jueves, 27 de enero de 2011

Objetivo: Maratón de Sevilla. Decimoquinta Semana.

Fifteen, foto descargada de 613photo.com.

“Todo pasa y todo llega, pero lo nuestro es pasar”. Permítaseme la licencia de modificar los versos de Machado, pero creo que así reflejan mejor lo que ha sido esta semana de ¿entrenamiento?. Todo pasa, pasa el tiempo, días, semanas, y con esta quince. Y todo llega. En concreto en solo tres… Llega el maratón, y yo, que debería estar en el punto álgido de la preparación, sigo apenas rozando unos míseros cuarenta kilómetros semanales. Poco, muy poco para afrontarlos de una sola tacada en Sevilla…

Podría aburrir de nuevo con excusas, con amagos de catarros filtrados subrepticiamente por mis hijos, con eternas recuperaciones de sensaciones que nunca fueron, de carreras por correr, y, sobre todo, con el cansancio infinito de muchas noches sin dormir. De nuevo la enfermedad golpea duramente mi familia, de nuevo a uno de mis seres más queridos cuando apenas empezamos a recuperar el ánimo, decaído por la muerte de mi madre. De nuevo la lucha sin cuartel, con esperanza de recuperación esta vez, pero con la certeza de que no será fácil. Y siendo conscientes de que en el mejor de los casos el camino será largo, muy largo…

Aún así, cuarenta kilómetros. ¿Pocos?, quizá. Muchos según se mire. Y todo pasa, y esta semana pasó, y pasó casi otra para encontrar el momento de dar cuenta de ella, y todo llega, y este domingo llega Getafe… Y como me ocurrió en el cross, no sé qué hacer. Quizá, como aquel día, será mi corazón el que lo decida en la salida.

miércoles, 19 de enero de 2011

III Memorial José Soriano. Cross Ciudad de Avila-Caja de Avila.

EcoCross-288 En mi anterior entrada afirmaba haber corrido el pasado domingo una de las mejores, si no la mejor, carrera de España, y a fe que no exagero aún siendo juez y parte en mi condición de socio del Club Ecosport, porque si en anteriores ediciones la organización rozó la perfección, en esta han conseguido superarse. Incluso el día, luminoso e impropiamente cálido para la altura de año en que nos encontramos, quiso sumarse a una fiesta del atletismo popular de la que os desafío a que encontréis una, una sola crítica.

Antes de nada tengo que hacer un reconocimiento a los compañeros de club que han trabajado mucho y muy bien para que esto fuera así, dedicándoles a los corredores muchas horas, robadas demasiado frecuentemente a la propia familia o a su trabajo, para conseguir que el participante sienta eso que cada vez es menos frecuente en las carreras: que se le trata con cariño. En especial tengo que felicitar a la directiva, responsable última de todo el tinglado. Labor ímproba y poco reconocida la vuestra, chic@s.

Al tema. A las ocho de la mañana llego al Parque de El Soto a montar circuito: encintar, preparar el podio, delimitar las distintas zonas cerradas… Frío y hielo a esas horas, pero día abierto y despejado después. Radiante.

Según aparco sigo sin tener claro qué hacer. Incluso le comento a Chuchi, un compañero de club que se comprometió a ir de corredor escoba, que si quiere hago yo esa labor, pero él ya estaba mentalizado y me dijo que de todas formas iría cerrando carrera. Lo único que tengo decidido es hacer una buena tirada larga, así que después de cumplido el compromiso organizativo, tomar un par de cafés gentileza de Cafés Coty y charlar con amiguetes y corredores venidos de fuera caliento brevemente y a eso de las once y diez comienzo un suave trote. Comparto un trecho con José María González Muñoz, paisano, récord de España y campeón de Europa de 100 kilómetros, aunque su ritmo de calentamiento es más rápido que el mío de competición… Salgo del circuito y me adentro en las profundidades de El Soto, el recoleto bosquecillo de fresnos al sur de la ciudad. Troto muy suave, con la mayor levedad que puedo, sin agitar apenas mi respiración, y sigo pensando en qué hacer cuando suene el disparo de salida. Al final, en un ejercicio de absoluta indecisión me decido a seguir trotando y disfrutar de la mañana, aún fresca pero luminosa y vibrante. Ya habrá tiempo para pensar… Desconecto.

Al cabo de media hora de relax absoluto llego de nuevo a la entrada del parque. Allí hago un par de kilómetros con Enrique, un mocetón hijo de mi primo Jesús al que bromeo con darle una buena lijada en carrera a sabiendas ambos de que ni en mis mejores sueños puedo meterle mano al mozo a poco que este se esfuerce. Y para la salida, que el speaker dice no sé qué de cinco minutos…

Veo por allí a dos amiguetes de la Asociación Fotográfica de Avila, Raúl y Javi, cuyas fotos estoy deseando ver. Gracias por bajar compis.

