Hoyos del Espino, con buenos ejemplos de arquitectura popular y que me he comprometido a visitar más pronto que tarde. Muchas gracias Pilar por las fotos, el comentario y la aclaración.

 

 

Como no era cuestión de salir del trabajo en ese momento decidí posponer la visita hasta ayer domingo… Pero el tiempo este año es caprichoso, y de las verdes praderas y el cielo límpido de las fotos de Pilar, ni rastro. De hecho nada más aparcar el coche estuve tentado de abortar la ruta: había nevado abundantemente por la noche y de hecho seguía haciéndolo. Teniendo en cuenta que me faltaban por subir más de cien metros de desnivel suponía en buena lógica que la cosa estaría peor más arriba. Ello unido a que desconocía totalmente el terreno, a que iba cargado con un equipo fotográfico que no sólo pesaba unos cinco kilos, sino que vale más de… (cariño, si lees esto ya sabes que no es tanto, que es sólo por darle picante a la entrada) y que no me apetecía que se mojara, y que desoyendo los más elementales consejos de seguridad en montaña, iba solo, evidentemente me empujó a seguir… (Mmm… Ese dulce cosquilleo que se siente cuando uno sabe que roza lo imprudente…)

Debido a que la intencionalidad de la salida era tanto o más fotográfica que montañera decidí subir el coche lo más posible desde Hoyos del Espino, para lo cual debemos atravesar el pueblo en dirección Barco de Avila, y en la salida tomar una estrecha carretera (más bien un camino asfaltado) identificable por un indicador hacia el Santuario de Nuestra Señora del Espino y por una cruz de piedra. Esa carretera zigzaguea en dirección noroeste durante unos kilómetros, ganando altura rápidamente. El coche le dejé prácticamente al final de la misma, donde se convierte en camino de tierra. De ahí a la laguna subiremos ininterrumpidamente aunque de forma muy suave.

La ruta es prácticamente recta, aunque en cualquier caso la vista de los “cuarenta pinos”, un pequeño bosquecillo de tal especie arbórea visible durante casi todo el recorrido podría ayudar a orientarnos en caso de duda.

 

En este punto ya llevaba un buen trecho recorrido, pero no me atreví antes a sacar la cámara de su bolsa… Al fondo los “cuarenta pinos”

El recorrido no es técnicamente difícil. Después de unos cientos de metros el camino desaparece, y al menos ayer domingo, con la nieve, no vi sendero alguno. El terreno vira a pradera y piornal, cruzado por varios arroyos que seguramente algo más adelante se sequen y en los que tuve que tener mucha precaución de no resbalar o torcerme un tobillo debido a estar parcialmente ocultos por la nieve recién caída y que por suerte había cesado.

 

 

Los piornos deberían estar ya en flor, pero así lo tienen difícil…

Había que aprovechar los momentos en que el sol se asomaba entre las nubes…

Ejemplar de fauna exótica, poco adaptada al medio, y que por su sufrida expresión diríase que a duras penas  sostiene casi tres kilos de equipo fotográfico al final de su brazo.

La subida se me hizo lenta a partes iguales por no llevar raquetas y hundirme por tanto en la nieva a cada paso, las paradas para hacer alguna foto y la precaución de pisar con sumo cuidado en un terreno irregular. De ahí que me llevara más tiempo de lo que sería habitual llegar a la laguna.

 

Vi poco cielo, cierto, pero el que asomaba de cuando en cuando tenía un azul espectacular… Cerca de acceso a la laguna, después de aproximadamente hora y media de ruta.

Hummm… ¿Y las flores?

Insisto, ¿y las flores?

¿Tú sabes qué ha pasado con las flores?

Mi primera decepción fue comprobar que la floración, bien había terminado, bien se había agostado debido al bajón de temperatura de los pasados días. Para colmo, las espectaculares vistas estaban ocultas por negros nubarrones de los que la previsión meteorológica afirmaba que a media tarde caería una buena cantidad de agua ¿quizá nieve a estas alturas?. Vagabundeé un buen rato tomando instantáneas de los alrededores de la laguna a la espera de algún claro que al menos me permitiera fotografiarla con las montañas al fondo, pero al no tener suerte decidí volverme.