Suena el disparo. La gente corre. Arranco. Simplemente corro. Los tres cuartos de hora largos de rodaje no pesan en absoluto. Las piernas van fáciles, todo lo fáciles que pueden ir a estas alturas, después de tantos meses de parón, de tensión acumulada que solo ahora va soltándose poco a poco. Me encuentro bien. Relajado. Tranquilo. Y llevo un dorsal. Hacía muchísimo tiempo que no llevaba uno, y el plan surge como por ensalmo: hoy toca disfrutar. Hoy no es día de épica, pero tampoco de zanganear, acomodaticio paquetón. Sufre, pero lo justo. Ve rápido la primera vuelta de las dos que componen el circuito y algo más la segunda, pero sin pasarte, que la carrera deje en ti el dulce sabor del esfuerzo bien medido pero no el salado de la sangre en la garganta. El circuito no tiene secretos para mí: es mi lugar más frecuente de entrenamientos. “Aprieta aquí, que hay buen piso…” “Esa zona es de hierba, no merece la pena forzar…” “Cuidado con el firme ahora: tiene agujeros…”

Se me acerca un corredor: ¿tú eres Carlos, el corredor paquete?. Es Javi, de Tierras de Itaca, al que no conocía, y que está en la foto conmigo. Compartimos un par de kilómetros de animada charla. Me da noticias de Miguel, su compañero de aventuras y nos ponemos al corriente de las alegrías y pesares que siempre acompañan a un atleta.

Mis sensaciones son fantásticas, y al inicio de la segunda vuelta decido apretar un poco. Dejo a Javi y empiezo a adelantar gente. Las pulsaciones suben, la respiración se agita, pero no descompongo el gesto. Entro en meta correspondiendo a los saludos de los conocidos, con una sonrisa. Como debe ser.

Y si he disfrutado de la carrera, no menos de las atenciones posteriores. Con deciros que no comí en casa…

En resumen: primer objetivo del lateral del blog cumplido. De nuevo me siento corredor. Encaro con optimismo el siguiente: la media maratón de Getafe, y a partir de ahí sacaré alguna conclusión de cara al maratón de Sevilla. O quizá no. Quizá, como el domingo, decida esperar a que suene el disparo y que sean mis pies y mi corazón los que decidan qué hacer. Tampoco me fue tan mal, después de todo.

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lunes, 17 de enero de 2011

Objetivo: Maratón de Sevilla. Decimocuarta semana.

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Foto de Rachel schneider, descargada de Photo.net.

Pocos, muy pocos kilómetros esta semana. Apenas cuarenta para las alturas en que estamos, aunque eso sí, los más rápidos hasta ahora. De hecho unos treinta han salido a ritmo de maratón. Espero que eso compense algo la falta de distancia…

No he tenido más remedio que hacer tan solo tres salidas en una semana que se torció en parte por mi mala cabeza, en parte por otros compromisos: lunes descanso para no unir cuatro días seguidos de entrenamiento, martes recalentón de una hora a ritmo de maratón, y además, por terreno embarrado. Miércoles descanso y sensación de haberme pasado el día anterior…, cosa que volví a hacer, borrico de mí, el jueves con otra horita, esta larga, y también a ritmo de maratón. Viernes de inauguración de la exposición de fotografía “18 Miradas”, organizada por la Asociación Fotográfica de Avila, a la cual pertenezco, con celebración demasiado “celebrada” hasta altas horas de la noche. Sábado de penitencia y resaca. Y el domingo ¡ay el domingo!.  El domingo corrí, si no la mejor, sí una de las mejores carreras de España: el Memorial José Soriano. Cross Ciudad de Ávila - Caja de Ávila, del que daré oportuna reseña tan pronto pueda.

martes, 11 de enero de 2011

Objetivo: Maratón de Sevilla. Duodécima y decimotercera semanas.

Foto de André Nicolaj Zahn, descargada de Photo.net.

Tormentosas y tumultuosas fiestas. Dos mil diez quiso despedirse con un último y grosero estertor que nos envió de vuelta al hospital, de nuevo a los miedos suscitados por imágenes que aún están demasiado recientes en la retina y el corazón. De nuevo el deporte a un plano secundario, muy secundario. Dos mil once comienza con una tregua, y fiel a esa a veces demasiado mitificada capacidad de sufrimiento que tenemos los, ejem, maratonianos, estoy intentando aprovecharla todo lo posible. De resultas de todo ello la duodécima semana se cerró con unos miserables once kilómetros y tres días de hospital que agotaron como otros cien pero sin sumar más que dolor, mientras que la decimotercera acredita más de cincuenta de claroscuros, pues si el viernes hice con relativa comodidad más de una hora a ritmo de maratón (del de mi mejor maratón, no del previsto en Sevilla, mucho mas modesto), el domingo lo despachaba con una cuasi tortura de dolor en el pubis y de falta de fuerzas para unos modestísimos (y lentísimos) quince kilómetros.

La rodilla mejora muy poco a poco, como corresponde a un madurito cuya capacidad de regeneración ya va siendo escasa, y el pubis al menos no va a peor. De hecho, con la boca chica, diría que ha mejorado algo gracias al trabajo abdominal y a los estiramientos. Espero aprovechar estas últimas semanas para rodar, más o menos largo, más o menos rápido, pero solo rodar pues no creo que tenga mucho sentido a estas alturas de “preparación” y con los antecedentes que acredito meter nada de calidad. El míster está de acuerdo con ello…

Vamos pues  a por la decimocuarta, que se cerrará este domingo con el III Memorial José Soriano Cross Ciudad de Avila-Caja de Avila en el que estaré a buen seguro muy cerca del compañero que acompañará al farolillo rojo, ya que la idea es hacerlo muy lento y sumarle un puñado de kilómetros antes de la salida para componer una tirada larga en regla.