 

 

 

Perdonadme el autobombo, pero me encanta la sensación de profundidad de esta foto. Y ese azul…

 

Ya de bajada paré unos minutos en los “cuarenta pinos”, y me entretuve con unos amigos que andaban por allí.

 

 

 

 

 

Ya casi en el pueblo, y recuperada casi toda la altura, buena parte de la nieve caída se había derretido, dando paso a un paisaje, ya por fin, casi primaveral.

 

 

En ningún momento me encontré con nadie. En ningún momento oí otra cosa que no fuera mi respiración o el susurro del viento acariciando los piornos, el cantarín murmullo de los arroyos. En definitiva, una salida que aunque no cumpliera con el objetivo previsto en principio, resultó de lo más sabrosona y gratificante. De nuevo solo. De nuevo contra el espejo inclemente de la montaña y del reflejo de ti mismo que esta devuelve, fiel y desapasionado. Real. De nuevo eso sirvió para que en cada paso quedara una pequeña parte de los fantasmas que todos llevamos dentro.

Enlace a la ruta en Wikiloc.

El resto de las fotos en este album Picasa del que os dejo una presentación:

 

 

¡¡¡IMPORTANTE!!!

Las descripciones de rutas de montaña que hago en este blog son tan sólo expresión de mis impresiones y sensaciones de ese día concreto, y por tanto totalmente subjetivas. No tienen porqué coincidir con las de cualquier otra persona, incluso realizándolas en las mismas condiciones. Tampoco son guías exhaustivas. A pesar de que procuro que todos los datos que ofrezco sean correctos, sería recomendable que antes de hacer alguna de ellas te informaras sobre las mismas en publicaciones especializadas. No obstante, si crees que te puedo servir de ayuda, o necesitas alguna aclaración, ponte en contacto conmigo. Por último, tienes que tener en cuenta que la montaña es un entorno potencialmente peligroso. Usa el sentido común y no afrontes recorridos para los que no estés absolutamente seguro de estar suficientemente preparado y equipado. Y ten siempre en cuenta las posibles complicaciones meteorológicas, muchas veces imprevisibles.

viernes, 3 de mayo de 2013

Confieso que he Corrido.

Screenshot - 02_05_2013 , 20_06_37

Como diría mi amigo Vicen, el GRAN Vicen: hoy he corrido cien metros. Sí, sólo cien metros, pero ya son cien metros más que ayer…

Realmente han sido unos pocos metros más, algo más de un kilómetro repartido en dos tiradas de menos de cuatro minutos intercaladas al final de un mero paseo hasta el Santuario de Sonsoles, otrora habitual destino de mis entrenos, con su dura cuesta final que hoy me ha costado coronar ¡andando!. Sí, Vicen, han sido cien metros (vale, un kilómetro) más que ayer, pero también menos que mañana. Todas las lesiones pasadas, (y alguna futura, sospecho), se han dejado sentir en tan pocos pasos, y he sido consciente de la no totalmente recuperada tendinitis de peroneos de la que me vine de la Carrera de Navidad de Cercedilla, hace ya más de cuatro meses, las de ambos aquiles de antes de ella, y las de pata de ganso en ambas rodillas un poco más atrás, y las de rotulianos, también en ambas rodillas, y también redundantes, la pubalgia que me hizo renquear de dos mil nueve a dos mil once y que aún siento al toser, y la fascitis plantar de hace años, ¡oh milagro!, sólo sufrida en mi pie derecho… Todas ellas han dejado marcas indelebles, molestias y runrrunes. Y sólo han sido diez minutos de trote.

Hoy he corrido. Mañana no… Y con todo lo peor, es que tampoco tengo muchas ganas de volver…

Os dejo una canción deliciosa, triste, melancólica, que refleja bien cómo me siento últimamente.